Capítulo 3: La llamada de Hayden

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Hayden golpeó la puerta de la casa con afán. Estaba desesperado por encontrar a Cormag. Una vez más, nadie respondió a su llamado.

—¡A la mierda con esto! —gritó colérico al tiempo que sacaba su hacha—. ¡¿Hoy nadie responde o qué cojones pasa?!

Kyala, por segunda vez en el día, había detectado sangre a través de su olfato; nuevamente callaba y esperaba expectante a los hechos.

Frank, por su parte, tenía la mirada fija en algún lugar indeterminado de la nada. En su mente, no dejaban de recrearse las imágenes de la cabeza de su madre carcomida por los insectos. El sonido del hacha de su hermano destrozando la puerta, le sacó de su ensimismamiento.

La puerta cedió al tercer golpe, los robustos brazos de Hayden, ligados a la ira que tenía acumulada por no haber podido salvar a su madre, hacía que diera golpes brutales. Se imaginó que la puerta había sido el asesino de sus familiares y descargó toda su ira en la misma.

Entraron a la vivienda, una sala amplia los recibió, una vez más había signos de lucha por todos lados. Los muebles volcados, incluso algunos destrozados, evidenciaban los signos de una batalla campal dentro de aquella sala. Había rastros de sangre fresca salpicada en las paredes que anunciaban que la batalla había recién culminado.

—La sangre está caliente aún —dijo Kyala tocando una de las salpicaduras de sangre en la pared.

—Quien lo hizo aún está aquí entonces, o al menos cerca —dijo Hayden, sus ojos trataban de acaparar cualquier movimiento que delatara al agresor.

Frank, estaba perplejo, a pesar de estar acostumbrado a ver la sangre en las batallas, el hecho de saber que la sangre era de un familiar, le ponía los pelos de punta. Su hacha temblaba en sus manos sudorosas.

Una tos quintosa y lastimera los sorprendió a los tres. Kyala desenvainó su espada y se giró con un movimiento elegante. Sus ojos brillaron un instante, a penas una fracción de segundo, controló su instinto salvaje de auto preservación.

Ahí estaba Víctor, el padrastro de Cormag. Poseía una fea herida en su abdomen, de la cual, emanaba un creciente charco de sangre y asas intestinales. Se encontraba sentado en el suelo recostado a la pared, refugiado detrás de una vidriera que estaba volcada.

—¡Mierda, no puede ser! —gritó colérico Hayden y salió corriendo en su ayuda.

Kyala y Frank, no perdieron tiempo, salieron corriendo desesperados a revisar la casa. Las heridas de Víctor eran recientes, su agresor tenía que estar aún en la casa o en sus alrededores.

—Víctor, tienes que resistir —susurró Hayden quitándose su camina para tratar de contener el sangrado de la herida haciendo presión sobre ella—. ¿Qué sucedió? ¿Quién te hizo esto?

—Eres tú, ¡qué bueno que eres tú! —dijo Víctor invadido por el dolor de su herida.

—¿Qué sucedió? ¿Quién te atacó? —insistía Hayden.

—No sé... No sé quién...—Su hablar fue interrumpido por una tos quintosa que terminó en un vómito de sangre.

—Víctor, tienes que resistir —dijo Hayden recostándolo a él, con sus manos devolvió las vísceras a la cavidad abdominal como pudo—. ¿Qué sucedió?

—No era normal... -Comenzó a decir, hacía un gran esfuerzo para hablar—. Entré y me atacó... No era normal. —Hizo silencio nuevamente, en su rostro se veía el esfuerzo que realizaba por mantenerse con vida.

—¿Qué no era normal?

—El hombre del sobretodo negro.

—¡¿Quién era?! —Hayden levantó el tono de su voz en un acto de desesperación.

—Él... No era... No era normal. —Fueron las últimas palabras que alcanzó a decir Víctor, sus heridas le arrebataron la vida.

—¡Noooo! ¡Mierdaaaa, noooo! —gritaba Hayden desesperado, le sacudía suavemente—. ¡Vamos Víctor! ¡No te rindas, por favor! —Abrazó el cuerpo del marido de su tía Josefa con lágrimas en los ojos—. No te rindas.

Estalló en un llanto desconsolado.

Kyala apareció de inmediato en la sala, los gritos de Hayden llamaron su atención al instante. Se quedó mirando la escena desconcertada, ver a Hayden llorar, no era nada fácil y hoy no había parado de hacerlo.

—¿Qué pasó? —preguntó Frank que recién llegaba de los alrededores de la casa atraído por los gritos de su hermano.

—Ha muerto —dijo Kyala con un hálito de tristeza en su voz, al tiempo que enfundaba su espada.

—¡No, no él también! —chilló Frank acortando el espacio entre él y el cadáver que su hermano mantenía en brazos.

Con la ayuda de Frank y Kyala, Hayden colocó el aún caliente cuerpo de Víctor sobre la mesa de la sala. Sus miembros superiores estaban llenos de sangre hasta los codos, su torso, también estaba empapado en sangre. Todo era un caos, había perdido a cuatro de sus familiares en poco tiempo y no había podido hacer nada para evitarlo.

Para agregar más confusión a sus pensamientos, estaban las palabras de Víctor, justo antes de morir. La identidad del asesino de sus familiares, era un misterio, así como el paradero de Cormag. Una vez más, no había dejado rastro alguno y Hayden temía lo peor. Cuando creyó tener una pista para dar con el asesino de su madre, este, se le había escabullido como el agua entre los dedos de las manos.

—¿Encontraron algo? —preguntó Hayden un poco más calmado.

—Revisé toda la casa y nada, no hay nadie, solo desorden —informó Kyala—. No hay rastros ni de Cormag, ni de tu primo Eprahim.

—En los alrededores no había nada sospechoso, todo estaba tranquilo —dijo cabizbajo Frank.

Hayden soltó un suspiro de resignación, en su mente ideaba su próximo paso. Cerró los ojos y llevó su mano derecha hacia ellos, apretó levemente el ángulo interno de los mismos al tiempo que daba golpecitos con su dedo índice en su frente. Buscaba concentración para pensar mejor.

—Los enterraremos a todos como se debe. —Comenzó a hablar Hayden tras unos minutos de silencio—. Lo haremos en el patio trasero de la casa —dijo con determinación—. Kyala, por favor —dijo dirigiéndose a su mujer, esta le dedicó una mirada tierna—, mientras nos ocupamos de cavar, ve al barco y da la orden de infiltrarse en el pueblo y busquen información, alguien tuvo que haber visto algo.

—¿Información sobre el paradero de Cormag y Eprahim? —indagó Kyala.

—Y sobre alguien que usaba un sobretodo negro. —Kyala y Frank le miraron dubitativos—. Fue la única pista que me dejó Víctor.

—Entendido —dijo y salió de la casa tan rápido como daban sus pies.

Cayó la noche y las órdenes de Hayden habían sido cumplidas, sus hombres se encontraban dispersos por todo el pueblo buscando información sobre el paradero de Cormag, de Eprahim y del asesino de sus familiares.

Hayden se encontraba solo en la sala, sentado en una butaca, su miraba estaba perdida en el charco de sangre dejado por Víctor en el suelo. Se encontraba agotado física y mentalmente. No se perdonaba el hecho de no haber estado ahí para sus seres queridos.

—No le des más vueltas al asunto —susurró suavemente una voz a su oído.

—¡¡¡Mierda!!! —Dio un brinco que casi llega al techo.

—Tranquilo cariño, soy yo —dijo Kyala suavemente.

—¡Joder tía! Si sigues llegado así de sigilosa, vas a matarme de un susto un día de estos.

—No seas exagerado. —Mostró una leve sonrisa que se esfumó al instante—. ¿Cómo estás?

—¿Has averiguado algo del paradero de mis primo o del hombre del sobretodo negro?

—No respondas con otra pregunta. ¿Cómo estás? —insistió Kyala.

—Estaré bien, siempre lo estoy, ¿han encontrado algo?

—Hasta ahora no —informó con pesadumbre, negando levemente con la cabeza.

—Tenemos que buscar mejor, no pudieron desaparecer así porque sí. —Su voz era ruda y cortante—. Iré yo mismo a encontrarlos.

Kyala no dejó que se levantara, colocó sus manos en los hombros de él y le sostuvo suavemente, comenzó a dar un masaje que le tomó de sorpresa.

—Ya es tarde mi vida, tienes que descansar, mañana buscaremos mejor.

—Tengo que hacerlo, por todos.

—Lo haremos mañana a primera hora, pero ahora descansa —le dijo suavemente, tratando de convencerle.

Frank entró apresurado a la sala donde estaban su hermano y Kyala. Venía del interior de la vivienda, había estado husmeando en la habitación de Cormag y en la de Eprahim y su búsqueda había sido provechosa. Sin embargo, avanzaba con cara de pocos amigos.

—¿Y esa cara Frank? —Quiso saber Hayden apenas le vio.

—He encontrado algo tío, algo no tan bueno —dijo mostrando un pedazo de papel con algo poco legible escrito.

Hayden y Kyala le miraron dubitativos, no entendían qué sucedía, no tenían ni idea de qué podía decir ese trozo de papel para que Frank estuviese tan serio por su causa.

—¿Qué dice el papel? —preguntó Hayden tras unos segundos de un silencio incómodo.

—Diga lo que diga ese papel, ya no importa Hayden García —dijo una voz masculina a sus espaldas tomándolos de sorpresa a todos—. Menudo desastre has formado en la casa de mi tío, ¿no? —recalcó analizando el local con una mirada—. Al menos podías haber dejado la puerta intacta, así cualquiera te entra a la casa. Yo que tú —dijo dirigiéndose a Kyala—, quitaría la mano de tu espada, me pone nervioso, y no quieres verme nervioso... ¿O sí?

Kyala miró a su esposo un instante, este estaba estupefacto con la presencia de aquel hombre entrado en años en la sala. Ella no le conocía de nada, era la primera vez que le veía, pero por sus palabras todo indicaba que era familia de Hayden. Le miraba fijamente, desafiándolo, estaba más que segura de que él no podría ganarle en una pelea cuerpo a cuerpo por más que se esforzara, pero eso sería revelar su secreto y era algo que no se permitiría, así que, sin más, retiró su mano suavemente de la empuñadura de la espada.

—¡Vaya, vaya! —dijo una voz femenina a la espalda del recién llegado, el cual se giró tan rápido como pudo sorprendido, encontrándose con una joven rubia de ojos verde como esmeraldas—. No recordaba que fueras tan... Tan... Tan descortés con una mujer. Hacía tiempo no nos veíamos, han cambiado muchísimo todos ustedes.

Kyala ante la nueva incorporación se encontraba mucho más confundida de lo que ya estaba. Miró a su esposo y este poseía un brillo en los ojos que hacía tiempo no le veía. Sin duda la llegada de ambos le ponía contento.

—¿Quiénes son ellos? —Quiso saber Kyala, estaba verdaderamente confundida.

—Héctor, ¿qué haces aquí? ¿Cómo llegaste tan rápido Ellen? —inquirió Hayden ignorando a su esposa por completo.

—Apenas llegó el mensaje que enviaste, salí al galope con dos de mis hombres —dijo la rubia sopesando su cuerpo de una pierna a la otra—. Mañana llegará Priscilla con muchos más hombres, juro que la muerte de mi madre María y de mis tías, no quedará impune.

—Venía en camino a visitar a mi tío Víctor, al llegar al pueblo me enteré de lo sucedido y he venido a buscar al asesino —dijo Héctor secamente, cruzó sus brazos sobre su robusto pecho—. Así que aquí estoy, dispuesto a todo.

—Me alegra poder contar con ustedes, me alegra que hayas venido tan rápido ante mi llamado Ellen —dijo Hayden, en su rostro se dibujaba una leve sonrisa.

—¿Ya conocen el paradero de Cormag y de Eprahim? —inquirió Ellen con sumo interés.

—Es exactamente eso lo que dice el papel que he encontrado —expresó Frank que hasta ahora había permanecido en silencio ante la llegada de su prima Ellen y de Héctor, el primo de Eprahim.

Todos en la habitación le dedicaron una mirada a Frank, en especial, Hayden y Kyala.

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