21. VEINTIUNO

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Una hora y media después, la música sonaba atronadora por cada espacio de la gran Casa del Lago, y en el interior de esta, Malia Tate se movía dando saltos por todo el salón. En algún momento había dejado caer la petaca de vodka al suelo, ya completamente vacía. Mientras el mundo a su alrededor parecía pintarse de colores y girar al igual que lo hacía ella.

Allison desde el suelo, un tanto o menos ebria que ella, se había arrastrado junto al sofá contagiada por su inexplicable alegría. No recordaba la última vez que había bebido tanto en su adolescencia.

—Eso de no emborracharse por ser hombre lobo es un montón de mierda —gritó la ex mujer coyote, moviendo su cabeza al ritmo de la música— ¡Esta es la mejor sensación del mundo!

La pelinegra rió, contagiada por su energía:

—No pensarás así mañana en la mañana. Pero al menos disfrutarás de la noche —sus sentidos se activaron cuando escuchó que comenzaba una nueva canción— ¡Ujú! ¡Te amo, Selena Gómez!

Allison alzó sus manos al cielo, justo en el momento que Lydia llegaba de la cocina con una nueva botella en la mano y tres pequeñas copas de cristal que había encontrado en una caja que guardaba su madre bajo la alacena.

—No se emocionen tanto, señoritas. La diversión apenas está comenzando.

Malia gateó con los ojos muy abiertos hasta ella, y las pupilas le brillaron como las de un perrito cuando están a punto de lanzarle una pelota.

—¿Qué tienes planeado?

—Todo a su tiempo, pequeña humana por accidente —contestó Lydia, acariciándole la cabeza con mimo— Ahora vamos a jugar.

—¿Qué clase de juego? —preguntó Allison con curiosidad.

La rubia fresa puso la botella sobre la mesita ratona del centro del salón, y fue repartiendo las copas a cada una de forma que ninguna de ellas se quedaría sin beber durante la partida.

—Jugaremos el tradicional juego de “Yo nunca”. Hoy vamos a sacar ese lado adolescente frustrado que tenemos dentro y soltaremos toda la mierda que no nos hemos atrevido a decir estando sobrias.

—Pero yo nunca he jugado eso —protestó la apellidada Tate haciendo un puchero.

—Tranqui, Mal. Solo tienes que guiarte por nosotras. Cada quien dice una afirmación sobre algo que supuestamente no ha hecho y las otras que sí lo hicieron deben beber —explicó

—Esta noche acabaremos vomitando sobre la preciada alfombra de la señora Martin —suspiró la cazadora, recostándose pasivamente contra el sofá.

Por un momento, cualquiera de las tres se habría preguntado por qué se estaban comportando como adolescentes de quince años. Pero llegados a tal punto, se darían cuenta que de alguna manera tenían que liberar esa tensión y ese miedo constante que las venía perturbando a ellas y a la manada desde hacía días. O por lo menos esa fue la idea desde el inicio. Una noche para beber en buena compañía, jugar y hacer el tonto juntas. Fingiendo que a la mañana siguiente no tenían un problema sobrenatural con el que lidiar.

Lydia echó su cabellera hacia atrás y levantó una mano como para tener la primera palabra.

—Empiezo yo —dijo— Yo nunca he guardado secretos entre nosotras.

Por un largo momento, se hizo el silencio.

La mujer coyote se quedó pensativa durante unos segundos, y luego se volteó hacia ella:

—¿Se supone que debo beber yo?

—Así es, rata mentirosa.

—Vale —asintió, tragándose el vodka de un solo golpe y haciendo una mueca horrenda debido al ardor que le recorrió la garganta— Ahora me toca a mí, para que veáis ¡Yo nunca he dormido con el ex de mi mejor amiga!

Con una mirada de “¿Es en serio?”, Lydia suspiró y acercó la bebida a sus labios para beber hasta sentir que sus neuronas explotaban dentro de su cabeza. Ya se iba imaginando que la castaña le cobraría eso de alguna forma, pero lo que más gracia le causó fue que esta no pensaba incluirse en la partida.

—A propósito ¿Y tú por qué no bebes? —se quejó.

—Pensaba que tenía que ser algo que no había hecho.

—Alá ¿Y acaso tengo que recordarte quien se estuvo acostando con el ex de Kira hace unos años?

—Ah... cierto. Culpable —rió con una voz cantarina, bebiendo a pesar de que todo a su alrededor comenzaba a verse como en un dibujo animado.

Llegando el turno de Allison, esta se tomó varios minutos para pensar bien qué decir.

—Yo nunca he estado desnuda en el bosque.

Lydia y Malia se miraron mutuamente, y sonrieron. Chocando sus copas con orgullo.

—¡Salud!

—Yo nunca he tenido un padre que quiera matar a mi novio —habló Lydia, levantando ambas cejas a modo de burla.

Se escuchó un suspiro de fondo.

Primero fue Allison, y luego Malia. Al parecer, Scott tenía muy mala suerte cuando de suegros se trataba. Lo mismo si se referían a Argent, Peter Hale, o finalmente con Henry Tate y la colección de rifles antinovios que guardaba detrás de la puerta de entrada.

—A mí nunca me han abierto un agujero en la cabeza —Malia se encogió de hombros, ganándose una mirada fulminante por parte de la banshee.

La muy p... pingüina lo había hecho a propósito.

—¿Y eso cuando fue? —Allison miró con horror a la banshee cuando la vio beber.

—Larga historia —respondió, arrastrándose por la alfombra hasta llegar a la botella.

—Bueno, supongo que lo dejamos para después. O mañana, si es que nos acordamos cualquiera de las tres —la pelinegra sacudió la cabeza para aclararse los sentidos— Yo nunca me he besado con el padre de una amiga.

Con una expresión de vergüenza, Lydia bebió, intentando evitar el contacto visual con la mujer coyote.

—Como haya sido el mío juro que vomito —dijo Allison, ganándose un gesto sin importancia por su parte.

—Olvidemos que alguna vez bebí en esta ronda. Me toca —se aclaró la voz— ¡Oh! Ahora sí que tengo una buenísima ¡¡Yo nunca me he besado con Scott McCall!!

Sin parar de reír, Lydia esperó a que sus dos amigas terminaran de tomar su vodka para beber ella también. A ese paso no recordaría ni siquiera su nombre a la mañana siguiente... aunque estaba muy segura de que en esos momentos ya no lo hacía.

Allison la observó un tanto confundida.

—Preguntaría cómo fue eso, pero presiento que no me gustará la respuesta.

—Entonces mejor ni te digo. Pero para ser justos, en ese tiempo lo habían dejado —apuntó— Y como dato adicional, debo decir que Scott es muy buen besador.

—Confirmo —Malia levantó la mano antes de beberse otra copa, esta vez sin motivo alguno. No encontraba fallas ni nada que no fuera cierto en las palabras de su mejor amiga.

No obstante, por alguna extraña razón, a Allison le supo muy mal saber esto. No porque estuvieran hablando de Scott, sino porque ninguna de las dos le había contado nada al respecto.

No quería ser la única allí que se había quedado atascada en el pasado, así como tampoco quería aceptar que era la más aburrida de toda esa partida.

En un momento, Malia se aclaró la garganta con dificultad y se enderezó en su lugar, riendo con travesura. Luego se volteó hacia Allison, y su expresión cambió a una desafiante.

—Yo nunca he estado muerta.

No podía creer que se hubiera atrevido a decir algo como eso.

Ya fastidiada y dejándose llevar por su molestia, Allison se vio a sí misma lanzándole el contenido de su copa en la ropa a la castaña.

Con la boca abierta, Malia miró el desastre de alcohol en su blusa y luego a la cazadora, sintiendo que su cara se enrojecía de furia antes de irle encima como si estuviera poseída.

Las dos comenzaron a rodar por el suelo, soltando maldiciones y palabrotas no aptas para menores de quince años.

—Oh no, no —Lydia se pasó una mano por la cara, escuchándolas forcejear la una con la otra desde el piso. Aquello era sumamente vergonzoso— Chicas, ya basta. Nada de tirarse del pelo por el amor de Dios.

Pero como ninguna parecía escucharla, la banshee se vió en la necesidad de levantarse como pudo y tirarles de las orejas para separarlas. Tanto Malia como Allison se quejaron y trataron de apartarla con un manotazo, pero eso solo hizo que su agarre se apretara todavía más.

—¿Sabéis que se me acaba ocurrir? —dijo Lydia, después de pasar varios segundos intentando contener la risa— Que si las tres estuviéramos en prisión, ustedes serían algo así como mis perras.

Automáticamente, tanto la mujer coyote como la cazadora estallaron en un mar de risas después de oírla. Abrazándose la una a la otra como si minutos atrás no hubieran estado a punto de arrancarse la cabeza.

—Ni siquiera sé por qué quería agarrarte a golpes —rió Malia— Si es que eres un amor.

—¡Tú también lo eres!

Después de un rato admirándose las unas a las otras y soltando halagos cargados de palabras monas, la tres se sentaron en el sofá a ver una película.

Lydia había mandado a pedir pizza, la cual solo estaba comiendo ella, mientras las otras dos solo se dedicaban a devorar con la mirada al protagonista de Fifty Shades of Grey.

—Christian es tan sexy —suspiró Malia. Ahora que estaba borracha, las tonterías salían por su boca sin filtro alguno— Mierda ¿Sería muy loco de mi parte si dijera que quiero montármelo con un personaje ficticio?

Allison volteó la cabeza, mirándola con algo de pena. Si tan solo ella supiera que no era la única con deseos ocultos en esa sala...

—¿Sería muy raro si yo dijera que quiero montármelo con un papá?

—Pues yo les llevo la delantera —Lydia les mostró una expresión llena de picardía— Me lo monté esta misma tarde.

Las tres dejaron escapar una corta risita, hasta que Malia saltó como si acabara de darse cuenta de algo:

—Esperad ¿Estábamos hablando de sexo no?

La cazadora y la banshee negaron a la vez.

—Así que Stiles y tu arreglaron vuestro problema... —comenzó a decir Allison, jugando con sus dedos por encima de su regazo bajo la mirada de Lydia.

—No del todo —respondió— creo que todavía nos quedan muchas cosas por resolver.

—¿Sabes? Siempre tuve la certeza de que él sentía algo por tí desde hace mucho, pero nunca creí que tu lo vieras de esa forma.

—Bueno... —la rubia fresa murmuró— las cosas cambian cuando encuentras al chico perfecto.

Allison, repitiendo sus palabras dentro de su mente, frunció el entrecejo con curiosidad.

—¿Y cómo te das cuenta de que lo has encontrado?

—Cuando todo en lo que puedes pensar es besarlo.

Con una mirada sorprendida, ambas se voltearon hacia Malia. Su cabello castaño estaba esparcido por el espaldar del sofá, luciendo más oscuro de lo usual, y sus ojos brillantes parecían estar perdidos en algún punto de sus recuerdos.

—¿Qué dices, Mal? —preguntó la banshee en voz baja.

—Yo recuerdo como se siente encontrarlo. Ya saben, al chico perfecto —respondió, esbozando inconscientemente una tímida sonrisa— En ese momento, cuando por fin te atreves a besarlo, es como si todo a tu alrededor pareciera cobrar sentido finalmente... como si eso fuera todo lo que necesitaras para seguir respirando, y te das cuenta de que esa persona es la única a la que se supone que debes besar por el resto de tu vida.

¿Es solo eso? ¿Solo un beso? Se preguntó Allison internamente. Aunque claro, ella había estado pensando de esa forma en cuanto a una persona durante los últimos días, pero todavía las palabras de la mujer coyote no terminaban de convencerla. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se sintió así, que ya todo le parecía demasiado lejano.

Sin embargo, sí que era así, y Malia no podía dejar de pensar en ello a pesar de que le dolía recordar.

Memorias de todos los besos, caricias y sonrisas que había compartido con esa persona llegaron a su cabeza al igual que una película vieja, dejándola completamente desarmada, sintiendo que algo dentro de ella latía más lento y más rápido a la vez.

¿Acaso llegaría un día en el que su corazón lograra superarlo del todo? Lo dudaba.

—La primera vez que besé a Scott fue como si nunca hubiera besado a ningún otro chico antes —volvió a suspirar—. Supongo que eso se debía a que él era distinto y ese era... ya saben, el beso correcto.

Incapaz de frenar la emoción que sus palabras habían causado en sí misma, la castaña se obligó a cerrar los ojos para no permitir que estos la traicionaran. Tratando de camuflar sus sentimientos.

De fondo, se escuchó el sollozo de alguien que murmuraba muy bajito.

—Mierda eso ha sido tan malditamente hermoso... —Lydia estaba llorando, abrazada al hombro de Allison. Todas conmovidas por la dulzura del momento y bajo los efectos del alcohol

—Bueno, da igual. Ahora ya no importa —Malia las miró con una sonrisa amarga, y tras unos segundos agregó:— ¿Tenéis más de ese tequila en la cocina?


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Cuando Scott McCall abrió la puerta de su casa esa noche, lo menos que pensaba encontrarse delante era a Stiles. Quien además, venía con una bolsa de plástico que mostró en su cara como si fuera su pase de entrada.

—Traje cervezas —anunció con un tono de voz fingidamente emocionado.

El alfa asintió, como si ya nada pudiera sorprenderlo.

—¿Y eso a qué se debe?

—¿No puedo pasar un rato con mi mejor amigo? —cuestionó con falsa indignación— ¿O es que acaso ya me reemplazaste por ese beta francés y tejedor de bufandas?

De fondo se escuchó un leve carraspeo, perteneciente al rubio que los miraba desde las escaleras con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Hola a tí también, Stiles.

—Sí, como sea ¿Me vais a dejar pasar o no?

Scott rió.

—Como si necesitaras de mi permiso para poner un pie en el interior de esta casa.

—Yo solo... —de su garganta escapó un profundo suspiro— Necesitaba hablar con mi mejor amigo... aunque tampoco me vendría mal la compañía de un agregado.

—Aimee ya se durmió, tengo todo el tiempo del mundo hasta que vuelva a despertar —dijo Isaac, bajando los escalones que le faltaban para pasar al salón.

Los tres se dejaron caer en los sillones que rodeaban la habitación, asaltando las botellas de cerveza como si con eso el peso que tenían sobre sus espaldas fuera a desaparecer por unos minutos. Exhaustos tanto física como internamente.

Era increíble pensar en todo lo que había pasado en esas últimas dos semanas, las cuales se sentían como su hubiesen sido meses.

Desde la llegada inesperada de Isaac, el robo de las garras de Belasko, hasta el surgimiento del Ejército de las Sombras que había traído consigo muchas sorpresas e interrogantes, algunos de ellos pensaban que todavía quedaba mucho que aprender al respecto para poder llegar al Nigromante, y otras cosas probablemente nunca las sabrían. Pero mientras tanto, ahí estaban. Pasando el rato como si no tuvieran nada más importante que hacer.

—Me acosté con Lydia —habló Stiles de repente, provocando que los otros dos se voltearan a mirarlo. Uno con extrañeza, y el otro con resignación.

Al parecer, ellos iban a tener una larga conversación les gustara o no.

—¿Y? —preguntó Scott, siendo secundado por Isaac.

—Creí que lo vuestro había terminado por tu... ya sabes... pequeño desliz.

—Bueno, las cosas no fueron así realmente. Yo... mentí para protegerla y le hice creer que la había engañado para que se mantuviera lejos de mí. Pero esta tarde ella explotó. Ambos explotamos, y la verdad acabó saliendo a borbotones.

Scott se inclinó sobre sí mismo, apoyando los codos sobre sus rodillas para dirigirse a su mejor amigo.

—Eso no me lo contaste.

—Lo sé. Pero creí que era lo mejor. Tu padre tampoco quería que interfiriera en tu vida ahora que estabas con la universidad y...

—¿Es por eso que no me dijiste lo de Gallardi? ¿Porque mi padre te lo pidió?

—No Scott. No es así —negó— Malia y yo queríamos que estuvieran a salvo. No íbamos a correr el riesgo de ponerlos en la mira de otro lío sobrenatural para que luego sus vidas también corrieran peligro.

Las facciones del alfa se endurecieron, comprendiendo muchas cosas con esto. Las cuales ahora se arremolinaban en su cabeza al igual que un huracán, trayendo consigo el deseo demoledor de romper lo que sea que tuviera delante.

No obstante, no sería él si se dejara llevar por esos instintos primitivos. Así que en lugar de enfurecerse, tan solo se contuvo:

—Pero nos mintieron. A ambos —murmuró, y por un instante, Stiles creyó haber hecho mal.

—Scott yo no...

—No digas nada. Lo hecho hecho está... —lo interrumpió— No tiene caso arrepentirse ahora por cosas del pasado. Tu tomaste tú decisión, ella también tomó la suya. Nosotros... simplemente fuimos a los que le tocó vivir la peor parte.

Isaac escrutó el rostro de Scott mientras hablaba, encontrando cierto ápice de dolor cuando pronunciaba cada palabra. Como si hablar de aquella chica fuera lo que más le afectara, incluso más que el hecho de que le hubieran mentido.

—Todavía la quieres... —no sonaba como una pregunta, sino como una afirmación que el apellidado Lahey sabía muy bien.

Scott suspiró, asintiendo inconscientemente:

—Hubo un momento en el que creí haberlo superado, pero no es así. Desde que regresamos a Beacon Hills Malia ha sido la única en mi mente, e incluso aunque Allison volvió y ya ha pasado algo de tiempo, todavía sigo sin poder sacarla de mi cabeza.

Lo entendía, realmente lo hacía. Nadie mejor que Isaac para saber lo que era el nunca olvidar a una persona que había significado tanto para tí. Y ahora más que nunca, ese sentimiento se intensificaba cada vez que la tenía cerca. Deseando nunca perderla de vista, poder tocarla, tenerla siempre cerca, ser capaz de protegerla aunque eso fuera lo último que hiciera...

—¿Saben? Creo que me está pasando exactamente lo mismo con Allison. Yo... creo que también la sigo queriendo. —reveló, cosa que a ninguno logró sorprender.

Stiles resopló, acercando la boca de la botella para tomar un sorbo.

—Sois un par de cursis vosotros dos.

En ese momento, el celular de Scott comenzó a vibrar en su bolsillo, y este contestó tan rápido como vió el nombre de su amiga en la pantalla.

—¿Lydia?

—Scott tenemos un problema... —habló la banshee con dificultad, desde la otra línea podía escucharse el sonido estridente de la música a todo volumen.

—¿Qué pasó?

—Es Malia —le dijo— Se nos ha escapado.













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Capítulo dedicado a mi amiga aristxr. Felíz día de la amistad y Felíz cumpleaños ♥✨

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