⌲ September

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❝ Recuerda cómo supimos que el amor estaba aquí para quedarse❞




Del otro lado del mundo, la primavera florece durante la cálida mañana del veintiuno de septiembre, pero en esta historia el otoño cruje bajo las suelas de los zapatos de nuestros personajes, que se encaminan a la discoteca Eclipse. Es la noche de la competencia de baile por los 500 dólares y desde un par de calles antes ya hay una fila de personas bailoteando y coreando canciones mientras los cigarros arden en sus bocas y el humo se impregna junto al fijador de sus extravagantes peinados.

Con un pase especial de competidores, ella y él se internan en el edificio que vibra por la música de los altoparlantes con las percusiones magistrales de Taylor. El ambiente anubarrado de la discoteca apesta a tragos dulces, spray para el cabello y cigarro de pitillo tan fino que da risa. Lee Jieun no se detiene a considerar otros aromas, como el sudor, el miedo y la euforia que trajo la competencia de esa noche. Lo que hizo, en cambio, fue pisar con fuerza sobre sus zapatos de altas plataformas y alzar el cuello para que las argollas naranjas de sus aretes no se enreden demasiado con el manto peluche que lleva sobre los hombros. O con su rizado cabello, el cual, aunque sujeto en una cola alta, cae y rodea su rostro empalideciendo su piel y contrastando su cargado maquillaje.

A su lado, Kim Seokjin entona Come and get your love y Jieun no tiene que pensar mucho para adivinar que ven y consigue tu amor la tiene como destinataria. Ni siquiera debería escuchar el canto poco afinado de Seokjin, que cubre la voz de Lolly Vegas, solo bastaría que alce la mirada y se tope con el par de ojos más brillantes y enrojecidos que conoce y que la observan con dulzura y tristeza. Oh, no lo dije, pero apestan los dos a Mary. Y ella aun la saborea en el paladar, aunque lo agradece porque, de lo contrario, serían sus nervios y todas las inseguridades las que perfumen su piel y no la colonia barata que consiguió en oferta hace días.

—Espera, ¿cuándo es nuestro número? —consulta Seokjin, deteniendo el paso a mitad de un pasillo entre la pista y el corredor que dirige a los baños. Enroscando el brazo en su cintura para atraerla, la presiona contra la pared y, como excusa, evita que dos sujetos de penachos altos y torsos desnudos y sudorosos la empujen al pasar.

Le habla tan cerca del oído que si quiere, Jieun puede creer que ha besado su oreja y enterrado la nariz en el enredado rizado oscuro de su peinado. Pero cree que no está lista para pensar en ello, ni en el abultamiento que se le pega a la cadera ya que la lycra del pantalón de Seokjin está tan, pero tan ajustada, que nadie podría perderse el obvio interés que él tiene por ella. Menos Jieun que decide, maliciosamente, empujarse hacia Seokjin y rozarlo con las lentejuelas de su pantalón de cuero corte alto, altísimo. Entonces, son rojo pasión, pues Jieun con su atuendo brilla dorado, pero predomina el color de la intensidad afectiva que ambos comparten aunque no se digan nada y son, también, azul y blanco, pues el conjunto rayado de Seokjin se mantiene regio. Al menos, hasta que te tropiezas con el escote pronunciado y recubierto del mismo peluche que Jieun lleva sobre los hombros.

Son un par colorinche de enamorados, pero es septiembre y apenas un aniversario de conocerse así que no hay prisas para declararlo todavía. O ese es el pensamiento de Lee Jieun, porque Kim Seokjin, cuando escucha que son el quinto acto, se acurruca más y ahora sí no duda en besarle la mejilla, tan, pero tan cerca de la boca que si hubiera querido, Jieun podría haberse desplazado un milímetro y juntar su pintarrajeados labios con el labial de Seokjin. Y así, a la inversa, rojo serían por Seokjin que lleva la pasión en los regordetes labios, con los que le sonríe sabedor del estremecimiento que le causó en la espina dorsal, y serían azules, porque la boca de ella tiene un tinte oscuro con el que sienta cabeza y recuerda que tienen un objetivo esa noche: ganar.

Lo aleja de un manotazo, riendo cuando la protesta de él muere ante el balanceo de sus caderas en retirada. La pista zumba con la anticipación de la competencia, pero hasta que inicie el show pueden calentar sus esqueletos. A empujones, se hacen espacio bajo una de las esferas de espejos y se contonean al ritmo tranquilo, pero contagioso de In the sumertime. Hay algo en la suave melodía que permite que Jieun haga a un lado los nervios y relaje su postura mientras ve a Seokjin hacer bailar sus hombros de forma exagerada y con un mohín risueño que levanta las pegatinas de estrellitas de sus mejillas. Es guapo, lo sabe. Con esa belleza andrógina de la que ni ellas ni ellos podrían negar. Pero Jieun pasa de sus facciones hermosas. Lo que le confirma que aquel repiqueteo alborotado de su corazón cuando lo ve o cuando lo piensa tiene que ver más con su persona que con otros aspectos más superficiales. Lo ama, se confiesa, devolviendo la sonrisa, porque es Seokjin. Así que echa atrás los brazos para exponer sus pechos y menearlos en lo que se adelanta y persigue a su pareja de baile.

Es él quien, desde hace un año, se ha colado en su vida. Y es curioso, porque trajo su llegada la tragedia y, a la vez, la libertad que necesitaba. Lo que volvió su relación en principio espinosa, dado lo mucho que había que conocer del otro y lo tanto que se esmeraron los dos en olvidarse lo sucedido. Del secreto que esconden y los vuelve cómplices. Y quizá fue esa misma complicidad la que impidió que se alejen, y que tuvieran que volver sobre sus pasos para buscarse y decidir que no son sus errores, sino el aprendizaje y lo que hicieran con ello después.

Seokjin le toma la mano y la hace girar una vez, dos veces, y otras veces más y Jieun entrecierra los ojos para que, por entre sus pestañas, el entorno se convierta en luces y sombras, colores y brillos. Para cuando los vuelve a abrir, el rostro honesto y enamorado de su pareja de baile le devuelve la gravedad y la estabilidad. La sostiene de la cintura, pero enseguida eleva las manos, disfrutando de la textura de la tela con lentejuelas y apliques, y las deja justo al borde donde sus pechos se curvan. Entonces la bola de espejos pierde efecto porque decidieron, en ese instante, oscurecer la pista para que Donna Summer con su canción incite a que la pasión diluya el romance y exponga la lujuria, la excitación de la juventud apretujada en la discoteca. Y los dos aguantan la respiración mientras él hace un movimiento con su pelvis lo suficientemente sugerente para que ella, velada por la misma caliente y espesa atracción, tome sus muñecas y las suba el resto del camino, hasta que se pierden debajo del plumaje.

La caricia es traviesa y suficiente por el momento, pero Seokjin no parece de acuerdo en ello y retira las manos para posarlas sobre sus hombros mientras suspira.

—No juegues conmigo —pide, arrastrando las palabras y viéndose un tanto desanimado.

Y Jieun sabe el motivo de que se congele ante su abierta muestra de interés. Después de todo, la manera en que se conocieron marcó el camino hasta esa pista, esa noche de septiembre.

—¿Vas a seguir culpándote por ello? —pregunta, pero su voz resbala y cae al suelo que refleja el paisaje sobrecargado de colores y brillos.

No es que pueda ella misma librarse de culpa, pero lo que ocurrió, se repite cuando en las noches trepa hasta su cama el fantasmal miedo de ser descubiertos, fue necesario. Tal vez no fue el momento certero para avanzar con Seokjin, no cuando todos cantan junto a Donna sobre esas chicas malas y el pago mísero con que ofrecen un rato de placer. Sin embargo, Lee Jieun no se avergüenza de quien fue y si Seokjin sí, entonces solo resta ganar y dividir la cuenta por la mitad como acordaron hace un año.

Con las manos llenas de sangre, el mismo Kim Seokjin le prometió ayudarle a salir del sucucho al que llamaba casa y de la relación con Jung Hoseok que más por golpes que por amor mantenía. La misma Lee Jieun fue la que no se detuvo hasta que fue tarde para llamar a emergencias, con la rabia de años soportando el abuso y las humillaciones de quien fue su pareja y empleador en la vida callejera. Pero fueron ambos los que decidieron dejar atrás ese episodio a fuerza de no querer arruinar sus vidas con un crimen que, si se lo preguntan, consideran justificado.

Fue en las semanas siguientes que volvieron a reunirse, aliviados de que la policía no hallara pista alguna con la que incriminar a nadie, ni siquiera a su pareja que había ido a denunciar preocupada cuando Hoseok no regresó al departamento. Después de todo, nadie se preocupa por un vendedor de pastis venido a menos ni por una puta que puede sellar expediente con un favor de profesión.

Y si Seokjin no se rindió de convencerla para que sea su pareja de baile y se inscriban a la competencia de septiembre del año siguiente, esa misma noche donde se observan desnudos de pretensiones y ven sus corazones comprometidos por más que un baile, no podría rendirse ahora cuando tiene correspondencia a sus atenciones.

—No es culpa —dice finalmente Seokjin, y la abraza con tanta fuerza que puede sentir cómo sus huesos se abrigan del calor ajeno y se le entibia hasta el alma—, pero quiero hacer las cosas bien. Te pediré salir, con flores y chocolates y una caja de cigarrillos finos de menta, como te gustan. Iremos a comer, a patinar, te llevaré de paseo bajo las estrellas, volveremos a tu hogar y mientras desenredas las llaves de tu bolso, te diré que me divertí, te preguntaré si tú igual y cuando sonrías fastidiada por mi formalidad, te besaré en la entrada de tu casa con la esperanza de que volvamos a salir.

—¿Acaso memorizaste nuestra primera cita? —preguntó con tono bromista, aunque en su interior algo que retenía un poco el compás de sus latidos por fin se desató y le dejó expandir el corazón tanto como fue posible en el compartimento de su pecho—, ¿y qué diré a esa segunda cita? ¿Sí o no?

—Dirás que sí —Seokjin se separó, sonriendo—. Pero pedirás ser tú quien planee el segundo encuentro porque odias mis planes y terminaré cediendo, como siempre, a comer en tu casa o la mía algo que preparemos los dos, me arrastrarás hasta la tienda de vinilos y oiremos sin comprar la nueva tanda de discos que Jeon&Kim traigan hasta que Taehyung nos eche y debamos correr a la tienda de helados más cercana para congelarnos el cerebro y sonreírnos con los labios fríos, pero la mirada cálida.

Sí, dijo Jieun enseguida, sin pestañear por lo bien que se conocían y ni protestar porque sus citas fuesen exactamente igual a los encuentros que tienen cada viernes tras que Seokjin sale del trabajo y ella de sus clases nocturnas. A excepción de algo que agregó Seokjin en su primera cita y no en la segunda, por lo que intervino y corrigió:

—Iremos a la heladería, pedirás fresa y chocolate y yo completaré con vainilla y limón y cuando tengamos la lengua dulce... me probarás —sonrío con picardía, viendo a Seokjin alzar las cejas hasta su tintado cabello naranja—. Y te probaré. Y no creo que sea suficiente, eres goloso y yo adicta al chocolate, supongo que serán varias veces hasta que digamos basta.

—No creo que me canse de ello —se animó a confesar Seokjin.

La pista quedó en silencio, la competencia estaba por dar comienzo y los que no participaban de ella se ubicaron a los lados dejando el centro despejado para las parejas. Eran más de diez concursantes, algunas parejas de dos, otros grupos de más integrantes como Los pasos de mantequilla y los Dinamita. Pero no importó verlos, ni preocuparse por si eran tan buenos como fanfarroneaban. A Seokjin le preocupó oír la respuesta de Jieun y ella, que él escuche al fin lo que los dos desearon por meses:

—Ni yo.

Ese veintiuno de septiembre, no ganaron. Los que vencieron en la competencia fueron el trío 3J que interpretaron una canción de Michael Jackson tan a la perfección que Jieun y Seokjin dejaron ir la tristeza de no ganar para aplaudirles. Si les preguntan, no obstante, no es el recuerdo de ser vencidos lo que viene a sus cabezas de esa noche, sino la melodía con la que sus almas embriagaron sus cuerpos y volvieron la interpretación de su acto una declaración: la confesión de un amor que se grabó bajo la piel.






Nota:

Ah, los setenta... Nada, hay que visitar los clásicos porque son museos, you know?

JinxIU porque amo. 

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:)

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