2O. VEINTE

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Con su cabeza descansando sobre el pecho de Stiles, Lydia se mantuvo recostada entre la blancura de las sábanas. Su mente perdida en algún espacio del mar que mecía a sus propios pensamientos.

Podía percibir los dedos del chico enredándose entre las ebras de su cabello y haciendo círculos en la piel desnuda de su brazo, sin decir una sola palabra tampoco.

Había sido muy sencillo dejarse llevar  y terminar los dos en la cama, intentando olvidar todo lo que había pasado a través de la única forma que, ellos sabían, los haría recuperar algo del tiempo perdido.

Ninguno de los dos se arrepentía, pues de sobra quedaban las palabras para demostrar lo mucho que se necesitaban, pero había algo más... algo que la banshee no podía dejar pasar aunque quisiera.

—Extrañé esto —suspiró Stiles, paseando la yema de sus dedos alrededor de la piel de su espalda.

Con un cúmulo de sensaciones concentrándose en la boca de su estómago, la banshee se vió a sí misma suspirando igual.

—Sí. Creo que yo también... aunque lo halla negado.

Pasaron apenas unos segundos cuando ella lo escuchó formular otra pregunta:

—¿Qué vamos a hacer ahora?

Esa era una buena interrogante... una que llevaba analizando hacía minutos, desde que terminaron con aquella inesperada sesión de sexo.

—No lo sé, Stiles. Yo... —suavemente, se reincorporó sobre sus codos para poder mirarlo a la cara. Allí, ambos se mantuvieron en silencio por un corto período de tiempo, que duró solo hasta que ella se atrevió a decir:— Me lastimaste mucho. Porque igualmente me engañaste al no confiar en mí e inventar una mentira tan horrible como esa... He derramado lágrimas en vano por tu culpa, no puedo simplemente perdonarte así como así.

—Y te entiendo —susurró, dedicándole una mirada noble que hizo fruncir el entrecejo de la banshee.

—¿Ah sí?

—Sí —volvió a asentir, esta vez enderezándose para acercarse y acunar su rostro con una mano— Voy a darte todo el tiempo que necesites para sanar. Soy un hombre muy paciente.

Sin esperar a que ella dijera algo más, Stiles tomó el brillo de sus ojos como una señal para acortar la distancia entre sus labios y besarla. Primero con calma, luego con mayor intensidad, hasta que a los dos les hizo falta el aire otra vez.

Sus respiraciones se entremezclaron  cuando se separaron, aún no demasiado lejos del otro.

—Si pude esperar años para que te fijaras en mí, soy capaz de esperar toda una vida para que me perdones. —le dijo, haciendo que algo en el rostro de Lydia se iluminara por primera vez en meses.

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Desde la puerta, Isaac se mantuvo observando cómo Allison recostaba a Aimee en su cuna y comenzaba a cantarle muy bajito para que se quedara dormida.

La bebé continuaba jugueteando con los mechones de cabello oscuro que la cubrían como un escudo para protegerla del mundo, sin intenciones de rendirse. Pero la cazadora era paciente y seguía tarareando en espera de que en algún momento esta cediera.

Era increíble el cariño y la dedicación que le daba a la pequeña, incluso sabiendo que esta no era su responsabilidad.

Sin siquiera pretenderlo, Allison se había convertido en la figura materna que Aimee necesitaba en su vida, una cosa por la que Issac le estaría siempre agradecido.

—¡Isaac!

—¿Ah? —el aludido dio un brinco en el lugar, sobresaltado. Scott había aparecido a su lado de un segundo a otro, como un fantasma— Hey, Chris te estaba buscando ¿Dónde estabas?

—Llevándole la cena a mi madre al hospital ¿Qué haces tú?

—Yo... —tragó grueso, mirando hacia el interior de la habitación donde la cazadora seguía cantando en baja voz— Solo pasé a darles un vistazo.

El alfa asintió:

—Ya veo. Aunque permíteme decir que no te creo ni un poco.

—No estoy enojado por lo de Deaton, Scott. Ya te dije que les creo, y no tengo motivo para dudar de la seguridad que le dais a Aimee...

—Tampoco es eso a lo que me refería.

Confundido, el hombre lobo frunció el entrecejo ligeramente. Por una parte, quizás sí sabía de qué estaba hablando su líder. Pero por otra se negaba a verlo por sí mismo.

Scott le dedicó un gesto de confianza, señalando con la cabeza la escena que se desarrollaba en el interior de la habitación.

—Está bien que la quieras, Isaac. —le dijo— He visto como la miras, hasta un tonto se daría cuenta que todavía estás enamorado hasta la médula de ella.

El de apellido Lahey pudo notar la honestidad en su voz, como si quisiera decirle que todo estaba bien con eso, que no le debía nada como para seguir negándose a lo que era obvio. Sin embargo, él continuaba teniendo esa inseguridad de volver a fracasar.

—No debería ser así —murmuró— Ha pasado tanto tiempo...

—Pero lo es —insistió Scott— ¿Y sabes? Ambos están aquí y tenéis una segunda oportunidad para estar juntos. No todos pueden decir lo mismo. Además, ella es genial con Aimee.

El rubio volvió su mirada hacia la pelinegra, admirándola en silencio, e inconscientemente una sonrisa esperanzadora se dibujó en sus labios.

—Quizás tengas razón —habló, mirando de vuelta a su amigo— Pero creo que tú también debes tomar tu propio consejo.

—¿El qué?

—No deberías darte por vencido con esa chica, Scott. Si es a la que realmente quieres, yo que tú dejaba las cosas en claro con esa tal Annie de Davis e iría a por ella.

El aludido miró hacia el techo, suspirando con pesar.

—Las cosas no son tan sencillas como eso.

—Nadie dijo que fuera fácil. Todo está en si decides atreverte o no —Isaac se encogió de hombros con simpleza, al tiempo que Scott dejaba escapar una graciosa risa, la cual acompañó con una palmadita en su hombro antes de marcharse.

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Algunas horas después...

El camino para llegar a la casa del lago se le hacía mucho mas corto cuando lo recorría en cuatro patas. Ahora en coche, sin embargo, la carretera parecía hacérsele eterna.

La Luna brillaba con fuerza en el cielo. Una Luna blanca y creciente que no duraría más de una noche para abrirle paso a su sucesora. Cubriendo con su claridad todos los espacios del bosque hasta que aparcó delante de la casa que pertenecía a la familia Martin.

Malia se bajó del auto negro que había tomado sin el permiso de Peter, echando un rápido vistazo a la edificacion delante de sus ojos.

Las luces estaban apagadas, y tampoco había ningún otro vehículo allí afuera, así que terminó creyendo que quizás ella se les habría adelantado un poco.

Entonces, en el instante en el que llegó al porche, a la castaña le resultó un tanto alarmante ver que la puerta estaba entreabierta.

—¿Allison? ¿Lyds? —preguntó al pasar al interior.

Todo allí estaba sumido en completa oscuridad, y si Malia hubiera podido usar sus poderes sobrenaturales en ese instante, lo habría hecho para saber si era la única allí dentro.

De pronto, una luz cegadora proveniente de la lámpara del salón la hizo parpadear varias veces, encontrándose con que la cazadora y la banshee estaban allí dentro, sosteniendo una revista y un control remoto respectivamente.

Ambas iban vestidas con sus ropas de dormir y tenían una expresión emocionada en cada rasgo de sus caras que las hacía ver como un par de adolescentes.

—Hola tú. —la saludó la de apellido Argent, causando que Malia las mirara con extrañeza y confusión.

—¿Qué está sucediendo aquí?

—Bienvenida a la fiesta de pijamas que nunca tuviste —aplaudió Lydia— Es hora de aprovechar la mejor parte de ser humana al fin.

Malia parpadeó varias veces, estupefacta ¿Qué podría tener de bueno eso?

—Fue mi idea —le siguió Allison con una sonrisa— Creí que necesitabas un descanso después de tantos días entrenando... y también algo de diversión.

La ex mujer coyote la vió extender en su dirección un recipiente redondo y oscuro.

—¿Y eso qué es?

—Vodka —respondió con naturalidad, dedicándole un divertido guiño— Ya va siendo hora de que tengas tu primera borrachera ¿No crees?

—No puedo emborracharme yo... —pero sus palabras se quedaron en el aire cuando se dió cuenta de los hechos, y que ahora ella podía hacer cualquier burrada que los chicas normales de su edad solían hacer todo el tiempo.

Sus ojos fueron de Lydia a Allie, y de Allie a Lydia, sin saber qué hacer.

Por una parte su curiosidad la mataba, haciéndola querer experimentar algo nuevo, y por otra, su razón le decía que terminaría haciendo algo tonto de lo que mas tarde se iba a arrepentir...

Pero bueno ¿A quién le importaba a esas alturas?

—Dame esa petaca —sentenció, arrebatándole la bebida a Allison de las manos para tomarse un largo trago.

Aquella iba a ser una noche muy larga.








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Capítulo aburrido, pero necesario. Prometo que el siguiente estará muuuucho mejor.

PD: Happy Birthday Crystal ♥

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