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Acababa de acomodar su libro favorito en el velador cuando lo supe. Mientras divagaba pensando en él y en qué pensaría al ver su habitación, llegó papá hasta allí. Al hacerlo, tal y como siempre pasaba di un saltito ridículo, pero es que él siempre llegaba sin avisar, no sé si había aprendido a disimular su presencia o simplemente tenía un don para que la madera que cubría toda la casa no crujiera ante sus pasos, casi como si flotara, o como si ella misma hubiera decidido guardar silencio ante sus pisadas, tal vez reconociéndolo como dueño del hogar, como el único que merecía trasladarse sin temor a ser descubierto. Yo no lo había descubierto, y el que pronunciara mi nombre de repente me había causado el mismo miedo y sorpresa de siempre.

-Me asustaste –hablé aun con la mano derecha en mi pecho, como si pudiera sostener mi corazón con el gesto, y con una sonrisa tonta en mis labios.

Lucía sombrío, esa debió ser la primera señal, pero no la supe entender, solo lo miré interrogante antes de que comenzara a hablar, o al menos lo intentara.

-Hija. - A su favor intentaba hacerlo, decirme lo que estaba pasando, pero no lo lograba, parecía que una piedra estuviera en medio de su garganta robándole la voz, o quizás un parche invisible pegado en sus labios quitándole los gritos. Y así no gritaba, no hablaba, ni siquiera susurraba, y a estas alturas era claro que su silencio era sin serlo palabras, era un código, era el mensaje todavía no dicho de una mala noticia. Me preocupe, el corazón que comenzaba a calmarse después del susto volvía a latir con fuerza, y mi voz se hacía frágil, mientras mi mente rogaba porque sus palabras se oyeran, que soltara alguna broma y todo volviera a lo de siempre.

-Pasó algo, ¿verdad?- Su mirada fue un sí - ¿Qué pasó?- Sé que quise sonar fuerte, valiente, de esa valentía que uno suele ver en las novelas, donde las protagonistas a pesar del sufrimiento se mantienen fuertes. Yo no me mantuve erguida ni ante la posibilidad de sufrir, papá seguía en el marco de la puerta hasta donde yo me había terminado acercando. Estaba parado allí, mirándome sin hacerlo, estático de dolor, aunque al principio no supe interpretarlo así, yo solo estaba ansiosa, preocupada y temiendo su respuesta.- ¿Papá? – susurré acariciando su brazo, intentando traerlo de vuelta a la realidad de la que parecía abstraído. Por fin me miró, me miró a los ojos, y lloró.

Se deshizo.

-El bus en el que venía Matías tuvo un accidente – la voz se oía entrecortada, rasposa e indistinguible de su llanto. Hizo una pausa, le costaba decirlo y a mí me costaba escucharlo, sabía lo que vendría.- No hubo sobrevivientes – Su llanto aumentó, se dejó caer sin reservas, ya no habían más palabras, no quedaba nada que decir. Me quedé muda, sin asimilar lo que me había dicho, viéndolo sin verlo, pensando en que hace unos minutos imaginaba lo que Matias pensaría al llegar a la habitación, destruyendo esa ilusión…. Y solo después de eso lo volví a ver.

Yo también me deshice. 

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