14

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

─¿Qué te gustaría hacer esta noche? ─  preguntó Alejandro por teléfono y una oleada de dobles sentidos encalló en mi cabeza. Pero debía mantenerme fría y conservar la distancia. Nos proponíamos una tregua por el bien de nuestras relaciones, sobre todo de la suya.

Me sentía extraña, traicionada, flaqueando por el abandono absurdo de Leo, la única persona en la que confiaba casi ciegamente. Enviando a su hermano como emisario, no hacía más que empeorar las cosas.

─Para serte franca, me encantaría ir a McDonalds.

─¿A McDonalds? Teniendo tantos buenos restaurantes no puedo creer que quieras comer comida chatarra.

─Tengo ganas de comer una hamburguesa super calórica y unas papas aceitosas y que desborden de colesterol...¿está mal?

─¡En absoluto! Creo que me convenciste al mencionar la palabra calórica ─ gesticulé exageradamente ─ .Te paso a buscar a las 7pm...¿te parece?

─¿No es muy temprano para cenar?

─No estamos en Buenos Aires, Alina. Esta ciudad sí duerme.

─Tenés razón, tantas semanas seguidas allá me malacostumbraron.

─Tengo una llamada en la otra línea, debo cortar. ¡Nos vemos! ─ saludó animadamente, en tanto que yo, sonreí como una colegiala al visor de mi celular.

Sin confiar del todo en la coartada de la auditoria financiera de urgencia, las opciones barajadas en torno a la súbita desaparición de Leo se desdoblaban impiadosamente.

¿Una mujer? No tenía sentido, yo vivía con Leo, no había chances para especular con la existencia de una tercera en discordia.

¿Una deuda de juego? Leo no sabía jugar ni al solitario.

¿Una estafa? Él era un hombre íntegro, no andaría metido en esas cosas turbias.

Dando vueltas una y otra vez al asunto, simplemente decidí focalizarme en la vestimenta...y en mi futura cercanía con Alejandro.

"Es una nueva oportunidad, no la desaproveches. Él se muestra sincero y dispuesto a hacer las cosas bien. No lo provoques, no entres en el mismo juego de siempre, en el cual terminás desconsolada y desangrándote por los rincones."

Agradeciendo su consideración en cuanto a la elección del sitio para cenar fui rumbo al lobby del hotel. Puntual, pretendía demostrarle que no siempre llegaba tarde a mis citas pero ni bajando diez minutos antes de lo pactado lograría ganarle: Alejandro ya estaba esperando por mí, apoyado sobre su Nissan plateado.

Aun siendo un completo desconocido, la mandíbula se me desencajaría de la cara con solo verlo. Desde lejos su prestancia, sus facciones masculinas y fuertes, provocarían maremotos.

Con una remera íntegramente negra y unos jeans gastados en las zonas de los muslos esperaba de pie, observando mi poco grado de sofisticación.

─Vos sí que sabés lo que significa la palabra comodidad ─ susurró a mi oído a poco de darme un beso suave en la mejilla.

─Los zapatos de taco y los vestiditos estilo Jackie no dan el target de McDonalds. Prefiero la austeridad en estos casos.

Su gorjeo feliz y grueso llenó mis pulmones de aire puro; era una brisa de esperanza. Ya en el auto, delineé sus gestos. Lucía tranquilo, sin presiones y eso me quitó una sonrisa interior. Parecía, incluso, más joven.

La barba de unos días le otorgaba un aspecto rudo y extremadamente sexy. Aunque prefería la seda de su piel recién afeitada, no se sentía nada mal cuando no lo estaba. Las cosquillas, en ese caso, eran escandalosas. Me removí en mi asiento, intentando persuadir mis evocaciones calientes.

No era momento ni el lugar.

Regresando al aquí y ahora, aquietando el calor de mis muslos, agradecí en silencio que estuviese a mi lado.

Jamás había sentido la necesidad de estar acompañada en mis viajes o durante mis experiencias como trotamundos. A pesar de encontrarme en algún punto remoto con Leo, por coincidencias de nuestras vidas, esta sensación era innovadora. Y no se sentía tan mal.

Libre, sin ataduras, recorría mis destinos de memoria. Iba adonde quería, hacía lo que quería, tal como a los 18 años. Con la cámara de fotos a cuestas, me adueñaba de los lugares sin pedir permiso; respiraba el aire de cada ciudad de modo único. Para mí, no existían las barreras idiomáticas: ni siquiera el difícil francés me suponía una traba. Los franceses, habían enloquecido en aquel bar de mala muerte en el que canté desaforadamente.

Pero ya no era una nena descontrolada; era una mujer y Catalina, a pesar de ser insoportable, bien habría dado en el clavo al referirse a mí como "niña mala" e incluso cuando defenestraba mi vestuario: quizás la ira por reconocer su acierto, sobre elevaba mi ataque en contra de ella. Como nunca antes, nadie se había atrevido a decirme las cosas sin vueltas, dando justo en el blanco.

A pocas cuadras de The May Fairy, el local de comidas rápidas se encontraba atiborrado de jóvenes y matrimonios que habrían perdido la batalla con sus pequeños hijos.

─Tenés cara de feliz cumpleaños ─ dijo Alejandro, sacando la billetera de su bolsillo─. Yo invito esta noche ─ guiñándome el ojo, ganó la partida.

─Quiero un combo 2 y una Pepsi grande ─ meciéndome sobre el mostrador, volví a tener 15 años, como cuando me escapaba del colegio y Leo pasaba a buscarme en su moto.

─Yo quiero un combo 4 y una Pepsi grande también ─ entregando el dinero, tuve la sensación de estar ante la primera faceta desconocida de Alejandro ─ .¿Qué pasa? ─ preguntó al aguardar los pedidos del otro lado de la fila.

─Pensé que pedirías ensalada o algunas de esas cosas light que tu mujer acostumbra a darte de comer.

─En primer lugar, sería un sacrilegio venir hasta aquí y pedir una ensalada sosa y aburrida y en segundo, Catalina no acostumbra a darme de comer porque no soy perrito─ juguetón, rozó con su dedo índice mi nariz, provocando un cosquilleo que subió desde mis Converse negras hasta mi bulbo raquídeo ─. Ella es experta en nutrición y desea que tengamos un cuerpo saludable.

─¿Sos feliz comiendo pasto? ─ atrevida, contuve una risa que se me escaparía por la nariz en forma de resoplido.

─Muy graciosa señorita Martins, muy graciosa.

─¿Señorita Martins? Me suena a la directora del "San David"─ respondí en alusión a la maestra del colegio al que asistí durante mi infancia.

─Es que a veces hay que marcarte el paso y retarte como si estuvieses en la escuela.

─¿Y vos?¿No hay nada que te desequilibre por completo? Siempre tan correcto, tan acartonado...─ tiré de la cuerda más de la cuenta porque la respuesta era obvia: yo, quien desafiaba su cordura. Sin embargo, obtuve un revés en su actitud.

─¿Acartonado? ¿Yo? ¡Puras mentiras!

Reí alejando los fantasmas.

Con nuestras bandejas en mano, nos ubicamos en una mesa que acababa de desocuparse. Metódico, para variar, él desplegó un par de servilletas sobre la superficie de fórmica. Acto seguido apoyó su hamburguesa, quitó su envoltorio de papel para doblarlo prolijamente hasta hacer de él un cuadrado perfecto, digno de Euclides.

─¿Te estas riendo de mí? ─ sospechó de mis ojos posados en sus hábiles manos.

─Sos muy obsesivo con la prolijidad.

─Debo confesarte que fue un largo aprendizaje. Vivir solo, en la otra punta del continente tiene sus bemoles y más cuando tenía todo servido en casa gracias a Mónica.

─La estimás mucho, ¿no?

─Fue como nuestra segunda mamá. Nos crió, nos preparó la leche, hacía magia para acomodar la pila de libros y cuadernos en nuestra mochila...y además hizo algo de lo que siempre estaré agradecido.

─¿Qué cosa?

─Haberte traído a nuestras vidas.

Y ahí estábamos por milésima vez. Su cursilería tendría efecto inmediato en mi garganta, que atoró un trozo de pan, causándome una fuerte tos.

─Perdón...─ me disculpé volviendo en mí lentamente.

─Quiso ser un elogio, pero casi termina en tragedia.

Tapé mi boca riendo y tragando a la vez. Esa veta sentimental y poética de Alejandro no era común cuando estaba conmigo.

─¿Estás bien?

─Sí, gracias ─ recompuesta, limpié mi boca de mayonesa.

─¿Sos feliz?

─¿Feliz? ─ la pregunta no era difícil, más bien todo lo contrario.

─Sí. ¿Sos feliz con tu trabajo, con tu vida...con Leo?

Miré la hamburguesa por un milisegundo. Inspiré su pregunta para exhalar una respuesta.

─La felicidad es algo efímero. Algo que se consigue con pequeñas cosas y no persiste mucho en el tiempo.

─Y ¿ahora?¿Lo sos?

Era una pregunta comprometida, pero dentro del pacto de "hermandad" que nos proponíamos, quizás sería más inocente de lo que realmente intuí.

─Cada vez que como una hamburguesa y unas cuantas papas fritas, lo soy.

Alejandro frunció la boca, tal vez algo desilusionado, pero conforme con esa respuesta.

─¿Vos?¿Lo sos?─ devolviéndole el favor, dí un enorme mordida a mi presa.

─ Cada vez que como una hamburguesa y unas cuantas papas fritas, lo soy ─ haciendo eco de mis palabras sacó su lengua siento pícaro. No estaba dispuesto a ceder ni un ápice de terreno. Festejé que nos diéramos esta chance.

─¿Cuál es tu plato favorito?

─El pastel de papas de tu mamá. No hay nadie a lo largo y ancho del planeta que lo haga tan rico como ella.

─¿Sí? Yo odio las pasas de uva.

─¡Yo las adoro!

─¿Y tu canción preferida?

Una V se formó entre sus ojos, buscando la respuesta en algún lugar recóndito de su mente.

─Patience, de los Guns and Roses.

Boyando sus acordes en mi cabeza, suspiré profundo y tragué. Debía recordar que la intención de estar juntos era simplemente la de conocernos en otros aspectos y no girar todo en torno a la atracción sexual que existía entre nosotros.

─Hubiera jurado que sería alguna de Metallica ─ repliqué.

─Están dentro de mi top ten ─ afirmó y limpió su boca para continuar ─ pero hoy por hoy, es esa...¿la tuya?

─ ¡Uf! tengo miles.

─¿Algún cantante en particular?

─Bryan Addams...

─No lo hubiera adivinado.

─¿Por qué?

─Te veo más con la onda Slipknock.

─¿Porque me visto de negro y llevo mucha máscara para pestañas?

─Quizás.

─Abandoné mi look de rockstar hace mucho, ya no soy una adolescente.

─Nunca podrías dejarlo del todo. Es parte de tu esencia.

"Como a vos Alejandro, jamás podría dejarte porque sos parte de mí"

Me sentía muy a gusto escuchar algo más que sus gemidos de placer. Era pausado, suave y medido al hablar. Sin cohibirse, preso de su relación con Catalina, conmigo no necesitaba ocultarse ni ser quién no era.

─¿Qué es lo que te enamoró de Catalina? ─ bebiendo de mi Pepsi pregunté sosteniéndole la mirada.

Sus ojos se abrieron de golpe, sin imaginar el alcance de mi pregunta. No lucía incómodo aunque si un poco desestabilizado.

─Ella es muy profesional, responsable. Muy exigente consigo misma. Y bonita, a mi criterio.

─O sea que te enamoraste de vos mismo.

─¿Perdón? ─ más confundido que antes, engulló su último trozo de hamburguesa.

─No hiciste más que enumerar cosas que bien podrían usarse para describirte a vos.

Frunció la boca, una mueca de extrañeza impregnó cada rincón de su rostro.

─¿Es un modo sutil de llamarme narcisista?

─Puede que sí...─ sumergiendo mi boca en la bombilla para sorber gaseosa, lo miré por sobre mis pestañas.

─¡Maldita hippie!

Una carcajada feroz salió de mis costillas, exorcizando todos mis temores, mis peores pesadillas.Esto era más divertido de lo que hubiese creído hasta un puñado de horas atrás.

─¿Ya hiciste la prueba del vestido de novia?

─Sí ─ bufé regresando a una ingrato presente ─ . Es bonito y tiene perlitas color crema, el modisto que me presentó tu madre es muy bueno.

─Me sentiré extraño entregándote en el altar.

─¿Quién lo diría no? Vos, mi padrino de bodas─ suspiré, con cierta mezcla de resignación en mis músculos.

─¡Ese día Dios tendrá que ponerse una venda en los ojos para no morirse de vergüenza!

─¿En qué momento nos convertimos en esto? ─ suplanté el buen humor por la cruda reflexión ─. En dos personas sin alma, capaces de dejarse llevar por el deseo carnal, despojándose de responsabilidades, perdiendo la razón y la calma.

Alejandro subió los hombros, no tenía explicaciones y yo tampoco, dejando que la culpa de ambos se convirtiese en humo.

─¿La amás? ─ enfrentándonos con la verdad, estampé en su cara.

─¿Porque todos se empeñan en preguntármelo? ─ parecía molesto.

─Supongo que estando a pocos meses de tu casamiento es lógico que surjan dudas y por consecuencia, tendría que ser lógica la respuesta.

─La quiero.

─No es lo que pregunté─ removí una papa dentro del grasoso sobre de papel.

─Pero es la respuesta que obtendrás... ─ astuto, no se la jugaba del todo ─ .¿Vos? ¿Amaste a alguien alguna vez?

Mordí mi labio infantilmente, ganando tiempo en una batalla perdida de antemano.

─Si ─ subí mis ojos, con la esperanza de que los leyera sin la necesidad de palabras ─. Amé hasta quemarme con su llama, entregándolo todo y más. Cada minuto de mi conciencia y de mi inconsciencia, cada centímetro de mi piel, cada suspiro de mi ser...pero de nada sirvió.

─¿Él lo sabe? ─ ¡Alejandro! ¿¡acaso todavía no te diste cuenta!?

Dejando de juguetear con mis anillos, levanté la vista con la pesadumbre de la confesión impregnada en ella.

─A veces las palabras están de más.

Alejandro se recostó en su silla. Esa servilleta aplastada en varios dobleces parecía multiplicarse en quinientos pliegues más. Estaba nervioso, inquieto. Y expectante.

─¿Desde cuándo? ─ arrastró distraído su pregunta.

─¿Desde cuando qué?

─¿Por qué no me lo dijiste antes? ─ azules cobalto, sus ojos clamaban por exactitud.

─¡Pensé que era más que obvia con mis actos! ─ como una adolescente ante su ídolo, salpiqué de histeria mi voz.

─Pero...vos te acostabas con otros chicos y bueno...yo pensé que...─ justificándose, sus dedos seguían secuestrando la pobre servilleta.

─Pará un segundo ─ inclinando mi torso, abrí mis palmas acusando ─ :¿vos creíste que yo estuve con vos solo para pasar el tiempo? ─ parpadeé mil veces, incrédula.

─Bueno...sí ─ admitió abochornado ─ ...era lo que hacías con todos...Leo siempre contaba que estabas con uno distinto.

─¡Pero yo no soy una cualquiera! No tengo un pasado limpio ni soy una puritana, pero no siempre me acosté con alguien solo por diversión... ¡y menos con vos! ─ bajo un ataque de nervios dije sin siquiera respirar ─ . ¿Vos qué tendrías para decir, entonces? ¡Me sedujiste por una estúpida apuesta! ─ dando a conocer mi as debajo de la manga llevé mis dos manos cubriendo mi boca.

─¿Apuesta? ¿De qué hablás?

El momento había llegado: tenía que decir que si jamás había confesado lo que sentía por él, era por mi tendencia a ser un títere en su vida.

─ ¿Y? ─ pidió explicaciones.

─Años atrás escuché una conversación ─ comencé desmalezando el camino de ida ─ una charla en la que le dijiste a Leo que te acostaste conmigo por una apuesta con los chicos. La noche del bar...cuando me arrinconaste contra el baño.

Su mirada me escrutaba bajo un manto de nervios. De seguro, viajando a ese preciso instante.

─No tendrías que haber escuchado eso ─ dijo frunciendo la boca.

─¿Perdón? ─ la amabilidad de la salida se resumía en una sumatoria de reproches ─ .Yo fui la usada y ¿vos te sentís ofendido?

─¡No dije eso, Alina!

─¿Entonces qué? ¡Confesaste que fue una cogida de una sola vez!¿Qué diferencia habría con el resto de las veces? Siempre terminábamos igual, como dos locos posesos por la noche y como dos perfectos desconocidos a la mañana siguiente. Un revolcón y listo. Los dos satisfechos encarando nuestras vidas como si nada.

─No es así ─ meneaba su cabeza, ocultando sus ojos.

─¿Y cómo es? Yo ya no lo entiendo.

─Es...difícil...complicado.

─¡Chocolate por la noticia! ─ liberé sarcasmo ─. ¡Decime algo que no sepa!

─No fue por una apuesta...bueno...sí ─ contrariado, se corregía, buscando la expresión correcta ─ .Comenzó como una...esa noche...

─Explicáte mejor...─ exigí respuestas y ya mismo.

─Esa noche llegamos bastante borrachos al bar. Yo sabía que vos ibas a estar ahí, te escuché cuando invitaste a Leo y él te dijo que no podía ir, que mamá lo había castigado y que tenía que estudiar. Yo me junté con los chicos y les propuse ir a ese antro donde cantabas ─ tomó aire, un sorbo de gaseosa para aclarar su garganta y prosiguió ─ . Sumamos alcohol y fue para entonces cuando empezaste a cantar un cover de Nirvana, más precisamente, "All apologies" ─ a pesar de su estado de ebriedad de aquel entonces, él bien recordaba cada pequeño detalle ─ . Ellos no supieron que eras vos, estaba todo en penumbras y acababas de oscurecerte el pelo en uno de esos ataques de cambio de look a los que te sometías ─ reprochó volando por las ramas. Luego, regresó al meollo del relato, continuando ─ ; lo cierto es que yo reconocí tu voz al instante. Te había escuchado tararear algunas veces y eras la única chica que iba a tocar esa noche. Miguel empezó a decir groserías...sobre tu aspecto. Que eras como un nene sin pito, una chica andrógina pero con voz de nenita dulce. Idioteces que me disgustaron, y mucho.

─¿Eso dijo ese energúmeno que no sabe sumar uno más uno? ─ enfurecida, un grito agudo provocó que de la mesa de al lado, recientemente ocupada, me observaran extrañados ─ . Perdón ─ susurré en inglés, agradeciendo que mis dichos anteriores fueran en español y probablemente no interpretados por nuestros vecinos.

─¡Estaba en pedo, Alina! Migue no era capaz de reproducir ni su nombre.

─Eso no justifica que me haya llamado así ─ hice puchero, molesta.

─Lo sé y a partir de ello, comenzamos un debate.

─¿Un debate? ─ tres pendejos borrachos en un bar de karaoke, debatiendo...¿debatiendo qué?

─Miguel apostó dos whiskys a que yo no te encaraba. A que no iba a lograr ni un beso tuyo.

 ─¿Apostaste dos whiskys a cambio de un beso? ¡Supongo que por lo menos me apostaron por un whisky caro! ─ Alejandro festejó mi ocurrencia, reticente.

─Fueron dos J&B etiqueta azul. Era lo que nos daba el bolsillo.

─¿Con eso admitís que aceptaste?

─Sí y por ese motivo te intercepté de camino al baño─ era extraño su relato. Una anécdota tan cercana pero tan lejana al mismo tiempo.

─¿Y las veces que le siguieron? ─ gritaba mi corazón, al borde del llanto.

─Esa noche, cuando te robé aquel beso, supe que la rebeldía adolescente y tu vestimenta "espanta tiburones" era solo una coraza. No querías ser lastimada por ningún chico y esa era tu forma de alejarlos.

─Desconocía que además de licenciado eras psicólogo ─ entristecí como una hoja, marchitándome.

─No Alina...simplemente me tomé el tiempo para mirarte. Pero no por fuera, sino por dentro. Y me gustaste; esa delicadeza, esa forma intempestiva de llevarte el mundo por delante. Pero sentí miedo si me involucraba con vos.

─¿Miedo?

─Vos eras todo lo que yo deseaba ser a pesar de tu poca experiencia. Yo no me animaba a dar el zarpazo que me hiciera distinto al resto. Me iba a Londres, a forjar un futuro que no tenía muy en claro. Si yo te decía lo que me pasaba con vos temía que me "echaras a perder" y que el viaje se viese truncado por una estupidez de pendejos inmaduros.

─¿Yo era como la manzana podrida del cajón?

─Exacto.

─Pero después estuvimos juntos a otro nivel...en la playa...¿eso fue un juego también?─ centelleando lágrimas al borde de mis ojos, rogué por una confesión que no me aturdiera.

─Me niego categóricamente a que siquiera lo pienses. Estaba bebido, sí, pero no ebrio. Era consciente de lo que quería con vos, de cuánto te deseaba...pero eras una...nena...yo ya rozaba los 21 años y vos no tenías ni la mayoría de edad ─ tragaba fuerte, con el rubor tiñendo sus mejillas de pudor ─. Aun así pensé que ya habrías experimentado cosas...con otros...─ dijo solemne ─ . Te veías tan madura que no imaginé que sería yo el primer afortunado.

─Yo estaba esperándote, Ale...─ avergonzada como si me retrotrajese a ese momento ponía y sacaba mis anillos, pasándolo de un dedo al otro.

─Lo supe cuando te acomodabas arriba mío. El temblor de tus piernas, tu respiración agitada...tus dudas...quería ser inolvidable para vos.

Subiendo y bajando la mirada, busqué consuelo en sus palabras. Por mucho tiempo lo habría condenado al casillero de "desconsiderado", al mote de "insensato"...pero ahora todo parecía dar un gran giro. Sus fantasmas, sus dudas, teñían su valor convirtiéndolo en angustia. Él siempre me había deseado, aun siendo adolescente.

─Entonces, ¿por qué le mentiste a Leo?

─ Al inicio de esa conversación, parte que quizás no escuchaste, él me confesó que sentía cosas por vos. Cosas importantes. Él estaba al tanto que habíamos pasado una noche siendo pendejos, pero nada más. En ese momento se enfureció diciéndome que eras muy chica para mí pero la adrenalina le bajó para olvidarlo por un rato. Preferí mentirle cuando se acercó para decirme lo enamorado que estaba de su amiguita incondicional. Decirle que no significabas nada, que solo había sido una vez después de una noche de ebriedad y por culpa de una apuesta, era lo mejor.

Era una sola confesión que equivalía a muchos años de silencio y dolor, Alejandro se desarmaba por dentro, y yo por fuera; llorando, yo secaba mis lágrimas con mis pulgares.

─Creí que te olvidaría con el tiempo. Busqué rehacer mi vida, casarme con una mujer que, a su modo, me quiere ─ recrudeciendo su confesión, ahogaba su culpa ─ . Necesito hacerla feliz, pero si no logro estar feliz conmigo mismo, nunca podré conseguirlo.

─¿Cómo puedo ayudarte? ─ la solidaridad abordó mi boca. Lo amaba lo suficiente como para entregarme a la horca con tal de verlo sonreir.

─Convenciéndome de que no tengo que amarte. Dándome razones para tratar de olvidarte. Otra vez ─ acestó con maquiavélica precisión.

Una bola espesa de lágrimas anidó en mi garganta quebrando mis cuerdas vocales, sin poder emitir sonido. Sus manos tibias buscaron las mías, inquietas, brindándoles alivio. Su pulgar rozaba mis nudillos, arrullándoles unas palabras de amor imaginarias.

─Nunca quise lastimarte, pero siempre terminé haciendo todo lo contrario.

─Los dos nos equivocamos ─ dije con un solo hilo de aliento.

─Merecés ser feliz. Con Leo o con quien te lo propongas...pero olvidate de mí. No soy bueno para vos.

"Siempre se trata de tus elecciones Alejandro. Dejáme ser yo quien elija cómo deseo torturarme el resto de mis días. No te vayas de mi vida...no así..."

──

En completo silencio, Alejandro me acompañó hasta la puerta de The May Fairy; pasando por delante de su coche, me abrió la puerta de mi lado para que bajase. Gentil, extendió su mano. La tomé, con el pecho adolorido por la intensidad de la conversación.

─Me gustó poder hablar con vos y tan abiertamente ─ reconocí frente a él, con el vapor de mi boca siendo atrapado por la suya.

─Supongo que nos la debíamos hace tiempo... ¿querés que vayamos a tomar un café? ─ él tampoco estaba dispuesto a terminar la noche así, lo presentí.

─No, gracias. Es muy tarde y mañana me espera un día difícil...

─Sí, es cierto ─ removiéndose en su propia baldosa, dando pequeños saltos con sus manos en sus bolsillos parecía querer decir algo que no se animaba. Su inquietud era evidente.

─¿Qué? ─ preguntó fingiendo distracción.

─¿Qué qué, qué? ─ repliqué dispuesta a hacerlo hablar.

─No armes trabalenguas y decime que es lo que te tiene así de intranquilo ─ rodeando sus antebrazos, logré calmar sus ansias.

─Quería preguntarte si mañana, después de la reunión con la junta, vendrías a almorzar conmigo...¡pero sin compromiso! ─ se apresuró a aclarar. Sonreí. Realmente estaba intentando hacer las cosas bien.

─La verdad es que no tenía planes ─ reconocí con una mirada inocente ─ así que acepto ─ él captaba todas mis muecas.

─Almuerzo de negocios. Brindaremos por tu participación yendo a Le Gravoche─ frotó sus manos─ . Te espero mañana a las 10:30am en la oficina.

─Tu secretaria va a mirarme de un modo extraño.

─¿Por qué?

─Porque la última vez que nos cruzamos, yo salí como una loca de tu despacho, gritando y con los ojos fuera de órbita.

─Holly es muy profesional y reservada, hará de cuenta que es la primera vez que te ve.

─¿Vos crees que lo hará?

─Caso contrario, la echo.

─¡No seas malo! ¡No podés echar a alguien porque hace algo que no te es conveniente!

─Para algo soy el jefe.

─Ojalá mi procentaje dentro de la empresa permita resguardar a todas esas personas que quieras despedir sin causa justa.

─¡Che, no soy un ogro! Soy exigente y quiero que me cumplan. Exijo privacidad.

─¿Fue la única vez que Holly tuvo que mantener cierta...privacidad? Digo...¿alguna vez te encontró en una situación similar?

─Nunca ─ respondió dejándome con la boca semiabierta.

─Nunca...¿nunca?

─Nunca, jamás de los jamases. No me gusta utilizar mi lugar de trabajo como habitación de hotel.

Largué una carcajada más que estruendosa.

─ Esa fue la primera vez que profané mi oficina con esa clase de actos. Y me alegra que haya sido con vos.

Subiendo los colores rápidamente a mis mejillas, salí milagrosamente ilesa ante semejante provocación. ¿Me detenía o continuaba preguntando? Opté por lo primero.

─Hasta mañana, Ale.

─Hasta mañana.

Con un beso casto, medido y extremadamente aterciopelado en mi frente, Alejandro se despidió de mí con la tranquilidad de que estábamos haciendo las cosas bien, por primera vez desde que nos conocíamos.

*Retar: regañar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro