Capítulo 8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Primero un tanatorio y ahora esto... Amor, nunca me llevas a sitios bonitos. —El rubio se ríe pero no me devuelve la mirada, está demasiado ocupado observando una patrulla policial. Las yemas de sus dedos repasan los laterales del vehículo, ladea la cabeza para detallar mejor el interior y pone su mano sobre la ventanilla.

—Venga, vamos. Quiero volver a ser visible. —Tiro de la capucha de su sudadera y subimos las escaleras que nos separan de la puerta central de la comisaría.
—Es por aquí —indica y yo le sigo sin dudarlo. Bajamos otras escaleras y llegamos hasta los calabozos de la comisaría.

Dentro de uno de ellos, se encuentra una joven. No hay nadie más salvo ella. Su pelo es del color del fuego, es muy menuda y lleva un vestido blanco decorado con flores. No parece triste ni enfadada, solo aburrida. Tamborilea sus pies creando un ritmo que acompaña con el silbido que sus labios crean.

—Mientras esperamos puedes decirme por qué tengo un aura azul. —Traigo mi duda de vuelta, confiada en obtener respuestas esta vez. Amor toma aire hasta llenar sus pulmones y parece muy incómodo al hablar acerca de esto.
—El aura azul es para quienes no pueden amar correctamente —lo dice como si no lo recordara, no entiende mi pregunta o si lo hace, la ignora.

—¿Pero por qué azul y no gris? —Carraspea.
—Porque no tienes el corazón roto, Nara. —Me siento demasiado confusa, no entiendo lo que dice.
—¿De qu-
—Cuando te uní a Jerry, tu aura ya era azul. No tienes el corazón roto, en el fondo te alegras de que te engañara. Te dio una excusa para dejarle.

—Eso es ridículo, no tiene ningún sentido. ¿Por qué me alegraría? No me dio ninguna excusa. Yo no-
Unos pasos firmes bajan las escaleras y me interrumpen.
Un policía uniformado se aproxima al calabozo, poniéndose junto a nosotros. 

Bajo su gorra, puedo distinguir el color rubio arena de su pelo y sus ojos color avellana se enfocan en mirar a la pelirroja encarcelada.
—¿Por qué sigo aquí? Él me ha tocado el culo y yo le he pateado las bolas. Estamos en paz. —El policía agacha su cabeza para largar una risa sin ser descubierto.

—Yo no te habría metido aquí pero la ley es la ley. —Introduce la llave y abre el calabozo.
—¿Y por qué estoy yo aquí y no él? Oh, es verdad. La ley solo aplica si eres mujer. —El agente vuelve a reír y niega levemente con la cabeza.
—Vete de una vez, Lyla. —La pelirroja se levanta sin prisa, limpia la parte trasera de su vestido y alisa la delantera.

Amor y yo retrocedemos porque aunque no podemos ser vistos, no queremos interrumpirlos.
La pelirroja atraviesa la puerta del calabozo pero no se marcha; se queda frente a frente con el agente. Es mucho más baja que él y le mira con aires altaneros, poniéndose de puntillas sobre sus bailarinas blancas.

El aire es denso y aunque nos encontramos en un edificio público, a plena luz del día, la complicidad natural entre ambos resulta tan íntima que me siento como si estuviera en su propia casa, observando tras una ventana. La química es tan profunda que nadie se extrañaría si miles de chispas saltaran por los aires.

Y lo que veo es tan intenso que me olvido totalmente de mis propios sentimientos. Me emerjo en ellos.
—Hazlo, Nara. —Tomo la pieza dorada y soplo con fuerza, apresurada. Deseando que el viento de amor les encuentre, aunque sea temporal.

—Espero no volver a verte —el agente asegura. Pero sus ojos contradicen lo que sus labios expresan.
—Cuanto lo siento... Porque lo harás. —La chica pasa por su lado provocando que sus cuerpos choquen y él la sigue con su mirada, por encima del hombro.

Cuando ella sube por las escaleras, él rompe en una sonrisa que borra poco después, avergonzado. Amor y yo salimos de la comisaría y cuando la emoción se evapora en mi interior, las dudas y la angustia vuelven a cernirse como nubarrones grises sobre un cielo de verano.

—¿Por qué mi aura es azul?
—Amor sigue caminando y se detiene en la distancia.
—El aura azul se da en dos situaciones; la persona es muy joven o no puede amar a nadie más. Porque no se ama a ella misma. —Sus palabras me cortan la respiración. Un pensamiento cruza fugaz mi cabeza y se acomoda de manera perfecta a la situación. Pero me rehúso a que esa idea pueda ser la respuesta a mi pregunta.

—Entonces debe haber un error. Tengo veinticuatro años y soy una mujer segura y feliz. Hay un error. —Amor extiende las palmas de sus manos en señal de rendición.
—Yo no puedo mentir, ¿lo has olvidado? —Extiende las palmas de sus manos en un gesto muy psicológico; intenta demostrar que no oculta nada.

—Volvamos a casa.

El camino de regreso es tan amargo que la presión de mi pecho se hace cada vez más intensa. Amor no dice una palabra pero su curiosidad se eleva por encima de la tensión y no deja de mirar cada objeto y cada persona con quien nos cruzamos.

—Creo que ya tengo un nombre para ti. —Me detengo frente a la puerta de casa e introduzco la llave. Cuando me giro para mirarle, sus ojos están entrecerrados y sobre su cabeza, puedo apreciar el atardecer.

La gama de tonalidades abarca desde el amarillo y hasta el rojo, pasando por diferentes tonos de naranja. El cielo se encuentra exactamente en ese punto, como una flor cuyos pétalos florecen justo antes de marchitarse o el primer vuelo de una mariposa.

El sol le ha dado permiso a la luna para iluminar nuestras horas hasta el próximo amanecer, y tengo la sensación de que es la metáfora perfecta.
—Te llamaré Roma porque Roma está en ruinas y todo lo que tú tocas, se convierte en una.

Cuando mis labios completan la frase, todo lo que se escucha después es el sonido de la puerta abriéndose. A pesar de que mis manos están palpando la superficie de madera, mis ojos no han dejado de mirar a Amor, quien parece listo para hablar.

—Quiero un helado —comenta y una risa se me escapa. Porque es algo tan ridículo y sencillo que solo alguien como él podría responder tras mis palabras.

Misiones restantes: 35.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro