Capítulo 6: La idea de ser traicionado de nuevo.

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«Me masticaste y me escupiste como si fuera veneno en tu boca. Tomaste mi luz, me drenaste. Me caí profundamente, y tú me decepcionaste, pero eso fue entonces, y esto es ahora».

—Tal vez el problema sea mío, ¿sabéis? No sé si es porque el examen os parece muy difícil o porque yo no enseño bien.

Un poco de ambas.

El profesor soltó un largo suspiro antes de entregar cada una de las notas. Todo esto con una cara de decepción visiblemente marcada.

—Nunca había visto una nota tan baja. —Chasqueé la lengua al observar el examen de Aleixandre.

—Gracias, Lyren. Tus palabras son encantadoras. —Mostró una sonrisa forzada antes de voltear la hoja y tumbarse sobre la mesa, desanimado.

—Si necesitas ayuda, solo tienes que pedirla —aclaré.

—El examen lo hicimos antes de que comenzaran las tutorías. —Le restó importancia.

—Para los que vengan.

No contestó y yo tampoco traté de seguir la conversación.

Miré mi diez en silencio. No estaba seguro de lo que sentía en ese preciso instante. No era felicidad y nunca lo había sido. Era un diez. Era perfecto. Pero ¿qué significaba la perfección?

Agaché la cabeza.

—No puedo entender por qué importa tanto mi media para el jodido equipo —se quejó Aleixandre de la nada, girándose hacia mí.

—Es una medida de seguridad para saber que si fallas en el deporte, al menos no serás un inepto en clases.

—Ya... ¿Alguna vez te han enseñado lo que es consolar a alguien, Lyren? Porque se te da de pena —bufó, apoyando su cabeza en una mano y luego el brazo sobre la mesa.

—¿Por qué tendría que hacer eso?

—¿Para hacerme sentir bien?

—Reitero, ¿por qué querría...?

—Bien, vale, no me vas a consolar —me interrumpió—. ¿A ti qué tal te ha ido?

Le entregué el examen y él abultó su labio inferior al ver la nota escrita.

—Nunca fallas, ¿eh? —rió.

—Lo intento.

—Creo que todos nos damos cuenta de tu media perfecta —Las comisuras de sus labios se elevaron con lentitud a medida que revisaba mis respuestas.

A diferencia de otros días, podía percibir una extraña vibra que provenía de Aleixandre.

—¿Por qué pareces tan cansado?

—¿Qué?

—Ojeras, palidez, movimientos ralentizados, ánimo bajo... —empecé a enumerar.

—Vale, ya, lo he entendido —me cortó—. Ha sido un fin de semana largo.

—¿Largo en el sentido de pesado o largo en el sentido temporal?

—Dios, Lyren. —Aleixandre se pasó la mano por el rostro—. Lo primero.

—¿Alguna razón en específico?

—¿Te estás mostrando interesado en mí? Impresionante.

—No, no me importa.

—Era broma. —Esbozó media sonrisa y pasó su brazo por mis hombros—. Todo comenzó el viernes por la noche...

—No hace falta que me cuentes todo.

—Joder —resopló—. Eres tan aburrido... Pues básicamente, la fiesta en casa de Dory fue una santísima mierda y ocurrió algo que me ha molestado todo el finde.

—Uhm. Lo normal en ella.

Aleixandre alzó ambas cejas, sorprendido por mi respuesta.

—¿Y eso?

—¿Qué cosa?

—El odio por Dory. No me lo esperaba.

—No mientas. —Fruncí el ceño—. Todo el mundo sabe que no nos llevamos bien. Y deja de tocarme.

Él se apartó, pero no paró de contemplarme.

—Sé su versión, pero no la tuya —declaró.

—No sería muy diferente.

—Tenemos toda la clase —indicó él—. Además, estamos sentados juntos en casi todas. Así que, estoy para lo que sea.

Entorné los ojos. Tampoco pretendía contarle nada, pero mi boca se movió sola.

—Es una persona que deja mucho que desear.

—Es cierto que no es la mejor persona del mundo, pero tampoco diría eso...

—Entonces, no la has llegado a conocer lo suficiente.

—Tampoco creo que quiera —murmuró.

No podía decir que la conversación fluyó porque no fue así. Sus amigos reaparecieron para hablar con él y yo volví a mantenerme al margen. Aunque debía admitir que no era tan malo como pensaba tener un compañero con el que conversar.

El timbre sonó poco tiempo después, dando paso a la clase de Biología. La profesora Reynolds entró casi saltando al aula. Era una persona que transmitía excesiva felicidad.

—Buenos días —saludó ella—. Vamos al grano hoy: para complementar la nota de este trimestre, tendréis que hacer un trabajo.

Los quejidos grupales resonaron entre las cuatro paredes y los murmullos se elevaron hasta convertirse en gritos. Me encogí en mi sitio, a la espera de que se callaran. Para mi sorpresa, una mano se posó sobre mi hombro.

—¿Te encuentras bien, Lyren? —Aleixandre me dedicó una mirada de preocupación.

—En mis cinco sentidos —afirmé.

—Eso no significa que te encuentres bien —susurró acariciando la zona. Luego se volteó hacia el resto y gritó—: ¡Cerrad la boca y dejad que la profesora se explique!

En un instante, el pelinegro había acallado a los estudiantes.

—Gracias, Aleix —carraspeó ella—. Antes de que volváis a quejaros, será en grupos y los podéis elegir vosotros, ¿vale?

Los vítores hicieron acto de presencia.

—Si lo hacéis rápidamente ahora, proseguiré con la explicación del proyecto. Os doy cinco minutos. —Ella se miró el reloj de la muñeca y se sentó en su asiento—. Mientras tanto, encenderé el ordenador.

Esa señal fue suficiente para que los alumnos se revolucionaran y comenzaran a cambiarse de asiento para estar con sus compañeros.

Estaba acostumbrado a estar solo, pero eso no significaba que siempre me gustara o que no me doliera cuando todos me dejaban de lado. Detestaba la sensación de ser una molestia, al igual que odiaba cuando en los trabajos grupales los profesores me acoplaban a un grupo de manera forzosa y que, obviamente, desagradaba a mis compañeros.

Debía preguntarle si podía hacerlo en solitario.

A mi lado, Aleixandre era todo lo contrario. Lo invitaron a varios equipos, sin embargo, rechazó todas y cada una de ellas solo para estar con sus amigos: Solange, Harlan y Leigh.

En el fondo, también me preguntaba lo que debía sentirse ser querido por la gente que me rodeaba.

—Supongo que ya estaréis. —La profesora Reynolds aplaudió varias veces para obtener nuestra atención—. Os pasaré un papel para que apuntéis vuestros nombres. Quiero equipos de cinco, ¿vale? No sirven de siete, seis, cuatro, tres, dos o uno; tienen que ser cinco.

Sus ojos se posaron sobre mí, con un tinte de pena en ellos.

¿Qué debía hacer?

Unos años atrás, había sido tan fácil y ahora ni siquiera era capaz de levantarme de mi sitio.

—Lyren, tú estás con nosotros, ¿verdad? —Aleixandre sonrió con inocencia.

—¿Eh?

—Es que somos cuatro. —Hizo un puchero—. Además, si te unes, será más divertido.

No comprendía si era sinceridad genuina o un engaño burlón de su parte. No obstante, acepté su oferta. Era la primera vez que me invitaban y no había una intervención directa de un profesor que me unía obligadamente a un grupo.

—Bien, si os habéis reordenado, os paso el folio. Nombres y apellidos, por favor. —La profesora dejó la hoja en mi escritorio—. De paso os explicaré todo.

No me había percatado de que detrás de nosotros se encontraban Harlan, Solange y Leigh hasta que Aleixandre se puso a charlar con ellos. ¿Estaba bien que fuera yo quien lo escribiera? Ni siquiera me prestaban atención.

Agarré un bolígrafo y anoté cada nombre ordenadamente. Cada trazo lo hacía sentir más real.

—Hermano, ¿por qué Lyren tiene una caligrafía tan elegante y la mía parece la de un niño pequeño? —Harlan me arrebató el papel—. ¿Te sabes nuestros apellidos?

—Sí, lo normal.

—¿Lo normal? Lo siento, Lyren, pero yo no me sé ni siquiera el apellido de Solange y mira que somos amigos desde hace más de una década.

—Eso es porque tú eres un dejado. —Leigh le dio un golpe en la nuca—. Y porque sí que eres un niño pequeño.

—Mira que eres agresiva —masculló él, pasando la lista hacia los asientos de atrás.

—Mejor presta atención a lo que la profesora diga.

Él rodó los ojos y se tumbó sobre la mesa.

En resumen, era un trabajo en equipo que consistía de una presentación visual y una maqueta a escala del tema que se nos hubiera asignado. A nosotros nos había tocado el ADN y la Doble Hélice.

—¡Yo digo que vayamos a casa de Aleix para hacer el proyecto! —propuso Harlan.

—¿En la mía por qué? —El pelinegro hizo una mueca de desagrado.

—Es la más grande. —Solange se encogió de hombros.

—Además, amamos a Illie —añadió Leigh.

—Que os den. —Aleix les mostró el dedo del medio.

—¿Eso es un sí? —inquirió el rubio.

—No, Harlan, no.

—Eres un amargado.

—Primero investigad sobre el tema y ya hablaremos de dónde quedar.

—Valeee.

El timbre anunció el inicio del descanso, por lo que la mayoría recogió sus materiales y salieron de la clase a toda prisa. Yo guardé mis pertenencias en mi mochila y me dirigí hacia la salida del aula.

—Oye, espera, Lyren. —Aleixandre me detuvo agarrándome del brazo.

—¿Qué quieres? —pregunté, frunciendo el ceño.

—¿Vas a volver a esas sosas gradas?

—¿Sosas gradas? Para tu información, es un lugar tranquilo y agradable.

—Bla, bla, bla, lo que tú digas. ¿Por qué no te vienes a la cafetería con nosotros? —Señaló a los otros tres.

—No pretendo ser una molestia.

—No lo eres —sonrió—. Estaría bien que los conocieras un poco para poder trabajar mejor con ellos.

—No...

—¡Vente, Lyren! Va a ser divertido —silbó Harlan—. Es más entretenido cuando somos más.

—No hace falta... —susurré.

—Si el problema es Harlan, nos encargamos nosotras de él, ¿sí? —Solange me mostró una expresión de amabilidad.

—A veces siento que compartir el mismo espacio-tiempo con él me quita las neuronas, así que, siguiendo esa misma lógica, puede que estar a tu lado me las devuelva —dijo Leigh, enganchando su brazo al mío—. Por los otros dos idiotas no te preocupes, nosotras te cuidamos.

Tragué saliva. ¿En qué momento comencé a preocuparme de los riesgos de relacionarme con otras personas?

—Supongo que está bien —accedí.

—¡No nos trates como si fuéramos perros! —exclamó Harlan.

—Entonces, no ladres como uno. —Ella le sacó la lengua.

Y, a pesar de que me hizo gracia ese comentario, no fui capaz de soltarme lo suficiente como para reír, porque aún estaba aterrado con la idea de ser traicionado de nuevo.

***

¡Sigo viva! Es que, JAJAJA. Primer que nada, hola. Segundo, he comenzado la universidad y ya me han dado de palos en la primera semana. He tenido que posponer la actualización porque tengo que congeniar el trabajo con la carrera y con la escritura.

Odio ser adulta.

En fin, hoy es un capítulo corto que nos comienza a introducir al primer arco de todos los que quiero tratar en la novela (aprox. 3 o 4, que parecen pocos, pero os juro que son largos de cojones, todos y cada uno de ellos). Ya lo dije en el canal de Whatsapp, pero lo repito aquí: lo que duele de SLEDDB no es el drama, sino que todos nos llegamos a identificar.

No sé cómo acabará este proyecto, pero es bastante personal JAJAJ. También os digo, cuando me preguntan cómo soy tan creativa, no sé cómo decirle a esas personas que todo lo que ha pasado en las novelas me ha llegado a ocurrir a mí...

Dejando eso de lado, :D mi Lyren bomnito. Muchos no se aclaraban con cómo se veía, así que os dejo una ilustración que hice de él hace un tiempo :). Obviemos el hecho de que es un boceto y que está sucio, solo es para que os deis una imagen mental.

bESITOS de madrugada.

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