Parte 5

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—¡Nidia! ¿Dónde estás? —me llamó Gian desde la habitación cuando se despertó. Para ese entonces una enfermera estaba a su lado para cuidar de él. Yo, por mi parte, me había encerrado en una habitación cercana para evitarlo.

—Su señora no quiere hablar con usted —le informó la mujer que había contratado—, tome su calmante.

—¡Quiero hablar con ella! —exigió.

—Lo siento. No será posible hoy —le informó.

A las dos horas Gian había logrado levantarse y estaba golpeando a mi puerta.

—¡Nidia! ¿Sucede algo? ¿Por qué no quieres hablar conmigo? ¡¿Qué he hecho?! Acaso... ¿Acaso alguien te contó algo que te hizo dudar de mí? Juro que eso no pasó porque yo lo haya querido, fue lo peor que me pasó en la vida pero por suerte lo sobreviví y pude conocerte, y ahora soy feliz junto a ti. Nada más en mi pasado puede importar. Por favor, sal. Vamos a hablar.

Una lágrima surcó mi mejilla femenina. Por primera vez era totalmente consciente de todo el dolor que le había causado, y del que seguiría causándole. Pero debía salvar su vida, y más que nada su alma... No volvería a hablar con él, no dejaría que se convirtiese en el monstruo que yo era, en un ser despreciable sin recuerdos de quien había sido cuando humano. ¿Acaso un demonio se había enamorado de mí? ¿Cómo había hecho para convertirme en quién yo era ahora? Eso era algo que jamás me había preguntado y que jamás lograría dilucidar.

No le contesté. La puerta permaneció cerrada. Él siguió llorando y suplicando durante horas en las que me mantuve en silencio absoluto, hasta que él se cansó y decidió acostarse.

Cuando al fin salí, decidido a marcharme, me encontré con una rosa blanca detrás de la puerta. Llevaba una nota que decía: "Perdóname."

Tomé la rosa, pero al tocar sus suaves y delicados pétalos estos comenzaron a marchitarse. La tiré al suelo y salí corriendo con la intención de no volver hasta el día en el que debía abandonar ese cuerpo. Sería la única forma de contener mi deseo de tocar a Gian nuevamente y susurrarle al oído que lo amaba igual que siempre y que no lo dejaría ir, porque si mi silencio era lo que necesitaba para sanarse, esa sería la medicina que le daría.

Me marché sin llevar mi móvil ni nada que le permitiese localizarme. Sabía que me estaría buscando, e incluso escuché su llamado: estaba invocando al demonio que yo intentaba dejar de ser. Nadie más que yo podría ir a atender su pedido, ya que era el demonio asignado a esa zona. Sabía que él estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de recuperar a su Nidia, pero no podía ir a ofrecerle soluciones para sus problemas. No esta vez.

Sufrí como jamás había sufrido, cada día pensando en él, deseando hablarle, deseando acariciar su piel. Pero sabía que su enfermedad lo estaba abandonando gracias a mi doloroso silencio, que estaría bien una vez que yo desapareciese de ese lugar y me tuviese lejos de su vida.

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