Capítulo II

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25 estrellitas + 10 comentarios para la continuación de la historia⭐


🗓6 de marzo de 2025
📌Península Arábiga (Bahréin)

Mis latidos era lentos, pesados, serenos... Una cumbre de armoniosa paz estaba almacenada en mi cuerpo.

El sentir del blando colchón bajo mi piel hizo mucho más complicada la tarea de abrir los ojos y adaptarlos a la luz solar que se filtraba por la ventana que dejaba pasar la calidez de la gran estrella que adoraba el cielo.

Cuando mis orbes se acostumbraron y adaptaron a ella, pude notar un notable peso amueblado en mi cintura, estrechándome y haciéndome sentir el roce de otra piel contra la mía.

De manera delicada y siendo muy cuidadosa con todas y cada una de mis acciones, me dí la vuelta y observé quién era dueño de esa suavidad que hemanaba contra mi persona.

Y, para sorpresa de nadie, ahí estaba él.

Lando mantenía sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, dejando pequeños suspiros salir de su boca mientras que los perfectos rulos que adornaban su cabello se mantenían pegados a la superficie de su frente.

Su musculoso brazo se mantenía en mi cintura, procurando que mi cuerpo siguiese pegado al suyo en todo momento.

Por el sonido de diminutos y tiernos ronquidos que salían de él, era más que evidente que el británico seguía plácidamente sumido en el mundo de los sueños, rendido entre los brazos de Morfeo.

Una pequeña y, casi, inaudible sonrisa se forjó entre mis labios ante esa imagen que, por alguna razón, me resultaba extrañamente divertida y apacible.

Tras una pequeña sacudida de cabeza para aclarar mi mente y mis ideas, ordenando mentalmente todo lo que había pasado anoche después de esa gran fiesta de inicio de temporada, me senté en la cama y, con mucha delicadeza, aparté su tacto, liberándome de su agarre sin que el castaño se inmutase, siquiera.

Recogiendo mi ropa del suelo, la cual estaba más desperdigada de lo que recordaba, observé la desnudez del piloto de la competencia con el que había compartido una noche digna de recuerdo.

Analizando cada dato de su anatomía, tardé, más bien, poco tiempo, en darme cuenta de su indudable atractivo.

Una pequeña risilla tonta se escapó de mis labios y, una vez recaudadas todas las prendas de ropa que llevaba puestas la noche anterior, me encaminé al baño que había en la habitación en la que nos encontrábamos.

Intentando ser cauta y rápida, me vestí con agilidad, procurando no hacer ruido para, así, cumplir con mi plan, al cuál yo denomino como "ISDE", más comúnmente conocido como "Irse Sin Dar Explicaciones".

Cuando por fin había terminado de acacilarme y arreglarme un mínimo para poder salir de esa habitación sin levantar muchas sospechas, la voz de una persona totalmente reconocible hizo eco contra mis oídos en cuanto puse un pié fuera del baño.

-¿Pensabas irte sin decir, siquiera, "buenos días"? - preguntó el británico, mirándome de brazos cruzados, apoyado en la pared que estaba frente a mí en esos precisos instantes.

La saliva se hizo bola en mi boca, obligándome a tragar duro.

Al mismo tiempo, mis ojos viajaron de su cabeza a sus piés, rápidamente percatándome de que, en ese momento, ya no tenía su piel completamente expuesta sino que, esta vez, a diferencia de hacían no más de diez minutos, llevaba sus pantalones puestos, únicamente revelando su abdomen, el cual estaba perfectamente definido y con líneas trazadas con tanta exactitud que permitían observar todos y cada uno de sus músculos.

-¿Vas a responderme o mejor voy trayendo una fregona para limpiar tus babas? - preguntó, hablando de nuevo, con una sonrisa burlona adornando su rostro.

-Oh, cállate, solo estaba mirando - rodé los ojos y, por fin, reaccioné ante la situación, moviéndome hacia una de las mesillas que había a ambos lados de la cama, recogiendo mi teléfono móvil y la pequeña cartera que había junto a éste.

-Correción, estabas mirándome a mí, no a cualquier otra cosa - inquirió sin quitar esa dichosa sonrisa conformada en su dentadura, siguiendo todos mis movimientos con su mirada.

-No seas tan egocéntrico - dije con un tono de falsa indiferencia, dirigiéndome hacia la puerta de salida de la habitación.

Con un hábil y rápido movimiento, el británico se posicionó delante de mí, impidiéndome abandonar aquel lugar que aún olía a lujuria y pasión.

-Apártate, Lando - añadí, fulminándolo con la mirada.

-Aún no te he escuchado decir "buenos días", princesa Peach - pronunciando ese curioso mote, el joven piloto de McLaren se cruzó de brazos de nuevo, mirándome fija y peligrosamente cerca de mí.

-Bueno vá a ser el golpe que te voy a dar como no te apartes de mi camino ahora mismo, Mario Bros - respondí, siguiendo con el juego de usar esa clase de apodos para denominarnos el uno al otro.

-Soy más de Luigi - dijo con una sonrisa que reflejaba la diversión que él mismo estaba sintiendo en ese preciso instante.

-Y yo prefiero a Daisy, ahora apártate - con una fingida y forzada expresión de felicidad, mantuve el contacto visual, y, como consecuencia de esto, percatándome del brillo azul que tenían sus ojos, haciéndolos mucho más bonitos, dignos de admiración.

Una suave carcajada se escapó de entre sus labios mientras daba un paso más hacia mí, dejando su rostro a escasos centímetros del mío.

-No creas que porque hayas intentando escabullirte sin decir nada olvidaré lo que pasó anoche, princesita - acercando sus labios a mi oído, susurró aquellas palabras con una fluidez, seguridad y confianza abrumadoras, que logró erizar toda la superficie de mi piel con ese mero movimiento.

Haciendo lo que mejor se me daba, es decir, fingir, relamí mis labios y sonreí orgullosamente, esta vez siendo yo quien se acercaba a su oído y susurraba contra él.

-Que pena que yo no recuerde nada. ¿Quién sabe? Quizás no hayas sido tan bueno como para que lo recuerde, ¿no crees? - solté aquellas palabras con la misma franqueza y valimiento puesta en mí misma que él había empleado apenas unos segundos atrás.

-Bueno, entonces quizás deba hacerlo otra vez para que se te quede bien grabado este momento en tu cabeza y que jamás se te olvide - conforme las palabras salían de su boca, sus labios se acercaban cada vez más a los míos, llegando, incluso, a rozarse.

-Buen intento, pero lo más cerca que vas a estar de tenerme como ayer vá a ser tu mano y mi imagen mental en tu diminuto cerebro - dando por terminada esa conversación o, más bien, esa batalla de ego, le dí un pequeño golpe, empujándolo hacia un lateral, dejando el espacio libre para abrir la puerta e irme.

-Que seas la nueva directora de uno de mis equipos rivales no impedirá que intente volver a tenerte. Si lo hice una vez, puedo hacerlo dos - mientras yo caminaba, él me miraba y decía estas palabras desde el marco de la puerta, donde reposaba su cabeza mientras sus orbes azules seguían mis pasos.

-No tropiezo con la misma piedra dos veces, Mario Bros - dije de manera burlona, luciendo una sonrisa plagada de ego que él no podía observar ya que estaba dada de espaldas.

-¡Eso ya lo veremos, princesa Peach! - exclamó, alzando la voz para que lo escuchase antes de que mi figura se perdiese dentro del ascensor del hotel.

-Max, deja de ser un grano en el culo - rodé los ojos, sentada en el asiento de mi despacho, mirando al piloto neerlandés, el cual estaba quejándose de antemano por la decisión que el equipo había tomado en cuanto a su posición en la scuderia.

-¡No! ¡Soy mucho mejor que Charles! ¡No podéis ponerme de segundón cuando está claro que soy el único que pone algo de empeño en que esta scuderia consiga, aunque solo sean, un par de míseros puntos con esta chatarra de coche que tenemos! - furioso, el principal afectado del dictamen que se había esclarecido hacían un par de horas, golpeó la mesa de mi despacho con sus puños, haciendo rebotar todas las cosas que había encima de ésta.

Tomé una gran bocanada de aire y me levanté de mi sitio, dirigiéndome a él y apoyando mi mano en su hombro.

-Sé que no es justo, Max, soy plenamente consciente de que ambos deberíais ser tratados por igual, sin diferencias, pero debes entender que acabo de llegar a mi puesto como directora ejecutiva de Ferrari; aún tengo que ganarme el respeto de toda la gente que trabaja aquí y, por desgracia, gran cantidad de ellos siguen de parte del idiota de Vasseur, lo que implica que, de momento, sigue teniendo más peso su palabra que la mía. Siento que tengas que atravesar por esto, ¿vale? Intentaré hacer todo lo que esté de mi mano para que Charles y tu volváis a tener el mismo coche y las mismas mejoras por igual - mi tono de voz, esta vez, era suave y comprensivo, entendiendo la frustración de aquel que había sido tres veces campeón del mundo, antaño.

-No lo entiendo. Eres Venecia Ferrari, eres la bisnieta del hombre que creó todo esto. ¿Por qué alguien tan sucio y rastrero como Vasseur tendría más poder que tú a la hora de toma de decisión? - el ojiazul me miró con el ceño fruncido, buscando una respuesta que era más sencilla de lo que parecía.

-Porque el mundo del motor sigue dominado por hombres, Max. Dá igual que mi apellido sea de prestigio si me veo obligada a demostrar que soy "digna" de llevarlo. Vasseur, por el mero hecho de ser hombre, ha contado con mucho más apoyo del que yo he tenido jamás. Simplemente, sentó su trasero aquí y comenzó a mandar sin que nadie le recriminase nada. Yo sé lo que valgo, soy consciente de que soy digna que llevar mi apellido y representar a mi familia y créeme cuando te digo que lucharé y daré lo que haga falta para que la gente vea que las mujeres somos igual de capacitadas o, incluso, en algunos casos, más, que los hombres, pero para ello necesito que confíes en mí y me dés tiempo para que el resto también lo haga y no me vea como una niña mimada y rica de cuna que ha llegado hasta aquí por su mero apellido - con seriedad y honestidad, dije la verdad en la que mi realidad se encontraba inundada; ser la dueña de un puesto del cual la gente no me consideraba lo suficientemente "cualificada" solo por mi género.

El neerlandés relajó sus músculos y su postura, encontrando coherencia y cohesión en mis palabras, aceptándolas y dándome un voto de confianza.

-Creo que en tí Venecia, pero, por favor, no dejes que la gente deje de creer en mí - pidió el piloto, mirándome con una expresión compasiva.

Limitándome a asentir, me prometí a mí misma y a él, hacer todo lo posible para cambiar las tornas del juego y no dejar que todo eso terminase ni conmigo, ni con él.

A pesar de todo, Max no era tan malo como quería hacer parecer. En realidad, era un buen chico y solo tenías que conocerlo para darte cuenta de que solo era una víctima más de la sociedad prejuiciosa en la que vivimos.

Tras conseguir calmar las aguas con el neerlandés, salí de mi despacho tratando de buscar algo de aire fuera de la Scuderia que estaba plagada de murmullos y otro tanto de críticas que llovían continuamente sobre mí.

Me dirigí a una pequeña zona apartada del paddock, un lugar solitario, donde podías observar las pistas del circuito bañadas por el color anaranjado que ocupaba el cielo durante el atardecer.

Me senté en el suelo, abracé mis rodillas y observé los pequeños detalles y la belleza de ese fenómeno natural que se producía todos los días de manera sistemática, encontrando gallardía en una actividad tan simple y cotidiana como observar el atardecer.

-Me gustabas más cuando sonreías esta mañana, princesa Peach - pocos minutos tuvieron que pasar desde que mis piernas tocaron el frío suelo hasta que esa voz retumbó contra mis oídos.

-Es mejor no sonreír antes que fingir una sonrisa que nadie se creería - mostrando una actitud bastante pesimista, le respondí sin siquiera dignarme a mirarlo.

Una pequeña carcajada se escapó de entre sus labios. El británico se sentó a mi lado justo cuando una ligera brisa de aire impactaba contra mi piel, proporcionándome un escalofrío que no pasó desapercibido ante sus ojos.

-Ten - dijo quitándose su chaqueta color papaya, con el logo de McLaren resaltando en varias partes de la tela.

-No llevo ropa de la competencia - rehusando usar aquella clase de ropa, negué con la cabeza.

-Y yo no estoy dispuesto a que enfermes y que tengas una excusa para no venir a trabajar así que... - en un gesto cariñoso, pasó su chaqueta por mis hombros, lo que inmediatamente llamó mi atención y logró que mi mirada se posase en él y su sonrisa.

-Gracias... - murmuré bajito.

-No te preocupes...

"Si soy Mario Bros mi deber
siempre será estar ahí para
Peach cuando me necesite"


¡Helloooo, hello! ¿Echabais de menos esta historia? Sí, lo sé, yo también😮‍💨.

Es buen momento para decir que, como es evidente, he hecho un nuevo separador que espero que os guste.

Anyway, ¿creéis que Venecia será capaz de demostrar su valía en la scuderia? ¿Qué hará Vasseur para evitar esto? ¿Cómo afectará la noche que Venecia y Lando compartieron juntos a sus respectivas carreras?

Si os ha gustado el capítulo ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre ayudan mucho.

Atte: Alma<3

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