8. Una propuesta inesperada

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Palabra con Z... —Andrés analizaba qué palabra se podía leer de izquierda a derecha o de arriba a abajo—. ¡Zar! Sí, diez puntos más. Llevamos la delantera, Elian —rio, abrazando a su hijo.

—No cantes victoria. —Estela, sacó tres fichas—. A ver, qué palabra saldrá. —Colocó las letras abajo de la palabra construida por su hermano—. Zarina. Gracias por la ayuda, nañito* —soltó una carcajada.

—Jugar Scrabble ya no me parece divertido —dijo Raia ceñuda, al ver que sus tíos aumentaron sus puntajes.

—Ningún juego te gusta cuando vas perdiendo, hermanita —la pulló Eduardo—. Tienes más puntos que yo, no te quejes, mira lo que tengo a diferencia de ti. —Le enseñó sus fichas, sin mostrar atisbo de frustración por la mala racha.

—Raia, cuando finalice esta ronda, podemos empezar otra, ¿te parece? —propuso Estela.

—Gracias, tía, pero no. Termina el juego y me voy a mi cuarto, prefiero ver una película o cualquier otra cosa —respondió la joven—. Espero que ganes la partida. —Alzó los pulgares deseándole suerte.

—Apoyas a la persona equivocada, sobrina —argumentó Andrés.

—Yo le voy a mi tío —respaldó Eduardo, luego añadió—: Lo siento tía, pero así estamos a la par.

—Continuemos, a ver quién logra un mayor puntaje. —Andrés confiaba en ganar la partida.

En ese instante, Elian dejó los brazos de Andrés. Se acostó en el sofá, cerca de Lucas, que dormía en el puesto de en medio, con la cabeza metida entre las alas. Minutos después, el pequeño se quedó dormido junto al ave.

Andrés miró la escena, enternecido. Pidió una pausa en el juego y llevó al niño a dormir a las habitaciones del segundo piso. Bajó con un semblante alegre.

—Se nota que estás contento de tener a tu hijo —sonrió Leticia—. Y pensar que por los caprichos de Mónica casi no lo tenemos con nosotros.

—De todas formas encontró como restarme días con él. —La cara del joven padre reflejó desazón—. Pero bueno, tres días es mejor que nada.

—¿Será cierto que a Elian le cambiaron la cita con la psicóloga? —Concha elevó la ceja, dudosa.

—Es lo que dice ella, pero a saber si es verdad. —Estela desconfiaba de su ex cuñada. La mujer era una experta en el arte de engañar—. Es una mentirosa, no hay que creer nada de lo que diga. Mónica necesita que la pongan en su sitio. No me mires así —regañó a Andrés por la expresión censuradora que le dedicó—. Está llegando al límite y lo sabes.

—Tío, así como te ayudamos a quemar sus fotos, tú solo da la orden y Eduardo y yo quemaremos a tu ex en las redes —intervino Raia, sonriendo con malicia—. No lo verá venir.

—¿Quemar? Mónica es una bruja, pero no es para tanto —dijo Leticia, escandalizada.

Los jóvenes rieron y procedieron a explicarle a su abuela lo que consistía "quemar a la gente en redes".

—Aaaah, con que eso es quemar, pues no es mala idea. —La abuela aprobó el plan de sus nietos.

—Nadie va a hacer nada —determinó Andrés. La expresión severa indicó que no habría lugar a réplica—. Mónica es la madre de mi hijo, y cualquier cosa que le pase a ella puede perjudicar a Elian de un modo u otro. Las discusiones que teníamos cuando estábamos casados lo afectaron. Él está mejor ahora, no quiero que sufra un retroceso.

Las mujeres asintieron. Andrés tenía razón. Aunque las ganas de darle una lección a Mónica fueran grandes, el niño estaba de por medio y podría sufrir las consecuencias de la inestabilidad de su madre.

Optaron por dejar ese tema de lado y reanudaron el juego. La victoria fue para Andrés, lo que no fue de extrañarse, era muy bueno en juegos de mesa.

Raia y Eduardo se retiraron a sus respectivas habitaciones, no estaban de ánimos para una segunda ronda de Scrabble.

Finalizada la partida, Andrés tomó asiento en el sofá, a lado de Humberto y Armando. Suegro y yerno veían el clásico del fútbol nacional en pantalla grande, abducidos por el juego. Dos equipos populares de la costa se enfrentaban en un famoso estadio de Guayaquil. Los hombres, cuando veían fútbol, no se enteraban de nada.

En tanto las mujeres se reunieron en el comedor a charlar de diversas cosas. Uno de los temas fue el grupo de ciclistas que madre e hija conocieron ese día.

—¡Ah, por qué no estuve ahí! —expresó Concha, decepcionada de haberse perdido un chisme en primera fila.

—Tranquila, tengo el teléfono del veterinario —reveló Leticia con un guiño cómplice—. Lo llamaré uno de estos días para agendar una visita. Espero que los patos lo acepten, son recelosos con gente que no conocen.

—Estelita... —Concha sujetó la mano de su hermana—. Si los patos lo reciben bien, tómalo como una señal. Espero que lo acepten, como hicieron con Armando.

—Amanecerá y veremos dijo el ciego —murmuró la aludida.

—No seas tan negativa, niña —reprendió Leticia—. Si miras el sol no verás las sombras.

—Ya que estamos con refranes... El que es más feo que el hambre, pero es hijo de Dios, ¿a qué hora llegará? —Concha apuntó al reloj de la sala—. Falta poco para las ocho de la noche.

—¿Será que Fluver te dejó plantada? —añadió Leticia.

—Lo que son las cosas, ¿no? Antes les fastidiaba las visitas de Fluver y ahora están a la expectativa de su llegada. —Estela meneó la cabeza por la paradójica situación—. Debe estar en camino. Le dije que viniera a verme antes de irse a Manta.

—Me alegra la decisión que tomaste. —Leticia le sonrió con afecto—. Y cuando te sientas nostálgica por el feo ese, nos vamos de karaoke y verás como se te quita.

Cuando Estela les comunicó a sus familiares la resolución a la que había llegado respecto a su noviazgo con Fluver, todos, sin excepción, saltaron de alegría. Respuesta que no agradó del todo a la joven, pero no pensaba retractarse.

—Al fin nos quitaremos a Floripondio de encima —dijo Andrés sin apartar la vista del televisor.

—Ah, pero estás atento al chisme —replicó Estela—. Te recuerdo que en ningún momento dije que terminaría mi relación con él. Solo es una pausa.

—Los distanciamientos crean abismos infranqueables. —Las palabras de Andrés tenían un mensaje muy explícito—. Al menos por un tiempo no tendremos que aguantar sus actitudes y exigencias absurdas.

—Tampoco así —objetó ella—. Fluver tiene una personalidad especial, él es... como decirlo.

—¿Insoportable, egocéntrico, caído de la maceta?

Estela entrecerró los ojos ante los adjetivos que Andrés citó.

—No hagas muecas. Lo que dije es verdad —ratificó él—. ¿Olvidas la vergüenza que nos hace pasar cuando sale con nosotros y se presenta con alguien? —Se irguió del sofá, extendió la mano, moduló la voz y dijo—: Buenos días, Fluver Aguilar, ejecutivo comercial de MaxiFer. —La parodia le salió casi perfecta—. Yo no ando por ahí diciendo: Buenos días, Andrés Rojas, Ingeniero informático.

—Adhiero a lo que dijo mi hermano. —Concha rió por la imitación de Andrés—. Qué manía de presumir el puesto que tiene en esa empresa. La gente pensará que somos igual que él.

—Hay una explicación para eso —manifestó Estela—. Es una costumbre de él, así se presenta con sus clientes. Cuando está fuera del trabajo lo hace sin darse cuenta.

—Cada vez que aparece una gotera en tu relación corres a taparla como sea. —Andrés la observó con pesar—. Deja de justificarlo. Independiente de que Floripondio nos caiga bien o no, salta a la vista el tipo de persona que es. El tiempo que estarás separada de él, úsalo para reflexionar.

Las palabras de su hermano las sintió como dagas en el pecho. En el fondo sabía que tenía razón, pero no estaba lista para dejar ir a Fluver.

—Lo haré. Tanta cantaleta me has dado que al final te hice caso —respondió—. Pero reitero, esta separación no significa que mi noviazgo con Fluver haya finalizado. No te hagas ilusiones si el resultado no es lo que esperas.

—¡Ruego para que sí lo sea! —Juntó las manos en gesto oratorio—. Saldremos de Florindo, y es una posibilidad que también debes considerar, Estela.

—Ya no digas más, después Estela se nos echa para atrás —advirtió Concha.

La tertulia familiar culminó con el sonido del timbre.

Lucas abrió los ojos al instante, bajó de un salto y empezó a agitar las alas y a graznar con fuerza.

—Lucas solo se pone así cuando está cerca el impresentable de tu novio —dijo Andrés—. Debe ser él. Tranquilas, no se levanten, ya abro yo.

Andrés fue tras Lucas. Él tenía claro quién era la visita, y conociendo el rechazo que sentía hacia Floripondio, muy probablemente lo picotearía apenas lo viera. Rio malicioso al imaginar la escena, pero prefirió no dejar al pato actuar a sus anchas. Antes de abrir la puerta, agarró a Lucas entre los brazos.

—Floripondio, qué disgusto verte —saludó sarcástico. El ave trató de liberarse—. Lucas, mira quién llegó.

—¡Cuack! ¡Cuack! —lo insultó en su idioma.

—Lucas tampoco está contento de verte, Floripondio.

Fluver tragó saliva al tener al ave cerca de sus narices. Ocultó como pudo el frío que recorrió su espina dorsal.

—Floripondio, me llamo Flo... Fluver, me llamo Fluver —corrigió. La costumbre de que Andrés lo llamara así causó que el subconsciente lo traicionara—. Vine a ver a Estela, ¿está o no?

—Ya la llamo. —Fluver intentó ingresar, pero Andrés se lo impidió—. Mi hermana quiere hablar contigo en el jardín. No le hagas caso si te dice que entres, ella cambia de opinión cuando está molesta. Y está muy molesta contigo. Además, con Lucas dentro, será imposible evitar que te picoteé.

Andrés regresó a la sala con una sonrisa de oreja a oreja.

—Estela, afuera está Floripondio.

—¿Por qué no le dijiste que entrara?

—Él no quiso pasar. —Encogió los hombros—. Lucas lo intimida, ya sabes como es de miedoso. Y mejor que no entre, luego nos deja la casa apestando a cigarrillo.

Estela resopló y caminó a la entrada.

Apenas la joven desapareció de la vista, Leticia y Concha se apostaron en la ventana de la sala, atentas a la conversación.

—Desde aquí no podemos oír nada —se quejó Leticia.

—Solo nos queda interpretar sus gestos —agregó Concha.

—No coman ansias —intervino Andrés—. Sabemos de lo que van a hablar. Solo resta esperar que Estela le dé la patada a Florindo y asunto arreglado. —Acarició la cabeza del pato, esbozó una mueca malvada emulando a un villano de ficción.



Estela abrió la puerta y un olor a tabaco se coló en su nariz. Agitó la mano para disipar el humo. Fluver estaba apoyado en una palmera, fumando.

—Hola, Fluver.

—Hola, mi vida. —Fluver arrojó la colilla y la pisó con la punta del pie. Quiso darle un beso a Estela, pero esta desvió la cara—. ¿Sigues enojada?

—Pensé que no llegarías.

—Hubo unos problemas con mis papás. ¿De qué querías hablar conmigo? ¿Nuevos planes de matrimonio? Te dije que el préstamo aún no me lo aprueban, por lo que te tocará correr con los gastos tú solita.

—Como lo he hecho hasta ahora —elevó la ceja, molesta—. Pero no se trata de la boda, sino de otro tema. Te cité para pedirte que nos diéramos un tiempo. Necesito reflexionar. Quiero asegurarme de estar haciendo lo correcto.

—¿Quieres que le pongamos un alto a nuestro noviazgo? —Fluver abrió los ojos de forma exagerada—. ¿Tiempo para reflexionar? ¿Reflexionar qué? Yo lo tengo todo claro, pensé que tú también.

—Así era, pero han pasado tantas cosas, para empezar hemos tenido cuatro nupcias fallidas. No habrá un quinto intento, como ya te dije. El otro motivo eres tú. —Lo apuntó con el dedo.

—¿Yo? ¿De qué tengo la culpa? No he hecho nada.

—Precisamente ese es el motivo: que no haces nada. Me cansé de tu desinterés, de que no te importe un mínimo mis sentimientos.

—Si lo dices porque luego de la última boda me fui a trabajar en lugar de quedarme contigo, ya te expliqué las razones —contestó con voz áspera—. Tú sabes cómo son de exigentes en la empresa, ambos trabajamos para la misma.

—¡No se trata solamente de eso, es todo lo que ha sucedido en estos dos años! —exclamó perdiendo la paciencia—. Los tres primeros meses fuiste una persona cariñosa, luego te convertiste en lo que hoy tengo enfrente, y no me refiero al peso que aumentaste en este tiempo.

—¿Y qué querías? ¿Que viviéramos en un eterno felices por siempre como en los cuentos de hadas? —replicó Fluver con los brazos en jarras—. Esta es la vida real, Estela. Las relaciones de pareja tienen altas y bajas, el amor no lo salva todo.

—Estoy consciente de lo que has mencionado —siseó Estela—. La felicidad no es constante, hay problemas que surgen en el camino, lo sé. Pero si cada quien rema en una dirección distinta, las cosas solo empeorarán. Las relaciones unilaterales no tienen futuro, llega un punto en que el amor también se agota.

—¿Y de cuánto tiempo estamos hablando? —preguntó él, al quedarse sin bases para rebatir.

—No sé, un mes, dos meses, el que sea necesario.

—¡¿Meses?! Pensé que serían solo unos días.

—Pensaste mal. Se necesita un tiempo largo para poner en orden los sentimientos. Unos cuantos días no es suficiente.

Fluver guardó silencio. Dio la vuelta y empezó a caminar de extremo a extremo. Sacó la cajetilla de su pantalón y encendió otro cigarrillo, le urgía fumar. La petición de Estela afectaba sus planes; no podía permitirlo, estaba tan cerca de obtener lo que quería. Entre calada y calada, las ideas se le arremolinaron en la cabeza, sin lograr hilar ninguna que le diera la salida que buscaba.

—¿Quieres parar? Vas a hacer un hueco en el piso —dijo Estela, tosiendo a causa del humo—. Fluver, un tiempo separados será lo mejor. Imagina que nos casemos y luego la convivencia sea insostenible.

Fluver detuvo los pasos. La solución llegó en las últimas palabras de Estela. Apagó la colilla en el piso, se paró frente a ella, listo para ofrecer una contraoferta.

—¿En lugar de darnos un tiempo por qué no intentamos otra cosa? —Debía mostrar que la situación le importaba—. Ya que nuestro matrimonio quedará suspendido indefinidamente, tengo una propuesta que te interesará y nos beneficiará a ambos.

—¿Y cuál es esa propuesta? —arrugó el entrecejo, curiosa.

—Que nos vayamos a vivir juntos.




Naño: hermano/hermana. Forma cariñosa que se usa en la costa.


Aquí la escena que Andrés imaginó en su mente entre Lucas y Floripondio jajaja




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro