26. Secretos revelados

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—Llegamos —anunció Andrés estacionando el auto frente a la casa, regresó la vista a su acompañante y dijo—: ¿Listo para hablar con Estela?

—Lo estoy —respondió Martín con voz segura—. No me echaré para atrás, te lo aseguro.

—Que bueno que lo reafirmes o me hubiera llevado una gran decepción. —Andrés lo invitó a entrar al hogar con un gesto de la mano.

Al cruzar el umbral, encontraron a la familia reunida en la sala. Las únicas que no estaban presentes eran Leticia y Estela.

—¡Familia, miren quién está conmigo! —exclamó Andrés. Varias cabezas giraron en su dirección.

Martín se sintió incómodo por las miradas inquisitivas. Con toda seguridad debían estar al tanto de la discusión con Estela.

—Buenas noches —saludó.

—Joven, usted de nuevo por aquí. —El tono áspero de don Humberto le confirmó lo que pensaba—. La cita no salió del todo bien, ¿verdad?

—No, señor —admitió Martín sin amilanarse—, pero si llego a tener otra oportunidad con su hija, no volverá a repetirse la situación de hoy.

—Viniste a arreglar las cosas, por lo que veo. —Humberto cambió el semblante serio por uno más relajado—. Muy bien, porque no me gusta ver a mi hija triste.

—La felicidad de Estela es muy importante para mí —declaró con sinceridad.

—¡Qué romántico! —Concha se emocionó por la muestra de cariño hacia su hermana—. Sabía que no podías ser un mal hombre.

—Pienso igual que mi mami —concordó Raia—. Supongo que ya puedo llamarte tío.

—No seas atrevida, Raia —reprendió Eduardo—. Primero que hable con la tía Estela y ahí vemos.

—¿De cuando acá esas confianzas?—Armando increpó a sus hijos.

—Déjalos Armando, es mejor que se vayan acostumbrando a la idea de tener un nuevo tío —terció Andrés con expresión jocosa.

Martín soltó una risita. La tensión del ambiente se desvaneció y los familiares de Estela volvieron a ser las personas agradables de siempre.

—Andrés, ¿le puedes decir a Estela que estoy aquí? —pidió Martín.

—Sí, voy a buscarla. —Andrés subió las escaleras al segundo piso.

Detuvo los pasos frente a la habitación, tocó la puerta con los nudillos y después entró. Estela estaba acostada en la perezosa, contemplando el cielo. Lucas dormía en sus piernas, y su madre en la silla de al lado. El rostro de su hermana aún reflejaba tristeza.

Sonrió enigmático, como quien sabe algo que otros no.

—Estela... —susurró bajito para no importunar a los durmientes—. Tengo que decirte algo importante.

Estela alzó la vista con gesto interrogativo. Colocó a Lucas a un lado de la silla, con cuidado de no despertarlo.

—¿Qué ocurre?

—Antes de decírtelo, promete que lo tomarás de buen modo.

—Has conseguido despertar mi curiosidad —confesó ella—. Está bien, no me molestaré. ¿Qué pasó?

—Martín está abajo y desea hablar contigo. —Observó el rostro de ella endurecerse y añadió—: No lo dejes ir sin antes escucharlo.

El rostro de Estela pasó de la rigidez a la sorpresa. Andrés abogando por uno de sus pretendientes no era cosa de todos los días. Un pensamiento le vino a la mente.

—Dime una cosa, Andrés, ¿tuviste algo que ver con la visita de Martín?

—Tal vez un poco —respondió titubeante—. ¿Seguirás perdiendo el tiempo conmigo o irás a reunirte con Martín?

—Ve, mija, que si vino hasta acá es porque en verdad le importas —dijo Leticia en tono alegre.

—¡Cuack! —Lucas también dio su aprobación.

—¿Ustedes no estaban dormidos? —rio Estela—. De acuerdo, hablaré con él.

Leticia y Lucas chocaron puño y ala, contentos de haber hecho su parte para que la parejita se reconciliara. Se acomodaron de nuevo en la perezosa, el sueño no se había ido del todo.

Estela bajó las gradas con nerviosismo. En el último escalón sintió que el corazón se le salía del pecho al oír la voz de Martín. El tono relajado y risueño le trajo reminiscencias de bonitos momentos compartidos con él. Lo encontró de espaldas, conversando con su padre y hermana. Unos pocos pasos los separaban.

La charla jovial le dio a entender que sus familiares ya no estaban disgustados con Martín, lo que le generó buenas vibras.

—Buenas noches —reveló su presencia.

Martín se levantó enseguida. La detalló con intensidad, como quien mira el tesoro más preciado.

—Estela... —vaciló buscando las palabras adecuadas—. Las cosas no terminaron bien entre nosotros esta tarde, y estoy aquí para resolver lo que quedó pendiente.

—Los dejaremos solos para que hablen —interrumpió Andrés—. Gente, vamos por las hamburguesas y los batidos que les ofrecí.

—Gracias, pero prefiero hablar con Martín en otro lugar. —Fijó la vista en él—. Claro, si a ti no te molesta.

—No tengo problema —respondió, conforme con la sugerencia.

—De acuerdo, nos vemos luego. —Andrés y el resto de la familia se fueron a comer.

—¿Quieres ir a la playa? —preguntó Estela cuando se quedaron solos—. Podemos ir a pie y conversar en el camino.

—Me encantaría. La noche está muy hermosa para desaprovechar las vistas yendo en auto —esbozó una ligera sonrisa.

Ella le sonrió de vuelta y ese gesto le devolvió las esperanzas.

Los primeros minutos de caminata transcurrieron en silencio. Llegaron a una parte del malecón donde el bullicio era menor, ideal para charlar sin que los sonidos provenientes de discotecas y otros sitios de diversión los interrumpiera. Bajaron las escalinatas que llevaban al mar, Estela se quitó las sandalias, sintiendo las olas bajo sus pies.

Martín hizo lo mismo. El agua lo relajó y reunió el valor para contarle su secreto.

—Estela, quiero que sepas que si al principio me negué a hablar fue por temor a que ese secreto en lugar de unirnos nos separara... —Hizo una pausa—. No quiero perderte con lo que te diré, pero tomaré el riesgo.

—Martín, no quiero que lo hagas debido a la presión que te sometí. Hice mal y me disculpo. —Se sintió avergonzada por su actitud—. Las malas experiencias amorosas que he vivido me han vuelto una persona desconfiada.

—Es entendible. No quieres repetir los mismos errores.

—Así es. No quiero equivocarme de nuevo —dijo con un nudo en la garganta—. Cuéntame ese secreto que guardas. Sabré comprenderte, como tú lo hiciste conmigo cuando te hablé de mi pasado.

—La historia es larga —susurró él.

—Tenemos tiempo de sobra —contestó ella.

Martín asintió. Inhaló una bocanada de aire marino y comenzó su relato.

—A la edad de cinco años pasé por un evento traumático. En cierta ocasión acompañé a mi madre a comprar unas telas para unas cortinas; al principio ella no quería llevarme pero yo le insistí. Creo que de un modo u otro presentía que algo malo iba a pasar.

«Llegamos al sitio, el cual estaba abarrotado de clientes. Mi mamá se puso en la fila y esperó a que la atendieran, en ningún momento me soltó la mano; pero cuando llegó su turno, me pidió que me sujetara de su falda mientras ella revisaba la textura de las telas. Hice lo que me pidió, empero, siendo un chiquillo inquieto y curioso, me solté al ver un carrusel en una de las vitrinas.

Fue en ese instante que dos personas me agarraron de la mano y me sacaron del local, en la acera, un taxi esperaba. Mi mamá no tardó en darse cuenta de mi ausencia, y gritó mi nombre. Al salir al exterior corrió a rescatarme, pero su acción fue malinterpretada por los transeúntes que miraban la escena. Los desconocidos hicieron creer a los demás que ellos eran mis padres y que mi madre era la que intentaba robarme. Yo estaba en shock y mi actitud pasiva reforzó las palabras de esa gente. Impidieron a mi mamá acercarse, ella no dejaba de gritar desesperada que yo era su hijo.

Entonces apareció un hombre que era muy amigo de los padres de mi mamá, y al darse cuenta de todo me arrancó con fuerza de los brazos del sujeto que me sostenía. Llamó a gritos a la policía y los ahuyentó de mi lado.

»Después de ese episodio, mi madre no dejó de cuidarme día y noche. Su excesiva protección me volvió un chico retraído, asocial, muy diferente de lo que era. Cuando la situación empeoró, mi padre llevó a mi mamá a terapia. Conmigo hizo algo diferente, me regaló un perro con la esperanza de que me ayudara a salir de esa soledad en la que estaba inmerso. Dio el resultado deseado, volví a ser el niño inquieto y risueño, mi perro me salvó la vida, además fue quien me motivó a convertirme en veterinario.

Martín detuvo la historia para darle tiempo a Estela a asimilarlo todo, y para que pudiera encontrar la conexión entre el pasado y el presente.

Estela escuchó la narración con el corazón encogido. Qué horror tan grande debieron padecer tanto su madre como él. Una idea comenzó a tomar forma en su cabeza, pero esperó a que Martín le terminara de contar el resto para sacar sus conclusiones.

—Continúa, no omitas nada.

Martín asintió y prosiguió.

—Creí que había superado el trauma, pero este retornó al convertirme en padre. Karlita llevaba apenas dos meses de nacida cuando recibí en mi consultorio la llamada de Noemí, donde me informó que la bebé había desaparecido. Enloquecí al saberlo. A mi mente vinieron flashbacks de lo que había vivido: fue como si estuviera pasando por ese evento otra vez. Experimenté lo que mi madre debió sentir al casi perder a su hijo. El miedo extremo que desarrollé no me permitió reaccionar al momento. No fue hasta que mi colega me tranquilizó y me aclaró la situación.

»Mi exsuegra había llevado a la niña a un parque cercano a la casa y Noemí no lo recordaba. Ella sufría de pérdida de memoria postparto y algunas cosas se le olvidaban. Y a pesar de que todo se arregló, aquel incidente me volvió un padre sobreprotector con mi hija y su madre. Temía que algo malo les sucediera. La situación se tornó crítica al punto de separarnos, mi ex no soportó el estrés que le había impuesto. En mi afán de querer protegerlas, solo causé daño. Pero admito que poner distancia fue lo mejor».

Martín cerró los ojos, la brisa oceánica acariciaba su rostro. Abrir su corazón lo había puesto en una situación vulnerable, pero no se guardaría nada.

—Me casé con Noemí porque ella quedó embarazada, en ese momento sentí que era lo correcto, y sí, la quería mucho, pero no la amaba. —La voz destiló melancolía—. La separación nos sirvió para entender que lo nuestro no era un amor real. Y aunque suene paradójico, divorciarnos nos trajo una gran dicha.

Culminó su relato, y esperó en silencio los cuestionamientos de Estela. En los ojos de él anidó el temor de que estos no fueran favorables.

Estela se tomó unos minutos antes de responder. Ahora que sabía la historia completa, entendía la negativa de Martín a revelarle su secreto.

—Preocuparte por tus seres queridos es una actitud natural del ser humano. Fue horrible lo que viviste, pero no debes cargar con la responsabilidad de lo que le suceda a los demás.

—Lo sé, y aunque recibí psicoterapia que me ayudó a sobrellevar el trauma de mi niñez, tengo miedo de que reaparezca, de perder el control y exponerte a una sobreprotección asfixiante.

—Si eso llega a suceder, sé que sabrás actuar a tiempo. Tú eres un hombre fuerte que ha sabido levantarse a pesar de las circunstancias. No todos afrontan sus miedos y buscan una forma de resolverlos. —Le acarició el mentón con dulzura—. No permitas que el miedo te impida vivir a plenitud. Los riesgos son parte de la vida.

Martín analizó las palabras de Estela. La reacción de ella fue mejor de lo que había imaginado. Hubo un momento en que pensó que encontraría una forma sutil de terminar con él.

—Si a pesar de todo has decidido darme una oportunidad, prometo que nunca te haré mi tabla de salvación. La vida me ha enseñado que un hombre debe caminar con sus propias piernas.

—Me alegra escucharte decir eso, porque ser la tabla de alguien es mucho peso para una sola persona —declaró con una leve sonrisa.

La pareja entrelazó las manos, mirándose con adoración. Las olas corrían libres bajo sus pies y esa sensación de libertad los embargó. Ninguna nube gris se cernía sobre ellos que empañara la relación que habían iniciado.

—Me hace feliz haber encontrado una persona como tú, que me comprende y que quiere estar conmigo —confesó él con los ojos llenos de amor.

—​​​​Y a mí me hace feliz que seas tú el hombre que tanto busqué.

Martín la alzó en volandas. Estela pegó un grito por la inesperada acción.

Sellaron su reconciliación con un dulce beso. Las estrellas y el océano fueron testigos del amor que se profesaron.


¿Qué les pareció el capítulo? ¿Tenían una idea de lo que ocurría a Martín? Comenten al respecto.  🤭

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