Chat 12: Que te den, Sinclair.

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No sé vóley, las reglas me las he sacado de Haikyuu y he investigado un poco sobre cosas en las que tenía dudas, así que si veis un error, no dudéis en corregirme. Con la tontería, de Haikyuu se aprende mucho voleibol kjahsdjkahsd.

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—Me quiero morir —declaro mientras me pongo las rodilleras y los manguitos.

—¿Y ahora por qué? —pregunta Hywel.

—¿Sabías que en LoveLink te emparejan con más de una persona?

—¿Sí? Esa es la gracia de la aplicación.

—¡No! A mí me prometieron un alma gemela, ¡no treinta! —bufo.

Hywel comienza a carcajear.

—¿Qué ha pasado? —cuestiona Jake acercándose.

—Solecito le habla a más gente aparte de mí. —Hago un puchero.

—Oh, ¿infidelidad? —se burla.

—Nah, ni siquiera le gusta a Lesya —contesta mi mejor amigo por mí.

—¿Y tú qué sabes? Igual me he enamorado perdidamente de él. —Le saco la lengua.

—Sí, claro, tú. Lesya, te conozco desde que eres un feto, no te gusta SunShine.

—Nunca me has visto enamorado. —Frunzo el ceño.

—Eso piensas tú.

—¿De quién me he enamorado y no me he dado cuenta aparte de mí mismo? —Arrugo la nariz.

—Qué narcisista —replica Jake.

—Qué inocente eres, Lesya —ríe Hywel, sin responderme.

Tampoco tiene la oportunidad de hacerlo porque el entrenador nos llama a gritos para que nos posicionemos en la cancha.

Hoy comenzaba la semana cultural, en donde la mayoría de equipos hacían partidos, carreras o lo que fuera como exhibición para atraer a más miembros. En vóley no necesitábamos realmente a nadie, pero siempre estaba bien poder jugar un partido para entrenar.

—Lesya, espero que remates hasta que no puedas utilizar tus brazos nunca más —gruñe el entrenador.

Suspiro, algo nervioso.

—¿Qué has hecho para ponerle de tan mal humor? —pregunta Jake por lo bajo.

—Quizá y solo quizá, estaba fanfarroneando un poco con Hywel y el entrenador me ha escuchado —musito mientras me rasco la nuca.

—Como siempre. —Asiente lentamente.

—¡No es verdad! Y solo era una broma —farfullo lo último.

—Te están dando una lección de humildad, Lesya —replica Hywel entre risas.

—¿La lección de humildad es ponerme con todos los novatos? —resoplo.

—Ánimo. Seguro que ganas con lo bueno que eres rematando —bromea, haciéndome enfadar.

Iba a ganar solo para callarles la boca.

Después de un rápido sorteo, es mi equipo el que saca. Uno de los novatos lanza el balón y choca directamente contra la red. Hago una mueca, pero me callo las quejas.

—Ánimo, la próxima será —digo.

Él se disculpa severas veces, pero le ordeno que se calle y se posicione.

Ahora, quien saca es Jake.

Maldigo en todos los idiomas que sé, rezando al mismo tiempo para que los defensas puedan cubrirlo. Jake podía ser un cabrón y todo lo que quisiese, pero mierda, sus saques eran jodidamente mortales. Hasta a mí me costaba despejarlos, por no hablar de recibirlos, y eso que estaba acostumbrado a ellos.

Como era de esperar, no consiguen apartar el primero, ni el segundo, ni el tercero.

—¡Lesya! ¡Mierda! Como pierdas, vas a pagar tú la apuesta que he hecho a tu favor —exclama mi hermana desde las gradas.

Me giro para mirarla, viendo que está junto a sus amigas con las camisetas del equipo.

—¡No puedo ganar si no levantan el puto balón! —grito de vuelta.

—Uh, el endemoniado capitán está saliendo a la luz —silba Jake.

Lo fulmino con la mirada y le muestro el dedo del medio.

—Voy a levantar tu puto saque y te vas a arrepentir de haber hablado —lo amenazo.

—Qué miedo —se ríe junto a su equipo.

Eso me saca lo suficiente de quicio para echarme hacia atrás, junto a los defensas.

Me preparo para el golpe cuando escucho el pitido del silbato del árbitro y, antes de siquiera darme cuenta, mi cuerpo se mueve solo y consigue levantar la pelota. Me arden los antebrazos, pero no desaprovecho esta oportunidad y corro hacia la red.

—¡Arriba! —le ordeno al colocador.

Salto con todas mis fuerzas, viendo cómo los bloqueadores del equipo contrario lo hacen al mismo tiempo. Sonrío con suficiencia al ver que caen antes que yo y cuando eso sucede, le pego al balón con todas mis fuerzas, consiguiendo el primer punto por remate del partido.

Cuando mis pies tocan el suelo, escucho los gritos de celebración de mi hermana y río.

—¿Habías dicho algo, Jake? —Alzo una ceja, divertido.

Él abre y cierra la boca varias veces antes de hablar.

—¿¡Eso siquiera es posible!? ¡No puedes volar en vóley! Ya te lo dijimos antes, Lesya.

—Deja de lloriquear. —Hago un puchero de burla.

—¿Queréis callaros y rotar? —bufa Hywel.

—Pareces algo desanimado, mejor amigo.

—Claro que lo estoy. Ya hemos perdido y acabamos de empezar el partido. —Frunce el ceño—. Y todo por culpa del bocazas de Jake, muchas gracias.

Me burlo un poco más de ellos antes de posicionarme de nuevo.

El partido acaba dos a uno a nuestro favor.

—Odio cuando te tomas en serio el vóley —se queja Hywel mientras le da un trago a su botella de agua.

Me encojo de hombros.

—Al entrenador le encanta.

—Todo lo que signifique ganar, le encanta.

Río en respuesta y me limpio el sudor de la frente con el borde de mi camiseta. Acabo por imitarlo, tomando mi botella de agua y bebiendo un sorbo muy largo de ella.

—Deberías haber callado a Jake —indico.

—Ya, pero bueno, se está llevando su merecido. —Señala el banco opuesto, en donde los compañeros del equipo de Hywel están rodeando a Jake y regañándolo entre todos.

Carcajeo viendo cómo el karma actúa.

«Por cabrón», pienso.

—El karma —sonrío.

—No entiendo cómo nunca aprende la lección de no provocarte —suspira—. Olvídalo, mira, tu novio ha estado observándote.

Con un movimiento de cabeza me señala una zona concreta de las gradas, cerca de mi hermana, en donde se encuentra Dión junto a sus amigos.

—¿Quieres dejarlo ya? —Hago una mueca.

—No, quiero mi cena gratis.

Ruedo los ojos y acabo por acercarme para saludar a Silvie.

Sí, a ella y no a Dión.

—¡Gracias, Lesya! —agradece, muy animada.

—¿Por?

—Acabo de ganar cincuenta —sonríe con orgullo, estirando el billete para mostrármelo.

—Tan pequeña y ya eres una ludópata —bromeo—. Espero que me invites a algo, aunque sea un helado.

—¡Lo haré! Después deberíamos ir, cuando nos liberen de esta tortura —sugiere.

—Lo que quieras —respondo, con una sonrisa.

No había nada más placentero que verla feliz.

—Ey, Lesya —saluda Dess, el mejor amigo de Dión—. Felicidades, eres increíble.

—¿Gracias? —contesto, dudoso.

—Era un cumplido —ríe.

—¿Desde cuándo...? —Lo señalo y me señalo, sin entender qué está pasando.

—Quería invitarte a la fiesta de esta noche, va todo el mundo, menos tú —explica—. En realidad, quien quería invitarte es Dión —se corrige a sí mismo.

Hago una mueca de asco muy poco disimulada.

—No seas maleducado —sisea mi hermana.

—Lo siento, no lo he podido evitar —toso—. ¿Has dicho Dión?

Él asiente.

—Dión.

—¿Dión Ainsworth? ¿Es el mismo que conocemos? ¿Él invitándome a mí? —cuestiono, sin creérmelo.

—Aunque no lo creas, él no te odia tanto.

—¿Qué tipo de porro se ha fumado últimamente? Digo, para que me pase un poco porque se ve potente. —Frunzo el ceño.

—Que te den, Sinclair, no vengas y ya —gruñe el mencionado, apoyándose al lado de Dess.

No le hago caso y miro a su mejor amigo.

—Ese es el Dión que yo conozco.

Este recibe un codazo que lo hace encogerse.

—No seas estúpido. Encima que te ayudo, vienes para cagarla —le espeta Dess entre susurros.

Y como si no hubiera escuchado todo, me sonríe con inocencia.

—Digo, vente, Lesya, será divertido. —Dión se levanta entre quejidos.

—Ya, no me convences.

—¿Qué coño quieres? —interroga.

—Saber qué ganas invitándome a esa fiesta. —Me cruzo de brazos.

—¿Qué podría ganar? —gruñe.

—No sé, dímelo tú.

—Solo quiero... —masculla tan bajo que no puedo escuchar lo que dice.

—No te he escuchado, imbécil.

—Puedes ahorrarte los insultos, gilipo... —Dess le da una patada que le cambia toda la cara a Dión—. Digo, solo quiero que seamos amigos.

—¿Cuánto te han pagado?

—¿Lo ves? No puedo hacerlo porque no me cree —le reclama a su amigo en voz baja, otra vez, como si no pudiera escucharlos.

—Lesya, te juro que lo hace de buena fe. A pesar del aspecto de malote, tiene un corazón muy puro —indica Dess.

—Ya... Creo que paso —sonrío, apretando los labios.

—¡Tienes que ir! —me ordena Silvie de la nada.

—¿Por qué iría?

—Porque mamá no me deja ir si tú no vas. —Hace un puchero.

—Pues no vayas y ya. —Me encojo de hombros.

—¿Cómo vas a decirme eso cuando van todas mis amigas? —Las señala y todas estas asienten, apoyándola.

—No gano nada acompañándote, Silvie. Dile a mamá que te acompaña Hywel.

—¡Ya lo he intentado! —resopla—. Tienes que ser tú, sí o sí.

—Qué pena... No voy a ir.

Ella abre la boca, ofendida.

—Te pago el almuerzo durante una semana —ofrece.

—Tres —regateo.

—¡No voy a pagarte tres semanas de almuerzo!

—Pues no voy a la fiesta. —Me encojo de hombros.

—¡Esto no es justo!

—La vida no es justa, Silvie.

—¡Lesya! —me reprocha.

—¿Has dicho tres semanas? —pregunta Dess, a lo que asiento en respuesta—. Pues vale, Silvie, tú pagas una semana y media y Dión la otra que queda y hala, ya lo tenemos.

—¿Harías eso por mí, Dión? —Silvie lo mira con sus ojos de cachorrito mojado.

Dión alterna su mirada entre su mejor amigo y Silvie y acaba por ceder.

Sonrío viendo que de verdad me quiere en la fiesta.

—Si Dión participa, tengo otra condición.

Él vuelve a fruncir el ceño.

—¿Y ahora qué coño quieres?

—Que me invites como una persona normal a la fiesta.

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27/07/2024: Aquí se viene otra maratón para celebrar el término de AMDV c:. En este capítulo solo corregí cosas mínimas, sin añadir nada nuevo.

Muchas risas con las tres actualizaciones hasta que os deis cuenta de que me voy a desaparecer mes y medio otra vez por los exámenes. (Es broma, :P me quedan 4 exámenes globales y volveré a Wattpad con normalidad).

Y AHHHH, no sé, quería que Dión y Lesya interactuasen, pero para ello tenía que avanzar esos dos capítulos anteriores y por fin lo tenemos jeje. Con la tontería, son 1700 palabras y pico JAJAJ.

Los amo mucho y por fin, besito de media mañana.

P.D.: Debería estar estudiando para el global que tengo en 6 horas xd.

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