ㅤㅤㅤO7. LA CONSEJERÍA

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ㅤㅤㅤGwendolyn había insistido, más bien obligado, a Harry a contarle a Ron sobre sus teorías relacionadas con Dumbledore, Hagrid, la cámara setecientos trece y el pasillo prohibido. Se notaba a Ronald le ponía de muy mal humor no saber y el secretismo entre Gwen y Harry. Gwen sabía que podían confiar en el pelirrojo para que no dijera nada a nadie.

—Es algo muy valioso, o muy peligroso —dijo Ron.

—O las dos cosas —opinó Harry.

Gwen sabía que ninguno de los dos sentía tanta curiosidad como ella así que decidió cambiar el tema.

“¿Cómo reaccionó tu padre al enterarse que estás en el equipo?”

—Bien. Estaba feliz. Muy feliz. Me mandó una carta y la tinta en algunas palabras estaba corrida, creo que lloró de alegría mientras la escribía —tanto Gwen como Ron rieron. Harry se acercó más y bajó la voz. —Dijo que me enviaría mi Nimbus 2.000.

—¿Tienes una Nimbus 2.000? —preguntó Ron boquiabierto.

Harry asintió y las lechuzas con el correo comenzaron a llegar. Gwen comió sus cereales de miel mientras Ron abrió con entusiasmo una carta de su mamá Molly, así se llamaba la agradable señora que la ayudó en la plataforma nueve tres cuartos, le había enviado.

—Oye, Gwendolyn —llamó el chico con los ojos fijos en el pergamino. —¿Nunca te llegan cartas?

Supo que Ronald había intentado ser algo delicado, pero quedó en solo un intento. La sensibilidad no era algo muy familiar para el chico. Eso no le molestaba a Gwen, pero realmente no quería responder a esa pregunta. Jugueteó con la cuchara y espero que afortunadamente alguien los interrumpiera.

—Llegó mi escoba —susurró Harry con emoción y Ron perdió la atención en Gwen.

—¡Déjame verla! —dijo entusiasmado.

—Aquí no. La profesora McGonagall me pidió que no la mostrara. Se supone que los de primer año no tienen permitido tener una escoba.

—También te llegó esto.

Ron le dio un pergamino doblado y Harry lo leyó para sí mismo antes de compartirla.

—Es de McGonagall. Dice que Oliver Wood me espera para mi primera lección.

—¿Cuándo es? —preguntó Weasley con la boca llena.

—Ahora mismo.

—¿Puedo ir?

Harry asintió y miró a Gwen.

—¿Vienes también a-?

—Señorita Salmander —interrumpieron al azabache. Gwen cerró un ojo al escuchar a McGonagall en su espalda. Suspiró y se giró a ver la profesora. —Ahora tiene un momento libre, ¿no es así? —aunque sabía que la mujer preguntaba por mera cortesía, seguro sabía su horario, asintió para confirmarlo. Minerva sonrió ampliamente. —Este es un momento perfecto para ir a la Consejería, ¿no lo cree?

Gwendolyn apretó los labios furiosa pero asintió. Ya no podía seguir evadiendo esa obligación.

Se despidió con tristeza de los chicos y cinco minutos después estaba en el segundo piso, caminando por el pasillo izquierdo. Llegó a la última puerta y consideró no llamar e irse. Sería cuestión de tiempo para que la señora Hawthorn volviera a insistir a McGonagall o Dumbledore y otra vez estaría en esa situación.

Suspiró pesadamente antes de que sus nudillos fueran a la puerta. Antes que pudiera tocarla, la puerta se abrió tan de pronto que Gwen saltó de la sorpresa.

—¡Gwendolyn! —exclamó la señora Hawthorn, sonriendo tanto que sus mejillas seguro dolían. —Estaba tan ansiosa de que vinieras —Gwen no pudo evitar comparar la voz de la mujer con el siseo de una serpiente, suave pero peligroso. También tenía un acento francés difícil de ignorar. —Por favor, pasa.

La pelinegra se apartó de la puerta y Gwen se quedó por un momento paralizado. De verdad que no quería hacer eso. Hizo una profunda inhalación y entró a la oficina. Saltó igual que un asustado conejo cuando la mujer cerró la puerta. Gwendolyn solo podía sentir una espina clavándose en su cabeza que le decía que no debía estar allí.

Ella no podía estar más de acuerdo con esa espina.

—Siéntate. Ponte cómoda.

Gwen lo hizo, sin sentirse nada cómoda. Si la aura de la señora Hawthorn no era suficientemente incómoda también la estaba mirando fijo, casi sin pestañar, y una sonrisa tan grande que iba a romperle el rostro en dos. Su sonrisa tampoco era agradable, más bien era… espeluznante.

—Entonces, señorita… Salmander —hubo un destello malicioso en sus ojos que la niña no comprendió de dónde vino. —Tengo tantas preguntas para hacerle. ¿Quiere té?

Gwendolyn negó inmediatamente. Tal vez estaba siendo muy paranoica pero pensó que el té podría estar envenenado. Esther tarareó y se sirvió té para ella, de un tetera humeante que tenía a su lado.

—¿Sabía que conocí a su madre? —Gwen no pudo evitar sentarse en la orilla de la silla, prestándole mucha atención. —Malika era brillante, pero… —sus largas uñas, puntiagudas y pintadas de negro, dieron golpes ansiosos en el escritorio, capturando los ojos de Salmander. —No era lo que se esperaba.

La morena frunció el ceño.

“¿A qué se refiere?”

—Ella simplemente no fue lo que se esperaba —dijo con tanta simpleza que a Gwen le hubiera gustado entenderla. —Pero espero que tú seas mucho mejor que ella.

Gwen miró por largos segundos a la señora Hawthorn, sin saber que responder. Esther la miraba con una esa persistente sonrisa espeluznante.

“Quiere decir, ¿académicamente?”

Esther soltó una gran carcajada, una que sonaba a ladrido de perro.

—Tienes el humor de tu padre. Ese… Gryffindor —murmuró reflexiva, mirando con ojos sin emociones la corbata rojo escarlata y dorado de la niña. —Es un poco… Inesperado que fueras seleccionada para esa casa.

Algo le dijo a Gwen que la señora Hawthorn quería usar otra palabra en lugar de inesperado.

“¿Por qué sería inesperado?”

—Tu legado te precede, señorita… Salmander —a la castaña le estaba en serio molestado la forma en la que decía su apellido, con algo de burla, y comenzaba a creer que la señora estaba verdaderamente loca. —Pero esa es una conversación para otro día —Gwen se aguantó las ganas de decir que no pretendía volver, nunca. Esther tomó una pluma y empezó a escribir sobre un pergamino. —Mejor cuéntame, ¿llegaste a conocer a tu madre?

“Murió cuando yo nací, así que no.”

—Mm —murmura la mujer. Gwendolyn recordó a Otis decirle que la señora Hawthorn era buena consejera, pero no muy interesada. —¿Qué hay de tu padre?

“También murió.”

La señora Hawthorn la miró con una desagradable sonrisa maliciosa formándose en sus labios.

—Oh, lo sé —canturreó y parecía casi feliz. Salmander bajó la mirada a sus pies, tratando de evitar a la mujer. —¿Estuviste ahí? —la cara de confusión de la niña fue suficiente para que volviera a pregunta. —¿Estuviste ahí cuando tu padre murió? ¿Lo viste morir?

La mujer se inclinó ligeramente sobre el escritorio, ansiosa de respuestas. Gwen pegó su espalda al respaldo del asiento, tratando de volver a tener esa distancia. La señora Hawthorn ya no sonaba falsamente interesada, ahora tenía hambre de saber.

Gwendolyn no quería hablar de eso con Esther. A ese punto si lo que McGonagall y Dumbledore querían era que ella hablará de eso, lo haría, pero no con esa mujer. Prefería contarle sus problemas hasta a Draco Malfoy antes que a la señora Hawthorn.

—¿Cómo fue? —Esther se puso de pie, inclinándose más hacia la menor. Gwen la miró como en lo que se había convertido, una mujer que parecía loca. La pelinegra sonrió falsamente, como si de pronto hubiera notada su actitud. —Ya sabes, no me gustaría que hayas visto ese evento tan traumático.

Gwen miró el reloj que había en la pared mientras la mujer volvía a sentarse y bebía té con calma. ¿Cuánto tiempo debía quedarse?

—¿Cómo fue tu educación? Estudiaste en casa, ¿verdad? —le preguntó, tan serena que uno creería que la escena anterior no existió. La castaña asintió. —¿Cómo fue? —insistió.

“Normal, supongo.”

—¿Normal? ¿Qué sería normal?

“No lo sé, normal.”

Gwendolyn volvió a mirar el reloj. Tal vez podía inventar una excusa para irse.

—¿Qué hay de tu magia? —volvió sus orbes a la mujer. —¿Estudiaste magia en casa?

“Claro que no. No puedo hacer magia si soy menor.”

—Oh, sí. Eso —hizo un gesto con la mano para restarle importancia. —Ya sabes, es una ley flexible. No diré nada si hiciste magia en casa. ¿Lo hiciste?

“No.”

—¿De verdad? —no le creyó. Gwen asintió con fastidio. —¿Tal vez Artes Oscuras? No diré nada si lo hiciste —volvió a aclarar antes la expresión de la niña. —Tal vez no fue tu intención usar magia negra. Tal vez fue un accidente cuando… mataste a alguien.

Gwen no podía estar más confundida. ¿La señora Hawthorn era siquiera estable, de todas las formas en las que alguien podía ser estable?

No supo quien entró tan estrepitosamente a la oficina pero se lo iba a agradecer porque gracias a esa persona pudo evitar responder a eso. Se giró y vio a su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Era curioso porque Esther había mencionado algo relacionado con esa materia y el profesor Quirrell había aparecido como si se tratara de una invocación.

—Esther… —se interrumpió al ver a la estudiante. —A-ah. S-señorita Salmander.

—¡Quirinus! —la señora Hawthorn se había puesto de pie y parecía estar furiosa. —Estoy ahora mismo ocupada, profesor Quirrell —calmó su temperamento y apretó los dientes al hablar.

—V-volveré en otro-o mo-momento.

Gwendolyn se puso de pie en un salto.

“Quédese, de todas formas ya me tenía que ir.”

Esther miró a Quirinus con ganas de asesinarlo, haciendo que el hombre mirara a otro lado.

—Quirin- El profesor Quirrell puede volver en otro momento. Por favor, quédate, Gwendolyn.

“Lo siento, tengo clases.”

Eso no era del todo una mentira. Pronto comenzaría su clase de Encantamientos, aunque aún tenía un poco de tiempo no pensaba desperdiciarlo con la señora Hawthorn. Tal vez iría a las Cocinas para tomar un té, así podía olvidarse de un momento de esta horrible experiencia.

—¿En serio? —dijo con fastidio, pero se recompuso y sonrió. —Estás invitada a volver en cualquier momento. Incluso después de las ocho o en fin de semana. Cuando quieras.

Gwen sonrió por cortesía. Absolutamente no volvería a la Consejería, mucho menos hablaría con esa mujer de nuevo. Pasó junto al profesor Quirrell, que ahora que lo pensaba ¿por qué estaba ahí? Tal vez tenía que ver con su tartamudez, aunque parecía que la presencia de Esther lo ponía más nervioso que nunca.

Salió sintiendo los ojos de los dos adultos clavados en su espalda. Una vez terminó de cerrar la puerta, salió disparada a las Cocinas para un merecido taza de té que los elfos domésticos no tuvieron problemas en hacerle.

Debía decir que la clase de Encantamientos no era su favorita. Era en la que estaban más próximos a usar las varitas y para Gwen era particularmente difícil, dado que no podía decir en voz alta los encantamientos. Al menos el profesor Flitwick no la presionó y fue considerado en ese aspecto, prometió que si lograba los encantamientos de forma no verbal tendría más puntos que el resto ya que eso tenía un mayor grado de dificultad.

El profesor les dijo que, por fin, estaban listos para hacer volar objetos y los había separado en parejas, lo cual traía de mal humor a Harry y Ron. A Potter le tocó con Seamus Finnigan, lo cual no era del todo malo para él, pero a Weasley le tocó con Hermione, y él sí estaba verdaderamente fastidiado por ello. A Gwen le tocó con Neville, lo cual no fue un problema, siempre trabajaban juntos en Herbología.

—Una de las habilidades más rudimentarias de las brujas y magos es la levitación, la habilidad de hacer que los objetos vuelen —Flitwick parecía estar más entusiasmados que los alumnos. —Ahora, no olviden el movimiento de muñeca que prácticamente —hizo el movimiento, tambaleándose ligeramente sobre la montaña de libros en la que estaba parado, como de costumbre. —Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no se olviden nunca del mago Baruffio, que dijo S en lugar de F y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.

Gwen no tenía ninguna expectativa de lograrlo y Neville mucho menos, pero tenían el consuelo de que hasta ahora nadie entre los coros de wingardium leviosa lo había logrado.

—¡Wingardium leviosa! —expresó Ron y agitó muchas veces su varita. Gwen, que estaba a su lado, se encogió, pensando que la iba a golpear sin querer.

—¡Espera, espera! —Hermione lo detuvo. —Le sacaras un ojo a alguien —miró a la morena y ella le sonrió en agradecimiento. —Además, no se dice así. Es levi-o-sa, no levios-a.

—Hazlo tú, si te crees tan lista —le dijo con su perpetuó mal humor.

Gwendolyn le dio un codazo que el pelirrojo ignoró.

—¡Wingardium leviosa!

La pluma de Hermione se elevó y toda la clase se quedó en silencio viendo la pluma levitar a más de un metro sobre sus cabezas. Gwen, al igual que el profesor Flitwick, aplaudió de emoción.

—¡Oh, bien hecho! ¡Miren todos, la señorita Granger lo hizo! Tres puntos para Gryffindor.

“Felicidades, Mione.”

Hermione le sonrió ampliamos y Gwen le dio unas consoladores palmadas a Ron en la espalda. El humor de Weasley no fue para mejor al terminar la clase.

—No es raro que nadie la aguante —le decía Ron a Harry. Gwendolyn otra vez le dio un codazo, más fuerte que antes lo que hizo al chico mirarla, y le dirigió una mirada molesta. —¡Sabes que es verdad, Gwendolyn! Es una pesadilla, te lo digo en serio.

Harry soltó una pequeña queja cuando alguien chocó con su hombro. Gwen y Ron también miraron y vieron a Hermione yéndose.

—Creo que te escuchó…

—¡Espera, Gwendolyn!

La castaña ignoró el llamado de Ronald y se apresuró en seguir a su amiga. Trató de alcanzarla pero Hermione corría bastante rápido. Iba esquivando a todos los estudiantes con éxito hasta que uno no fue tan exitoso.

—Oh, lo siento… ¡Hey, Gwen! —Otis ayudó a la chica a ponerse de pie. —¿Estás bien? ¿Por qué corrías?

“Lo siento. Estoy bien, trataba de alcanzar a una amiga.”

Gwen explicó rápidamente y se dispuso a irse pero el chico se puso a su lado.

—Te acompaño, ¿te molesta? —ella negó. —¿Qué le pasó a tu amiga? ¿Está bien?

Salmander sonrió levemente por lo preocupado que podía ser el rubio arenoso. Tenía que ser el chico más interesado en ayudar de todo Hogwarts. Mientras caminaban por los pasillos de la escuela le explicó toda la situación entre Hermione y Ronald.

—Ambos estuvieron mal. Hermione no fue la más delicada y Ron no fue muy amable. Por lo que me cuentas, parecen perro y gato —Gwen rio por esa comparación. No lo había pensado pero sí se parecían. —Creo que ambos deberían disculparse con el otro.

“Ambos son muy tercos como para disculparse.”

—Aún son muy jóvenes para ser tan tercos —negó con la cabeza como un padre decepcionado.

“Hablas como si fueras un viejo. Apenas eres un año mayor” sonrió divertida al chico.

—Un año de sabiduría más sigue siendo un año de sabiduría más. No me subestimes —le dio un suave golpe con el hombre, haciéndola reír. —Aquí hay un baño de chicas, ¿crees que esté aquí?

Gwen no lo sabía, pero esperaba que sí. Le hizo seña a Otis para que esperara y entró al baño. Un largo silencio de suspenso se presentó hasta que un sollozo lo interrumpió. Rápidamente fue a la puerta donde vino el sonido y tocó.

—Déjame —reconoció la voz de Hermione suplicar en un lloriqueo.

La castaña hizo una mueca al escuchar a su amiga continuar llorando. Era realmente mala consolando, dado a sus carentes facultades para socializar, pero al menos quería intentarlo. Abrió lentamente la puerta del cubículo y se encontró con Granger sentada en el suelo con el rostro escondido por su esponjoso cabello. Entró lentamente y se puso de rodillas, tocando el hombro de la chica. Hermione levantó la cabeza, mostrando su rostro bañado en lágrimas.

—Gwen…

Salmander no lo pensó dos veces y la abrazó, apretujándola contra su cuerpo. Mione lloró más fuerte contra el hombro de su amiga mientras Gwen le acariciaba con calma el cabello.

—¿Gwendolyn? —llamaron desde fuera del baño.

Hermione se separó y miró confundía a Gwendolyn.

“Es un amigo.”

Esa fue su única explicación y salió a buscar a Otis, haciéndole una seña para que entrara. El Ravenclaw entró y Hermione chilló al verlo, tratando de limpiarse el rostro. Mulberry rio, haciendo que Gwen se contagiara, y se acercó a la de cabello esponjado, apartándole suavemente las manos de la cara.

—Está bien —le dijo con su característica calma, sonriendo levemente. —Puedes llorar si quieres. Está bien —la tranquilizó y la soltó. Silenciosas lágrimas descendieron de los ojos de Hermione. Otis se sentó a su lado en el suelo y Gwen lo imitó. —Por cierto, soy Otis Mulberry. Amigo de Gwen.

La castaña clara se limpió otra vez la cara con las mangas de la túnica y le extendió la mano al chico.

—Hermione Granger. También amiga de Gwen.

Gwendolyn rio mientras los otros dos se daban la mano.

—Es un placer, Hermione. ¿Quieres contarme lo que ocurrió? —preguntó amable, aunque en realidad ya sabía lo que había pasado.

Gwen sabía que Mione no tenía problemas en socializar, pero sin dudas era bastante reservada, tal vez porque no había muchos hijos muggles como ella en primer año. Pero Otis era alguien fácil de hablar y la niña no tuvo mucha dificultad en contarle de la situación con Ron. Después de eso el chico de Ravenclaw se enteró que era de hijos muggles como él y hablaron de todo, desde el mundo muggle, el mundo mágico y las dificultades de ser de alguna manera de ambos mundos.

Gwendolyn los escuchó en silencio y sonreía cada vez que el rubio arenoso lograba hacer a Hermione reír y que dejara de llorar.

“¿Te sientes mejor?”

Hermione sonrió y asintió.

—Sí, gracias —miró al chico. —Gracias a ambos.

Otis se encogió de hombros.

—No fue nada.

—Ahora me doy que fue una tontería —admitió algo avergonzada y jugueteo con el final de su túnica.

—¿Lo ves, Gwen? —la mencionada miró a Otis confundida. —Un año de sabiduría más sigue siendo un año de sabiduría más.

Gwen rodó los ojos divertida al mismo tiempo que Hermione los miraba sin entender.

—¿De qué hablan?

“No le hagas caso. Es un tonto.”

—¡Oye! —se quejó Otis. —No soy tonto, soy Ravenclaw —ambas niñas rieron y él se puso de pie. —Y tengo hambre. Tal vez alcance el postre, después de todo es Halloween —comentó mirando su reloj de muñeca y le ofreció una mano a Granger. —¿Ustedes vienen?

—Creo que me voy directo a la cama —dijo mientras se ponía de pie con ayuda de Otis.

“Iré contigo” le dijo Gwen, también parándose con ayuda del chico.

—Más les vale a las dos desayunar bien mañana —les dijo en tono regañador.

“Sí, papá.”

Otis sacó infantilmente la lengua y se despidió por última vez.

—¿Cómo lo conociste? —le preguntó Hermione y abrió el grifo para lavarse las manos.

Mientras Gwen le contaba sobre su escapada al baño cuando tuvo su accidente en escoba, un estruendo las interrumpió y ambas se miraron con los ojos muy abiertos.

—¿Qué fue eso? —preguntó lentamente.

Gwen solo pudo negar con la cabeza, sin tener idea. Gritó al ver sobre el hombro de Hermione una criatura gigante. Tomó la mano de su amiga y la atrajo hacia sí misma, alejándola de el trol, ahora que lo veía bien se dio cuenta de lo que era.

Hermione empujó a la castaña a un cubículo y ambas se encerraron ahí. Se agacharon y gritaron cuando el trol había usado su gran bastón de madera para romper todos los cubículos del baño.

—¡Distráelo! —escucharon a alguien gritar.

Gwendolyn se sacudió los pedazos de madera de los cubículos y vio que se trataba de Harry y Ron, ambos lanzando cualquier cosa hacia el trol para distraerlo.

—¡Eh, cerebro de guisante! —gritó Ron.

El trol no parecía inmutarse con todo lo que los chicos le lanzaron pero el grito del pelirrojo por fin lo hizo girarse, dándole la oportunidad a las chicas de gatear lejos de la criatura, yendo debajo de los lavabos. Pero pronto el trol se dio cuenta y rompió un lavabo. Gwen se encogió cuando el agua fría de los caños rotos la mojaron.

—¡Auxilio! —gritó Hermione desesperada.

Gwendolyn chilló horrorizado al ver a Harry saltar a la espalda del trol, colgándose del cuello. La criatura gigante comenzó a sacudirse, no por el chico en su espalda sino porque Potter le había clavado sin querer su varita en uno de los orificios nasales del trol.

La castaña se estaba mordiendo las uñas de preocupación por la vida de Harry mientras Hermione estaba paralizada por el miedo. Ron reacción apuntando con su varita al trol.

—¡Wingardium leviosa!

El bastón de madera del trol se le escapó de su gran mano y se elevó por los aires, cada vez más alto, hasta que cayó de repente sobre la cabeza del dueño. El trol se tambalea y cae boca abajo al suelo, haciendo que toda la habitación tiemble.

Gwen se alivió al ver a Harry levantarse sin problemas de la espalda de la criatura. Se levantó junto a Hermione y se acercaron de la mano al trol.

—¿Está… muerto? —Granger interrumpió el pequeño momento de silencio.

—No lo creo —respondió Harry. —Solo está noqueado —miró a las dos chicas. —¿Están bien?

—Sí.

—¿Gwendolyn? —Ron preguntó viéndola.

Ella asintió varias veces y sonrió levemente para tranquilizarlo. Harry se agachó y sacó su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta de algo similar a gelatina color gris.

—Que asco —dijo el pelinegro y limpio como pudo su varita.

Los cuatro se sobresaltaron al escuchar un portazo y fuertes pisadas. Vieron a McGonagall, Quirrell y Snape entrar corriendo.

—¡Ay, por Dios! —exclamó aterrada la profesora McGonagall, pero eso no duro mucho. Se giró a Harry y Ron con una mirada de enfado. —Por favor, explíquenme qué hacen aquí.

Los dos chicos balbucearon vagas respuestas, sin que nada se les entendiera.

—Es mi culpa, profesora McGonagall —los interrumpió Hermione y los tres niños la miraron con la boca abierta.

—¿Señorita Granger? —dijo Minerva sorprendida.

—Vine a buscar al trol. Leí sobre ellos y creí que lo controlaría, pero no pude. Si Gwen, Harry y Ron no me hubieran encontrado, no habría salido con vida.

Gwen negó mentalmente y soltó a la castaña clara para mover las manos. Hermione la detuvo y negó con la cabeza.

—A pesar de tus intenciones, hiciste algo sumamente peligroso. Siempre pensé que eras más prudente que tus compañeros y estoy muy decepcionada, señorita Granger —sermoneó la profesora McGonagall. —Cinco puntos serán restados de Gryffindor, por tu completa falta de buen juicio —Gwen sentía que la mujer estaba siendo muy dura, pero Hermione no le permitió interferir. —En cuanto a ustedes tres —miró con determinación a Gwen, Harry y Ron. —Espero que sepan lo afortunados que son. No muchos estudiantes logran derrotar a un trol de la montaña y vive para contarlo. Cinco puntos como recompensa para cada uno —para Gwendolyn fue una victoria agridulce, pero sus dos amigos estaban muy felices. —Ahora vuelvan a la Torre de Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.

Los cuatro salieron disparados del baño, no vaya a ser que la profesora se arrepienta y también les diera un castigo.

—Gracias por sacarnos de ese lío —dijo Harry a Hermione.

“No debiste haberlo hecho.”

—No olvides que le salvamos la vida.

Gwen puso los ojos en blanco por el comentario de Ron.

—No olvides que no hubiéramos tenido que salvarla si no la hubieras insultado —le respondió el pelinegro con algo de burla.

Eso le recordó algo a Salmander y le dio un codazo al pelirrojo.

—¡Oye! Eso duele —se quejó acariciando sus costillas.

Discúlpate” movió exageradamente sus labios para que entendiera y hizo una mueca molesta.

—¿Por qué tengo que disculparme contigo?

Gwen se golpeó la frente y negó con la cabeza.

Con Mione, tonto.”

—Pero Gwendolyn…

La niña señaló a Hermione y se cruzó de brazos. Ron resopló pero se giró a la otra niña.

—Siento lo que dije, Hermione. No era en serio —a pesar de no querer disculparse, sonaba bastante honesto.

—Yo también lo siento. Pude haber sido más… amable.

Gwendolyn dejó salir una gran sonrisa.

—¿Satisfecha? —Harry le preguntó en voz baja y Gwen cabeceó feliz, haciéndolo reír.

Al llegar a la Torre de Gryffindor todo era un poco un caos, abarrotado de gente y mucho ruidos. Hermione cumplió su palabra y fue directo a la cama pero la verdad es que Gwen moría de hambre así que se sirvió un plato de al comida que habían traído a la Sala Común y se sentó cerca de la chimenea con los chicos a comer.

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