ㅤㅤㅤ O8. QUIDDITCH

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ㅤㅤㅤGwendolyn debía decir que estaba feliz de que con el paso del tiempo Harry y Ron dejaran que Hermione se integrara en su pequeño círculo. A decir verdad, estaba un poco cansada de tener que dividirse el tiempo para estar con uno o con el otro.

Ya para noviembre eran un sólido grupo y Hermione había dejado de ser tan reservada con los chicos. De hecho, se permitía romper un poco las reglas, dado que gracias a eso tanto a Gwen como a ella les salvaron la vida del trol.

Un ejemplo de eso era cuando un día antes del primer partido de quidditch de Harry estaban en el helado jardín durante un receso y Granger hizo aparecer un brillante fuego azul. Gwen estaba de espaldas al fuego mientras leí en silencio hasta que se dio cuenta que alguien lo había apagado. Se giró a ver a los otros tres con confusión pero vio a Snape pasar por ahí y lo entendió. Volvió los ojos a su libro, con los dientes empezando a castañear del frío, y trató de ignorarlo.

—Señorita Salmander.

Saltó por el susto y levantó la mirada, viéndose lo suficientemente interrogativa como para que el profesor Snape continuará.

—La profesor McGonagall me ha mandado para recordarle que la señora Hawthorn insiste en volver a verla —le dijo con desgano.

Parecía estar realmente de mal humor. Gwen no sabría decir si era por que lo estaban usando como lechuza o por el mensaje que estaba dando.

Gwendolyn no sabía como iba a hacerlo, pero de ninguna manera volvería a la Consejería.

“He estado ocupada.”

—No quiero sus excusas. Solo vengo a entregar el mensaje —hizo un pausa larga, muy larga. Se removió ligeramente, estaba indeciso. —Hable con la profesora McGonagall. Si quiere hablar o necesita consejos, mi oficina también está disponible fuera del horario de clases. Puedo comprender que se pueda sentir un poco... incómoda con la señora Hawthorn.

Hermione, Harry y Ron miraron con la boca abierta al profesor. Gwen no le creyó nada. Su sexto sentido le decía que Snape trataba de decirle, muy a su manera, que no fuera a la Consejería, dándole una segunda opción para evitar la primera. Tal vez por eso estaba molesto de entregarle el mensaje de McGonagall. Aunque le interesaba saber porque su profesor de Pociones no quería que fuera a ver a la señora Hawthorn, no iba a cuestionarlo. De hecho, estaba más que feliz de no volver a ver a Esther.

“Lo tendré en cuenta. Muchas gracias.”

Snape asintió. Salmander dio por finalizada la charla y tomó su libro para retomar su lectura, sin darse cuenta que el hombre seguía allí.

—¿Qué está leyendo? —detectó algo cercano a curiosidad en la voz de su profesor.

Gwen no lo pensó mucho antes de marcar la hoja y entregarle su libro a Snape. Era el libro que su padrino le había regalado en su último cumpleaños, ni siquiera podía dar un aproximado de cuantas veces lo había leído. El pelinegra lo analizó con calma hasta que leyó la dedicatoria en la primera hoja. Cerró con fuerza el libro y de repente se veía bastante molesto.

—Le recomiendo Filtros y pociones mágicas de Arsenius Jigger. Tal vez así pueda responder a las preguntas de mi clase —dijo cínico.

La niña frunció el ceño. Es cierto que en la última clase de Pociones no había respondido una de las preguntas que Snape le había hecho, pero el hombre no le había dado mayor importancia y se lo preguntó a otro, ni siquiera le había restado puntos. Ahora quería reclamarle.

“Lo volveré a leer” respondió de la forma más cortes que podía y extendió la mano para que le devuelva su libro.

Snape la ignoró y se guardo el libro en la túnica.

—Se lo devolveré más tarde. Recuerde lo que le dije.

Ahora fue él el que dio la charla por finalizada y se fue. Gwen lo miró con algo de mal humor hasta que noto la manera en la que Snape caminaba de nuevo al castillo.

—Lamento lo de tu libro, Gwendolyn —le dijo Ron.

Gwen lo ignoró y sacó su pequeña libreta para escribir.

“¿Vieron cómo Snape caminaba?”

—¿Con las piernas? —dijo Harry divertido.

Ron se desternillo de risa, dejándose caer en el frío césped, Hermione negó con la cabeza con diversión mientras Gwendolyn miraba indignada al pelinegro, que también reía, y le dio un golpe en el brazo antes de volver a escribir.

“¡Estaba cojeando!”

—Es verdad —confirmó Granger.

“¿Qué creen que le haya pasado?”

—No sé —dijo el pelirrojo, calmando la risa y volviéndose a sentar. —Pero espero que le duela mucho.

Más tarde esa noche, Gwen estaba inquieta. Harry tenía toda su concentración en el libro que Hermione le había prestado, Qudditch a través de los tiempos. La castaña clara revisaba la tarea de los dos chicos, no dejaba que se copiaron pero al menos les explicaba las respuestas correctas. Ron jugaba ajedrez solo, Gwendolyn se había cansado de perder contra él, con Montserrat muy feliz durmiendo en su regazo.

Gwendolyn quería Los cuentos de Beedle el Bardo devuelta, le ponía nerviosa no tenerlo, y ella lo iba a conseguir. Le dijo a sus tres amigos que iba a ir a pedírselo amablemente al profesor Snape.

—No creo que sea buena idea —le dijo Ron haciendo una pausa a su juego. Montserrat maulló entre dormida.

Harry asintió y los tres miraron a Hermione, esperando a que ella también mostrará su desacuerdo con la idea. La niña se encogió de hombros.

—Parece que le agradas al profesor Snape. La mayoría del tiempo.

Los chicos miraron mal a Granger mientras Gwen sonría con satisfacción. Salió de la Torre de Gryffindor y bajó a la sala de profesores. Tocó la puerta, sin recibir respuesta. Espero un momento y volvió a tocar. Al parecer no había nadie, pero la castaña creyó que era muy posible que su libro estuviera adentro. Retrocedió un poco para volver y se detuvo, girando a la puerta.

Iba a recuperar su libro.

Abrió lentamente la puerta y asomó la cabeza. Desafortunadamente la sala no estaba vacía como creía. El profesor Snape estaba allí, con el celador Filch. El pelinegro tenía su túnica levantada hasta las rodillas, mostrando una muy fea herida en la pierna derecha, y Filch le estaba alcanzando vendas.

—Esa cosa maldita... —decía Snape. —¿Cómo puede uno vigilar a tres cabezas al mismo tiempo?

Tal vez no era un buen momento para reclamar su libro. Trató de irse muy lentamente pero un maullido la hizo saltar y gritar de sorpresa. La señora Norris la había encontrada.

—¡¿Quién anda ahí?!

Gwen cerró los ojos al escuchar el grito de Filch y quiso desaparecer. Últimamente tenía mucha mala suerte. La señora Norris continuaba soltando maullido tras maullido.

—¿Salmander?

Abrió sus ojos y se encontró con los dos hombres mirándola molestos. Formó una incómoda sonrisa de inocencia en su rostro, como si eso la fuera a ayudar a salir de esa.

—¿Qué está haciendo aquí?

Su respuesta honesta parecía demasiado tonta para el nivel de enojo de los dos, pero ninguna buena mentira le llegaba a la mente.

“Esperaba que me devolviera mi libro.”

Como bien supuso, Snape se veía más molesto que antes. Agarró de la mesa el libro y se lo extendió. Antes que Gwen pueda tomarlo, él lo apartó.

—Un punto menos para Gryffindor por entrar sin permiso a la sala de profesores —le entregó bruscamente el libro.

Si Gwen planeaba decir algo, cosa que no era así, no tuvo oportunidad porque el profesor la había empujado fuera de la habitación y cerrado la puerta con un portazo. A la niña no le importó y salió corriendo a su Sala Común.

—¡Lo conseguiste! —exclamó Ron, dejando de acariciar a la gata. Montserrat se quejó y el chico volvió con sus caricias.

Gwendolyn asintió y sacó su libreta.

“¡Se lo que le pasó a Snape!”

—¿Le había pasado algo a Snape?

—Estaba cojeando, Harry —le recordó Hermione.

“Trató de pasar por el pasillo prohibido, en Halloween. Seguro que el perro de tres cabezas le lastimó la pierna.”

Hermione fue muy escéptica.

—No lo creo, Gwen.

—De hecho... —comenzó Ron, mirando al otro chico. Harry negó con la cabeza pero el pelirrojo lo ignoró. —Cuando fuimos a buscarlas al baño, cuando estuvo el trol suelto, vimos a Snape cerca del pasillo prohibido.

—Estoy con Hermione está vez —dijo Potter. —Si vamos al caso, poco después de ver a Snape vimos también a la señora de la Consejería.

Gwendolyn frunció el ceño.

“¿La señora Hawthorn?”

—Sí, esa misma.

Eso solo hizo que Gwen se confundiera aun más.

—No conozco a la señora esa pero estoy seguro que Snape sería capaz de cualquier cosa —miró a Salmander. —Pero ¿qué busca? ¿Qué es lo que guarda el perro?

Gwen no lo sabía, pero realmente quería una respuesta a eso. Se fue a dormir con esas y muchas más preguntas rondando en la cabeza. Al final ni descansó por darle tantas vueltas al asunto.

A la mañana siguiente estaba igual de mal que Harry, solo que él también estaba nervioso. Hoy era su esperado primer partido de quidditch. Gwen no era fan de los deportes pero estaba lista para animar desde las gradas a su amigo y al equipo de Gryffindor, que por cierto jugaban contra Slytherin. Además de eso, hace unos seis años que Slytherin se encontraba invicto y todos tenían grandes expectativas en el azabache.

Ahora que lo pensaba, comprendía porque Harry estaba tan nervioso.

—Tienes que comer algo para el desayuno —le dijo Ron.

—No quiero nada.

—Aunque sea un pedazo de tostada —suplicó Hermione.

—No tengo hambre.

Gwendolyn resopló, no quería que algo malo le pasará al chico por no comer. Le quitó el tenedor, llevaba desde que llegaron jugando con las salchichas que nunca planeó comer, y también le sacó el plato.

—¿Qué haces? —le preguntó Harry.

La niña lo ignoró y cortó las salchichas. Pinchó un pedazo con el tenedor y se lo dio a Harry. Hermione trató de ahogar la risa al ver a la rizada tratando de darle de comer en la boca a Harry y el chico se sonrojó como un tomate.

—Gwen, no. Esto es vergonzoso —balbuceó, mirando con paranoia a toda la mesa. Gwendolyn hizo un mohín. —No me vas a ganar con eso —sonaba a desafío. La chica también hizo ojos de cachorro y Harry hizo una mueca. —¡Está bien! Pero solo una.

Gwen sonrió satisfecha y acercó el tenedor a la boca del niño. Harry le dio rápidamente un mordisco, tratando que nadie viera eso.

—¡Oye! —exclamó el pelirrojo y Salmander lo miró interrogativa. —Yo también quiero —murmuró con un mohín.

Mientras Hermione se quejaba en voz baja de la actitud infantil de todos, Gwendolyn se deslizó más cerca de Ron y cortó un pedazo de la tarta de melaza que tenía en el plato. Weasley abrió la boca, felizmente recibiendo el pedazo de tarta.

—¿Te gustaría también darme la cena? Odio cortar.

Gwendolyn negó con la cabeza, divertida, y le dio otro pedazo con el tenedor.

Para las once, todo estaban reunidos alrededor del Gran campo de quidditch. Harry se había ido hace un rato y los tres restantes se reunieron con Seamus y Dean para la sorpresa que le habían preparado a Potter. Habían transformado en una pancarta una sabana que Scabbers, la rata de Ron, había estropeado. Decía: "Harry presidente" y Dean había dibujado, dado a que era muy bueno en eso, un gran león de Gryffindor. Gwen había encontrado un hechizo que haría que los colores de la pancarta brillaran y cambiarán de color y Hermione lo ejecutó por ella.

—Señorita Salmander.

Gwendolyn saltó del susto al escuchar la voz de Esther Hawthorn. Se giró para encontrarse con la perturbadora sonrisa de la mujer.

—No sabía que le gustaba el quidditch —la niña solo asintió, sin querer hacer algo que la hiciera quedarse. —Estoy impaciente por volver a tenerla en la Consejería —Gwen repitió su anterior acción. La señora Hawthorn sonrió de oreja a oreja. Era aterrador. —Entonces, nos vemos pronto.

La siguió con sus ojos café hasta que se volvió muy difícil distinguirla, pero supo que estaba cerca de las torres donde estaban los docentes. Lo cual estaba lejos de ella y eso la alivió.

Esperaron con impaciencia a que el partido comenzara. Cuando Gryffindor apareció, las gradas rojo escarlata y dorado explotaron en gritos y aplausos. Era un día bastante frío, pero con el amontono de gente y la emoción, Gwendolyn apenas lo sentía. El partido dio inició cuando la señora Hooch hizo pitar su silbato plateado. La quaffle fue inmediatamente atrapa por Angelina Johnson de Gryffindor.

Gwen entendía bastante del quidditch, aunque no todo, pero supo que debía celebrar cuando Lee Jordan, comentarista del partido, gritó que Gryffindor había marcado diez puntos.

—Déjenme un lugar.

—¡Hagrid!

La morena se quejó cuando Hermione la empujó hacía Ron, casi haciendo que quedará sentada en las piernas del chico. Miró mal a su amiga mientras el pelirrojo reía.

—Estaba mirando desde mi cabaña —dijo Hagrid, enseñando el largo par de binoculares que le colgaban del cuello. —Pero no es lo mismo que estar con toda la  gente. Todavía no hay señales de la snitch, ¿no?

—No—respondió Ron. —Harry todavía no tiene mucho que hacer.

Gwendolyn tuvo un pequeño momento de preocupación cuando una bludger seguía a Harry igual que un perro a su cola. Fred Weasley, como si supiera cual era, solo lo supo porque Lee lo comentó, desvío la bludger.

—Slytherin toma posesión —decía Lee. —El cazador Pucey esquiva dos bludgers, a los dos Weasley y al cazador Bell, y acelera... esperen un momento... ¿No es la snitch?

Los tres trataron de encontrar el brillo dorado de la snitch, sin éxito. Ni Hagrid con los binoculares lograba ver a esa pequeña bola rápida. Pero al parecer Harry sí la vio porque volva decidido por el campo. El buscador de Slytherin, Terence Higgs, también la encontró e iba nariz con nariz con Harry.

Gwen se paró de su asiento cuando Potter adelantó a al otro buscador. Jadeó del susto cuando alguien se estrelló contra el pelinegro, arrebatándole la victoria. Ron tuvo que jalarla de la túnica cuando se acerco mucho ala borde de la grada, casi cayendo, todo por tratar de ver que el chico estuviera bien.

—¡Falta! —escuchó a algunos de Gryffindor gritar.

La señora Hooch le gritó enfadada a Marcus Flint, capitán de Slytherin, quien se había puesto en el camino de Harry a propósito, y luego ordenó tiro libre para Gryffindor.

—¡Eh, árbitro! ¡Tarjeta roja! —gritó Dean.

—Esto no es el fútbol, Dean —le recordó Hermione. —No se puede echar a los jugadores en quidditch.

—¿Qué es una tarjeta roja? —le preguntó Ron en voz baja a Gwendolyn.

Ella se permitió sonreír, relajando la preocupación por su amigo en el campo.

Cuando Harry esquivó otra bludger, que pasó peligrosamente cerca de su cabeza, algo ocurrió. Su escoba dio una súbita y aterradora sacudida. Luego, comenzó a moverse frenéticamente. Gwen lo miraba con la boca abierta, sin entenderlo que sucedía.

—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Hagrid, mirando con los binoculares. —Si no lo conociera bien, diría que ha perdido el control de su escoba... pero no puede ser...

Gwen tampoco creía que Harry haya perdido el control de la escoba, lo había visto y era increíblemente bueno. Nada tenía sentido.

—Estará bien —la tranquilizó Weasley, sin ser muy convincente.

Todos comenzaron a notar que algo le pasaba al buscador de Gryffindor. Murmuraban y lo señalaban. La escoba de Harry empezó a dar tantas vueltas que te mareabas de solo verla. Dio un salto feroz y Harry quedó colgando, sujeto sólo con una mano. Gwendolyn gritó y agarró la mano de Ron con fuerza.

—¿Le sucedió algo cuando Flint le cerró el paso? —susurró Seamus.

—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa. —Nada puede interferir en una escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa... Ningún chico le puede hacer eso a una Nimbus 2.000.

Gwen y Hermione se miraron con preocupación. La castaña clara fue la que reaccionó y le quitó los binoculares al gigante, pero en lugar de mirar a Harry, buscó en la multitud.

—¡Es Snape! Está hechizado la escoba.

—¿Qué hacemos? —preguntó Ron desesperado.

Gwendolyn tomó los binoculares mientras los otros dos hablaban. No creyó que el profesor Snape hiciera eso. Es cierto que no le agradaba Harry, pero no creía que lo quisiera matar. Cuando encontró al hombre en la multitud se dio cuenta que tal vez se había equivocado. Snape miraba fijamente la escoba y murmurando algo sin parar. Intentó leerle los labios, sin lograrlo.

Alguien la empujó y perdió de vista al profesor pero se encontró, no muy lejos de Snape, a la señora Hawthorn. También miraba fijo a Harry, con una sonrisa extraña. Alejó los binoculares más confundida que antes.

—¡Gwendolyn! —llamó el pelirrojo y ella lo miró. —Hermione dijo que iba a solucionarlo.

La niña apretó los labios y buscó su libreta.

“Creo que no es Snape.”

—¿Por qué lo dices?

—¡Harry volvió a subir en su escoba!

Las gradas de Gryffindor se llenaron de alegría y gritos. Harry había vuelto al juego y volaba en su escoba con total control. Gwen no pudo ver si Esther o Snape seguían viendo la escoba, Hagrid había vuelto a recuperar sus binoculares.

—¿Va a vomitar? —murmuró Ron.

Gwen siguió la mirada de Weasley y se esforzó en focalizar a Harry. El chico tenía las manos cubriendo su boca, como si estuviera mareado. Tosió y algo dorado cayó en su mano. Salmander tardó un poco en darse cuenta de lo que era.

—¡Tengo la snitch! —gritó a todo pulmón, agitándola sobre su cabeza.

Casi todo el campo estalló en felicidad por la victoria de Gryffindor. Habían ganado por ciento setenta puntos a sesenta. Todos se fueron a celebrar en la Torre de Gryffindor pero Harry volvió con ellos y fueron a la cabaña de Hagrid a tomar un té.

—Era Snape —explicaba Ron. —Hermione lo vio. Estaba maldiciendo tu escoba. Murmuraba y no te quitaba los ojos de encima.

Gwen bebía en silencio. No diría que no fue Snape porque la realidad era que no estaba seguro, pero no le parecía bien echarle la culpa tampoco.

—Tonterías —dijo Hagrid. Como siempre, negándose a creer. —¿Por qué iba a hacer algo así Snape?

Los cuatro se miraron, preguntándose si debían decirle sobre la visita al pasillo prohibido. Gwendolyn fue la primera en negar y Hermione la siguió, pero Harry ya había tomado una decisión.

—Descubrimos algo sobre él —le dijo a Hagrid. —Trató de pasar ante ese perro de tres cabezas, en Halloween. Y el perro lo mordió. Nosotros pensamos que trataba de robar lo que ese perro está guardando.

Salmander le dio un fuerte codazo al chico.

“No digas 'nosotros'” se cruzó de brazos, molesta.

Hagrid dejó caer la tetera.

—¿Qué saben de Fluffy?

Miraron con confusión al gigante.

—¿Fluffy? —repitió Granger.

—Ajá... Es mío... Se lo compré a un griego que conocí en el bar el año pasado... y se lo presté a Dumbledore para guardar...

—¿Sí? —dijo Harry con ansias de saber.

—No debí decir nada —se arrepintió. —No pregunten nada. Es un secreto.

—Pero Snape trató de robarlo —dijo Ron.

—Tonterías —repitió Hagrid. —Snape es un profesor de Hogwarts, nunca haría algo así.

—Profesor de Hogwarts o no, sé que estaba hechizado la escoba —habló Hermione convencida. —He leído sobre el tema. Necesitas mantener la vista fija y Snape ni pestañeaba, ¡yo lo vi!

—Ahora, escúcheme los cuatro —les dijo Hagrid, algo molesto. —Esto es serio. Están metiéndose con algo que no deben meterse. Es peligroso. No sé por qué la escoba de Harry reaccionó de esa manera... ¡Pero Snape no iba a tratar de matar a un alumno! Olviden de ese perro y olviden lo que está vigilando. Es propiedad de el profesor Dumbledore y Nicolás Flamel...

—¿Nicolás Flamel? —preguntó Harry.

“¿Quién es ese?”

Hermione le respondió con un encogimiento de hombros.

—No debí decir eso. No debí decir eso —repetía Hagrid. Molesto con sí mismo.

—¿Saben quién es Nicolás Flamel? —preguntó Harry mientras caminaban de regreso al castillo.

—No —le dijo Hermione y Ron también negó.

Potter miró a Gwen. Ella se encogió de hombros.

—Vamos a investigarlo —dijo el pelinegro con decisión.

Gwen hizo una mueca de preocupación. Cuando algo se le metía en la cabeza a Harry, difícilmente iba a soltarlo. Se parecía mucho a James en eso.

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