Una hermosa sonrisa

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La verdad es una cosa terrible y hermosa, y por lo tanto debe ser tratada con gran cuidado. 
(Harry Potter)

Remus notó que algo pasaba. Desde aquel día en el que Malfoy casi descubre que era un licántropo, sus compañeros de habitación intentaban no encontrarse con él, y si coincidían en algún lado dejaban de hacer lo que estaban haciendo y se marchaban a toda prisa.
Aquello le dolía, pues aunque no eran amigos, lo habían tratado de manera decente. Por otra parte Lily siempre estaba estudiando o con sus amigas, por lo que no se veían mucho.

Así pues, Remus aceptó aquella soledad y rechazo casi como si lo mereciera o esperara. Al muchacho le llamaban la atención las bromas de los chicos, sin embargo, le molestaba un poco que rompieran las normas.
A Remus le preocupan también varias cosas. La primera era mandame Promfrey, ya que cada vez que se transformaba miraba las marcas echas por la plata. También Sirius miraba cualquier resquicio de piel que le quedará, para ver si tenía cicatrices. Realmente le molestaba y lo enternecía la preocupación de todos, pero él era un licántropo aguantaba el dolor mejor que la gente normal. El problema era que no estaba acostumbrado a que cuidarán de él y le hablarán bien.

Y así fue pasando el tiempo, entre sus transformaciones, días enteros en la biblioteca y un rechazo horrible.

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La navidad se acercaba y como era propio en los chicos, la iban a liar y bien gorda. Desde que empezaron su revolución de las bromas se habían ganado numerosos castigos, retenciones y a veces iban a ver a Dumbledore. Cuando los mandaban al despacho de Dumbledore, ponían una cara de inocencia y desconcierto mienras decían su frase:«Sea lo que sea lo que le hayan dicho, no hemos sido nosotros»
Dumbledore solía reírse ante eso y empezaba a hablar y hacer que se arrepintieran, pues el director tenía esa habilidad de hacerlos sentir arrepentidos, aunque a los tres días volvían a hacer de la suyas.

Pues bien, la navidad estaba próxima e iban a hacer una broma como regalo a todo Hogwarts.
- Tiene que ser super épico - dijo Peter, mientras comía unas ranas de chocolate.
- Si, llevas razón Pete - concedió Sirius. Los tres habían guardado silencio y empezaron a pensar.
- ¡Ya lo tengo! - gritó James -. Podríamos encantar los árboles de navidad y hacer que escupan algo pegajoso y rosa chillón en el pelo y no se quite hasta los cuatro días.
-¡Es brillante! - lo aclamó Sirius. Así pues, los tres empezaron a trabajar en su broma.
- Pete, creo que tú te encargaras del  líquido - comentó Sirius -. Se te da bien mezclar esas cosas.
Peter asintió, emocionado.

Esa semana los chicos practicaron un hechizo de animación y Peter empezó a hacer mezclas. Para probarlas, se las tuvieron que poner, y no fue hasta el décimo intento que salió bien. La profesora McGonagall se había puesto echa una furia, y le había quitado a Gryffindor cerca que cincuenta puntos. Ellos habían sonreído y a se habían marchando.
-¿Sabéis que? Creo que deberíamos hacer que los árboles escupan también sobre los profesores - sugirió James con una sonrisa. Sirius asintió con energía.
-¿Os imagináis a McGonagall con el pelo rosa? ¿Y a Dumbliss? - preguntó Sirius, riendo a carcajadas. Sus amigos acabaron por reír también. Entonces por su lado paso Snape con su grasiento pelo pegado a un libro. James arrugó la nariz y Sirius hizo una mueca despectiva.
- Despues de la de navidad, le haremos una a él - comentó James con una sonrisa algo maléfica.

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Por fin llegó el ansiado día de la navidad. Los chicos se habían quedado allí por las navidades, al igual que Lunático.
Aquella mañana se despertaron muy temprano. Sirius vio a los pies de su cama una montaña enorme de regalos, que igualaba la de James. Ambos miraron a Peter que abría ya un regalo cuadrado de envoltorio amarillo. Sirius giró la cabeza al montón de Remus, y se llevó una sorpresa al ver un solo regalo. Miró a James con aprensión y este pareció también darle pena el niño. El pequeño Potter cogió un regalo que debían ser ranas de chocolate y las puso en el montón de Remus. Sirius cogió también uno de los suyos, y se decidió por una caja de Grageas. Se aseguró de quitarle a los dos regalos la etiqueta y lo dejó junto al de James. Sintiéndose mejor por él, empezaron a abrir sus regalos.
Por el estruendo Lunático se levantó somnoliento. El chico vio las caras felices de sus compañeros y el papel de regalo en el suelo.
- Eh, Lunático, parece que tienes varios regalos - comentó James de buen humor. Remus agachó la cabeza hasta los pies de su cama, y se sorprendió al ver tres regalos. Cogió el mas pequeño, envuelto en un feo papel marrón. Dentro había un sickle de plata. El chico no puso mueca alguna, aunque por dentro estaba horrorizado, y cogió el que estaba envuelto en papel rojo con snitchs. Al niño se le iluminó la cara al ver las ranas de chocolate. Las dejo en su mesilla de noche y guardó el papel como si fuera lo más preciado para él. Por último abrió el que tenía un papel azul claro con rayas doradas con purpurina. En su rostro se compuso una hermosa sonrisa y respitió el proceso del otro regalo.

Sirius había visto la sonrisa de Remus, y supo que jamás la olvidaría.

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