81

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Título: Tenemos que hablar
Personaje: Damian.

FeraGomez24 este capítulo va para ti con muchísimo gusto y cariño, espero que haya sido lo que esperabas ❤
Perdón por tardar tanto:c
~~~•••~~~•••~~~•••~~~•••~~~•••~~~•••~~~•••~~~

Mi cuerpo chocó bruscamente contra el duro y frío suelo de la azotea. Solté un gruñido cuando mi cabeza rebotó contra el piso y solo atiné a voltear mi rostro hacia la derecha, donde solo a unos cuantos centímetros se encontraba Robin igual o más lastimado que yo; había caído sobre él.

— ¿Estás bien? — Pregunté sentandome  con algo de dificultad, pasando mis dedos ensangrentados por mi cabeza, odiando el palpitar que me avisaba que tendría una gran migraña está noche.

— Deberías dejar de comer tanto — comentó desfigurando su antifaz un poco, dándome a entender que su ceño estaba fruncido como la mayoría del tiempo.

Hice una mueca ignorando su comentario.

— Espero que los demás estén a salvo — murmuré mirando hacia el cielo, donde aún se alzaban las enormes llamas de un avión que explotó sin más, después de una enorme batalla aérea que tuvimos con el pingüino.

— Ey, trío de idiotas — me giré a verlo curiosa. Damian puso una mano en su oído, dejando ver en su rostro cierto deje de preocupación —. ¿Todos están vivos?

— No siento mi cara pero estoy bien — se escuchó la voz de Red Hood.

— Caí en un montón de arbustos así que me considero alguien con suerte — alardeó Red Robin y después  oí que algo se rasgó —. Ou... — pasaron algunos segundos de silencio —  ¿Alguien puede venir por mí? Y por favor, traigan ropa y unos calzoncillos.

La risa de Richard resonó con fuerza hasta mis oídos y Robin hizo una mueca, lanzado lejos el aparato que probablemente lo dejó sordo.

— Allí tienes tú respuesta, lamentablemente sobrevivieron — concluyó levantándose primero con una expresión indescifrable en el rostro y extendiendo su mano para ayudarme.

Algo cohibida, acepté.

Ya puesta de pie, el silencio se asentó entre nosotros y me sentí algo incómoda, más de lo normal. Nuestras manos seguían juntas, entrelazadas y sin querer separarse a pesar de tener como muralla un par de guantes de látex.

Mi vista escaló desde nuestras manos hasta  su antifaz y agradecí mentalmente que mi máscara cubriera el sonrojo que calentaba mi rostro. Él me estaba mirando fijamente, posiblemente debatiendo algo en su mente por la forma en la que respiraba.

Estábamos endemoniadamente cerca...

— Yo... — empecé, sin saber muy bien cómo controlar la pequeña situación incómoda. Si bien desde que llegué a la mansión Damian fue el primero en recibirme, no necesariamente con los brazos abiertos y una sonrisa en el rostro, intentó tratarme bien, mordiéndose la lengua cuando decía alguna estupidez para no contraatacar con un comentario sarcástico e hiriente como tanto le encantaba y  con ello conquistó mi corazón.

Él se dió la vuelta soltando mi mano bruscamente y yo solamente cerré los ojos, maldiciendo en mi interior una y otra vez por no tomar cartas en el asunto antes de que él me rompiera un poco el corazón ante su indiferencia.

Sin embargo, alejé esos pensamientos cuando él gruñó algo entre dientes y se tiró del cabello, frustrado.

— ¿Estás bien? — apresuré a preguntar.

— Mátame después de esto — murmuró girando su cuerpo hacia mí en tiempo récord. La punta de sus botas chocó con las mías y sin darme tiempo de reaccionar, sus manos aprisionaron mi cintura y sus labios tomaron posesión de los míos en un segundo.

Ahogué un quejido en su boca y él continuó moviendola, a la espera de que yo correspondiera y... Me quedé helada, en shock.

Me dí una buena bofetada mental en cuanto se alejó de mí, decepcionado ante mí falta de reacción, me volvió a dar la espalda y con una determinación extraordinaria lo agarré por el guante y lo voltee de nuevo, repitiendo la acción hasta colar mis manos detrás de su nuca.

Sentí que sonrió en medio del beso pero no me atreví a abrir los ojos.

¿Qué estaba sucediendo?



.

Un mes. Un mes teníamos sin hablar, inclusive me atrevería a decir que ni siquiera contacto visual hemos hecho desde aquella vez en la azotea, donde nuestro corazón traicionó a la razón.

Y todo era mi culpa, sí, la mía.

Damian me perseguía cada que tenía la oportunidad, maldiciendo y gritando para que le hiciera caso. A decir verdad, esa actitud en él me sorprendía un poco ya que tenía la costumbre de tirar a las chicas por la basura una vez que las besaba o dejaba de quererlas.

¿Por qué seguía insistiendo conmigo?

Yo no era especial, apenas y se podía decir que resaltaba un poco entre la multitud, no hablaba con nadie y tenía pocos amigos; lo único que tenía de especial era el trabajar con su padre y vivir en la mansión. 

Negué con la cabeza mientras me mordía el labio inferior y terminaba de guardar mis cosas.

— Hasta mañana, ______ — se despidió Brenton, mi mejor amigo.

— ¡No! — chillé rápidamente y mi mano se dirigió hasta la manga de su saco, deteniendo mi única oportunidad de llegar a la limusina sana y salva ante la posiblidad de hablar con Damian.

Sí, yo era la cobarde que no quería hablar con él después de todo.

— ¿Qué tienes? — cuestionó frunciendo el ceño.

— Acompáñame hasta la limusina — le pedí con cara de perrito.

Los ojos azules de Brenton se iluminaron por un segundo y abrió la boca pero casi de inmediato la cerró.

— Código treinta y seis doce, ¿Verdad?

Asentí apenada, ya sabía que tendría que recibir un sermón de su parte antes de que me ayudara.

— Ay, Dios mío, ______, ¿Por qué eres tan tonta? — preguntó ofendido, dirigiéndose hacia la puerta del aula junto a mí —. ¡Ese chico te ama y te lo he dicho un montón de veces! Se besaron y dejó de ser un cabrón con media Academia solo porque vió que tenía una oportunidad contigo y ¿Qué haces tú? Correr como perra loca para que no hablen solo porque tienes miedo de la realidad y te aterra enfrentarla.

Bajé la vista. Ya sabía que todo lo que decía era más que cierto, a mí me aterraba más tener que hablar con Damian a tener que enfrentar al mismísimo Joker y sin embargo, no hacía nada para reparar eso.

— Algún día se va a cansar — gruñó girando en una esquina de los pasillos — y es allí cuando te vas a dar cuenta de lo que perdiste y voy a tener que ir a la mansión para sacarte de una depresión que causaron tus pendejadas.

— Sé que tengo que hablar con él — murmuré y él detuvo su andar tan precipitado, se volteó hacia mí como si hubiera dicho una gran revelación y se quedó callado para que continuara —, es algo inevitable... Pero, ahg, quisiera atrasar las cosas lo más posible — lo miré a los ojos —. Brenton, sé que si hablo voy a estropear todo y lo último que quiero es perderlo.

Mi amigo miró por detrás de mí y volvió rápidamente la vista hacia mis ojos, me tomó por los hombros y se acercó un poco más a mí.

— Si sigues corriendo, se te va a escapar de las manos — susurró con su típica voz profunda —. No pierdas una oportunidad así, _____, las personas van y vienen, lamentablemente, las personas que en serio te quieren y dan todo verte con una sonrisa en el rostro, aparecen una vez en la vida. Enfrente tienes a la tuya, no la dejes ir... Así que deja de ser una chillona miedosa y ve a enfrentar este estúpido asunto que los trae como el gato y el ratón.

— Vamos a la limusina, allí lo veré y en la mansión tendremos que hablar sí o sí — contesté algo más decidida y con el corazón desenfrenado.

— No es necesario, el bombón de chocolate blanco está atrás de ti — reveló sonriendo y girando mi cuerpo en la dirección recién dicha.

Y allí, de brazos cruzados, una expresión seria y demandante, Damian observaba la escena con su mochila colgando en un hombro.

— No era necesario que te acercaras tanto a ella — le murmuró a Brenton — pero aún así agradezco que hicieras entrar en razón a esta cabeza hueca.

Parpadee escéptica y el castaño que tenía detrás lanzó una carcajada.

— Oh, cariño — ronroneó — soy gay.

— Tiene sentido — respondió elevando ligeramente la ceja —. Gracias, Brenton.

— Lo que sea por ti, guapo — supe que le guiñó un ojo sin necesidad de verlo ya que generalmente usaba eso para coquetear. Con el fuego de los celos empezando a arder en mi interior, empujé a mi mejor amigo hacia la salida.

— Sí, sí, sí, vete, tengo que hablar con él — escupí celosa y Brenton solo se río, dando una última despedida a los dos para salir por las puertas de la academia.

— ¿Celosa? — cuestionó burlón.

— Lo que sea — rodé los ojos negando con la cabeza —. ¿De qué querías hablar?

— Del beso — muy bien Damian, directo al grano como siempre.

— ¿Qué con el beso? — mi voz apenas y era perceptible, me había dejado sin aire con unas simples palabras que parecían no tener importancia.

— ¿Significó algo para ti? ¿Algo más allá de la atracción?

Tragué en seco.

— ¿Por qué lo preguntas?

Él soltó otro gruñido, tal vez algo exasperado por mis evasivas.

— Porque si no significó nada, no entiendo por qué jodidos escapas de mí cada vez que me ves. Mira, ______, te quiero, me gustas y todas la estupideces cursis que pueda decir, esta es la primera vez que siento algo por alguien — agarró mi mano con algo de brusquedad y la puso en su pecho — ni siquiera cuando peleo se me acelera el corazón tanto como cuando te veo a ti y a tu tonta sonrisa llena de vida. Necesito saber qué sientes tú porque... A pesar de que indudablemente daría mi vida por ti, no puedo perder el tiempo con alguien que solo jugará conmigo.

— Damian... Yo...

— Sé para dónde vas — me cortó en un suspiro — y no necesito que me rompas el corazón. Adiós.

— ¡Espera! — grité jalando su brazo antes de que saliera fuera de mi alcance. Como pude, lo giré hacia mí con rudeza y estampé nuestros labios, esperando que aquella fuera respuesta suficiente para él. 

Mientras nuestros labios se movían al compás, sus manos hicieron un pequeño recorrido por mi espalda que me erizó el bello del cuerpo hasta instalarse en mi cintura, yo, por mi parte, rodeé su nuca con mis manos.

— Ahora eres mía — susurró cuando me obligué a separarnos.

— Tuya — acordé con las mejillas rojas y cerrando los ojos con una sonrisa boba en el rostro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro