Pecado Capital: Avaricia

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Luego que misteriosamente los amantes fueron sepultados.

Podía sentir la tranquilidad nuevamente y  otra vez era la reina.

La «reina sangrienta»

Cada vez que paseaba por el pueblo sentía el temor evidente en esos pobres humanos, y como era rutina diaria; no regresaba sola a mi amado castillo, siempre me traía una nueva víctima.

Una víctima que era la cena.

A pesar de haber heredado el castillo que pertenecía a mis padres junto a las riquezas que venían estipulados, como: joyas preciosas, estatuas con muchísimo valor, candelabros de plata, figuras con incrustaciones de diamantes y poseer una gran fortuna en dinero.

Tenía todo, era lujoso, pero quería más.

Quería poseer más bienes materiales.

Mucho más y no estaba satisfecha en lo absoluto.

Sabía que este pueblo no era ordinario, escondía algo más. Y no me quedaría de brazos cruzados hasta conseguirlo.

Era una de las razones por las cuales  escuchaba a mis padres hablar sobre  «Hudson Town» desde que hicimos nuestra aparición hace bastante siglos.

—¡Reina mía! —Gritó Amadeo.

—¡Agh! ¡No me arruines la cena! —Vociferé soltando el cuerpo inerte del pobre hombre fabricante de relojes.

Otro de los humanos que «vivía cómodamente bien y se consideraba en el pueblo como otro de los millonarios»

Tiré el cuerpo inerte y se escuchó el crujir de huesos haciendo eco por las largas escaleras a mi trono de cemento.

—Perdoné, es sólo que recientemente volví a matar al mensajero del pueblo.

—¿Cuántos mensajeros van en el mes? —Arqueé una ceja.

—No lo sé mi bella reina pero lo que sí sé es que vuelve el pueblo el Duque Ronald

—¿El duque Ronald?  ¿Ese hombre que en su mansión tiene millones de trampas, excéntrico y desquiciado humano y la gente rumorea que en un salón secreto tiene riquezas bañadas en oro puro?

—Exactamente. Y no sólo eso ya varias personas comenzaron a decir que alcanzaron a ver solo segundos aquel salón cubierto de oro —Comentó Amadaeo asintiendo. Y luego fueron silenciados cortándole la garganta, uno se salvó y pudo relatar lo que alcanzó a ver, pero murió en los brazos de otro hombre.

—Interesante, se nota que ese repugnante humano no quiere que se sepa dónde se encuentra su tesoro. —Arqueó una ceja.

—Así es. —Dijo Amadeo.

Observé que sacó el trozo de papel de la última vez que me inscribí en el desafío de ser la reina de los siete pecados y tachó con su sangre algunas cosas de aquel documento.

—¿Sabés qué Amadeo?

—¿Que cosa Reina mía?

—Tenemos que entrar a la casa de del viejo Ronald, ya que no sólo seré la reina de los siete pecados si no, seré extremadamente rica, quiero poseer sus bienes materiales a toda costa, sobre todo porque su casa es de origen colonial gótico y además está un poco alejado del pueblo lo cual es un lugar perfecto y además de traernos las riquezas y bienes materiales del relojero.

— Y vaya que lo es mi reina, se que usted es capaz, y lo logrará y sus deseos son órdenes para mí.  —Dijo apoyando una pierna en el suelo sosteniendo todo su peso, beso el dorso de mi mano de manera gentil.

Ese vil humano, repugnante y escurridizo, más alto que yo, de cabello castaño, ojos celestes, con un pequeño lunar en su mejilla izquierda, con un vestimenta casual, pantalones negros, zapatillas,  y harapos sucios largos junto a un suéter holgado.

Aparté mi mirada dejando salir un leve suspiro.

—No te pases de listo Amadeo. — Comenté sintiendo un leve rubor en mis mejillas.

—Pues… que comience el plan mi reina mía. —Contestó con una ligera sonrisa.

Fuimos al pueblo, pero primero fuimos a ver la tienda del relojero, y al parecer tenía razón en haberlo matado, tenía muchas cosas de valor.

En especial un reloj donde me llamó mucho la atención tenía incrustaciones de rosas y espadas, sabía de qué clan vampiro se trataba, pero ese clan se había extinguido, no había nadie, luego a mi derecha del mostrador se encontraba otro reloj que me trajo recuerdos de mi niñez.

Ese reloj era de mi familia, ¿Qué hacía ahí? me había sorprendido un poco, pero no importaba, nuevamente estaría bajo mi poder, con Amadeo comenzamos a llevarnos todo la fortuna de aquel hombre aparentemente solo.

Tenía algunos relojes de oro, como también algunas muñecas de porcelanas de esas que ya no salían en la actualidad, cuadros de pintura y monedas muy antiguas realmente me sorprendí sobre todo porque no hacía caso a los comentarios de las sanguijuelas humanas que este viejo era el segundo más rico del pueblo, a pesar de que vendía relojes, tenía una caja fuerte donde encontramos más dinero y otros bienes materiales interesantes.

Una vez que inspeccionamos de llevarnos todo lo material que poseía el humano creé un portal que dejaría todas las riquezas que encontramos.

Amadeo me siguió en el plan que habíamos planeado.

El plan era simple y sencillo.

Él sería la carnada y yo la artillería pasada, si no funcionaba entraría a la fuerza. ¿Por qué? porque quería poseer todos sus bienes y ser extremadamente rica.

Más de lo que ya era, quería ser avara, tener todo las riquezas de este miserable pueblo para conseguir mi objetivo.

Amadeo fue el primero en ir, lo observaba desde una distancia prudente.

De manera rápida Amadeo esquivó las trampas, iba a destruir la puerta de la entrada cuando una enorme hacha apareció cortando su cabeza.

Llegué hasta él mientras miraba el cuerpo inerte.

—Por favor Amadeo no seas dramático.

—Reina mía, ¡eso me sorprendió! —Dijo él.

—No me hagas esperar y regenerante.

—¡Oh! cierto

Rodeé mis ojos y echamos la puerta de madera escuchandose un estruendo.

—¡Intrusos! — Exclamó el duque Ronald repitiendo una y otra vez.

Ahora entendía porque el viejo lo apodaron »el orate del pueblo«

—No se los diré ¡moriré con el secreto!

—Oh, claro que nos dirás…

Agarré la cabeza del duque con mis manos y cerré mis ojos para entrar en su cabeza.

—Lo he encontrado —Contesté.





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