𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 17

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Eʟ Esᴘɪ́ʀɪᴛᴜ Aᴢᴜ́ʟ

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❝𝙊𝙝, 𝙮𝙤𝙪 𝙩𝙚𝙡𝙡 𝙢𝙚 𝙩𝙤 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙤𝙣
𝙊𝙝, 𝙮𝙤𝙪 𝙩𝙚𝙡𝙡 𝙢𝙚 𝙩𝙤 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙤𝙣
𝘽𝙪𝙩 𝙞𝙣𝙣𝙤𝙘𝙚𝙣𝙘𝙚 𝙞𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙚
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙖𝙩 𝙬𝙖𝙨 𝙧𝙞𝙜𝙝𝙩 𝙞𝙨 𝙬𝙧𝙤𝙣𝙜❞

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𝙉𝙖𝙧𝙧𝙖𝙙𝙤𝙧

Sakura, Aang, Katara y Sokka estaban en una cueva oscura, iluminada apenas por unas pocas antorchas parpadeantes. Sokka y Katara estaban recostados en el suelo, visiblemente enfermos y débiles.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Sakura, mirando a Aang con preocupación.

—No lo sé... —respondió Aang, frunciendo el ceño mientras observaba a sus amigos enfermos—. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, necesitan ayuda.

Sakura miró a Aang con preocupación mientras se sentaban junto a la entrada de la cueva, iluminada por la luz tenue de la fogata.

—Se ve que están muy afectados.— Sakura volteo y vio a sus hermanos, sudando frío y con los ojos rojos.

Aang frunció el ceño, preocupado por la situación.

—Lo sé, Sakura. Esta enfermedad parece ser muy grave, y no tenemos tiempo que perder. Pero no sé por dónde empezar a buscar la cura. Ni siquiera sé qué planta necesitamos.

Sakura asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

—Quizás deberíamos preguntarle a Katara si recuerda algo sobre la enfermedad y cómo se puede tratar.

Aang asintió

—Tienes razón. Tal vez ella pueda recordar algo que nos ayude a encontrar la cura. Pero mientras tanto, debemos asegurarnos de mantenerlos cómodos y descansando aquí en la cueva.

Sakura asintió, agradecida por tener a Aang a su lado en este momento.

—Sí, tienes razón. Vamos a prepararles algo de comida y agua fresca.

Aang sonrió.

—Eso suena como un buen plan. Vamos a trabajar juntos para encontrar una solución y ayudarlos.

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Sakura y Aang salieron de la cueva, determinados a encontrar una cura para la enfermedad que afectaba a Katara y Sokka. Caminaron por el bosque, observando atentamente cada planta y árbol en busca de alguna pista.

Después de un tiempo, llegaron a una carpa donde encontraron a una mujer mayor sentada junto a un pequeño jardín de hierbas y plantas medicinales. La mujer acariciaba a un gato que descansaba a su lado.

—Disculpe, ¿podría ayudarnos? —preguntó Sakura con cautela.

La mujer levantó la mirada y les sonrió amablemente.

—Por supuesto, queridos. ¿En qué puedo ayudarles?

Sakura explicó la situación, y la mujer asintió con comprensión.

—Ah, veo. Conozco una planta que podría ser útil. Síganme.

La mujer los llevó a un rincón de su jardín y les mostró una planta de hojas verdes y pequeñas flores blancas.

—Esta es la hierba curativa que están buscando. Deben recolectar las hojas y las flores, y preparar una infusión con ellas. Eso ayudará a aliviar los síntomas de la enfermedad.

Sakura y Aang agradecieron a la mujer y recolectaron cuidadosamente las hojas y las flores. Una vez que tuvieron suficiente, se despidieron y se apresuraron de regreso a la cueva.

Sin embargo, antes de que pudieran llegar, flechas comenzaron a llover desde los árboles cercanos. Sakura y Aang se miraron con sorpresa y luego corrieron en la dirección opuesta, esquivando las flechas mientras buscaban refugio.

Sakura y Aang se tambalearon mientras descendían por una montaña, sus manos agarrándose a cualquier roca o raíz que pudieran encontrar. El sonido de las flechas silbando a su alrededor los instaba a moverse más rápido, pero la pendiente empinada les dificultaba el avance.

Finalmente, llegaron al pie de la montaña y cayeron en el agua con un chapoteo. La fría corriente los envolvió, desorientándolos brevemente, pero lograron emerger y nadar hacia la orilla. Apenas habían alcanzado tierra firme cuando las flechas los alcanzaron, aunque ninguna de ellas hizo más que rasguñarlos.

Empapados y jadeantes, se arrastraron fuera del agua y se encontraron rodeados por maestros fuego, sus lanzas apuntándoles con determinación. Rápidamente, los desarmaron y los obligaron a levantar las manos en señal de rendición.

Pronto, fueron conducidos a la base más cercana, donde el comandante Zhao los recibió con una sonrisa burlona.

—¡Ah, qué conveniente tener visitas inesperadas! —exclamó Zhao, sus ojos brillando con malicia—. Estoy seguro de que el Señor del Fuego estará encantado de recibirlos.

Sakura y Aang intercambiaron miradas preocupadas, conscientes de la gravedad de su situación. Estaban ahora en manos del enemigo, y el destino que les aguardaba no parecía prometedor. Sin embargo, no podían permitirse rendirse. Debían encontrar una forma de escapar antes de que fuera demasiado tarde.

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Con sus manos y pies atados, Sakura y Aang se encontraban indefensos en la oscura y húmeda celda donde los había encerrado Zhao. La tenue luz que se filtraba por una pequeña ventana apenas iluminaba el lugar, dejándolos a merced de sus propios pensamientos.

—Esto no pinta bien, ¿verdad? —comentó Aang, tratando de romper el tenso silencio que los rodeaba.

Sakura suspiró, sintiendo la preocupación pesar sobre sus hombros.

—No, no lo es —admitió—. Pero no podemos permitirnos rendirnos. Tenemos que encontrar una forma de escapar y continuar con nuestra misión.

Aang asintió, su expresión determinada a pesar de las circunstancias.

—¿Tienes alguna idea de cómo salir de aquí? —preguntó, esperanzado.

Sakura frunció el ceño, su mente trabajando a toda velocidad en busca de soluciones.

—No aún, pero estoy segura de que algo se nos ocurrirá. Tal vez podamos usar nuestras habilidades de alguna manera, a pesar de estar atados.

Aang asintió, pensativo.

—Puede ser nuestra única opción. Pero tendremos que ser cuidadosos para no alertar a los guardias.

Conversaron durante horas, explorando cada posibilidad y planificando meticulosamente su escape. A medida que la noche avanzaba y la oscuridad envolvía la celda, su determinación solo se fortaleció.

Finalmente, el agotamiento los venció y se sumieron en un sueño inquieto, con la esperanza de que al despertar, estarían un paso más cerca de la libertad.

El estruendo repentino sacó a Sakura y Aang de su sueño intranquilo, haciéndolos sobresaltar. Se miraron el uno al otro con sorpresa y esperanza mientras la puerta de su celda se abría lentamente. Una figura enigmática, vestida con una máscara azul y armada con dos espadas, se reveló ante ellos.

Con movimientos ágiles, la misteriosa persona se acercó y cortó las cadenas que los mantenían prisioneros, permitiéndoles finalmente ponerse de pie. Sakura y Aang se miraron con incredulidad, asombrados por la inesperada liberación.

—¿Quién eres tú? —preguntó Aang, su voz llena de curiosidad y gratitud.

La figura enmascarada no respondió de inmediato, pero su presencia exudaba determinación y valentía. Con gestos rápidos, indicó que debían seguirlo, liderándolos en silencio por los pasillos oscuros y desiertos de la base de Zhao.

Sakura y Aang intercambiaron miradas de complicidad, confiando en el misterioso aliado que los había liberado de su cautiverio. Aunque las preguntas aún rondaban en sus mentes, estaban agradecidos por la oportunidad de escapar.

La figura enmascarada, hábil y ágil, se lanzó al combate con determinación, enfrentando a los maestros del fuego con destreza y precisión. Sakura y Aang se unieron a la lucha, canalizando sus habilidades de control del agua y del aire respectivamente para ayudar en el enfrentamiento.

Sakura conjuró látigos de agua que serpentearon por el aire, desviando los ataques de fuego y proporcionando cobertura a su misterioso aliado. Aang movió el aire a su alrededor con maestría, creando ráfagas que desequilibraban a sus oponentes y los mantenían a raya.

Los tres lucharon en perfecta sincronía, sus movimientos complementándose entre sí mientras intentaban abrirse camino hacia la salida. Sin embargo, los maestros del fuego eran numerosos y estaban bien entrenados, rodeándolos con un anillo de llamas que amenazaba con sofocar sus esperanzas de escape.

A pesar de la adversidad, Sakura, Aang y su misterioso aliado no perdieron la determinación. Con cada movimiento, renovaban su compromiso de liberarse

El comandante Zhao irrumpió en la escena con su habitual arrogancia, sus palabras llenas de desprecio hacia los prisioneros mientras profería amenazas y órdenes a sus hombres. Sin embargo, su discurso se vio abruptamente interrumpido cuando el enmascarado tomó a Aang como rehén, colocando las espadas peligrosamente cerca de su cuello.

El silencio cayó sobre el lugar mientras Zhao observaba con incredulidad la situación, su expresión pasando de confianza a preocupación en un instante. Sabía que si algo le sucedía a Aang, el ciclo del Avatar comenzaría de nuevo, y eso significaba más obstáculos en su búsqueda de poder.

—¡Detengan todo! —ordenó Zhao, levantando una mano para calmar a sus hombres—. ¡Liberen a los prisioneros!

Los maestros del fuego, bajo la mirada severa de su comandante, obedecieron de mala gana, retrocediendo lentamente y dejando espacio para que Sakura, Aang y el enmascarado pudieran escapar.

Con cautela, el enmascarado mantuvo su posición, manteniendo a Aang como rehén hasta que estuvieron lo suficientemente lejos de la base del ejército del fuego como para sentirse seguros.

Una vez fuera del alcance de sus perseguidores, el enmascarado liberó a Aang y se volvió hacia Sakura y él, su identidad oculta tras la máscara azul.

—¿Quién eres tú? —preguntó Aang, aún recuperándose del shock del enfrentamiento.

El enmascarado guardó silencio por un momento, contemplando a los dos jóvenes con una intensidad inexplicable antes de responder.

Pero su encuentro fue interrumpido por el súbito sonido de flechas cortando el aire. Aang, Sakura y el enmascarado se lanzaron hacia adelante, buscando desesperadamente un camino de escape. Sin embargo, en medio de la confusión y el caos, una de las flechas alcanzó al enmascarado, derribándolo al suelo.

Mientras caía, su máscara se deslizó de su rostro, revelando la sorprendente imagen de Zuko. La sorpresa se reflejó en los ojos de Sakura y Aang mientras contemplaban al príncipe del Fuego caído a sus pies.

Por un momento, consideraron dejarlo allí tirado, entregándolo a su destino. Pero entonces recordaron cómo Zuko los había salvado de las garras de Zhao, y el remordimiento los invadió.

Aang y Sakura se apresuraron a ayudar a Zuko, llevándolo a una cueva cercana.

Después de llegar, Sakura comenzó a tratar sus heridas con cuidado, mientras Aang observaba con cautela al príncipe del Fuego, aún cautivo de la confusión y la desconfianza. Pasó un rato antes de que Zuko despertara, y al hacerlo, su reacción instintiva fue lanzar una llamarada de fuego, sorprendiendo a Sakura y provocando un instante de tensión en la cueva.

—¡Cuidado! —exclamó Sakura, retrocediendo instintivamente.

—Tranquila, Sakura, estamos a salvo —intervino Aang, extendiendo una mano calmante hacia ella.

Zuko se incorporó lentamente, mirando a su alrededor con cautela antes de reconocer a sus salvadores.

—¿Dónde estoy? —preguntó, su voz llena de desconfianza.

—Estás a salvo —respondió Aang—. Te trajimos a esta cueva después de que te hirieron con las flechas.

Sakura asintió, aún observando a Zuko con precaución mientras continuaba curando sus heridas.

—¿Por qué nos salvaste? —preguntó Aang, su curiosidad evidente en su voz.

Zuko guardó silencio por un momento, como si estuviera considerando cómo responder.

—No lo sé —dijo finalmente, su tono lleno de ambigüedad.

Sakura lo miró de reojo, preguntándose qué motivaciones ocultas podían estar detrás de sus acciones.

—¿Por qué deberíamos creerte? —inquirió, su voz teñida de desconfianza.

Después de un momento de reflexión, Zuko miró fijamente a Aang y Sakura con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y resentimiento.

—No tienes por qué creerme —dijo con franqueza—. Pero eso no cambia el hecho de que te salvé. Sin embargo, algún día lograré atraparte, y recuperaré mi honor.

Aang, siempre el optimista, buscó encontrar algún punto en común con su inesperado salvador.

—En mi tiempo, tuve un amigo de la Nación del Fuego que era muy bueno —compartió—. Si tú y yo nos hubiéramos conocido en esa época, ¿crees que podríamos haber sido amigos?

La pregunta de Aang provocó un momento de reflexión en Zuko, cuyos ojos se desviaron hacia el suelo mientras consideraba la posibilidad.

La tensión en la cueva era palpable mientras los tres jóvenes se enfrentaban a las complejidades de sus propios destinos entrelazados en un mundo convulso y peligroso.

Con un movimiento rápido y preciso, Zuko desató su furia, lanzando llamas ardientes hacia Aang y Sakura. En un acto de instinto, Aang envolvió a Sakura con sus brazos y la tomó de la cintura, canalizando su control del aire para propulsarse lejos del ataque de Zuko.

El viento rugió a su alrededor mientras se alejaban rápidamente de la cueva.
Con una sonrisa tenue, Sakura expresó su agradecimiento desde el aire, mientras Zuko simplemente asintió con la cabeza, manteniendo su mirada fija en el suelo, ocultando sus propias emociones bajo una máscara imperturbable.

Una vez a salvo, Aang y Sakura regresaron a la cueva donde aguardaban Sokka y Katara, llevando consigo la preciada medicina que necesitaban para curarse.

Con alivio, Sokka y Katara recibieron la medicina y la tomaron de inmediato. Al día siguiente, gracias a los cuidados de Sakura y el poder curativo de la planta, todos se sentían considerablemente mejor. Con la enfermedad retrocediendo y sus fuerzas recuperadas, el grupo se preparó para continuar su viaje.

—¡Uf, qué alivio! —exclamó Sokka, tomando la medicina con entusiasmo—. ¡Gracias, Sakura! No sé qué haríamos sin ustedes.

Katara asintió con gratitud mientras tomaba su dosis. —Sí, en verdad se los agradecemos.

Sokka, siempre buscando sacar una sonrisa, agregó con un guiño: —¡Y gracias a ti, ahora puedo seguir siendo el héroe gracioso de la historia, en lugar de convertirme en el héroe desmayado en la cama!

Con una risa, Sakura les aseguró: —No hay de qué preocuparse, chicos. Estamos todos juntos en esto.

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