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Jimin sintió como si una soga estuviera sujetando su cuello. Las rodillas le temblaban y sentía que en cualquier momento se le pararía el corazón. No podía respirar bien.

Se apartó de la puerta, en donde anteriormente había mirado por el pequeño ojillo quién era la persona detrás. Apoyó su espalda en el perchero de la entrada.

—¡¿Rosita?! —gritó Jungkook, inclinándose hacia la izquierda del sofá, sacando la cabeza para mirarlo.

Jimin lo miró con los ojos muy abiertos y negó la cabeza enérgicamente. Como si quisiera que el alfa no hablara más.

—¿Qué te pasa? —preguntó levantando más la voz.

El omega analizó cada espacio del piso, verificando si todo estaba ordenado. En todo el día no había hecho nada desde que llegó, de seguro su aspecto era desastroso.

Jungkook se acercó unos cuantos pasos hacia él y lo miró con el ceño fruncido antes de echar un vistazo por la mirilla. El timbre de la puerta volvió a sonar tres veces seguidas.

—¿Quién es? —preguntó el alfa, curioso.

—Mi madre —susurró.

—¡Jimin!

La voz llegó amortiguada desde el otro lado de la puerta, seguido de unos golpes en esta.

—¡Park Jimin, sé perfectamente que estás ahí! ¡He conseguido la ubicación de tu celular!

Los dedos de Jimin empezaron a temblar. Jungkook se paró delante de él y le agarró por los hombros. Lo miró con intensidad, lo iba a ayudar.

—Tranquilo. Ve, cámbiate y tómatelo con calma —dijo en tono animoso, muy poco común en él—. Le ofreceré una taza de café o algo, solo ve.

Jimin asintió una y otra vez sin moverse de su sitio.

—Será mejor que vayas a tu habitación a cambiarte, Jimin —repitió,  dándole un leve empujón por el pasillo.

Por su parte, Jungkook procedió a abrir la puerta. Saludando cordialmente a la señora que estaba esperando hace unos minutos, le ofreció entrar y esperar a su hijo mientras esté le sacaba plática y espera a que Jimin regresara a la sala de estar.

Cuando el pelirosa ya estaba listo. Un sudor frío le recorrió por la espalda y sus manos de nuevo comenzaron a inquietarse mientras salía de su cuarto. Caminó hacia dónde se encontraba su madre.

Jungkook y ella estaban platicando de quién sabe qué.

—Hola, mamá —saludó Jimin.

Haneul se volvió hacia él. Era como volver en el tiempo, varias semanas atrás y llegar a Busan nuevamente, y recordar el momento en el que le había contado sobre sus planes para la universidad y lo que quería estudiar. La mirada autoritaria de su madre y una expresión de profundo desprecio.

—¡Por la luna, Jimin! ¿Qué te ha ocurrido? —exclamó perpleja, mirándolo de arriba a abajo.

《Un gusto verte, también, madre》

—Mmm… ¿A qué te refieres? —preguntó, bajando la mirada hacia su cuerpo y atuendo. ¿Acaso estaba mal? Hizo su mayor esfuerzo para vestirse rápidamente.

—¿Qué le ha ocurrido a tu cabello? —continuó. Levantándose del asiento y alisando su vestido, dirigiéndose hacia su hijo.

Le agarró la barbilla y movió su cabeza hacia ambos lados. Frunció la nariz en disgusto.

—Esperaba más de ti —dijo, por fin, soltando un suspiro.

—Yo también me alegro de verte, mamá —repuso Jimin, sonriendo obligado—. ¿A qué se debe el honor de tu visita?

Su madre volteó a mirar su alrededor, luego, lo vió.

—No has respondido a mis llamadas. Tu padre y yo estábamos muy preocupados por ti.

Jimin se rió en voz alta. ¿Está hablando en serio?

—Oh Wow, ¿de verdad?

—No seas infantil, Jimin. —regañó—. Desde nuestro punto de vista, todo esto que has hecho de huir a está… aquí.  Ya ha ido muy lejos. Abandona de una vez esta ridícula rebeldía.

Jungkook dejó la taza de café frente a la madre del omega, sobre la mesita de centro. Tenía la mandíbula increíblemente tensa, conteniendo toda la molestia de la conversación que tenía la mujer con su compañero de piso.

—Mírate —continuó hablando Haneul—. Te has abandonado por completo. ¿Cuántos kilos has engordado desde que vives aquí? ¡Y con un alfa, Jimin! ¿Estás loco?

El omega tragó saliva y guardó silencio. Su madre seguía viendo su cuerpo, hasta que vio el plato de sushi y palomitas que había sobre la mesa.

—Aunque no me extraña, si comes basura como esa.

Jungkook soltó un gruñido, la madre de Jimin lo miró con las cejas arqueadas. El omega estaba seguro que el pelinegro iba a soltar un ataque en cualquier momento.

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