28. Recuerdos inolvidables

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Luego de despedir al último invitado, los Rojas se tomaron un descanso antes del último evento de la noche. Había grandes expectativas respecto al show musical y lo que este traería consigo.

—¡Dense prisa! —exclamó Humberto desde la escalera—. Tenemos que salir temprano para evitar el tráfico.

—¡Ya vaaa! —gritó Leticia desde su habitación—. Ahora una foto de las tres. —Colocó el temporizador en el celular y este en el pedestal—. Salieron preciosas —dijo mirando la imagen.

—Tú estás más preciosa. —Estela la abrazó y le dio un beso en la mejilla.

—Usted es la más bonita de la tres. —Concha le dio un apretón cariñoso.

—Gracias mis amores. —Doña Leticia derramó una lágrima, enternecida por el cariño de sus hijas.

—¿Qué pasó, mamá? —preguntó Concha preocupada.

—¿Por qué lloras, mami? —Estela temió que algo malo pasara.

—Son lágrimas de felicidad —respondió la anciana, limpiándose el rostro—. Estoy contenta porque mis dos hijas han encontrado la felicidad junto a dos hombres que las quieren y las respetan. —El semblante alegre se ensombreció—. Solo falta Andrés...

—Andrés encontrará una mujer que lo valore como se merece. —Estela confiaba que el futuro le traería cosas buenas a su hermano.

—Hay que darle tiempo, aún sigue dolido por lo de su ex... Esa bruja —siseó Concha—. Cuando su corazón haya sanado, otro amor llegará.

—Ruego para que así sea. —Leticia juntó las manos—. Vamos, si no su papá empezará con su coro de gritos.

Las tres mujeres descendieron juntas por las escaleras. En la sala las esperaban Humberto, acompañado de Andrés, Armando y Martín. Estos se quedaron maravillados ante tanta belleza.

Leticia, Estela y Concha estaban radiantes con los vestidos y los accesorios que habían elegido para la ocasión. Parecía que iban a un baile de gala.

—Qué bendición la mía estar rodeado de mujeres tan hermosas —exclamó Humberto dichoso.

—Tendremos que cuidarlas como estrellas de cine. —Andrés emuló la pose de un guardaespaldas—. Están guapísimas.

Armando, Martín y los padres de él, también elogiaron a las mujeres.

—La belleza es de familia —sonrió Raia, orgullosa.

—¿Ves que sí? —apostilló Eduardo, altivo.

—Tú no cuentas, feo —respondió la adolescente sacándole la lengua.

—Basta los dos —gruñó Concha—. Pronto vendrá María Elisa, no se les ocurra discutir frente a ella.

A Eduardo le brillaron los ojos al escuchar ese nombre. La nieta de don Olvido fue la razón por lo que él y su hermana extendieron sus vacaciones. Eduardo quedó prendado de la chica desde el instante en que la conoció. Raia, conociendo a su hermano, se dedicó a vigilarlo para evitar que metiera la pata, ella era muy joven para ser tía.

—No te preocupes, Mami. Raia y yo sabremos comportarnos con la visita —aseguró Eduardo.

—Confía en mis sobrinos, Conchi, se portarán bien —los defendió Andrés.

—Vamos, que se hace tarde —apremió Humberto.

—Ustedes adelántense, yo recogeré a Esther y su madre. Nos vemos en el ágora —dijo Andrés.

Los Rojas y los Palacios abandonaron la quinta en tres vehículos diferentes.

Tiempo después llegaron al parque Costa Azul. El anfiteatro se hallaba custodiado por policías y agentes municipales. Estos no les permitieron avanzar aduciendo que el parqueadero estaba lleno.

—¿Tiene un pase que les autorice el ingreso? —preguntó el policía a Martín.

Él buscó en los bolsillos de su chaqueta. No halló lo que buscaba, había dejado los tickets en su departamento.

—Olvidé traerlos. Espere, hablaré con alguien de la organización para que confirme nuestra reserva. —Llamó a Iván de inmediato.

El descuido de Martín hizo que Estela se percatara de una cajita que guardaba en el bolsillo de su abrigo. ¿Sería esa la sorpresa de la que le habló? Acaso él iba proponerle... Ay, Dios mío, ¿será lo que estoy pensando? Reflexionó, respirando con agitación.

Iván estaba ocupado con la logística del show. Detuvo lo que estaba haciendo para atender la llamada entrante en su celular.

—¿Qué fue Martín, cómo estás? —Iván escuchó con atención—. No te preocupes, ¿en qué parte están?, de acuerdo, voy para allá.

Ivan arribó al sitio e informó que, efectivamente, los dos autos tenían reservación en el parqueadero del anfiteatro. También dejó indicaciones para que dejaran pasar el auto de Andrés.

—Iván, gracias por dejarnos entrar —dijo Martín al bajarse del auto—. Olvidé los pases en casa.

—Es lo que sucede cuando se está enamorado —rio él mirando a su amigo y a Estela que iban agarrados de la mano.

—A ti también te veo diferente, ¿será el amor? —Estela hizo alusión a Paula.

—Sí, el amor a la vida y la libertad —se carcajeó él.

Las palabras, aunque dichas de tono humorístico, guardaban una gran verdad: Iván no tenía interés en relaciones serias. Matrimonio o hijos no estaba dentro de sus planes. Si Paula buscaba tener algo más que una aventura con él, tendría que desechar la idea.

—Síganme, los llevaré a la zona de butacas. Paula, don Olvido, y su esposa ya están dentro —informó.

—Lo sé, Paula me escribió un mensaje —confirmó Estela—. Me envió fotos del escenario, se ve increíble.

—Espera a verlo de cerca, alucinarás —expresó Iván, orgulloso del trabajo realizado. Los guio a través de un pasillo a la zona de butacas.

A medida que se iban acercando, el bullicio se hizo más audible. Tomaron asiento en sus sillas y saludaron a los amigos.

—Nos vemos más tarde, tengo que vigilar que todo se desarrolle según el plan —se despidió Iván.

—¿Dónde andará Andrés? Falta poco para que inicie el concierto —Leticia alzó la vista al pasillo, tratando de ubicar a su hijo y a las personas que vendrían con él.

—Ahí viene —señaló Armando a un grupo de personas que se abría paso entre la gente.

—Casi que no entramos, hay unas filas enormes afuera del anfiteatro, y el tráfico está mortal. —Andrés se apartó a un lado para que pasaran Esther y su madre.

—Buenas noches a todos —saludó Esther con semblante jovial—. Les presento a mi madre, Elena.

—Buenas noches. No saben la emoción que me da estar aquí. Adoro a Roberto Carlos y a Raphael —expresó contenta.

La mención de los cantantes fue la excusa perfecta para que las mujeres se sumergieran en una tertulia sobre la discografía de los artistas y demás curiosidades.

Estela aprovechó para charlar con sus amigas antes de que empezara el evento. Se acomodó en medio de las dos, nerviosa.

—Ay chicas, creo que Martín me va a hacer una propuesta —les contó lo que vio en el auto.

—¿De matrimonio? ¡Qué maravilla! —musitó Esther bajito—. ¿Nuestros vestidos de dama de honor pueden ser celestes? —La ilusión vibró en sus ojos.

—Sí, por favor. El color celeste combina bonito con el blanco de novia —agregó Paula, risueña.

—Se adelantaron demasiado, ¿no? No me quiero casar —contradijo Estela—. Estoy preocupada, chicas... Es muy pronto, apenas llevamos un mes.

—Entiendo tu temor. No quieres ir a las prisas después de lo que has vivido. —Esther le apretó el hombro, comprensiva—. Cuando el momento llegue sabrás qué hacer.

—Tranquila, amiga. Si Martín piensa proponerte matrimonio, él entenderá que aún no estás lista —hizo una pausa y añadió con voz pícara—: Pero dile que en un par de meses te lo pregunte de nuevo.

—Qué haría yo sin consejos. —Estela rio bajito—. Hablamos luego. —Volvió a sentarse junto a su chico.

—Dios las cría y ellas se juntan. —Martín observó con humor a las mujeres mayores, hablaban con devoción de sus ídolos.

—Me encanta que mi mamá tenga más amigas con quien charlar de sus cantantes favoritos —manifestó Estela sonriente.

Los minutos de espera terminaron y empezó el show.

—¡Damas y caballeros, Raphael! —anunció el presentador.

El artista apareció en el escenario vistiendo un elegante traje oscuro y una chaqueta negra de brillos plateados que lo hacían lucir magnífico. Luces escénicas rojas, blancas y doradas, proyectaban imágenes del cantante en distintas presentaciones musicales. La sinfónica nacional que lo acompañaba empezó a interpretar "Yo soy aquel", canción con la que abrió su presentación. Le siguieron "Como yo te amo, Estar enamorado" y más canciones de su repertorio.

—Este hombre hace que se me estremezca la piel, canta increíble. —declaró Mariela, fascinada.

Los asistentes estaban extasiados cantando sus canciones, toda la atención puesta en él.

Era la ocasión ideal que Martín estaba esperando para hablar con Estela. Escogió el concierto por la atmósfera que aportaría para lo que tenía en mente.

—Estela, ¿me acompañas afuera del ágora? Tengo algo importante que decirte.

—¿Qué pasa...? —Ella no necesitó saber la respuesta, la mirada de Martín decía mucho. Por un momento pensó negarse, pero su deseo de escucharlo fue más fuerte—. Sí, vamos.

Los jóvenes salieron al exterior y tomaron el camino hacia la colina mirador, desde ahí tenían una vista amplia al océano. Debido al recital toda esa área estaba cerrada al público, por lo que la iluminación cálida extrañó a Estela. Una red de foquitos cubrían los árboles y la terraza, y el mar, como telón de fondo, era el ambiente perfecto para una velada romántica. El corazón de ella se aceleró.

—Iván me ayudó con las luces —dijo él leyendo sus pensamientos—. ¿Te gusta?

—Es precioso —expresó con fascinación—. ¿Algún motivo especial? —Hizo como si no supiera nada.

—Lo hay, e imagino que tú sospechas algo. —Le tomó de las manos—. Desde que te conocí, mi vida no volvió a ser la misma. Al despertar eres mi primer pensamiento y al dormir eres mi último deseo. No es solo amor lo que siento por ti, es mucho más, es una tranquilidad y una felicidad que jamás hubiera imaginado. —Inclinó una rodilla en el piso y metió la mano al bolsillo de su abrigo.

Estela contuvo el aire al ver a Martín en esa postura. Pensó en huir ante lo que se avecinaba, pero los pies los tenía adheridos al suelo como las raíces de los árboles que los rodeaban.

—Estela, ¿quieres ser mi novia? —Abrió la cajita. En el interior había un hermoso anillo de plata con dos esmeraldas—. Verde, como el color de tus ojos. —Le sonrió con adoración.

—Es una declaración demasiado bella. —La joven derramó lágrimas por la solemnidad del momento—. Aunque por un instante pensé que me pedirías matrimonio.

—Me dijiste que casarte ya no era una prioridad para ti. —Le preocupó haber cometido un error—, pero no dijiste nada de ser novios. ¿Quieres ser mi novia? —volvió a preguntar, esperanzado.

Estela lo asió de la mano y lo levantó del piso. Quedaron frente a frente. Martín, con la palma extendida, aguardaba la respuesta. Ella se mantuvo en silencio buscando las palabras adecuadas.

—Tu declaración ha sido lo más tierno y romántico que me han dicho. —Le acarició el rostro con afecto—. Es cierto, casarme no es una prioridad ahora, a pesar de que hace unos meses atrás era lo que más deseaba... —calló unos segundos—. Tampoco estoy lista para un noviazgo. Nos ha ido bien sin ponerle etiqueta a lo nuestro, temo que al hacerlo las cosas cambiarán. —El miedo se percibió en la voz—. Pero si es importante para ti darle un nombre a lo que tenemos, ¿al menos podrías darme unos días para pensarlo?

Martín no pudo evitar sentirse mal por su rechazo, mas la entendía. Estela se sentía feliz así como estaban, y a decir verdad, él también.

—Te pedí que fueras mi novia porque quería darle un status oficial al romance que mantenemos, pero tienes razón, somos felices así, sin etiquetas. —Le acarició la mejilla con el pulgar—. No te sientas obligada a darme una respuesta. Olvida lo que te propuse esta noche. Eres el amor de mi vida y eso para mí lo es todo.

—¿Es posible quererte más? —Los ojos femeninos irradiaron una gran dicha.

Juntaron sus labios en un beso apasionado, demostrándose en ese gesto lo mucho que se adoraban.

—Volvamos al concierto antes de que se den cuenta de nuestra ausencia —musitó Martín con una risita.

—Me gustaría quedarme unos minutos más —pidió ella—. Este lugar está decorado de una forma tan linda, y esas vistas al mar...

—De acuerdo. —Sonrió galante.

Caminaron juntos al balcón. Él pasó el brazo por la cintura femenina, ella respondió con un respingo al sentir el tacto de sus manos contra su piel. Las caricias les calentaron la sangre como brasas ardientes. La pasión fue en crescendo, pero en medio de la calentura consiguieron controlar los impulsos. Ya habría tiempo para que sus cuerpos se encontraran bajo las mismas sábanas. Tenían la vida entera por delante para amarse.



Luces azules, blancas y violetas iluminaron el enorme escenario, la lámpara gigante del techo centelleó en varias direcciones, produciendo un complejo efecto visual. El siguiente en subir al escenario fue Roberto Carlos, cuya salida fue precedida por los acordes de varias canciones como: "Un millón de amigos" y "Desahogo", interpretadas por la orquesta y los coristas del artista.

—Señores y señoras, com vocês, Roberto Carlos —anunció el presentador en acento portugués.

El cantante brasileño salió del lado izquierdo de la tarima, luciendo un impoluto traje blanco. Se detuvo en el centro e hizo una venia al público y a los músicos, luego se posicionó frente al micrófono. La primera canción que interpretó fue "Emociones".

—Definitivamente en un concierto en vivo se percibe con más intensidad sus bellas canciones —dijo Leticia conmovida, viendo a su ídolo cantar.

—Es un concierto maravilloso, entre Raphael y Roberto nos dejarán sin estabilidad emocional —admitió Mariela.

La canción terminó y Roberto hizo una breve pausa para dirigirse al público.

—Buenas noches. —El auditorio aplaudió cuando él los saludó—. Qué placer, qué gusto de verlos después de tantos años. Gracias por haber venido, gracias por toda esta emoción que estoy sintiendo, mi aplauso para ustedes. —Cruzó las manos en el pecho, agradecido—. Alguien me dijo que cierta dama está cumpliendo años el día de hoy. —Miró al lugar donde estaban los Rojas—. Leticia, muchas, muchas, felicidades. —Lanzó un beso en su dirección—. Hay amores que no se pueden olvidar y cada tanto me pregunto "Qué será de ti..."

La audiencia clamó eufórica por el título de la canción. Le siguieron éxitos como: "Cama y Mesa, Detalles, Cóncavo y Convexo", entre otros.

—Oh, por Dios, Roberto Carlos me saludó. —Leticia sintió que se iba a desmayar.

Grecia, Mariela y Elena, le prestaron asistencia, sonriendo divertidas.

—Ajá no, pillina, levantando pasiones —se burló Concha.

El saludo del artista dejó a Humberto con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza, observó a su esposa y sonrió a pesar de todo.

—Tu mamá no olvidará este día —expresó Martín en tono cómico, observando de lejos a doña Leticia.

—Será una fecha inolvidable para todos —Estela señaló a sus familiares y amigos—. Este concierto tendrá un significado especial por diferentes razones. En mi caso porque lo presencié con el amor de mi vida.

—Eso lo hace aún más único. —Martín le besó los nudillos—. Por más recuerdos bonitos juntos.

Estela le susurró algo al oído, luego lo besó en el cuello, haciendo que se estremeciera. Fue una caricia atrevida que Martín amó con todo su ser. Ella sabía muy bien lo que ocasionaba en él al besarlo en esa área.

El concierto prosiguió con una interpretación en conjunto. La audiencia enloqueció por la fusión de las voces.

Martín y Estela no se quedaron hasta el final, tenían recuerdos más interesantes que construir. Se escabulleron sin que nadie lo notara. Una pasión arrebatadora burbujeaba bajo la piel,  y solo existía una forma de apagar ese fuego que los consumía.



¡Falta un capítulo para el final de la historia! ¿Están emocionados como yo? 😍

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