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Haberme confesado que siempre me había amado y que en silencio sufriría por una verdad a medias, ahuecó mi pecho.

Un trato tonto me mantenía a raya y me conformaba con esa prueba de fe conmigo mismo. Había logrado compartir un espacio, un diálogo ameno y un pasado con ella sin caer en la tentación de tomarla salvajemente.

Cuando entré a mi casa el celular parpadeaba. Adrede, lo abandonaría a su suerte para no distraerme con otras cosas que no fuesen Alina y su mundo. Incorporándolo a su vida de aparato, le levanté el sonido.

Dos mensajes. Dos problemas.

"Cariño, todo está muy aburrido en Lisboa, pero lamento decirte tendré que quedarme unas horas más de las previstas. Fulton se fastidió con el hecho de cruzarse conmigo por poco tiempo. Cuando sea posible, te diré la hora es mi vuelo para que me recojas por el Heathrow. Espero que no andes de parranda con tu hermano. Es un tiro al aire. Te quiero."

Unas horas más de libertad. Unas horas más fuera de la prisión.

"Alejo, las cosas se complicaron más de la cuenta, necesito que retengas a Alina en Londres un poco más...inventale un trabajo, una excusa. Si viene a Buenos Aires, peligraría mi pellejo. Después te explico. Te debo dos, hermano."

Rasqué mi cabeza rogando no haber leído el mensaje desesperado de Leo en el teléfono. Maldije una y mil veces que no fuese claro y que me obligase a mentir por él. Luchaba por conseguir la confianza de Alina, para que ahora él y sus enredos, me volvieran a dejar en jaque ante ella.

¿Cuán complicado estarían sus cosas para requerir de total hermetismo?

Debía inventar algo rápido para que no viajase a Buenos Aires tal como lo tenía planeado. Caminando a lo largo y a lo ancho del living de mi casa, adormecida y silenciosa, una idea cruzó mi cabeza como un rayo.

¡Trabajo! Armar una producción fantasma con algunas modelos de la agencia con la que trabajaba la empresa; unos avisos publicitarios sacados de la galera y un par (bastantes) de billetes invertidos, la tendría ocupada algún tiempo más en Londres.

Leo me debería más que dos favores.

Durante toda la noche di vueltas en la cama tramando el plan; levantar el teléfono y llamar a algunos contactos, era todo lo que debería hacer. Estaba ansioso por retenerla aunque los motivos no resultaban del todo amables. Era contra mi voluntad y para cuidarle el culo a mi hermano.

Por la mañana, ya en la oficina, la inquietud por verla nuevamente me comía los sesos; si bien todos conocían a Alina y la primera impresión había resultado lo suficientemente buena, debíamos continuar con el simulacro un poco más.

La ausencia de Leo era un tema a resolver, pero una mentira piadosa acabaría con las dudas que pudieran surgir.

Froté mis manos con insistencia, arreglaba (inútilmente) mi corbata ante cada cristal, espejo o superficie vidriada que tuviese a mi paso y verificaba la hora con desesperación, a cada instante.

Fui el primero en estar presente en la reunión; lentamente, los lugares disponibles en la sala eran ocupados por los principales actores de "L'elixir de beauté"; todos las áreas contaban con un representante.

Desabotoné el primer broche de mi camisa, aligerando la tensión de la corbata recientemente acomodada. Esta nervioso y era evidente.

─Licenciado, la señorita Martins ya está aquí ─ mi secretaria Holly, susurró a mis espaldas.

─Perfecto, dígale que en un segundo estaré con ella ─ la pelirroja se dispersaba tras mi orden, en tanto que yo, intercambiando unas últimas palabras con Stan, director de fotografía, me dirigí raudamente a la coqueta recepción. Tomándome dos segundos para regodear mi vista, descubrí a Alina enredando sus dedos en torno al cierre de su cartera.

Su pecho, enfundado en una blusa negra con volados al frente, subía y bajaba nerviosamente; su mirada, quieta en una réplica de Claude Monet colgada en la pared y ese escandaloso tic de relamerse el labio inferior, alertaba mi sensibilidad.

─Buenos días, Alina ─ acercándome, el cielo dejó escapar un querubín.

─Hola Alejandro. Espero haber llegado a tiempo. Sabés lo mucho que me cuesta ser puntual ─ bromeó con una sonrisa tímida y un leve sonrojo se dispersó en sus altos pómulos.

─Calma. No empezaríamos sin vos. Sos la estrella del día de hoy.

Arrebatado por un instinto proveniente del fondo de mis entrañas, deslicé una mano gentil por la parte baja de su espalda, donde se curvaba su columna, gesto que ella replicó con una mirada desconcertada pero no menos cálida.

─Disculpá. No quería incomodarte ─ tragué alejando mi mano de zona prohibida.

─Sé que fue una gentileza y no un abuso de tu parte.

─Agradezco que poco a poco vayamos distinguiendo nuestros actos ─ perdiendo mi reflexión entre unas hebras de su cabello, la invité a acompañarme hasta la sala principal, donde, automáticamente, reinó el silencio ante nuestro ingreso.

Dubitativa, no despegaba su mirada de mí. Temerosa, quedó de pie encabezando la mesa, expectante, tanto como las 18 personas restantes, incluído Julian.

─Buenos días a todos ─ comencé mi breve discurso, quería que todo esto acabase pronto para ambos ─ , fueron convocados a esta junta para recordar que a razón del deceso de mi abuela Rosalinda Gutiérrez Viña, dueña de esta compañía de la que formamos parte, sus acciones han sido destinadas a una persona muy allegada a la familia y que la mayoría de ustedes ha tenido la oportunidad de conocer en el cóctel ofrecido por mí, noches atrás─ Alina sumaba nerviosismo a su tic sensual y perturbador. Necesitaba ignorarlo, focalizándome en mi monólogo ─ . Ella es Alina Martins y como también han de saber, prometida de mi hermano Leo, quien lamenta no poder acompañarnos hoy.

Tomando a mi futura cuñada de la cintura, la obligué sutilmente a dar un paso hacia delante para cuando la voz de Julian rompió el clima de presentaciones.

─¿Por qué Leonardo no está aquí? Su prometida esta siendo presentada como una de las mayores accionistas de la compañía, y él se ausenta. No lo comprendo.

─Ha tenido asuntos urgentes que atender en Buenos Aires ─ Alina buscó mi mano, entrelazando sus dedos en los mío, rogando protección.

─Yo misma le he pedido que vuele para solucionarlos ─ ella replicó con firmeza ante la atenta mirada de todos ─ .Ya tendrá oportunidad de verme activamente con ustedes ─cualquier palabra que yo agregara, estaría de más.

─Con todo respeto Julian, creo que no es relevante en el día de hoy saber si mi hermano tendría o no que haber estado aquí─ dí por terminado el tema de modo sutil, ante el subyacente murmullo ─ .Como les decía, ella es Alina, quien vendrá a cooperar con nosotros.

Unos aplausos correctamente ingleses se inmiscuyeron en mi discurso con Alina respondiendo con un gracias hecho mímica.

─¿Ella también digitará sus labores desde el más allá? ─ sarcástico, nuevamente trayendo a colación su malestar con el tipo de contratación y disposición de Leo, Julian no dudaba en continuar pujando.

─No ─ para mi sorpresa, Alina, otra vez, me ganaba en velocidad de respuesta ─ sentaré residencia en Londres por un tiempo hasta conocer el manejo de la empresa. Cabe mencionar que hoy por hoy tengo un trabajo que me ha permitido vivir hasta entonces, el que no deseo dejar en absoluto y que no conoce de tiempos ni destinos geográficos ─ parpadeé desconcertado. No habíamos hablado nunca de su estadía ni su permanencia aquí.

Tenerla en Londres, presuponía un gran dolor de cabeza para mí.

─¿Acaso eres azafata de aerolínea? ─ Julian se burló, incomodándonos.

─No, Ferguson ─ ella curvó sus labios provocativamente, ensayando una respuesta hiriente ─ .Soy fotógrafa de una revista de actualidad femenina. Más precisamente de modas.¿algún inconveniente con ello?

Decidida, insolente, Alina era la mujer con carácter que yo conocía, de la que me enorgullecí y me había enamorado hasta perder el sentido. Era la única capaz de hacer avergonzar a Julian hasta dejarlo pálido como un papel y sin nada que decir por el resto de la jornada.

De a poco, los presentes abandonaron la sala con saludos amistosos y sonrisas de compromiso hacia Alina. La estudiaban, de nuevo, aunque la mayoría se comportaba agradablemente.

─¿Cómo es eso que te quedarás en Londres? ─ tomándola del codo, la aparté de la mesa hacia una ventana próxima a la puerta de salida. Holly, mi secretaria y Tricia, otra de las asistentes, retiraban las tazas vacías.

─Es lo primero que vino a mi mente ante la agresión de este hombre. No me simpatiza.

─Julian mantiene una lucha personal con Leo y siempre que puede, lo deja en evidencia ante la junta, con la esperanza de cambiar el tipo de contrato que rige su trabajo.

─Es un idiota.

─Un idiota que si logra comprar tus acciones en dos años será uno de nuestros mayores dolores de cabeza.

─Debe ser difícil lidiar con un tipo que mete palos en la rueda constantemente...

─¡Ni que lo digas! Pero aprendí a sobrellevarlo ─ bufé elevando los hombros, resignado ─ . Ahora volvamos al tema de tu permanencia en Londres; no sé si es una buena idea. Leo pretende quedarse en Buenos Aires; si son un matrimonio, se levantarán sospechas en torno a ustedes.

─Sí...supongo que tendría que haber pensando un poco antes de hablar.

─Con respecto a eso ─ inspirando profundo, algo contento por el deseo de que concretase su amenaza, debía concentrarme en retenerla en lo inmediato ─ : necesito que te quedes un par de días más en Londres.

─¿Quedarme?¿Más tiempo?¿Para qué? Tengo pasajes para mañana.

─Surgió una producción de fotos, material con el que debemos contar en breve y no puedo hacerlo sin tu ayuda.

─¿Mi ayuda? ¿No tienen personal contratado para eso?

─Antes de tu llegada, he hablado con el director de fotografía de la compañía. Patrick, el fotógrafo principal que trabaja con Stan se encuentra indispuesto y la producción es mañana. Esta tarde redactaremos un contrato temporal, tendrás tu paga, como corresponde.

─¿Pero eso es legal? Digo...soy accionista, no es lógico que cobre por un dinero "extra".

─Aun no eres dueña de nada ─ recordé ─ tu presentación es solo un formalismo en este momento. Pero si te deja más tranquila, no lo haremos oficial.

─Te lo agradecería,  de otro modo me sentiría una estafadora ─ colocándose su abrigo, colgado en un perchero, desplegó su glamour dejándome anonadado─ .¿Qué pasa que me mirás así? ─ en un nivel de voz inaudible, preguntó arreglándose el cabello por sobre el cuello de su tapado negro.

─Me sorprende lo bien que te sienta vestirte de este modo tan formal. Celebro que hayas dejado los pantalones camuflados, las remeras rotas y los colores en tu pelo.

─¿Tanto te importa mi imagen?

─Me importás vos, con o sin agujeros en la ropa. Simplemente destaco que te ves muy bonita.

Llevando rubor a su rostro de porcelana, su mirada transparente se diluyó en la mía, generando la misma tensión de siempre en mi entrepierna. Festejé tener pantalones oscuros. Disimularían semejante reacción.

_____________________

─ Un sitio importante para gente importante ─ dijo socarrona, al entrar a almorzar en Le Gravoche. Y no era para menos: lujo, confort y una comida exquisita, se congregaban en este sitio.

─Tendrás que acostumbrarte; mal que te pese, ya sos una persona importante dentro de la empresa.

Ubicándonos en la mesa de siempre, Palmer, la camarera, no tardaría en acercarse para brindarnos la carta de menú, sosteniendo su saludo en mi mejilla más de la cuenta.

─Esa mujer está en llamas con vos ─ deslizó Alina para mi sorpresa, cuando la muchacha se retiró de la mesa.

─¿Perdón? ─ distraído, acomodé la servilleta en mi falda.

─No te hagas el que no te diste cuenta, no hace falta que finjas conmigo. La moza no te sacaba los ojos de encima.

─¿Celos?

─¿De qué?

─No entiendo el propósito de tu comentario.

─Me disgustan las mujeres con bombachas flojas ─ siseó decepcionada por percibir algo que yo, evidentemente, no.

─Siempre que vengo a almorzar acá me siento en la misma mesa y Palmer la atiende. Llamále costumbre, confianza...tengo más sinónimos si precisás.

─¿Venís a menudo con Catalina?

─Casi nunca. No es frecuente que almorcemos juntos  y las cenas, como ya te he dicho, las preparamos nosotros en el departamento ¿por qué?

─Porque con lo celosa que es me resulta extraño que te sientes en el mismo sitio una y otra vez y que esa chica no haya perdido la dentadura en sus manos.

─Palmer es lesbiana, Alina ─ entre susurros, disfrutando del as bajo la manga que yo tenía guardado para mí en pos de divertirme por su inconsistente celo (negado por cierto), dije obteniendo una O gigante de su boca.

─¿De verdad?

─Hace cuatro años que vengo aquí.

─¿Y qué con eso?¿Hurgueteás en la vida privada de la gente?

─No, linda. Lo sé por Leo.

Alina me miró buscando alguna otra respuesta por un instante. Milagrosamente y como una estrella fugaz, la solución a su dilema apareció.

─ Ya entendí ─ tomando el juego de cubiertos dispuestos al costado de su plato, no me dirigió la mirada al responder. Desinflando su pecho, liberaba decepción.

─Sabés cómo es Leo, Alina. No pensé que te sorprendería saber que se ha tirado a todo lo que se mueve.

─Incluida yo...─ resopló ladeando la cabeza.

─No quise decir eso ─ respondí capturando su mano bajo la mía, en señal de disculpas. ─ .Lo de ustedes es algo...especial ─ me retracté, alentando a que no bajase su ánimo.

─Está bien Ale, no hace falta que lo disfraces ─ sonrió esquivamente mirando hacia un lateral, enfocada en los movimientos de nuestro alrededor ─ ; es solo que...

─No comprendo.

─Yo no soy distinta a las demás. Lo único que convierte en alguien diferente para Leo es que somos amigos, que yo le pedí casamiento y que lo nuestro tiene fecha de vencimiento en dos años.

─Vos sos distinta, no sos igual a nadie. Nunca conocí a alguien tan fuerte, irreverente y hermosa.

Por primera vez desde que hablábamos de Leo y sus aventuras amorosas, Alina me miró, agradeciendo en silencio mis palabras.

─Vos sabés que significás para mí mucho más de lo que quisiéramos. La vida nos cruzó a destiempo Alina, y me apena reconocerlo porque no podemos regresar al punto en que todo comenzó. El destino nos indicó que debemos seguir este camino y a esta distancia.

Repasé mi pulgar sobre sus nudillos, suavemente.

─Es muy bello el anillo de compromiso ─ dije.

─Lo voy a donar en cuanto terminemos con esta pantomima.

─Es un buen gesto de tu parte.

La sombra de Palmer con los platos en la mano quebraría este extraño momento entre nosotros. Sus rasgos, endurecidos a priori, se aflojaban mientras disfrutaba de su "Boudin Noir, Oeuf Frit, Salade d'Asperges Crues et Chutney de Tomate Epicée".

─¡Dejá de mirarme así! ─ sonrojada, tapó su boca con la servilleta, cómica.

─¿Mirándote cómo? ─ desafié.

─Mirándome con ganas de comerme el brazo.

─¡El brazo no es precisamente lo que te comería! ─ al menos no en primer lugar.

Prestándonos a un juego tan dialéctico como perverso, finalizamos nuestro almuerzo intercambiando expresiones graciosos y temas superfluos.

─La producción fotográfica se llevará a cabo mañana, en el estudio de Stan. Queda en Basil St., a pocos metros de Harrod's. Un taxi pasará por vos a las 10. Debí persuadirlo para que no te convocase a las 7am como suele hacer. Sé lo mucho que te agrada dormir.

─Me he hecho muy mala fama con el tema del sueño.

No pude más que largar una carcajada ruidosa la cual resonó en mis pulmones con mucha fuerza, contagiándola.

─Siempre soñé con verte amanecer ─ sin filtro, sin pensar en las consecuencias de mis dichos, expresé mis deseos arrepintiéndome por mi franqueza en este momento ─ . Perdoná, quedamos en que trataríamos de no seguir con todo este asunto ─ removiéndome inquietamente en la silla, buscaba entre mis pertenencias el dinero para pagar la cuenta.

─Yo también soñé con que me veas amanecer ─ tragó un sorbo de soda, con la esperanza de que el líquido bajase la angustia de su garganta.

______________

Caminamos a la par hasta regresar a la oficina. Ya en la puerta, yo debía seguir mi camino. Un camino desorientado, sin rumbo.  

─¿Cuánto tiempo estimaron para la producción? Tengo que saber cuando volveré a Buenos Aires; Charly está desesperado por hacerme una prueba de vestido y hay algunos detalles del casamiento que requieren de mi presencia.

─En principio son tres días, a partir de mañana. De unas pocas horas cada uno ─ dije intentando mantener el control de la situación.

─¿Leo sabe que me quedaré acá unos días más?

─Si. Me ha contactado para decirme que ha llegado bien. Me envió un mensaje.

─Suertudo...a mí ni siquiera eso─ frunciendo la boca, subió las solapas de su abrigo refugiándose del frío. Permanecimos en la esquina, con el viento pegándonos de frente.

Instintivamente, protegiéndola, la atraje hacia mí; cubriéndola, mi cuerpo era su reparo.

Fundimos nuestras miradas por un instante, diciéndonos muchas cosas, confesándonos otras tantas y con el dolor de la resignación a cuestas. Alejé un mechón incordioso de su frente, para tener una imagen plena de su rostro de ángel.

─Perdóname por no ser como necesitás que sea ─ susurró disculpándose.

─Shhh Alina, no te equivoques, sos tal como quiero que seas ─ posando un beso suave en la punta de su nariz, fui testigo de su entrega al tenue contacto de mi boca en su piel.

─No quiero que tengas problemas por mi culpa, siempre hay ojos indiscretos dando vueltas.

─Quizás es lo que busco ─ tras semejante declaración de mi parte, Alina tomó distancia para observarme con detenimiento, desconcertada.

─No tenés idea lo que estás diciendo.

─Tal vez tengo demasiada idea.

─¡No digas pavadas! ─ retrucó aferrándose a su cartera, aumentando los pasos entre nosotros.

─Mejor nos vemos mañana...¿te parece? ─ hundiendo mis manos en mi tapado de paño, busqué quebrar el contacto de una vez por todas, entregándome a mi desilusión.

─Hasta mañana, Alejandro─ saludó dejando mi saludo en el aire.

______________

Escapando como un criminal abandoné la oficina. Sintiéndome como un adolescente, me filtré de incógnito entre los presentes. Aguardando en un rincón, casi a escondidas, divisé a Alina, de rodillas en el piso y con la cámara disparando frenéticamente hacia la escena allí montada.

Todo habría sido planeado con gran sincronía: una par de llamados, un diálogo sostenido con Stan el día de la presentación formal de Alina frente a la comisión directiva y una mentira (otra más) en marcha.

Compenetrada, gesticulaba con las manos, dando indicaciones a la modelo, Carole, contratada para esta gran simulación. Eran cerca de las cuatro de la tarde y la producción llegaba a su fin tras muchas horas de trabajo, quizás más de las estipuladas, para cuando me acerqué a Alina, tomándola por sorpresa.

─¿Qué hacés acá? ─ preguntó con extrañeza e incomodidad.

─A mí también me agrada verte ─ sonreí de lado, irónico.

─Perdón...hola...─ reconstituyó su saludo ─ .¿Qué hacés acá?

─Vine a supervisar el trabajo.

─¿Supervisar? ¿Te tomás esa molestia con todos? ─ frunció su ceño ─ . Francamente, lo dudo.

─Me cagaste. Sólo lo hago con vos─ confirmé entre risas.

─¿Y a qué debo el honor?─ descolgando su cámara fotográfica, posándola sobre una tarima cercana a nuestra posición, cruzó sus brazos, expectante.

─Estaba en mi oficina, abandonado a la firma de millones de papeles y me pregunté, de golpe, si te gustaría tomar un café conmigo. Hay una confitería muy linda a menos de una cuadra de acá ─ dije avergonzado como un adolescente en plena pubertad.

─Supongo que no hay inconvenientes, por lo que tengo entendido ya hemos terminado con todo acá por el día de hoy ─ miraba hacia ambos lado, buscandoa Stan, sin encontrarlo.

─De todos modos soy el jefe...si quiero puedo darlo por acabado ya mismo.

─Sabía de tu obsesión por el trabajo, pero no que fueras insoportablemente petulante como jefe ─ refelxionó, atrevida.

─Forma parte de mis encantos ocultos.

─¿Ah si?¿y tenés muchos más?─ desafiante arqueó una ceja y una mueca divertida se apoderó de sus labios carnosos.

─No tantos como quisiera...─asumí y sin ánimos de perder el tiempo, di fin a esa conversación bizarra y sin compromisos.

Una vez en el Hard Rock Cafe, un emblemático sitio a escasas cuadras del estudio de Stan, continuamos ligados.

─Mmm muero por un brownie ─ susurró sin despegar la vista del menú.

─Pero no podés. Sos alérgica a las frutas secas.

─Por eso mismo...¡muero por un brownie! ─ guiñando su ojo destiló su buen humor y doble sentido, al cual me acoplé sin mayor demora ─ . Un Shake de Arándanos y una porción de Lemon Pie.

─¿Lemon Pie? ¿A estas horas?

─¿Qué pasa? ¿Es incorrecto, señor Vida Sana?

─¿Vida sana? ─ reí fuerte sin reparar en el sitio donde nos encontrábamos ─ .¡Vos sí que sos graciosa!...Y no, no es incorrecto. Me sorprende que siempre metés miles de calorías en ese cuerpito y no se notan.

─Comer me da placer. Y mucho. Disfruto comer y agradezco mi metabolismo. No tengo rollos con mi físico.

─Es muy bueno que lo digas, no muchas mujeres son felices consigo mismas.

─Una cosa es ser felices consigo mismas y otras veces ser felices con una parte de sí mismas ─ reflexionó observándome con su mirada turbia.

─¿Qué parte tuya es la que no te hace feliz?

─¿Tenés tiempo? ─ bromeó, recostándose de lleno en el respaldo de su silla ─ . Siempre me sentí disconforme con mi intelecto. Jamás tuve una vocación definida, no sabía qué carrera elegir...te veía a vos, a Leo, a todas mis amigas estudiar, tener un proyecto a largo plazo y yo no quería saber nada con atarme a las estructuras ─ completó levantando los hombros; ahora jugueteando con un sobre de azúcar.

─Sin embargo conseguiste posicionarte en algo que te gustó.

─Sí, por suerte encontré en la fotografía algo más que un simple pasatiempo...día a día intento ser una buena profesional, hago cursos, me perfecciono; aun así, no me conforma.

─Si tuvieras al alcance de tu mano mil opciones, ¿qué te hubiese gustado estudiar?

─Sinceramente...¡aun me lo pregunto! ─ soltó con algo de graciosa culpa ─. Pero no me arrepiento...así soy yo.

─No todos siempre somos lo que queremos ser.

─¿A qué te referis?

─Muchos siempre somos quienes quieren que seamos. El hijo estudioso, el nieto ejemplar, el hermano responsable, el novio perfecto. Es muy tedioso no liberarse de esa carga.

─Conmigo no necesitás atarte a un prototipo de perfeccion, Ale ─ resultaría reconfortante escucharlo ─ , ¡no hay nadie más imperfecto que yo! ─ su sonrisa contagiosa, aligeró el rictus de mis hombros.

─Por eso mismo disfruto estar con vos. Y te lo digo independientemente del plano sexual─ confesé entre murmullos deseando que la camarera, que acababa de dejar nuestras órdenes en la mesa, no hubiese escuchado mi declaración ─ . Con vos no me hace falta fingir. Soy Alejandro, lleno de defectos, incapaz de pensar con claridad, con un lado bestial del que me avergüenzo...

─No tenés que lamentarte. Esas cosas también son facetas que forman parte de tu personalidad.

─Facetas horribles.

─Facetas y ya. No racionalices todo constantemente, Ale. La vida no es divertida si siempre pensás en las cosas malas.

─¿Siempre tenes una respuesta para todo?

─Mmm, quizás.

Atento a sus gestos, bebí un sorbo de mi café, adorando la sensación de plenitud de su rostro al clavar la cuchara en su porción de postre.

─¿Cómo sabías que era alérgica a las frutas secas? Me sorprendió que lo supieses.

─Recordé una intrusión deliberada a la cocina cuando éramos chicos, en un momento en que tu mamá no estaba. Leo se habría empecinado que allí tenían escondidos los regalos navideños y te incitó a seguirlo. Yo solo fui a espiar.

─Veo que lo de supervisar te persigue de pequeño...─ rió tapando su boca, algo llena de comida ─ .Perdón, soy una grosera.

Minimizando su acción proseguí a relatar el resto de la anécdota.

─Leo, desilusionado después de revolver todo, se fue, pero vos te quedaste y de curiosa, metiste la mano en un recipiente gigante de vidrio en donde Mónica habría separado las frutas y pasas para amasar el Pan Dulce navideño.

─¡Y me broté toda! ¿Te acordás de eso?─ todas sus pestañas se pusieron alertas, enmarcando sus bellos ojos.

─Exacto. Yo me asusté cuando caíste de la silla en la que te habías parado para alcanzar el frasco. Por suerte tu mamá entró justo para llevarte a la guardia del hospital para que te inyectaran un antialérgico.

─Es muy curioso que nadie haya recordado eso, excepto vos.

─Todo lo que tiene que ver con vos me importa. Siempre me ha importado─ asumí.

El silencio fue nuestra última palabra por un buen rato, hasta que decidimos, una vez terminado con la merienda, retomar el diálogo fuera de la cafetería.

─¿No fuiste a lo de Stan en auto?

─Tomé taxi. No me gusta manejar en la ciudad ─ deteniendo uno, abrí la puerta caballerosamente dejando que Alina se acomodase en su interior.

─Gracias por la salida, este Alejandro también me gusta ─ entregándome un beso suave en la comisura de mis labios, entró al coche para perderse en el atardecer loninense.

"Y a mí también me gusta que veas todos los Alejandros que puedo ser, Alina"

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*Moza: camarera.

*Bombacha: braga

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