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Quitándome las botas, anduve descalza en la habitación. Solté mi cabello, lo agité y canturreé, alegre. Estos días de más en Londres me permitían conocer a un Alejandro diferente: paciente, dedicado, sereno y con cierto atisbo de buen humor.

No era el ogro ni el jefe gruñón que me hubiese imaginado y mucho menos el intempestivo con el que tendría sexo contra la puerta de su despacho.

Inspiré con el descubrimiento a flor de piel: él no era un amor platónico o a quien sólo me unía la intensidad de un pasado en común, por el contrario, ya era amor con todas las letras. Aquellas pequeñas cosas que me hacían dudar, no serían más que tapadas por un cúmulo de otras más nuevas.

─¿Quién es? ─ extrañada por la hora (eran más de las 8 de la noche) y porque no esperaba a nadie, me acerqué con desconfianza a la puerta de la habitación a la que acababan de llamar.

─ Soy Alejandro. Necesito hablar con vos.

Por un instante dudé. Hacia menos de una hora que nos habríamos visto, ¿qué tendría de distinto para decirme?

─ Ho...hola ─ abriendo la puerta, di acceso a Alejandro, quien como una locomotora entró a mi cuarto con un sobre de papel madera en la mano ─ , ¿pasó algo?

─Alguien está emperrado en complicarnos las cosas ─ disparó extendiendo el sobre para que yo lo agarrase.

─¿Qué tiene adentro?

─ Mirá.

Nerviosa y sin saber qué pasaba, de su interior saqué un papel doblado en tres partes, escrito en inglés.

" ¿A quién pretenden engañar? Pobre Leo: su hermanito y noviecita a los arrumacos. Vayan preparando dinero...y mucho."

─¿Qué mierda significa esto? ─ cuestioné sacando fotografías que nos involucraban a ambos, en la puerta del hotel.

─ Son de ayer ─ respondió Alejandro desde nuestra separación, a tres metros─ evidentemente es la misma persona que desató el rumor del fraude de tu casamiento.

─¿Pero quién puede ser?

─No se. Llamé a Yaski, pero no me atendió. No confío en muchas personas para contarle esto.

─¿Quien querría extorsionarnos?

─ Alguien que quiere mucha guita a cambio de su silencio.

─¡Julian!─ dije como si hubiese descubierto la pólvora.

─ No, Alina ─ bajó mi emoción, negando con su cabeza ─ , Julian no se conformoraría con el anonimato y unos billetes. A él le gustaría alzarse con el premio mayor: ser presidente de la compañía mientras nosotros les besamos el culo con un porcentaje irrisorio de acciones. El dinero está en un segundo plano para él, su orgullo es más importante.

─ Entonces, ¿no tendríamos que denunciarlo?

─ No tenemos nada en concreto. Quizás hasta puede ser una broma de mal gusto.

─ ¡Aun así no podemos dejar que este loco ande suelto!

─ No es un loco...es un ambicioso.

─ ¡Como sea...!

Alejandro puso sus brazos en jarra tras dejar su abrigo en el respaldo de la silla. Pasó un dedo por su cuello, descomprimiendo el ahogo del mal momento.

─ Y ahora, ¿qué vamos a hacer? ─ pregunté aferrada al sobre.

─ Creo que lo mejor es que te vuelvas a Buenos Aires.

─¿Volver? Pero si me diste un trabajo de tres días...

─ Lo arreglaremos, por ese tema quedate tranquila.

─ ...p...pero suspendí el vuelo...─ me excusé, todavía desorientada.

─ Ya encontraremos el modo de conseguir otro pasaje. Por lo pronto, no tendrán que vernos juntos y se resume, básicamente, en que no nos crucemos siquiera.

─Gran deducción, ¿no? ─ Abrí los brazos celebrando su ocurrencia con algo de fastidio.

─¿Se te ocurre otra cosa a vos? ¡Ya que sos taaaan brillante! ─ su sarcasmo me dolió y mucho, pero al instante se retractó ─ .Discúlpame. Estoy muy nervioso.

─¿Viniste en taxi? ─ dije yendo en dirección al frigobar.

─¿Por qué lo preguntás?

─Para ofrecerte algo de esto...─ mostrándole una pequeña botella de whisky se la arrojé a las manos, cuando respondió afirmativamente. Destapando una para mí, bebí el primer sorbo y una quemazón intensa recorrió mi garganta.

─ No sé si el alcohol nos permitirá pensar como tendríamos ─ dijo Alejandro, bebiendo con más criterio.

─ No quiero pensar en nada, hace meses que vengo sintiéndome abrumada. El pecho me duele, la cabeza me estalla ─caminando sin rumbo, reflexionando sobre mis pesares, choqué contra él, contra su macizo y fornido cuerpo ─ . Perdón...─dije perdiéndome en los primeros efectos del alcohol y en sus ojos oscurecidos.

─ No es nada ─ dejando la pequeña botella de alcohol sobre la mesa de cristal ovalada, sus palmas contuvieron mis brazos. Frotándome los antebrazos, él me dio calor, tal vez más del que el whisky me otorgaba.

─ Estoy agotada, física y mentalmente. No me siento bien con toda esta situación─ caminando por la cornisa, con el corazón en la mano, expulsé mi catarata de sentimientos, ahogándome en mi propio llanto.

─Shhhh tranquila bebé ─ su voz oscura, arrullaba mi malestar.

Mi pecho agitado era comprimido hacia el suyo. Me envolvía con su torso, embebiéndome del perfume a suavizante de su sweater de cachemir azul, del mismo color de sus ojos.

Sus labios rozaban la cúspide de mi cabeza; luego, su mejilla acarició mi cabello. Mis manos vagaron hasta alcanzar la parte baja de sus omóplatos. Jalando un poquito de la lana de su prenda, me así a él, incitándolo a que me abrazara más fuerte.

Necesitaba de su protección, de su calor, de sus palabras calmas y bondadosas.

─Te amo Ale...─ inmersa en un estado de consciente confusión, Alejandro se apartó un instante para tomar mi rostro por la mandíbula y pasar sus pulgares por el surco oscuro de mi maquillaje paseando en mi piel, dispuesto a limpiarla.

─Estás un poco borrachita ─ sonriendo tibiamente, besó mi frente.

Quise gritarle que no, que lo dicho no era producto del alcohol ni del sufrimiento que estaba viviendo, sino que era el sentimiento más genuino que me había azotado en toda mi vida. Pero tal vez era mejor callar; acabábamos de quedar en evidencia en plena calle y un maniático codicioso podría poner en jaque todos nuestros esfuerzos.

─ Ya tengo que irme ─ mis tan temidas pesadillas golpearon las puertas de mi mente.

Tragando fuerte, inspirando profundo, expresé mis más perturbadores sentimientos.

─ Por favor quedáte conmigo. Sólo esta noche ─ como una quimera, con el tono quebrado y el gesto adusto, rogué.

─ Hay alguien afuera que está al acecho Alina, alguien que está pendiente de tus pasos y de los míos.

─ No me importa, en un par de horas me iré y el asunto estará resuelto.

Tomando distancia, dejándome de pie y en plena sala, Alejandro pasó sus dedos por su cabellera y sostenidamente. Meneándose como cuando apenas arribó a mi suite, caminaba pensando en algún plan.

─ Dejame hacer un par de llamados. Con suerte mañana por la tarde conseguiremos un pasaje para que regreses.

─¿Mañana?

─ Sí, existe un convenio entre la aerolínea y una de las compañías aéreas. Viajarías en primera, con todos los gastos cubiertos. Después de todo, ya sos parte de la empresa ─ cambiando el rictus de su rostro, un aire de tranquilidad rodeó mi figura.

─ Bueno, entonces sí.

─ Tenías pensado regresar mañana de todos modos por lo que tus planes no se vieron alterados del todo, ¿o sí?

Dudé, pensando en que mis ansias por estar más tiempo con él era lo único que me aferraba a continuar en Londres.

─No, por supuesto que no ─ raudamente, caminando hacia un rincón de la habitación, tecleó frenéticamente ante mi respuesta.

Susurrando, permanecía dándome la espalda, entretanto yo me acurrucaba en el sofá comodo y cálido.

Las luces de la ciudad golpeaban en los cristales del cuarto, la noche decía presente y el frío también. La temperatura del ambiente de a poco se estabilizaba y la de mis manos también.

Alejandro prosiguió con sus llamados, calculé cuatro.

El alcohol ya me daba sueño y mucho dolor de cabeza. Ya no era la adolescente descarriada que bebía sin tener límites o a la que poco le importaba amanecer ebria. Era una mujer adulta y tenía que aprender a controlarme.

Con una acidez propia de una bocanada de fuego, mi pecho ardió.

Lentamente, mis ojos no hiceron foco. Todo me daba vueltas y el whisky ascendía vorazmente por mi tracto estomacal.

─ Ale...─ mascullé sin tener noción del volumen de mi exclamación. Me sentía pésimo por haber sido tan tonta de tomarme media petaca de whisky de un tirón ─ ¡Ale!─ repetí con el gusto agrio apostándose en mi garganta ─. ¡Alejandro! ─ tras un único grito, incorporé mi cabeza poniéndola entre mis piernas dando fin a mi malestar, cuando todo se puso negro, convirtiéndose en un gran agujero.

____________

Parpadeé despacio. Una luz azulada era acaso el único vestigio de realidad que reconocí: la noche.

Estaba acostada, tapada hasta el cuello, pero con la misma ropa que hasta hacía unas horas...¿o minutos? No tenía idea. Con parsimonia, tomé asiento en la punta de la cama y flashes de lo ocurrido acudieron a mi quejumbrosa cabeza.

La puerta del cuarto estaba cerrada, por lo que la abrí despacio temiendo estar sola.

A paso lento pero firme avancé hasta el sillón donde habría vomitado hasta mi apellido. La mancha ya no estaba, pero el piso tenía las huellas de un trapo húmedo sobre él; efectivamente, alguien lo habría limpiado y pensar en Alejandro, me hizo sonreír y avergonzar al mismo momento.

─Con que ya estás despierta, mi bella durmiente ─ abriendo la puerta de la suite, hizo su aparición triunfal.

─No recuerdo nada.

─Es lógico. Vomitaste. Es evidente que te desacostumbraste.

─Si...quizás ─ refregándome las sienes, las cosas que me rodeaban comenzaban a tener colores y texturas.

─Fui hasta la farmacia a comprarte un antiácido. Supuse que al despertar tendrías una ardor espantoso ─ entregándome una botella de agua y un comprimido, lo cual agradecí con la cabeza, obedecí y acepté el regaño que vendría ─. Ya no tenes 18 años, Alina. Apenas vi todo lo que tomaste y de un trago, intuí que no te caería bien...presagié el futuro ─ dando una carcajada, yo respondí a su sarcasmo con una sonrisa fingida.

─ ¿Qué hora es?

─La suficiente como para tener que irme ─ como un deja vu, aquella frase se interponía nuevamente entre nosotros ─. Mañana las 16 horas paso a buscarte para llevarte al aeropuerto. Moví ciertos contactos para conseguirte el último boleto rumbo a Roma, donde harás escala de regreso a Buenos Aires.

─ ¿Me vas a llevar vos?

─ No me fío que no quieran interceptarte.

─¿Para tanto? ─ llevé mis manos al cuello, asustada.

─Estoy en comunicación con Yaski y quedamos en que un conocido suyo va a tomar cartas en el asunto.

─Está bien, supongo que a estas alturas es lo mejor ─ frotándome las manos, calentándolas, noté que Alejandro nuevamente se acercaba a mi posición para abrazarme fuerte, brindándome su temperatura.

─Quien quiera que sea el bastardo que nos quiera joder, no se la va a llevar de arriba y quiero protegerte ─ nos conectamos por un segundo extrasensorial.

─Es mejor que te vayas...y ahora mismo ─ sin desearlo, pero coincidiendo en que sería lo apropiado, susurré con la sensación de vacío incrustada en mi pecho.

─ Por supuesto ─ asintiendo con la cabeza, liberó mi menudo cuerpo en dirección a la puerta ─: ante cualquier mínimo ruido, me llamás ¿sí?

─Sí, señor─ sonreí y lo acompañé hasta la salida, aunque más no fueran escasos metros.

─Una cosa más ─ girando sobre sus talones, deteniendo su marcha, tapó mis labios con su dedo ─ : no vuelvas a decirme que me amas y menos, si estás borracha, ¿entendido?

Mis ojos casi salieron de sus órbitas.

¿Por qué lo decía? ¿Acaso no me era correspondido? Los mismos interrogantes surgieron envolviendo mi garganta por una aburrida milésima vez.

─Discúlpame.

─No lo dije para que me pidas perdón. Es que no tolero la idea de que sientas eso por mí y que yo solo sea capaz de entregarte dolor.

Bajé la vista, rodeándome con mis propios brazos, asimilando sus palabras, siempre repletas de dobles sentidos, siempre llenas de sentimientos encontrados y deseos inconclusos.

_________

Una vez en Buenos Aires, la vida parecía ser completamente distinta a lo vivido en Londres. Lo vi a Charly y cada vez que me probaba el vestido de novias, la piel de gallina se apoderaba de mi cuerpo.

Verlo puesto en mí, me recordaba que no lo usaría con la persona que yo amaba.

Verlo puesto en mí, me recordaba que simplemente era un envase que me llevaría a un objetivo planeado y milimétricamente estudiado.

Por momentos, deseaba arrancarlo de mi cuerpo y gritar que no quería ser parte de este gran engaño y tomar el primer vuelo a Londres.

Pero no podía. Desilusionaría a Leo, a Alejandro, a mi madre...a todos aquellos a los que les había prometido ayudar.

─ No tenés cara de contenta ─ Charly me devolvería a la casa de modas, mientras clavaba varios alfileres a mi vestido ─ ¡y encima adelgazaste! Faltando tan poquito para la boda es un sacrilegio que tenga que seguir retocándolo ─ cruzado de brazos frunciendo la boca, me hablaba a través de su reflejo. El espejo también devolvía una imagen pálida y desdibujada de mí.

─Debe ser la emoción.

─¡Querida! No me trates de tonto. No sos la primera novia con la que trabajo y te reitero: tu semblante dista mucho del de una de mujer a punto de casasrse.

─ No quise tratarte así ─ sonrojada por la vergüenza, bajé la mirada.

─ Alina, yo sé que no somos amigos y que mi relación con Bárbara tal vez sea un impedimento para que me digas lo que realmente te sucede ─ a mi lado, acariciando mi pelo largo, continuó diciendo ─ : pero el único consejo que puedo decirte, si me permitís, es que te cases sintiéndote feliz. Es un momento especial y si no es así, te arrepentirás por siempre.

Incapaz de emular sonido, contuve unas lágrimas atrapadas en mi laringe.

─ Gracias Charly, lo tendré en cuenta. Pero me casaré con Leo en unas semanas más y es una decisión que ya tomé.

─ Me alegro si es lo que deseas. Él es muy guapo...─ guiñándome su ojo, exagerando sus gestos con las manos, me devolvió por un instante una sonrisa que creí dejar en Inglaterra.

Minutos más tarde, Leo pasó a buscarme. Los ojos negros de Charly se alborotaron siendo más que elocuentes; mi futuro esposo le resultaba atractivo y eso me divertía aunque no así a Leo.

─¿Y? ¿Ya terminaron? ─ preguntó el más chico de los Bruni.

─Faltan algunos detalles, me retó porque adelgacé.

─ Y es cierto, yo te lo dije apenas te vi al llegar de Londres. Mi hermano no se ha ocupado de alimentarte ─ sonrió dando marcha al auto, rumbo al departamento que compartíamos.

Aquella casa no era un hogar, siendo simplemente un sitio que se había transformado en mi guarida durante los últimos meses.

Ni unas fotos nuestras en la pared, ni dormir algunas noches a su lado, cambiaban mis sentimientos para con él...y mucho menos para con Alejandro.

Me sentía una absoluta traidora.

─Esta noche salgo con los chicos ─ dejando las llaves del auto en la mesa de entrada del departamento, me avisó sus planes.

─B...bueno ─ dudé parrandeando con desconcierto ─ , pensé que podría amasar unas pizzas. No son de infarto pero siempre lo elogiaste─ tragué─. Por ahí lo podemos dejar para mañana, ¿no?

─ La pizza y el viernes se llevan mejor.

─Si....si...─ sin convencerme del todo, fui directo al baño a prepararme para una ducha ─ , ¿volvés tarde? ─ pregunté desde el otro extremo de la casa.

El Gitano anda medio mal de amores─ sonrió acercándose al cuarto de baño, de brazos cruzados, aun con su campera de cuero a cuestas.

─¿Y lo van a psicoanalizar entre todos?

─ Claro─ largó una carcajada.

─ ¿Van a su casa?

─ No, preferimos terreno neutral ─ curvando los labios de lado, se retiró de escena ─ .Vamos a un barcito en Cabildo─ chasqueó su lengua, hablando con naturalidad.

Aceptando sus palabras y pensando en hacer planes del mismo modo que él, finalicé mi baño, dormí un poco y llamé a Lula para cuando él se marchó.

─ Alina, ¡¡¡amiga!!!! ¡Tanto tiempo! ¿Cómo estás? ─ se la escuchaba radiante.

─ Bien, hace una semana llegué de Inglaterra.

─¿Inglaterra? ¿Por laburo?

─Leo tenía unos asuntos que resolver ─ enroscando mi dedo en la toalla de mi cabello, fingiendo decir la verdad, mordí mi labio─ . Lo tuve que acompañar.

─ Y sí, sos la futura mujer ─  deslizó con cierta ironía. Prefiriendo obviarlo, simplemente me dediqué a formular mi invitación.

─ Quería invitarte al depto. Leo salió y yo voy a estar sola y aburrida. Podemos hacer noche de chicas.

Un extraño y confuso silencio se apoderó del aire, tanto que dudé si preguntar si me había oído, hasta que finalmente me habló.

─Ali, posta que me encantaría ─ afirmó exageradamente ─ pero quedé con mi hermana Laura que iba a cenar con ella y su marido. Por ahí podríamos dejarlo para otro día, ¿qué decís?

─ Dale, sí. No hay drama─ maldije por mi infructuoso plan.

─Bueno, lamento que tenga que dejarte pero en un rato me pasa a buscar mi cuñado por casa y no estoy lista.

─Está bien, arreglamos para la semana próxima...¿te parece?

─¡Perfecto!

Cepillándome el pelo en el espejo, con el pijama menos sexy del mundo, me encontré sola en un lugar ajeno y viviendo una vida tan extraña como irreal.

Ahogando un posible llanto, preparé un té caliente, me acurruqué en el sillón y con la manta sobre mis pies encendí la TV; a poco de hacerlo, mi celular comenzó a sonar.

─¿Hola? ─ se asomó la leyenda de número desconocido.

─Alina? ¡Habla El Gitano! ¡Emir!

─¿Emir? ─ repregunté─. ¿Cómo estás? ─ yo, al menos, intrigada.

─Bien por suerte, che. Buscando a Leo. Su celular me da apagado y necesitaba hablar urgente con él.

─¿Pero no es que se encontraban en un bar de Belgrano, sobre Cabildo?

Con la pregunta instalada en la conversación y la duda subyacente en la voz del amigo de Leo, el panorama era un tanto extraño.

─Uhhh si si...me re colgué...es que tantas veces cambiamos de rumbo y se ve que se me pasó ─ remediando su desconcierto, casi tanto como el mío, Emir se pisó sobre sus propias palabras.

─ Suele pasar ─ fingí entenderlo ─ ,¿y cómo anda todo con Yamila? ─ con la duda del engaño a flor de piel, indagué.

─¿Con Yamila? ¡Todo de diez! Estamos planeando irnos a Colonia este fin de semana, hacernos una escapadita.

Con la punta de un puñal atravesándose en mi pecho y con la certeza cada vez más confirmada de la mentira de Leo, acepté su comentario, dejándolo ir y dando por finalizada la conversación.

Confundida llamé a Leo, sin mayor resultado que el obtenido por su amigo. Retorciéndome melancólicamente en el sofá, sin poder hilvanar coherencia en mis pensamientos, busqué una respuesta al por qué del engaño de Leo sin conseguir más que una imagen de mi misma: la imagen de una gran mentirosa que estaba bebiendo de su propia medicina.

El timbre me sobresaltó a tal punto de sentir que mi corazón galopó con fuerza casi desbordante.

El visor del portero con visor, me permitió ver a Alejandro abrigado hasta el cuello, moviéndose insistentemente de un lado hacia el otro. Eran más de las 11 de la noche.

─Ale...¿qué haces acá? ─ entrando al departamento, se rió por mi atuendo.

─ ¿Aprovechaste la ausencia de Leo para organizar un pijama party?

─¿Cómo sabés que él no iba a estar conmigo? ─ desconfiando, seguí su caminata hasta la mesa del comedor.

─Porque me llamó esta mañana para decírmelo y pedirme que te cuidase─ revoleé los ojos por el nuevo pedido de custodia.

─ Me siento como una nena que necesita "marca personal".

─ A juzgar por el modo en que te comportaste la última vez que nos vimos, necesitás que alguien esté a tu lado─ regañón, como el Alejandro "original", levantó una ceja, colgando su bufanda en el respaldo de la silla.

─ Tomé un poco más que de costumbre pero no soy un peligro para la raza humana.

─Que signifiques un peligro solo para vos, me es suficiente ─ lacónico, dictatorial, se cruzó de brazos, sin abrigo mediante.

Regresé a mi postura de buda inicial, tomando el control remoto y pasando de canal en canal aunque no prestara atención más que al bullicio.

─¿Te dijo adónde iba? ─ sin mirarlo, pregunté.

─ Me comentó que el Gitano estaba medio mal de amores.

─ O sea que a vos también te mintió.

Alejandro estaba a punto de tomar asiento en el sofá, a mi lado, cuando detuvo su accionar. Lentamente, se acercó a mi mundo, se puso en cuclillas, frente a mí, me quitó el aparato de las manos para mirarme fijo, absorbiéndome por completo.

─¿De qué hablas?

─El Gitano llamó a mi celular buscando a Leo y quedó muy sorprendido cuando le dije que en teoría, ellos tenían que estar juntos en un bar de Cabildo.

Alejandro frunció en entrecejo, visiblemente asombrado.

─¡Es un boludo!

─Es un mentiroso, pero sigo sin entender por qué. ¿Por qué serlo conmigo? Si en definitiva lo nuestro...todo esto es una mentira enorme ─ dije abriendo los brazos, englobando mi entorno.

Con las lágrimas a punto de derramarse de mis ojos, presioné mis palmas sobre ellos, impidiendo su caída libre.

─Ali, despreocúpate, ya vamos a ver qué le está pasando a Leo. Ahora focalízate en estar bien vos ─ acarició mi pelo, pero muy por arriba, como si tuviese miedo de tocarme con mayor énfasis─. ¿Qué hay del trabajo que me hablaste en Londres?

─ ¿El de Madrid? Al final se hace. Viajo en 15 días y por una semana.

─¡Buenísimo entonces! Te servirá para pensar.

─¿Cuando volviste de Londres? ¿Tenes mas información de... lo nuestro? ─ mi paranoia dijo presente.

─Llegué ayer a última hora y pudimos conseguir algunas pistas. Vine para arreglar las cosas con Yaski.

─¿Qué estamos haciendo mal, Ale....? ¿Qué?

Decir todo, sería lo correcto.

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*Tener la posta: tener la verdad.

*Boludo: tonto.

*Laburo: trabajo

*Av Cabildo: una de las avenidas principales del barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires, sobre la cual se encuentran numerosos restaurantes y tiendas comerciales.

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