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Título: Otra vez libros:v
Personaje: Damian.

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Elevé mi vista del pequeño libro que tenía entre las manos solo para ver cómo, en uno de los rincones más pequeños de la biblioteca, Grace intentaba bailar sin hacer mucho ruido. Típico, bailar en una biblioteca escolar.

Su cabeza parecía seguir el ritmo de la música mientras sus manos y pies intentaban hacer una coreografía bruta. Mis ojos, sin poder evitarlo del todo, siguieron los pasos que ejecutaba entre estante y estante, recogiendo libros para colocarlos en su respectivo lugar.

Sonreí.

Tal vez sonara algo acosador de mi parte tomando en cuenta mi actitud con todos pero no podía evitar venir simplemente para verla a ella diario, verla tan entretenida en lo suyo, llorando cuando leía o cuando sin darse cuenta, se mordía las uñas cada vez que sonaba una canción que le gustaba.

— ¿Qué está haciendo, señorita Connors? — La vieja y arrugada señora Jenkins, encargada del lugar y posiblemente un ancestro del director, apareció de entre las sombras e hizo que mi pelirroja arrojara los libros al aire y que los auriculares cayeran hasta sus hombros.

— ¡Ah, Satanás! — gritó sin pensarlo y un segundo después, ya tenía las manos sobre sus labios. — Digo, eh, Uhg, jefa, ¿Cómo ha estado?

— Está prohibido bailar en este lugar lleno de conocimiento — advirtió señalandola —. Es la segunda advertencia en la semana y espero que no se vuelva a repetir o quedarás despedida.

Grace abrió los ojos con exageración mirándola impresionada.

— No podría estar hablando en serio, Lucy — y allí iba otra razón para que la despidieran, la había llamado por el apodo que circulaba entre los escasos estudiantes que visitaban la biblioteca. Nuevamente, Grace se dió cuenta de su error demasiado tarde y se limitó a apartar la vista, esperando que no supiera que la había llamado changa.

— Mi nombre no es Lucy — corrigió cerrando los ojos.

— Uh, hablaba de mi abuela, digo, se parecen algo y pues yo por un segundo visualice en sus hermosos y bellos ojos llenos de lagañas de un ser de conocimiento infinito-

— Ahorrate tus cumplidos — murmuró restándole total importancia y tras un pequeño ademán con la manos, le volvió a lanzar una mirada de advertencia feroz. Creo que incluso yo temblé —. No quiero más de tus jueguitos o distracciones. A trabajar.

Grace asintió frenéticamente haciendo una señal de sargento y soltó un largo suspiro en cuanto la muerta en vida abandonó el rincón para ir corriendo-caminando igual que un caracol- hacia un grupo de jóvenes que habían soltado una carcajada. 

— Se nota que a su viejo con le quedan energías — murmuró sacando un libro de un estante —, por eso siempre está de Mao humor.

No logré evitar soltar una pequeña risa ante aquello y ella volteó a verme con el señor fruncido.

¡POR TODOS LOS GATOS! ¡ME HABIA VISTO, SABIA DE MI EXISTENCIA!

Sí, sí, tal vez cualquier persona normal hubiera sentido que le caía un balde de agua fría al darse cuenta que su amor platónico notó que lo escuchaba, sin embargo, yo estaba completamente feliz con ese pequeño hecho.

La campana que ponía fin al descanso y tras darle una última mirada a Grace, cerré mi libro y salí del lugar con algo de prisa.

...

Las clases habían acabado, los alumnos ya habían corrido a sus casas, los maestros ya estaban a punto de irse y yo, con las cosas ordenadas en mi mochila, seguía observando cómo se movían las hojas de los árboles desde mi ventana. Por extraño que fuera, me gustaba relacionar cualquier cosa con la pelirroja que me traía loco desde hace meses y eso me daba miedo, me sentía igual que Dick con Kory.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar en eso. Uhg.

Sin pensar más, me levanté de mi lugar, me despedí del profesor y salí arrastrando los pies del lugar, aturdido sin razón alguna.

A veces, muchas últimamente, me sentía perdido con mi alrededor, como si ya no le viera sentido a la mayoría de las cosas, como si aquella esperanza fugaz que tenía y forjaba mis metas, hubiese desaparecido.  Todo parecía gris, oscuro, aburrido y, aunque no lo quisiera tanto así, cuando la veía a ella todo volvía a recobrar su color, su felicidad. No me quería hacer dependiente de algo que estaba seguro que no me atrevería a perseguir para conseguirlo, lamentablemente, no sonreír sin remedio al verla me era imposible.

— ¡Ah! — Salí de mi pequeño trance al oír una voz algo chillona gritar e instintivamente bajé mi vista.

Diablos, ¿Podía haber algo más cliché que chocar con el amor de tu vida? 

— ¿Estás bien, Ariel? — Pregunté mientras la ayudaba a levantarse, ella me miró mal por un segundo y luego sonrió.

— Claro que sí, príncipe Erick — respondió dando una ligera mirada para atrás, distraída, como si solo estuviera conversando conmigo por compromiso o para cubrir algo.

— ¿Sucede algo? — Directo al grano, como siempre — ¿Acaso Úrsula ya dió contigo?

Sonrió apenada cuando se dió cuenta de que di en el blanco.

— Eh... ¿No?

Arquee una ceja y crucé mis brazos intentando verme algo intimidante, guapo o al menos hacer un intento de coqueteo para que no me olvidara tan fácilmente.

— ¿Segura que no estás mintiendo, pelirroja?

Antes de que respondiera, unos pasos fuertes y firmes atrajeron nuestra atención por completo y ambos nos volteando hacia la entrada principal. Por las puertas transparentes de vidrio, alguien al que inmediatamente identifiqué  como Nathan, el capitán del equipo de natación.

— Bueno, guapo de la biblioteca al que secretamente me gusta ver — abrí los ojos. No me dió tiempo para replicar algo —, correré con tu permiso. 

Salió disparada hacia adelante, impulsada por la adrenalina que seguramente recorría todo su sistema.

— ¡GRACE! — gritó el azabache acelerando el paso — ¡REGRESA ACA O LE DIRE A PAPA QUE NO TE DEJE IR A LA FIESTA DE BIENVENIDA!

Una punzada de asombro recorrió mi pecho. La fiesta de bienvenida se celebraría en la mansión, mí mansión. Tal vez fuera un prodigio hablando de acertijos, sin embargo, aquello no me quedaba completamente claro, ¿Qué querría hacer ella en un lugar así? 

Los pies de Grace se detuvieron en seco, se dió la media vuelta y encaró al que parecía ser su hermano.

— Oh no, maldito larcho, no te atreverías — sentenció parándose unos centímetros antes de rozar su rostro —. He estado trabajando más de lo que tú has hecho en un año para poder poner un pie allí dentro y nadie, ni siquiera tú, me lo va a impedir.

La verdad era que me sentía un idiota chismoso allí parado, a mitad del pasillo, observándolos sin saber cómo reaccionar.

— ¿A sí? — preguntó él sonriendo, luego me lanzó una mirada e hizo bruscamente a un lado a su hermana — Damian Wayne, ¿Verdad?

Asentí.

— Obviamente sabes de la fiesta que se celebrará en tu mansión — comenzó avanzando lentamente hacia mí, torturando a su hermana con cada pisotón que daba, ella parecía verme totalmente avergonzada, con la cabeza baja y los ojos demostrando total temor. Volví a asentir esperando a ver a dónde llegaba —. Bueno, en pocas palabras, mi hermana quie-

— ¡Voy a acabar con tu maldito trasero esquelético! — gritó antes de abalanzarse contra él y chocar contra sus cosquillas, lo tacleó y con la poca fuerza ventajosa que tenía, lo dejó en el piso, se le subió encima y Nathan soltó un grito de niña —¡Suelta una palabra y te voy a rebanar lo único que te hace hombre!.

No logré evitar soltar una carcajada, ¿Un ser tan tierno como ella? No podía imaginarla haciendo algo así.

— Oye, tranquilo viejo — susurró cubriendo su rostro con sus brazos —. No puedes acabar conmigo porque no puedes vivir sin mí y mi dinero, bebé.

Grace frunció el ceño.

— Tal vez acabe con lo único de lo que vives.

— Si te atreves me atrevo — le advirtió.

Bien, creo que allí se fue mi oportunidad de hablar con ella.

— Creo que es mejor que me vaya...

— ¡No! — chillaron ambos al mismo tiempo y antes de lograr dar un paso, ya me habían detenido.

—¡Graceteamadesdequetienememoriayestalocaportiereslaunicarazonporlacualnoesunaholgazanadeprimera! — Gritó Nathan esperando un golpe que nunca llegó. Tanto la nombrada como yo, nos quedamos boquiabiertos Mirandinos fijamente.

— La traición hermano, la decepción — murmuró ella quitándose de encima y su cuerpo entero pareció caer en una profunda vergüenza —. Y-Yo, es mejor que me vaya para buscar las tijeras para matarte después, con permiso.

Antes de que se fuera, la hice girar sobre sus propios talones.

— ¿Quieres ir conmigo a la bienvenida? — Cuestioné intentando sonreír. Mis brazos me temblaban con fuerza —.  No pensaba ir con nadie — mentira, con la única que quería ir es con ella y ahora veía esa posibilidad — pero veo que en serio quieres ir, incluso le pediré permiso a tu padre si lo deseas. Sólo, ven conmigo por favor.

Realmente estaba arriesgando mucho al rogarle, ese no era yo.

No logró articular palabra alguna y simplemente asintió con los ojos brillando con fuerza.

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