Epílogo.

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Fue una noche difícil, realmente difícil.

Llegar a clase con cinco horas de sueño porque Hassel no paraba de provocarme mientras intentaba dormir iba a convertirse en mi perdición.

Mientras sus padres estaban en los asientos delanteros del coche, Hassel, su hermano y yo estábamos detrás.

—Te ves somnoliento, Zack, os quedasteis despiertos hasta la madrugada, ¿no? Debéis de haber visto muchas películas —nos regañó su madre.

Sí, claro, me quedé despierto, pero porque su hijo no paraba de restregarse contra mí, no por las películas.

—Sí y ni siquiera me acuerdo de lo que pasó en la última —me quejé.

—Deberíais acostaros pronto en días de clase —rió.

—Se nos pasó la noche volando, ¿no es así, Zackie? —respondió Hassel.

Iba a matarlo, todo esto era por su maldita culpa.

—Ya lo creo. —Le seguí el juego.

Cuando llegamos al instituto, bajamos del coche y nos despedimos de sus padres; mis suegros, que no sabían que lo eran; y de Niss, su hermano.

No supe si tomarle de la mano o no, pero él lo decidió por mí y las entrelazó.

Agarró su móvil y me enseñó varias cosas que le emocionaban. Habló de ellas con entusiasmo y no pude evitar pensar en lo adorable que se veía.

Si él era feliz, yo también lo era.

—Hola, Zack... —me saludó Elián mientras miraba fijamente nuestras manos.

—Ey —respondí.

—Hola, Elián —replicó Hassel.

—Hola a ti también, Hassel.

—¿No vas a preguntar? —Me mordí el labio inferior con nerviosismo.

—¿Preguntar qué?

—Sobre nosotros...

—Maldición, ¿por qué te preguntaría algo tan obvio? —Frunció el ceño.

—¿Tan obvio? —cuestioné, confundido.

—Zack, tú realmente eres demasiado transparente, más que el agua y el cristal.

—Oh.

—¿En serio le respondes a todo el mundo con eso? —Miré a Hassel y asentí.

—Al final te acostumbras. —Elián se encogió de hombros.

—Ya.

—Pero, aun así, comenzamos a salir este fin de semana, no nos hemos visto todo el finde. —Me crucé de brazos.

—Es que —tosió falsamente—, yo ya sabía que Hassel era K. —Desvió la mirada.

—¿¡Qué!? —espeté.

—Sí, no es nada importante. —Le restó importancia.

—Elián Muñoz, comienza a correr antes de que te corte el cuello.

—Atrévete, rascacielos.

—Perdona, pitufo —respondí a la burla.

—Tú sí que comienza a correr. —Se crujió los dedos de la mano.

Me puse detrás de Hassel.

—Ayúdame, Hass.

—Elián, déjalo, ¿no ves que es un niño? ¿Te gustaría pegarle a un niño?

—No me gustan los niños. —Se encogió de hombros.

—Guau, ¿por qué tanta violencia a las...? —Ben se miró la muñeca, en la que no tenía ningún reloj— ¿Ocho de la mañana?

—¡Elián no me contó que Hassel era el que me enviaba cartas! —exclamé.

—Ah, ¿ya te lo ha contado? —soltó Ben.

Abrí la boca, estupefacto.

—¿Tú también...?

—Sí, todos lo sabíamos... Oh, no debería haberte dicho eso, olvídalo. —Se rascó la nuca.

—Oh, claro, voy a decirle eso a mi cerebro —repliqué sarcásticamente.

—Gracias —sonrió inocentemente.

—Ah, nos va a dar una paliza —rió Elián.

—¿Quién os va a dar una paliza? —Thiago se unió a la conversación, apoyándose sobre el hombro de Ben.

—¡Oye! No soy tu posa brazos —gruñó este.

—Lo eres por ser un enano —se burló su mejor amigo.

—¿Enano? Mido lo mismo que tú, imbécil. —Le dio un empujón, haciéndole perder el equilibrio.

—¿Lo sabíais todos? —cuestioné.

—Elián borracho tiene la boca muy suelta. —Ben sacó la lengua.

—Voy a matarte, Muñoz —declaré.

Se escondió detrás de Thiago.

—No te atreverás a hacerlo —me retó.

—Sí que lo voy a hacer.

—No, no lo vas a hacer, Zackarias. —Hassel me sujetó por la muñeca y puso una mala cara.

Agaché la cabeza y asentí.

—Vale.

—Oh por Dios, Zack ha caído en las redes del amor. —Ben abrió la boca, sorprendido.

—Jódete, Smith Torres.

—Ugh, no digas mis dos apellidos juntos. Solo uno.

—No quiero, Smith Torres.

—Por eso no te lo dije, Shaw.

—Eh, eh, solo yo lo llamo así. —Hassel lo amenazó con la mirada.

—¿Ves? Cállate, Smith —sonreí con suficiencia.

—Tú también, Shaw.

—Sí, Hassel. —Hice un puchero.

—Ugh, ¿por qué no le pides que se arrodille? Estoy seguro de que lo hará sin objeciones.

—Ya lo probé. —Se relamió los labios.

—¿Probar qué cosa? —pregunté.

No estaba entendiendo la conversación entre mi mejor amigo y mi novio.

—Nada, Zack, nada. —Hassel se puso de puntillas y me acarició de la cabeza.

—Solo le falta la correa. —Escuché a Ben murmurar.

Thiago asintió, dándole la razón.

—Sigo sin saber cómo lo supiste, Elián —resoplé.

—Lo vi dejar una carta hace tiempo. —Se encogió de hombros—. Lo abordé un día y me lo confesó.

Miré hacia Hassel, ofendido.

—Si me hubieras preguntado, te hubiera dicho quién era. —Este bostezó, haciendo que todos lo hiciéramos también.

—¿Y yo cómo iba a saber que eras tú? —le reproché.

—Esa es la gracia —carcajeó.

—Te odio.

—Sabes que eso no es verdad.

—Iugh, me repugnáis, me voy. —Ben hizo una mueca de asco antes de irse junto a Thiago.

—¡Jódete! —exclamé antes de que desaparecieran por el pasillo.

—Bueno, felicidades por vuestro amor, ahora tenemos clase de matemáticas, así que vamos. —Elián comenzó a empujarnos.

Lo seguimos mientras hablábamos, bueno, más bien le recriminaba.

Cuando llegamos a clase, casi todos se habían sentado ya.

—Elián, cámbiame el sitio —le pidió, bueno, más bien le exigió Hassel a Elián.

—¿Eh? ¿Por qué haría eso?

—¿Entonces prefieres que le cuente a ya sabes quién ya sabes qué? —Mi novio alzó una ceja.

—Bueno, Zack, disfruta tu clase al lado de Hassel —se despidió mi mejor amigo repentinamente.

Lo miré confundido, pero asentí.

—No he entendido la conversación —confesé.

—No tienes que entenderla, no te preocupes, sentémonos juntos —sonrió Hass.

Mi corazón se derritió al ver su rostro.

Obedecí y saqué mis cosas mientras lo observaba por el rabillo del ojo.

Aún quedaban diez minutos para que comenzara la clase, así que aún había alumnos llegando.

Cuando vi a Emma, recordé cosas.

—Ahora vuelvo —anuncié.

Me alejé y fui a hablar con ella.

—¡Ey, Emms!

—¡Zack! Me has asustado. —Brincó hacia atrás, sorprendida.

—Tenemos que hablar.

—¿Es sobre el otro día? —Asentí—. Entonces no tenemos que hablar.

Desvió la mirada, totalmente roja de la vergüenza.

—No es nada malo —suspiré.

—Bueno, vale...

Sus amigas estaban saltando de la emoción. No lo ocultaban muy bien.

Salimos de la clase y nos apartamos a un lado de la puerta.

—¿De qué querías hablar? —Enrolló un mechón de su cabello en su dedo índice.

Solía hacer eso cuando se ponía nerviosa.

—Estoy saliendo con Hassel —solté repentinamente.

Sentía que ser directo era lo mejor.

Había estado mucho tiempo ignorando los sentimientos de Emma creyendo que era lo mejor para los dos, pero no me había dado cuenta de que eso era lo que más daño le hacía.

Tenía que afrontarlo directamente y establecer los límites.

—Oh. —Comenzó a llorar—. ¿Por qué me cuentas esto a mí?

—Emma, sé que te gusto, hace tiempo. Lo siento, he estado ignorando tus sentimientos y haciéndote daño sin darme cuenta. Sin embargo, lo he pensado mejor y he decidido que lo mejor era decírtelo a la cara.

—Creo que ya me había dado cuenta —rió sin ganas.

—No es por hacerte daño, Emma, te quiero y lo sabes. Somos mejores amigos, pero eso es todo lo que podemos llegar a ser.

Ella tembló, pero asintió.

—Hacía tiempo que lo sabía.

—Emma, si te lo cuento es porque realmente te aprecio.

—Yo también te aprecio, Zack.

La miré antes de abrazarla.

Nos quedamos un buen rato así.

—Creo que necesitaré un tiempo para olvidarte.

—Te daré todo el que quieras, Emms.

—¿Sabes? Al menos podré decir que he besado al increíble Zack Shaw —bromeó.

Sonreí.

—Espero que presumas mucho de eso.

—Lo haré.

Entramos a clase y cada uno se fue a su sitio.

Pensé que sería más difícil decirle esas cosas, confrontarla y contarle todo, pero no lo fue.

Quizá porque era Emma y éramos mejores amigos. No estaba seguro, pero me alegraba.

Sentí un peso menos cuando mis amigos me dijeron que ya lo sabían, cuando Emma me dijo que necesitaba un tiempo, cuando vi a Hassel sonreír al verme de vuelta.

Todo se sentía en paz y bien.

Cuando llegó la hora del almuerzo, antes de ir a la cafetería, me alejé un momento junto a Hassel.

—¿Qué es lo que quieres, Zack? Tengo hambre —se quejó.

—¿Te acuerdas de que dijiste que creías que nos habíamos conocido en las circunstancias equivocadas?

Lo acerqué a mí.

—Sí, me acuerdo y me sorprende que tú también lo hagas.

—¡Oye! —reí—. Pues yo creo que no lo hicimos.

—¿Cómo?

—Si no nos hubiéramos conocido de esa forma, no estaríamos así ahora mismo, Hass.

—También. —Frunció el ceño.

—¿Y te acuerdas de cuando me dijiste que me odiabas?

—No te odiaba exactamente, a ver, solo odiaba...

Lo besé para callarlo.

Me encantaba besarlo y lo haría una y otra vez si no estuviéramos en clase.

Realmente deseaba que esto no se acabara jamás.

—Pues sinceramente, yo te quiero.

Fin.

---

Oh por Dios, no puedo creerme que ya haya acabado "Sinceramente, te odio".

Os dejaré procesar todo en vez de decir tonterías.

Podéis leer los agradecimientos una vez que os sintáis preparadxs.

Pero antes de nada, gracias.

Gracias por haber estado desde el principio, gracias por haber llegado hasta el final, gracias simplemente por haberle dado una oportunidad a Zack y Hass.

Muchísimas gracias por todo

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