🎸Prólogo🎷

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Kim Taehyung

De pequeño solía observar a mi padre con curiosidad, no entendía porque de tantas cosas divertidas por hacer o quizás cosas más serias él había elegido montar un bar de Jazz. Llegaba cansado, pero podía ver en su sonrisa agotada una sonrisa de verdad.

A medida que crecía y tuve mis vivencias como cualquier niño fui a la escuela primaria y secundaria, justo en ese punto cuando pensaba tomar el examen de ingreso a la universidad mi padre falleció de una enfermedad poco común.

Estar desprovisto de la presencia de la única persona con la que realmente me identificaba, me hizo detener mi vida en ese punto y redirigirme luego de darme tiempo y al menos comprender una parte de lo que significaba la muerte y aceptarla como lo que es y así continuar mi vida, sabiendo que fui muy amado y que eso era la columna vital de mi existencia.

Anduve innumerables veces por el bar, de aquí para allá y de allá para acá como si rumiara la fragancia de mi padre, como si tocando la barra pudiera escuchar la pena que sentía por haberse ido a destiempo.

Fui a otros bares y seguía observando con curiosidad en busca de una respuesta, entonces descubrí que mi padre, aparte de ganarse la vida, vivía la vida a plenitud en ese bar, tan intensamente como el que toca la puerta con la esperanza de que le permitan tocar unas piezas para darse a conocer, como quien toca la puerta de un sueño, como quien quiere tocar con la vida lo que sueña.

Yo quería vivir, quería soñar, tocar los sueños con mi vida, entonces reabrí el bar.

Jeon Jungkook

Aceptar mi sexualidad fue difícil, me condené mentalmente durante mucho tiempo por mirar a mi compañero de clases con algo más que solo cariño, pensé que solo era algo pasajero que se esfumaría con el pasar del tiempo, pero fue todo lo contrario cuando aquel sentimiento en lugar de irse, incrementó. Entonces ya no solo fue difícil admitirlo a mí mismo, sino con mi familia también.

Mis primeros recuerdos de él son tan vividos como poder tocar mi guitarra. Cada día se me dificulta más recordar su voz, los años pasan y todas las huellas suyas me siguen pisoteando el corazón como la primera vez que lo vi entrando a nuestra aula en la escuela primaria, sus pasos resonaban por el pasillo como un eco interminable y con una fuerza que solo un niño como él imprimía en su caminar.

Su cabello cubría su mirada y sus anteojos aún más, pero a pesar de eso su semblante era tan claro y su voz tan segura y enérgica que sentí envidia de él; de que a pesar de ser un estudiante transferido nadie le intimidó, saludó y todos se sorprendieron de que llevaba la cabeza muy altiva a pesar de que su peinado transmitía lo contrario, luego supe que no había nada con sus ojos que le avergonzara, solo no quería que ningún peluquero de este distrito le cortara el pelo mal, le gustaba mucho su pelo así.

Fue fácil acercarnos porque no me importó que se pusiera al día con mis apuntes. Le costó lo que se podría decir nada; era como una especie de genio agradable y en ese sentido me ayudó a mejorar donde tenía debilidades y eso de alguna manera me benefició para tener contento a mis padres.

Estando juntos era la perfecta combinación, éramos como hermanos que se habían reencontrado de manera milagrosa por asuntos del destino; sin embargo, en secundaria las cosas comenzaron a cambiar para nosotros en todos los sentidos. Como él jugaba al futbol su estirón fue más notorio, era más fornido e incluso su mandíbula se había marcado, su voz cambió y por supuesto algunos de sus intereses en la vida incluyendo el hecho de que ninguno de los dos se pudo resistir a los cambios que la pubertad trajo consigo.

Cierto día en nuestro lugar de estudio (un cuarto exclusivo de su casa) se sentó frente a mí.

—¿Hasta cuándo vamos a estar así? —dijo con una risa que no se correspondía con su tono de voz: mitad carcajada y mitad angustia.

—¿De qué hablas?

—Lo sabemos, Jungkook, lo sabes perfectamente.

Y sin temor a nada se acercó tanto a mí, que sentí mi corazón bajar al estómago. Su respiración caliente me rozaba la mejilla y supe de qué hablaba, de eso que estuvo gestándose dentro nuestro.

Me jaló y abrió la puerta del pequeño baño que había dentro del estudio, y estaba lo suficientemente anonadado para entender que, lo que a veces me imaginaba, estaba pasando en ese preciso momento, en que sus labios se acercaron a los míos, en el que su pecho estaba lo suficientemente cerca para saber que estaba latiendo desbocado. El mismo momento en el que sus manos se metían de manera serpentina en mi cabello, en el preciso momento en el que no hubo vuelta atrás.

Él fue mi primer amor, tan elocuente y extrovertido, tenía todo lo que deseaba poder ser algún día. Fue mi primer beso, mi primera experiencia sexual, fue con quien descubrí lo que es amar, pero también lo que es el dolor y el sufrimiento de perder lo mejor que pude tener en la vida; él fue quien me empujó a dar el paso, a ser valiente, a soportar la negación de mis padres ante su creencia de que solo estaba confundido y se me pasaría, eso no sucedió.

Éramos adolescentes de secundaria cuando iniciamos una relación y así nos mantuvimos hasta la universidad, estuvimos juntos por mucho tiempo, a pesar de no ser lo que la sociedad y nuestros padres esperaban que fuéramos, nos mantuvimos juntos, el hacer eso fue lo que finalmente hizo entrar a nuestras familias en razón, hasta que todo eso quedó en el pasado.

Todos los momentos importantes de mi vida habían sido con él, mis primeras veces, mis logros y mis derrotas en esta vida habían pasado por sus ojos y habían sido sufridas en su corazón hasta el momento en el que un rayo invisible quemó de raíz todo lo que había sido de nosotros, como un ave de paso estacional, como los minutos que pasan y no vuelven fueron clavados con estacas en su interior, todos nuestros sentimientos fueron reducidos a cenizas dentro de él.

De repente él recibió una especie de iluminación de la que desconocía su procedencia y desde entonces, todo cambió.

—Te amo, pero Dios me llama a algo más, es un sentimiento del que no me puedo escapar — dijo cuándo estuvimos uno frente al otro tras llamarme para hablar.

—¿Lo nuestro no significa nada?

—Tuvo su valor hasta este momento en el que te digo que no puedo seguir. Habría sido peor si no te lo decía yo y te lo digo porque te quiero —aseguró con la expresión más apacible y a la vez extraña, como una especie de paz que ni siquiera ese terrible momento pudo quebrar.

—¿Dejas incluso a tu familia para irte a un país extraño solo porque Dios te llama?

Me sonrió con tal serenidad que pensé que iba a desmayarme, perdí todas las fuerzas de mis piernas y algo en mi interior comenzó a resquebrajarse, a nublarse y a oscurecerse.

Desperté donde menos me imaginaba, en un hospital, él ya no estaba a mi lado, solo estaba mi madre mirándome con pena.

—Se fue—dijo casi en un susurro —se fue a ser sacerdote—reafirmó acariciando mi mano con ternura.

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