Capítulo 1: La Propuesta.

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Martes, 10:30 pm

Roxana estaba sentada con sus piernas cruzadas, mientras miraba su celular.

—Ya es tarde, debería de estar en casa. –Se pronunció el vigilante del lugar mientras movía su garrote en círculos.

—Hablaré con César. –Le respondió ella sin mucho interés sin quitar su mirada del celular.

—Está en su oficina. –Le respondió el vigilante sin interés.

Roxana suspiraba y le sonreía.

—Gracias. –Le dijo con algo de amabilidad mientras se levantaba del sofá.

—De nada señorita Roxana. –Le dio una respuesta seca e indiferente, mientras se retiraba del sitio.

Ella se le quedaba viendo, no era la forma de hablarle a alguien, aún así suspiraba, se acomodaba su vestido y caminaba rumbo a la oficina.

Los pasillos estaban oscuros debido a la hora, caminando con la luz de la linterna de su celular llegaba a la puerta donde se podía ver la luz encendida de la oficina, acercándose, golpeaba suavemente la puerta con los nudillos de su dedo medio.

—¿Puedo pasar?  –Preguntó ella casi susurrando.

—Claro, pasa. –Respondió una voz masculina al otro lado de la puerta. —Está abierto.

Roxana movía la perilla de la puerta abriéndose y una intensa luz la cegaba un poco.

Un año antes...

Viernes, 1:30 pm

Roxana sostenía una caja de dulce en sus manos mientras esperaba que el semáforo cambiará de color.

—No te creo que no tengas novio. –Dijo una chica que estaba sentada a su lado.

—Es verdad Carolina, no tengo tiempo para eso. –Le respondió  Roxana muy sería. —No me interesa el amor. –Hacia una breve pausa. —Ya va a cambiar de color. –Susurró mirando el semáforo.

Roxana se levantaba del suelo mientras acomodaba su saco.

—Pero eres bien hermosa Roxy. –Le respondió su amiga mientras se levantaba y se limpiaba el polvo de sus nalgas dándose suaves golpes.

—Los hombres no sirven para nada, aparte de mentiroso son inútiles. –Le respondió ella sin interés levantado sus hombros.

Roxana le ofrecía una de las cajas a su amiga que lo recibía.

—Tienes razón. –Se pronunció con una corta sonrisa tomando la caja.

El semáforo cambiaba de color a azul, haciendo que los autos se detuvieran.

—Está en azul, vamos. –Dijo Roxana caminando hacía avenida.

—Nunca cambiarás. –Susurró Carolina viéndola con una sonrisa.

Roxana caminaba en medio de los autos ofreciendo dulces miraba cada conductor de los autos lujosos que pasaba por aquel semáforo.

—Son cinco por mil. –Dijo Roxana sonriente ofreciendo el dulce a uno de los conductores. —Está súper rico y son económicos. –Se expresó con amabilidad  y una sonrisa con el dulce entre sus manos.  

El conductor la ignoraba continuando su plática con su copiloto, Roxana seguía su camino ofreciendo sus dulces a los autos. 

Al final no vendía nada y se retiraba de la avenida, ya que el semáforo cambiaría de color, de nuevo se encontraba con su amiga en la acera.

—¿Cuántas vendiste? –Preguntó Roxana algo desanimada mostrando lo mismo con su rostro.

—Sólo una. –Le respondió ella con algo de frustración levantando sus cejas.

—Peor sería nada. –Le respondió ella optimista con una sonrisa.

Ambas se sentaba de nuevo en la acera mientras los autos pasaba esperando a que el semáforo de nuevo cambiará de color, era un día bastante soleado el sol estaba en lo más alto del día y el calor era sofocante.

Carolina veía que Roxana estaba bastante tapada estaba sudando por la ropa que llevaba, mientras ella venía con una blusa escotada.

—Tengo una idea. –Se pronunció Carolina levantándose la blusa dejándose ver su abdomen.

—Pero ¿Qué haces? –Preguntó confundida al ver a su amiga quitándose la blusa en la vía pública.

—Quítate eso te daré mi blusa. –Le respondió ella muy segura mientras terminaba de quitarse la blusa.

—¿Aquí y ahora? –Preguntó preocupada y nerviosa. —No, no, no, no voy a hacer eso. –Su voz se notaba nerviosa e insegura. 

—Ay, deja tanto show. –Se expresó algo bromista mientras tenía su blusa con su mano. —Anda quítate eso ya pronto cambiará de color. –Le ordenó con seriedad.

Mirando a su alrededor, nerviosa y algo presionada por la decisión, soltaba un suspiro.

—Está bien. –Respondió ella rápido quitándose su saco.

Ambas chicas quedaban en brasieres en plena vía pública, ante la mirada de algunos distraídos conductores que las miraban, algunos hacían sonar los cláxones, otros le silbaban mientras pasaba.

Roxana tomaba la blusa de su amiga y se la ponía rápido a comparación de su amiga que lo tomaba con calma.

—Esto no es mi estilo. –Dijo Roxana tratando tapar su grande senos que resaltaba más con el escote.

—No es que sea tu estilo. –Le respondió mientras terminaba de ponerse aquel saco. —Es que estas –Le tocaba los senos a su amiga y las juntaba moviéndola de arriba abajo. —Nos ayudarán a vender. –Finalizó con una sonrisa y mucho entusiasmo.

—Carolina suéltame. –Gritó nerviosa con una sonrisa, quitándose las manos de su amiga. —No creo que eso funcione. –Susurró escéptica acomodándose la blusa escotada mostrando con sus expresiones faciales que le molestaba.

—Confía en mi Roxy. –Se expresó con mucha confianza junto a una sonrisa. —Tienes que mostrar, tus senos son bastante grandes. –Dijo con amabilidad mientras le acomodaba el cuello de aquel saco. —Me sofoco con esto.

—Si no funciona me devuelve mi suéter. –Dijo molesta soltando un suspiro al final.

Ambas tomaban sus cajas y se levantaban, el semáforo cambiaba de nuevo.

—Ya te veré dándome la razón. –Dijo Carolina con una sonrisa mientras se acercaba a la avenida.

Ambas se acercaban a los autos a ofrecer de nuevo sus dulces, las cosas habían cambiado, ahora los conductores le prestaba atención a Roxana hasta le soltaba una sonrisa causal y le hablaba con cariño, Carolina sonreía al ver que su experimento había dado resultado.

Luego de una ronda como cualquier otra pasando auto por auto y devolviéndose a la acera antes que el semáforo cambiará de color, ambas volvía a reunirse.

—Ja,ja,ja. –Se reía de felicidad Carolina. —¿Cuántos vendiste? –Le preguntó alegre y optimista.

—Siete. –Respondió sonrojada perdiendo su mirada. —Sólo fue casualidad. –Dijo ella algo escéptica y con una leve molestia.

—Fueron dos grandes casualidad. –Le respondió ella alegre y en un tono burlón mientras hacía aquel número con sus dedos.

—Cállate estúpida. –Dijo algo avergonzada con una sonrisa nerviosa lanzándole un dulce, pegándole en la cabeza a su amiga.

Ambas chicas continuaban con su trabajo, Roxana por primera vez había vendido varias cajas completas que terminó vendiendo también la de su amiga, la tarde avanzaba el sol empezaba a bajar y llegaba el atardecer, ambas chica en la misma acera sentada contaba el dinero de sus ventas.

Roxana murmuraba mientras contaba el dinero.

—Treinta y ocho, cuarenta. –Murmuró contando los últimos billetes  —Hoy vendimos cincuenta mil. –Dijo con alegría y algo asombrada sosteniendo el dinero en su mano izquierda.

—Fue un buen día. –Le respondió su amiga con una sonrisa.

Ambas se repartía el dinero por partes iguales y guardaban algo de dinero de ambas para comprar más dulces.

—Trae mañana una maleta. –Dijo Carolina con seguridad y confianza. —Presiento que vendremos más mañana. –Se levantaba del suelo extendiendo su mano hacía su amiga.

Roxana la tomaba de la mano levantándose y la miraba con seriedad.

—Claro, pero dime ¿Qué tramas? –Le preguntó con curiosidad viéndola levantando una de sus cejas.

—Mañana lo sabrás. –Le respondió ella con una sonrisa dándole un toque en la nariz. —Está anocheciendo, deberíamos estar en casa. –Dijo al ver el cielo de la ciudad.

—No vemos mañana entonces. –Se despedía con una sonrisa. —Te quiero Carolina. –Le daba un beso en la mejilla. —Avísame cuando llegues. –Dijo con cariño tocándole los brazos mientras le sonreía.

—También te quiero. –Le respondió con cariño y una sonrisa. —Avísame también cuando llegues. —Ten para el frío, me llevaré tu saco. –Le ofreció su chaqueta.

—Gracias.

Ambas se abrazaban despidiéndose, tomando diferentes caminos se veía a lo lejos despidiéndose con un leve movimiento en sus manos.

Roxana cerraba su chaqueta tapando su cuerpo de aquel escote mientras el frío de ciudad se hacía presente, caminando rumbo a la parada del autobús, al llegar se quedaba esperando en paradero que estaba completamente solitario, se sentía insegura en el lugar con miedo a que la robaran o algo peor, hacía bastante frío aquella noche, y el autobús que tomaba no pasaba, persona pasaba caminando detrás de ella haciéndola sentir un poco insegura igual solo pasaba caminando, pero el miedo continuaba ahí.  Los minutos pasaban y ella continuaba sola en aquella parada, su autobús estaba demorando más de lo normal hasta que a lo lejos lo ve venir.

—Ay por fin. –Dijo algo desesperado y molesta mientras se abrazaba por el frío. —Ay no. –Susurró algo molesta al ver el autobús.

El autobús iba completamente lleno, aún así era tarde y no había más opción para llegar a casa, ella paraba el bus estirando su brazo moviendo su mano de arriba abajo, este bus frenaba y le abría la puerta, como podía  trataba subirse, al final no podía entrar al bus, ya que no había espacio, se quedaba esperando en la puerta para pagar su pasaje con una tarjeta.

Pasaba algunos minutos y el autobús se desocupa en una de sus paradas, al menos ya únicamente quedaban cuatro personas de pie y todos los asiento ocupado, Roxana pasaba su tarjeta sobre el lector pagando su pasaje y pasaba el checking, este sonaba mientras ella abordaba el bus, se sostenía de las barandas mientras buscaba un lugar donde ir parada. 

A lo largo del viaje que le esperaba aquella mujer, luego de varias paradas por fin lograba tomar asiento junto a la ventana cada vez quedaba menos personas en el autobús, con su mirada pérdida en la ventana veía el tráfico de la  ciudad, un auto algo lujo se detenía a un lado del autobús, estaba un hombre y una mujer en aquel auto, estaban discutiendo, ya que se les veía mover las manos, solo se podía ver el rostro a la mujer de cabello negro que actuaba muy molesta, el semáforo cambiaba de color asiendo que el autobús avanzará perdiéndolo de vista.

Luego de varios minutos y finalmente Roxana llegaba a su destino, timbraba para poder bajarse del autobús, bajaba por los escalones tocando de nuevo el suelo, las calles estaban solas hacía bastante frío, ella se abrazaba y caminaba por aquella calles solitarias rumbo a su casa, luego de algunos minutos caminando llegaba a su casa abría la puerta y subía las escaleras rumbo a su apartamento, abriendo la puerta de su departamento lo primero que la recibía era su gato.

—Hola señor bigote. –Dijo ella alegre agachándose para cargarlo. —¿Cómo está mi amor? –Se expresaba alegre y cariñosa, acariciando al gato y cerrando la puerta. —Ya llegó mamá, precioso. –Frotaba su cara con su gato. 

Su gato algo malhumorado se movía haciendo que ella lo soltará y se alejará caminando, lo primero que hace es sacar su celular para avisarle a su amiga que ya había llegado a casa, ya había un mensaje de ella hace más de una hora avisándole lo mismo, Roxana sonreía se acercaba a la cocina para prepararse algo de comer.

Luego de un largo día Roxana comía sola en su mesa mirando por la ventana de su apartamento las luces de la ciudad, con la mirada algo perdida y triste por la soledad que le generaba su casa.

Al final del día con su pijama puesta y su gato durmiendo a su lado, mirando la televisión mientras se arropaba, quedándose dormía.

Sábado 5:30 am

Roxana despertaba por la alarma de su celular, era un nuevo día de trabajo, algo cansada se levantó bostezando rascándose uno de sus ojos, ella preparaba su ropa y la toalla para ducharse.

—Es nuevo día Roxana, es un día más. –Dijo mirándose en el espejo de su baño, soltando una sonrisa.

Roxana se quitaba la blusa su brasier y el resto de su ropa para final meterse a bañar, luego de una corta ducha con agua fría más el frío de la madrugada, te hacía temblar de solo sentir el agua tocar tu piel, con la toalla cubriendo gran parte de su cuerpo ella preparaba su ropa para cambiarse, fijando su mirada en la blusa escotada de su amiga.

—Sólo una vez más. –Dijo con una sonrisa tomando la blusa.

Roxana salía de su casa con una chaqueta que la cubría por completo cargando una maleta en su espalda caminaba a paso ligero rumbo a una dulcería.

—Buenas. –Dijo ella al llegar a la dulcería poniendo su brazo en la vitrina.

Una anciana salía y le sonreía.

—Roxana mi niña, ya ¿Vas a salir a trabajar? –Le preguntó aquella anciana con amabilidad.

—Sí señora alegría, me podría vender cinco cajas de dulces, los mismos de siempre. –Le respondió ella con amabilidad y una sonrisa.

—Claro.

Aquella mujer de edad buscaba aquellos dulces ante la mirada de aquella joven mujer.

—¿Cuánto sería? –Preguntó ella de casualidad mientras sacaba su billetera.

—Serían veinte, pero por ser tú serías quince. –Le respondió aquella agradable mujer que regresaba con las cajas en sus manos poniéndolas sobre la vitrina.

Roxana le pagaba y se quitaba la maleta poniéndola sobre la vitrina, se escuchaba como se abría el cierre de su maleta y las cajas de dulce al meterlas.

—Gracias, señora alegría. –Se mencionó con entusiasmo acompañado de una sonrisa.

—Que venda mucho. –Le respondió con amabilidad.

Roxana le sonreía y se despedía de ella moviendo su mano de lado a lado, saliendo de la dulcería rumbo a su lugar de trabajo seguido por la misma rutina de tomar transporte público.

Una hora después.

Roxana llegaba al mismo semáforo de siempre Carolina aún no llegaba, decidió esperarla mientras se acomodaba dejando la maleta en suelo abriendo el cierre de su chaqueta.

—Hola princesa. –Se pronunció Carolina llegando con otra maleta.

—Pensé que no llegarías hoy. –Le respondió ella viéndola mientras guardaba su chaqueta dentro de su maleta y sacaba una de las cajas de dulce.

—Te traje algo. –Se notaba una leve alegría en su voz mientras se quitaba la chaqueta.

Roxana la miraba con curiosidad y mientras su amiga sacaba un vestido negro de su maleta.

—Te vas a poner esto. –Se mencionó entusiasmada mostrándole el vestido.

—No, no, no. –Se negó repitiéndolo varias veces mientras movía sus manos de lado a lado. —Me basta con esto. –Señalaba su escote pronunciado.

—Bueno como guste, pero si cambias de idea aquí estará. –Le respondió con calma mientras se quitaba la chaqueta dejando ver que traía un vestido negro igual.

—Sólo vendemos lo suficiente para comer hoy. –Una sonrisa nerviosa se le notaba en el rostro.

El día transcurría con calma cada ronda y cada cambio de semáforo vendía dos o cinco dulces, el día iba bastante bien, estaba vendiendo mucho más que otros días, entre plática y risas ambas evitaba aburrirse mientras esperaban el cambio de semáforo, la tarde llegada y sol empezaba hacer su presencia, ambas se sentaba junto a un árbol para tener algo de sombra ante el calor que comenzaba hacer.

—Ha sido un muy buen día. –Dijo Roxana con una sonrisa, mientras contaba los billetes.

—No, nos está yendo excelente. –Le respondió con alegría su compañera.

—Ya cambiará de color. –Se mencionó ella emocionada atenta al semáforo mientras se levantaba del suelo. 

Una nueva ronda de venta empezaba con el cambio de color del semáforo, entre su camino Roxana se acercaba a uno de los tantos autos lujosos que paraba en el semáforo, al pasarse al lado de la ventanilla este la bajaba, Roxana veía una oportunidad de vender ahí así que llena de energía con una sonrisa.

—Le interesaría comprar uno, son ricos y económicos. –Ofreció el dulce que tenía en sus manos dedicándole una sonrisa aquel hombre.

Un hombre con bigote y lentes oscuros la miraba, se quitaba los lentes y le sonreía.

—Claro me interesaría. –Le respondió él con amabilidad tomando uno de los dulces. —¿Cuántos es? –Preguntó con seriedad.

—Son cinco por mil pesos, señor. –Le respondió con amabilidad y una sonrisa.

El auto por dentro era bastante lujo, tenía hasta aire acondicionado que se lograba sentir muy bien por calor que comenzaba hacer, el hombre le pagaba con un billete de alta denominación.

—Perdóneme señor, pero no tengo cambio. –Se excusó apenada al ver el billete, sin recibirlo.

—Tranquila, quédate con el cambio. –Le respondió con amabilidad y una sonrisa moviendo el billete.

—Gracias, señor, pero no podría recibir esto. –Se pronunció apenada mirando el billete fijando su mirada en él.

—Me agrada tu humildad. –Hizo una breve pausa.  —Mira si te interesa te tengo un mejor trabajo para ti. –Se pronunció de manera misteriosa y seria. —Ten, piénsalo, me llamas y nos citamos, y hablamos.  –Dijo muy amable mientras le entregaba una tarjeta con el billete debajo de la tarjeta.

El semáforo cambiaba de color y los autos detrás de aquel auto lujoso empezaba hacer sonar sus bocinas, aquel hombre se despedía con una sonrisa cerrando su vidrio y poniendo marcha el auto.

Roxana quedaba en medio de la autopista algo confundía con la tarjeta y billete entre sus manos los autos le pasaban por los lados, cuando reaccionaba esperaba para poder cruzar a salvo a la acera.

—¿Qué pasó?, ¿Estás bien? –Preguntó preocupada Carolina tomándola de las manos.

—Estoy bien tranquila. –Le respondió con una sonrisa, soltando un suspiro.

—¿Te dijo algo ese tipo? –Preguntó igual de preocupada y con seriedad.

—No, fue muy amable. –Mostró aquel billete de cien mil pesos entre su mano.

—No puede ser ¿Te pago todo eso por un dulce? –Preguntó asombrada y confundida. —De seguro tenía alguna intención.

—Él me dio está tarjeta. –Susurró algo confundida mirando la tarjeta.  —Que sujeto tan raro. –Giraba la tarjeta a la que le reflejaba la luz del sol.

La tarjeta era blanca y solo tenía un número telefónico en un texto dorado.

—Creo que es bastante emoción por hoy. –Mencionó Carolina tratando de calmar a su amiga. —Ven vamos a almorzar, tengo hambre y ya es bastante tarde.

—Sí, estaría bastante bien. –Le respondió amable y con una sonrisa, soltando un suspiro.

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