19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

─ Casate conmigo ─ dije tras pensarlo mil y una veces y a una velocidad sobrenatural. Alina sin embargo, se echó a reír irónicamente.

─¿¡Estás loco!?

─Si...quizás...pero por primera vez en la vida estoy diciendo algo sin temor a equivocarme ─ salí eyectado de mi asiento; nuevamente el calor de mi cuerpo la envolvió como una manta ─. Casate conmigo Alina...

─¿Tan interesado estás en no perder la fortuna que sos capaz de hacer cualquier cosa para retenerla?

─No, te equivocás. A la que no quiero perder, a la que quiero retener para siempre, es a vos. Ya te perdí una vez, no quiero repetir el error─acuné entre mis grandes manos su rostro pequeño y asustado. Temía que la estuviese engañando, pero no era mi objetivo. Y si bien sabía que mi propuesta era demencial, a medida que pasaba el tiempo, me convencía de que ello era lo que deseaba.

─No sabés lo que decís. Hablás boludeces.

─Equivocación tuya, otra vez, mi linda...─ jalando de sus manos, obligué a que su cuerpo se acercase más al mío. Pasé mis palmas por detrás de su espalda, abrazando sus omóplatos. Mis ojos se perdieron en los suyos, indecisos, expectantes ─. Soy consciente de la rareza de mi proposición. Pero te juro que es genuina y que estoy dispuesto a todo por vos.

─Discúlpame Alejandro ─ ejerció fuerza con sus puños cerrados contra mi pecho ─ , pero no puedo fiarme de vos ─ gatillándome en la sien con su desconfianza, logró zafar de mi amarre.

─ Al menos lo intenté.

Tomando distancia, recogió su equipaje y con una mirada complaciente sobre su hombro se retiró de la cocina, rumbo a su habitación.

___________

En la oscuridad de la biblioteca, un vaso de whisky, un habano y la amargura de sentir que todo tocaba fondo, fue mi compañía. Envuelto en la soledad de la noche, quise escaparme de mi propia vida y jugar a que era otra persona; alguien menos miserable, sin tantas fisuras y capaz de ser y hacer feliz a alguien.

Amaba con una fuerza descarriada a Alina, mi corazón, mi cuerpo, mis amaneceres y mis tardes les pertenecían pero mi compromiso con Catalina lo teñía todo de un gris plomizo.

De tres tragos terminé mi vaso casi lleno. Ahogar mis penas en alcohol no resolvería mis problemas.

─¿Es cierto lo que me dijiste? ─ escabulléndose en la espesura de la oscuridad, la frágil figura de Alina se hizo presente.

─¿Qué me quiero casar con vos?¿Que estoy loco? ¿Qué no puedo imaginarme lejos tuyo? Hay muchas afirmaciones que sí, lo son─ bromeé con discreción.

─ ¿Es cierto que no querés perderme esta vez?─ suave, como un canto de sirena, Alina avanzó hacia mí.

Yo permanecía sentado en la gran silla de cuero remachado de estilo victoriano, a unos centímetros del escritorio de roble de mi abuelo. Ella caminó lento, danzando sus caderas de un lado hacia el otro, moviéndose al compás del silencio.

Llevaba una remera holgada, que a trasluz, delineaba sus curvas perversas debajo de ella; un jogging bastante suelto embolsaba maliciosamente a sus piernas.

─No quiero perderte ni ahora ni nunca...aunque ruede mi propia cabeza ─ dejando el vaso sobre la placa de madera torneada, extendí los brazos invitándola a aproximarse. Al principio, negó con la cabeza, hasta que ante mi insistencia, accedió.

Con la punta de sus dedos tocó mis yemas, dejándose llevar por la electricidad que siempre nos uniría. De pie y ubicándose entre mis piernas, la tomé por la cintura, escabullendo mis manos por debajo de su trozo de tela llamado remera.

Su piel de gallina era visible. Mis manos estaban tibias y su cuerpo, caliente.

─ Alina; te deseo como jamás desee a nadie. Te amo tanto que el agua se secaría por mi sed de vos...

─¡Cursi! ─ Sonrió dándome un golpecito liviano en el hombro.

Pero mi instinto ya no entendería de sutilezas; ahuecando mis palmas en su cuerpo, la recliné hacia mí para jalar de su labio. Ella no se resistía, con ambas manos sujetó mi boca con fuerza arrojándose a mis brazos y a mi falda. Trepé mis palmas por su espalda, nutriéndome de su temperatura corporal, una temperatura que se fundiría con la mía, en escandaloso ascenso.

─Casate conmigo, por favor─ logré pedir en un segundo de oxígeno propio y ajeno ─. Decíme que sí.

─Dejámelo pensar...─ respondió.

Sosteniéndola por debajo de sus nalgas la levanté como a una pluma para apoyarla sobre la fina superficie de madera laqueada.

─Te amo. No puedo ni quiero controlarlo.

Siendo una maraña de manos, besos y piel, ella desajustó mis vaqueros, liberando la presión agolpada en mi zona íntima.

─Haceme tuya...te necesito dentro mío...─ gimió con pasión.

─Si, mi amor....siempre dentro tuyo...en cuerpo y alma.

Concediéndole su deseo, entregándome ante su voz de hada, me fundí en ella sin nada de por medio más que la inconsciencia. Alina sujetaba mi nuca, aullando gemidos sensuales en torno a mis oídos, aniquilando mis estructuras.

El balanceo de mis caderas era corto, seco y constante. Quería todo de ella, su perfume, sus manos, su aliento. La amaba, de un modo animal, de un modo infantil, de un modo único...como no amaba a Catalina.

Con pequeños rebotes en ella, entraba y salía brindando todo de mi, perteneciéndola, haciéndola mía.

─Decíme cuánto me amás ─ con la desesperación adueñándose de mis poros, tomé su rostro entre mis manos, implorándole.

─Demasiado, más de lo que quisiera ─ masculló inclinando su cuello hacia atrás, invitándome hacia él.

Lo delineé de principio a fin, absorbiendo su aroma a chica rebelde. Un fino jadeo de placer expulsado por su garganta retorció mi vientre, arrastrándome a la cornisa del orgasmo. Rozando el borde, mordí su boca, jugando con la tersura de sus labios carnosos, clavando mis ojos poseídos de lujuria en los suyos, acristalados e hipnotizadores.

─¿Por qué no puedo dejar de amarte? ─ preguntó culposa.

─No lo sé ─ dije bebiendo más y más de su sabor ─ , pero si algún día lo averiguás, no me lo digas, nunca querré dejar de hacerlo.

Con una estocada final, ahogué un gemido salvaje y brutal en su clavícula.

Agitados, con nuestros pechos sincronizados en su ascenso y descenso, fuimos uno, como siempre lo habíamos sido y nos negábamos a reconocerlo.

Con nuestras idas y vueltas, siempre nos habíamos pertenecido el uno al otro; nos habíamos amado desde pequeños, desde aquella medianoche en la arena. Durante ese solsticio de medianoche, nos juraríamos en silencio que ese sería el principio de esta historia que no conocía de finales.

─No quiero salir de acá dentro ─ sonreí contra sus pechos pequeños, apenas cubiertos por su remera.

─Tremendo escándalo se puede armar si nos descubren así─ besando la cúspide de mi cabeza, intentó alejarse. Comprendiendo que lo mejor era evitar escándalos, me aparté subiéndome la cremallera de mis pantalones mientras ella peinaba con sus dedos su larga cabellera dorada─. ¿En qué pensabas cuando entré acá?─ volviendo a foja cero, dejando de lado estos minutos de frenesí, puso sus manos en jarra.

─En todo...y en nada.

─¿Estás arrepintiéndote?

─¿De qué?

─De tu propuesta...aceptemos que es una tontera.

─De lo último que me arrepentiría es de mi decisión. Porque ya dejó de ser una simple proposición: yo ya lo decidí.

─No te dije que aceptaba.

─Sé que lo harás ─ besando la punta de su nariz perfecta y armoniosa, di pequeños besos en sus mejillas.

─¿Confiado?

─No. Enamorado.

Alina se sonrojó de un modo inesperado; siempre tan segura y avasallante, se mostraba tímida y remilgada. Mi egoísmo se atribuyó esa dualidad, porque muchos hombres habrían pasado por su cuerpo (no quise saber cuántos), pero sólo yo había sentado residencia en su vida.

─¿Cómo vamos a hacer? ─ preguntó en un quejido.

─Hablaremos con Leo. No esta en posición de discutir nada.

─No lo entenderá...─ agregó meneando la cabeza, mirando hacia abajo.

─No me importa, Alina. ¿A vos, sí? ─ busqué sus ojos, encontrándolos a mitad de camino.

─No, pero admito que no será nada fácil. Tu mamá, la mía, ¡Catalina! ─ horrorizada, cayendo en la realidad, tapó su boca con exageración.

─Alina, mi amor, no me importa ni mi hermano ni nadie. El que no entienda cuánto te amo y lo que estoy dispuesto a hacer para que estemos juntos, no vale la pena.

─¿Y la empresa?

─El que me juzgue por mi proceder no será mas que un pobre tipo.

─Hay muchas cosas en juego. Tu reputación, la empresa familiar de toda tu vida, el ─cariño de tu madre... ─ con sus pulgares acarició mis mejillas, consolándome, consolándonos.

─Solo quiero estar con vos. Aunque pague con el ostracismo...¿vos no te querías escapar conmigo? ¿Qué nos vayamos a la mierda? ─ sonreí cómplice de su petición.

─Si, pero nunca pensé que finalmente mis deseos fueran concedidos en un par de horas.

─¿Confiás en mí? Necesito que me digas que remaremos contra la corriente cueste lo que cueste.

Inspirando profundo, pensó por un instante que me pareció eterno. Un frío extraño recorrió mi espina dorsal y una pizca de miedo nutrió de dudas ajenas todo mi cuerpo.

─Sí, en absoluto.

──

No pude dormir en toda la noche, menos aun, sabiendo que Alina dormía a pocos metros de mi habitación. Por primera vez debía enfrentarme contra los molinos de viento como el Quijote, sacando valor, aquel que me era siempre esquivo, del fondo de mi ser.

A la hora del desayuno fui el primero en llegar a la mesa; estaba nervioso, tenso, a sabiendas de tener que transmitir el cambio de planes a la familia.

─Buenos días, Alejandro, ¿cómo descansaste? ─ preguntó Mónica al volcar la leche en mi café.

─Un poco inquieto para serte franco.

─¿Problemas?

─Desde la muerte de la abuela todo ha sido un gran problema─ arreglando la servilleta sobre mi falda, reflexioné en voz alta.

─Todo se solucionará, Ale. Siempre sale el sol tras la tormenta.

─Gracias por tus palabras Moni, siempre tan alentadoras ─ sonreí sabiendo que ella tendría que estar al tanto de los nuevos planes de su hija, ya no con Leo...si no conmigo.

─Buenos días Mónica, buenos días hijo ─ mi madre posó un beso sobre mi cabeza previo a incorporarse a su lugar habitual, la cabecera.

─¿Alina está despierta? ─ pregunté a su madre antes que se retirase de la sala.

─Está en la cocina.

─Decile que venga, por favor. Después de todo ella será parte de la familia─ tragué el primer sorbo de café con leche.

─ Hablando de Leo, ¿tenés noticias suyas?─ mi madre precipitó su pregunto sobre mi pedido.

─No...pero no creo que pase mucho tiempo antes que las tengamos.

Alina apareció en escena con unos jeans oscuros y una camisa impecablemente blanca. Sonreí por su elección. Intuía, en los confines de mi ser, que lo haría para no hacer de las cosas algo más difícil de digerir para mi madre.

─Hola Bárbara, buenos días ─ educada, como siempre, mi ángel se mantenía de pie, presionando con fuerza sus manos en torno al respaldo de la silla ─ . Alejandro...hola...─ me miró picara, temblorosa. El secreto, aquel celosamente guardado, ya estaba próximo a desenmascararse.

─Sentate por favor ─ señalé la silla que amarraba con presión.

─Mejor me quedo así, por lo menos me será mas fácil salir corriendo ─ astuta y mordaz, se dibujó de una sonrisa que mi mamá observó con asombro.

─¿Qué sucede acá? ¿Por qué tendrías que irte corriendo Alina? ─ mirándonos con duda, su ceño fruncido no indicaba nada bueno.

─Mamá, hay algo que necesitamos decirte─ inspiré aire, calmando mi tono de voz─. Seguramente no te aceptará del mejor modo ni pretendo que entiendas todo de golpe, pero es importante que prestes atención a los detalles ─ comencé a decir cuando un par de palmas repiquetearon en torno a nosotros.

─¡Que linda imagen!¡La familia unida!─ sarcástico, sus palabras vislumbraban que Leo estaría dispuesto a complicar las cosas.

─Leo...por favor, no seas irónico y sentáte con el pico cerrado.

─Dejá de darme órdenes. No tenés altura moral para decirme nada.

─¿Alguien puede decirme qué cuernos está pasando? ─ mamá estamparía las palmas sobre la mesa, exigiendo respuestas a este enfrentamiento.

─Alejandro me cagó, mamá. Se estuvo acostado con Alina en todo este tiempo ─ sin anestesia, lanzó desde la esquina opuesta en la que se ubicaba mi madre.

Sujeté mi rostro entre mis manos. Las cosas no serían tan fáciles.

─¿De qué estás hablando Leo? ─ desconcertada, a mamá no le daban los ojos para mirarnos del modo desencajado en el que lo hacía─ . Supongo que estás borracho o divagando─ Alina estaba inmóvil.

─ No mamá. Leo tiene razón ─ antes que mi hermano siguiera con su catarata de improperios, preferí encauzar por mí mismo el relato.

─¿Vos..?¿ella? ¡No entiendo nada! ─ sacudiendo su cabeza entre sus mano, me encaraba directamente a mí ─ .Alejandro...¡hablá ahora mismo!

Hice un segundo de silencio que sería aprovechado por Leo para continuar con su ataque. No dudé en que estuviera con unas copas de alcohol.

─¡Vamos! ¡Decile que no te importó que ella fuera mi novia!¡Decile que te la cogiste igual! ─ grosero, lanzó.

─¡Basta, Leo! ¡Dejá de agredirnos! ─ Alina participó─. Vos no sos el más indicado para acusarnos de nada.

─Mamá─ de pie, la tomé por los codos buscando sus ojos, esos ojos tan llenos de confusión y decepción ─ . Hace años que mantengo un romance secreto con Alina.

─¿Qué?─ un grito histérico salió del fondo de su garganta ─ . P...pero eso...no puede ser...cierto...¿vos? ¿Con ella? ─ repitió con una mueca de asco atrapada entre sus músculos faciales─ la otra implicada en esta historia bajó la mirada.

─ Es cierto y la amo.

─¿Y Catalina? ¡Hijo, esto es una locura! Vos tenés que casarte con ella. Es tu novia, es empresaria...─ destacaba las aptitudes de mi prometida─. Alina sin embargo...bueno...ella es como Leo...─ separó las aguas, como si la vida fuera tan lineal.

─Bárbara, discúlpeme, pero no voy a aceptar que crea que tengo menos virtudes que Catalina. No seré tan instruida, ni tan glamorosa como ella...pero amo a su hijo. Y él a mí.

Mamá la miró con saña. Entrecerrando los ojos, preparó una conclusión criminal:

─Al final, siempre tuve razón en lo que pensaba: en que eras una puta trepadora.

Alina contuvo una réplica que prometía ser voraz. Respetando mi lugar en esta historia y manteniéndose en inexplicable eje, yo tomé la posta.

─De ningún modo permitiré que le digas eso. Es la mujer que he elegido para casarme.

─¡Ah no! ─ exclamó mi madre, desquiciada ─. Ya escuché demasiado por hoy...¿¡casarte con ella!? ¡Eso sí que no lo voy a permitir!...─ fuera de sí corrió hacia donde Alina, increpándola con furia ─ . ¡Trepadora! No contenta con engatusar a Leo, lo engañás para meterte con mi otro hijo.

─ Yo no engatusé a nadie como usted dice─ su voz era un murmullo, pero determinado─. Leo fue mi amigo y ambos acordamos seguir adelante con este plan, en pos de beneficio de su familia y la mía. Pero yo siempre he querido estar con Alejandro.

─No voy a dejar que lo pudras con tu rebeldía y tu falsa modestia, querida...

─¡Cortála mamá! ¡Dejá de atacarla!Yo le propuse casamiento porque la amo. Y ya pasé mucho tiempo alejado de ella.

─¡Vas a ser un infeliz toda la vida si te casás con esta hippie!─ exhibiendo su malestar enfiló hacia la escalera, cuando la detuve con la última perla del día en mi haber.

─Hacete a la idea que Alina será mi esposa y que Leo te hará abuela muy pronto.

Decir que la tercera guerra mundial acababa de estallar, era un acierto. Un gran acierto, de hecho.

─¿Qué? ─ retrocediendo, mirándome fijo, preguntó─ . Leo por favor, explicáme.

─ No sé de qué esta hablando Alejandro. Será un manotazo de ahogado para salvar su pellejo ─ sin dudar ni mostrar un atisbo de conmoción por mi información, Leo recostaba su cuerpo sobre su hombro, contra la pared.

─ Preguntale a Luciana Muñiz si Alejandro está mintiendo ─ Alina dio su aporte. Ella también estaba dolida y mucho.

Con dicha intervención, Leo calló. Evidentemente no sabía que Alina ya estaba enterada de todo.

─No trates de ocultarlo, Leo. Hablé con Lula.

─¿Entonces...? ¿Es verdad, hijo? ─ mamá se acercó al mi hermano menor, bajando los dos escalones subidos ─ . ¡Leo! ¿Embarazaste a la amiga de Alina? ¿Cómo pudiste ser tan descuidado? ¡Ahora no solo tenemos que aguantar que esta don nadie se alce con parte de la fortuna de la abuela, sino que también, una cazafortunas de su calaña exija tu paternidad! ─ inquieto, miré su desafortunado comentario. Mamá mostraba su peor cara.

─Quedate tranquila. Le voy a dar el dinero suficiente como para que se calle y no pida nada más.

─¡Sos un hijo de puta!─ siseé entre dientes ─ . Vos sabés lo que es crecer sin tu papá y le vas a privar a esa criatura que tenga uno, simplemente porque preferís mantener tus apariencias de nene bien, que se las sabe todas. ¡Sos patético!─ lancé con odio instalado en mi lengua.

─¿Yo patético?¡Dale che! ¿Tan sentimental te volviste?¿Cogieron bien anoche?

El fuerte sonido de la mano de Alina estampándose en la mejilla de Leo fue la respuesta que sin palabras, resultaría la adecuada.

─No voy a tolerar una sola falta de respecto más en mi cara. No fui la chica ideal, ni la mujer que cualquier hombre le hubiera presentado a su mamá─ miró a mi madre, acertadamente─. No tengo "clase" como Catalina, ni los conocimientos empresariales de tu familia, pero soy leal. A vos jamás te mentí Leo, nunca te dije que te amaba ni te di pie para la ilusión. Tuvimos sexo, sí, pero nada mas ─ escuchar su sinceridad me retorció las tripas─. Siempre amé a Alejandro. Lo amo y lo amaré. Con sus defectos y virtudes. Y aunque me desangre por dentro si me desilusionara, seguiría eligiéndolo─ enérgica, dijo ante mi impavidez─. Vos no sabes de amor, Leo. Conocés de posesión, de números...todo es una gran cifra. Y es una pena que Miranda, porque así se va a llamar tu hija, sea simplemente un cheque abultado a cambio del silencio de su madre. Ese no es el Leonardo Bruni con el que creí que me casaría, un hombre de negocios, buen pibe, con el que tomábamos cervezas hasta el amanecer en la playa cuando éramos chicos ni mi amigo incondicional. Con esto, me demostrás que sos un desalmado, poco hombre y mentiroso.

Alina lograba hacerlo callar, como pocos lo conseguían. Leo bajo la mirada, entreteniéndola en sus pies.

El silencio pareció alcanzar la escena por primera vez en largo rato. Los gritos cedieron y los reproches, también.

─Ale, me voy ─ Alina elevó los hombros, con el labio inferior temblando.

─No te voy a dejar ir. Prometimos estar juntos en esto ─ extendí mi mano, invitándola a unirse a mi frente de batalla ─ . Si ellos no lo aceptan, no me importa, será un problema con el que tendrán que lidiar solitos ─ Alina aceptó mi mano, acurrucándose finalmente en mi pecho─ . Amor, todo se solucionara pronto...─ susurré con la mirada perturbada del resto del elenco.

____________

Mamá regresó a su sitio original y perpetuo: la cabecera de la mesa principal.

Con el maquillaje corrido, sin asimilar todas las novedades, protestaba en voz baja a cada minuto que pasaba.

Leo optó por tomar asiento en el penúltimo escalón de la enorme escalera, en tanto que Alina y yo permanecíamos abrazados junto a la ventana, siendo espectadores de esta gran tragicomedia.

─¿Por qué casarte? ─ repreguntó mamá por vigésima vez en un rato.

─Porque quiero.

─Si es por mantener la riqueza dentro de la familia, sacate ese pensamiento absurdo y no hipoteques tu vida por esa estupidez. Quiero que seas feliz.

─Lo voy a ser, de eso no te quepa duda, pero con lo seré junto a Alina─ desprendiéndome de mi amor, me acerqué a mi madre, presa de un ataque colérico.

─Si ella engañó a tu hermano con vos, puede hacer lo mismo otra vez...─ todo su rostro sufría con anticipo.

─Mamá, ella no lo engañó conmigo; ella siempre fue mi mujer. Siempre esperó por mí─ dije mientras comprendía que era cierto─. Lo de Leo fue un arreglo, vos bien lo sabés.

─No puedo creer que te hayas dejado deslumbrar por ella...es...

─Es hermosa, valiente y sincera. No necesito más─ eché por tierra cualquier otra descripción de su parte.

─No...no puedo admitirlo...perdóname hijo, pero me decepcionaste ─ poniéndose de pie raudamente fue rumbo a la planta alta, presumiblemente, a su habitación.

─¿No estaban conformes con tirar su mierda que me tenían que meter en el medio? ─ acusó Leo, egoísta e irresponsablemente.

─¿Meterte en el medio? No lo teníamos pensado Leo, pero vos y tu verborragia, adelantaron nuestros planes ─ repliqué sin dejarme intimidar.

─¿Lo hicieron por venganza? O sea que no les bastó traicionarme.

─Leo, por favor, dejá de decir que lo hicimos a propósito o que te fuimos desleales. Esta historia es anterior a cualquier plan que tuviéramos juntos ─ Alina lo miraba con recelo, intentando que entrase en razones─. Tampoco te victimices, bastante daño le estas haciendo a Lula con eso de que vas a comprarla con un puñado de billetes.

─No te metas Alina, ese es un arreglo que acordé con ella. Bien mudita se quedó cuando le ofrecí toda la guita junta.

─Te veo y no puedo creer que seas capaz de ignorar la existencia de esa criatura─ ella dijo consternada.

─Yo no quería que se embarace. No se cuidó.

─Sos una mierda...─ deslicé sin concebir el criterio con el que se estaba manejando.

─No sos tan distinto a mí─ resopló encendiendo un cigarrillo en la mitad de la sala.

─Yo no abandonaría a un hijo mío bajo ningún concepto; no puedo negar que tenés la misma sangre de papá ─ como una furia, Leo se levantó del escalón para imprimirme un duro golpe sobre el pómulo que rápidamente, comenzó a sangrar. Mi mano no se quedaría atrás asestándole una derecha cerca de su ceja.

─¡Basta!¡Basta! ¡Mamá! ¡Bárbara!─ los gritos de Alina buscaban ayuda con desesperación. Nos propinábamos golpes fuertes, sin importar el vínculo que teníamos.

Las cosas tocaban fondo, las miserias quedaban en carne viva.

─¡Hijos, por favor!¡No son bestias! ─ corriendo ante los gritos, mamá bajó raudamente por las escaleras.

A la escena también se sumaría Juan, el chofer, el único lo suficientemente corpulento como para separarnos.

─¡Están locos! ¿Acaso los he criado como animales? ─ mamá regresaba para regañarnos como a dos criaturas─ . Ustedes no parecen mis hijos...¡los desconozco!

____________

*Engatusar: hechizar mediante engaños.

*Pibe: muchacho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro