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Sin rumbo fijo le indiqué al conductor del taxi que diese un par de vueltas antes de caer en la deducción lógica de que no tenía adónde ir, excepto por la mansión Bruni.

Alejándome de lo obvio, opté por un hotel cerca de Santa Fe y 9 de julio, en plena Capital Federal. Permanecer una noche alejada de todo y de todos me permitiría pensar con algo más de claridad.

Quizás, caminar por la avenida la mañana siguiente, perdiéndome en la algarabía de pleno microcentro porteño ocultaba mi tristeza y desencanto.Confundida, sumida en un llanto trunco y en una jaqueca terrible, caí rendida en la cama de esa gran habitación, para dormirme de inmediato.

________________

El aviso de las doce llamadas de Alejandro y las dos de Leo me servirían de despertador.

Refregando mis ojos, a desgano, me puse de pie tras 8 horas de descanso intranquilo y tomentosos recuerdos.

Sin establecer cuáles serían mis planes, en lo inmediato decidí salir a recorrer los locales comerciales de Avenida Santa Fe algo que solía odiar en cualquier situación común en la que no tuviese la necesidad de olvidar.

Sumergiéndome en el eclecticismo de la arquitectura céntrica, en las numerosas galerías comerciales y variedad de tiendas, sin darme cuenta, me detuve en un reconocido negocio de ropa para niños.

Una extraña crisis azoto mi sentimentalismo; me encontré cuestionando por primera vez si yo podría ser una buena madre. Con mi reflejo vagando en la vidriera, entremezclándose con los maniquíes, no daría crédito a lo que mis ojos verían por sí solos: mi amiga Luciana estaba dentro de la tienda, descolgando ropa de unas perchas muy pequeñas. Con mi ceño marcando una V profunda, ingresé al local para saludarla.

─¡Lula! ¿Cómo estás? ─ pregunté apenas me acerqué a ella, rodeadas de peluches y banderines de tela.

Su rostro de horror le ganó a la emoción por verme después de varias semanas.

─ ¿Qué hacés acá? ─ de un modo desagradable arrojó la prenda infantil sobre el mesón en el cual se exponían varios vestiditos de niña; acto seguido, me agarró del brazo conduciéndome a un sitio menos concurrido dentro del negocio─ ,¿me estás persiguiendo? ¿Leo te dijo algo de ayer?

Arrebatadamente, fiel al estilo de Luciana, me dejó estupefacta y boquiabierta.

Sin reaccionar de momento, desencajada y dudosa, quedé con miles de preguntas sin poder salir de mi boca.

¿Leo?¿Ayer?¿Decir qué?

Como en una telenovela las imágenes aparecieron como flashes una tras otra casi sin intervalo entre ellas: su extraño comportamiento al momento de ir al bar de Karaoke, su mal genio al anoticiarla de mi casamiento con Leo, la mentira que tenía como protagonista al Gitano...

─¿De qué hablás?─ la bomba estaba cerca de estallar y las esquirlas volarían por doquier.

Callando, se colocó los anteojos de sol ahumados y giró su rostro, levemente más redondeado. 

Saliendo del negocio intempestivamente, Lula se escabulló por entre la gente apostada en la vereda. Siguiéndola con prisa, corrí tras sus pasos hasta que logré posicionarme delante de ella, deteniendo su marcha.

─ Lula, ¿qué carajo te pasa? ¿Por qué me esquivás?─ acusé ante su impavidez y mi confusión.

─¡Por nada! No quiero verte ni hablar con vos─ cerrando su abrigo con fuerza, ignoraba mis preguntas y mi mirada.

─¿Por qué? ¿Qué te hice?

A cada paso que intentaba avanzar yo la cercaba, interrumpiendo su andar, repreguntándole qué me ignoraba.

─¡Dejáme en paz! ─ gritó y pude ver el maquillaje de sus pestañas caer en forma de lágrima por debajo de sus lentes de marco grueso.

─ Bu...bueno, está bien─ dije levantando las manos, dándome por vencida ─ . Esperaba que seas vos quien me confirmes si lo que me dijo Leo era cierto─ mintiendo, vistiéndome como la Alina que debía fingir ser feliz junto a una pareja escogida a medias, disparé dispuesta a recibir una respuesta que me sorprendiese o al menos, que le diera más luz a mis malogradas presunciones.

─¿Qué te dijo? ─ desencajada, me sujetó de los brazos para retirarnos de la mitad de la vereda y apoyarme contra una pared cercana─. ¿Qué te dijo? ─ elevando su tono, la intriga la carcomía. Estábamos empatadas.

─ Me dijo que están juntos ─ siendo mi lengua más veloz que mi cabeza afirmé sin medir las consecuencias.

Luciana empalideció. Soltándome como en cámara lenta dio un paso hacia atrás para tomarse la boca con ambas manos. Por un instante, aquel viejo mensaje en Londres, remitido por una tal "Azul" recaló en mi mente.

Lula tenía familiares en Córdoba, pero había nacido en esa ciudad bonaerense. ¿Cómo no lo había deducido antes?

─Nunca pensé que llegaría el momento de tener que hablarte de esto─ secándose las lágrimas, se apartó del centro de la vereda. Era una imagen surrealista y bizarra al mismo tiempo─...yo...yo─ balbuceó confirmando mis peores sospechas─. Yo siempre estuve enamorada de Leo y cuando me dijiste que te casarías con él...¡casi muero! ─ reconoció llevando la angustia a su garganta, con la voz temblando.

─¿Por qué no me lo dijiste?─ desconociendo si saberlo de antemano me aliviaría la carga de mi actitud infiel para con Leo, esperé alguna declaración más.

─Porque no pude,...perdóname...¡perdóname!─llorando a mares, se deshacía en disculpas.

Compadeciéndome, con una extraña sensación de malestar pero al mismo tiempo de alivio, tomé de la mano a mi amiga(¿aún lo era?) para sentarnos en la mesa de un café sobre Av. Santa Fe.

─ ¿Cuándo te lo dijo? ─ pidió explicaciones limpiándose las lágrimas con un papel tissue. Yo continué un poco más.

─Hace unos días atrás─ la miré fijo, desenmarañando la mentira─. Pero ayer me sorprendió que no haya venido a casa. ¿Estuvo con vos? ─ llevándola a la cornisa y a mí junto a ella, estábamos pegadas al límite. Omití mencionar a Emir por temor a una rápida coartada.

─Si─ contestó con un hilo de voz, triste y apesadumbrada─. Aunque me resultó muy difícil comunicarme con él; encontrarlo disponible fue una proeza. Perdón por tener que llamarlo a Londres.

Su viaje relámpago a Buenos Aires, los llamados constantes sin respuesta por parte de Leo, su creciente nerviosismo...todo era parte de un plan que no terminaba de comprender.

─¿Qué le dijiste para que se venga de un momento al otro? ─ pregunté. Levantando la palma detuve a la metiche de la camarera, ansiosa por tomarnos un supuesto pedido.

─ Pe...pero pensé que él ya te había dicho que...─ cortando de golpe su relato, cerró sus puños y miró hacia el piso, avergonzada.

─No, Lula.¿Qué más tendría que estar sabiendo yo?

─Ali...te juro que no quise...pero...se dio, sin pensarlo. Pense que podría manejarlo, pero se nos fue de las manos─ se encongió de hombros, quitándose las gafas.

─¿Podés hablar de una vez, por favor? ¡Dejá de dar vueltas!

Hundida entre sus manos, ocultándose detrás de sus palmas, mi amiga se perdía entre sollozos y gemidos de dolor.

─Estoy embarazada, Ali...y este bebé es de Leo.

Dura como un témpano; así me dejaba.

El ruido de la avenida, el ir y venir de la gente a nuestro alrededor, su creciente llanto, mis dudas agolpándose en mi cabeza...todo complotaba en mi contra.

Aturdida, con el corazón galopándome por las confesiones de Lula medí que las cosas eran más graves de lo imaginado en un comienzo. La situación me acababa de entregar una escena digna de tragedia griega: mi mejor amiga embarazada de mi mejor amigo, o sea, del hombre con el que me iba a casar a cambio de un tonto arreglo...

Dejando la hipocresía de lado, no tenía derecho a ofenderme, sin embargo, que Lula fuese quien me ocultase la verdad, era un dolor difícil de explicar: al filo de la traición, su interés por Leo se mantendría en secreto hasta lo último, cuando no tuvo otra alternativa.

Sin embargo, la cosa no se circunscribía en torno a la relación (o lo que cuernos sucediera) entre ellos: ¿cómo quedábamos parados frente al casamiento?

Aunque todo fuese un gran negociado, una fábula para obtener beneficios tanto para la familia Bruni como para mí, matrimoniarme con un hombre que estaba por ser padre era inaceptable.

─No merezco ser tu amiga ─ exhaló Luciana con pesar pero lejos de dispararle con inútiles reproches, simplemente la tomé de las manos. La situación era extraña, tal vez mucho, pero las dos, a nuestro modo, éramos víctimas de una red de mentiras.

─No digas eso, no seas exagerada ─ acariciando con mis pulgares sus nudillos, dije suavemente y con la cabeza busqué a la camarera tras el exabrupto de haberla echado a volar ─ . Disculpa ─ la rubia que se acercó de buena manera ─ para mí te pido un té y para ella un café con leche y un tostado de jamón y queso.

─No tengo hambre Alina ─ refunfuñó sonándose la nariz.

─No importa. Lo vas a comer igual─ le obligué y sonreí a la moza, quien diligentemente ingresó a la tienda para formular la ordem─ .¿De cuántos meses estás?¿Cómo fue?

─Bueno ─ comenzó con una sonrisa ─ vos sabés cómo suceden estas cosas ─ fue graciosa; sonreí ─ estoy de 17 semanas.

Hice la cuenta mental, traduciéndolo en meses.

─¿Casi de cinco meses? ¿Y hasta cuándo pensabas ocultármelo?

─ Alina, era obvio que no iba a ir─ fue obvia─. El padre de mi hijo, el amor de mi vida estaría casandose con otra persona...con nada mas ni nada menos que mi amiga...mi mejor amiga ─ tiñiendo sus ojos nuevamente de tristeza, se secó sus mejillas.

─No me voy a casar ─ determiné, sin importar la decisión tomada.

Luciana parpadeó con insistencia, mirándome como a una loca.

─Alina, yo no puedo permitirte que dejes de ser feliz por esta situación. Ninguno de los dos me dijo que estaban saliendo, aunque siempre fue lo mucho que te quiere Leo.

─Es que...nunca salimos, de hecho ─ confesé y supe que acababa de abrir una gran compuerta de situaciones que, a medias, debería explicar para que entendiera.

─¿Cómo que no?

─Siempre nos llevamos muy bien, tenemos muchas en común e incluso me confesó que lo que lo une a mí no es sólo una atracción o una amistad ─ a medida que mi relato avanzó, Lula tragaba con fuerza─... pero yo no lo amo.

─¿Y por qué se casan?

─ Lula, sé que me estoy jugando mucho al contarte esto, pero necesito tu absoluta reserva ─ dije aceptando la interrupción de la camarera, quien dejaba las tazas por delante de nuestras manos.

─¿Qué pasa Alina? No me asustes.

─Nada grave. Pero la idea de la boda surgió a parti de un acuerdo comercial.

─¿Te casás por guita? ─ con una mueca de asco, simplificó.

─Algo así.

─No te creía capaz de venderte por un puñado de billetes ─ arrojó sin piedad, con un resabio de resentimiento en su boca.

─Ni yo, capaz de que fueras capaz de cagarme de esta manera ─ Luciana comprendió el punto, elevando sus manos en señal de rendición.

En cierto aspecto, estábamos a mano.

─¿Desde cuándo sabe Leo que estás embarazada?

─Le envié una copia de la ecografía al hotel en que se hospedaba con vos, en Londres ─ la imagen perturbada del menor de los Bruni en la habiatacion, irritable y molesto, vino a mi mento como un sacudón.

─Recuerdo que se sintió bastante incómodo tras esa situación y bastante reticente con el hecho de contarme sobre llamados misteriosos─ sorbí de mi té.

─ No sabía cómo abordarlo; estaba desesperada. Lo llamé muchas veces pero se negaba a hablarme. Supongo que estaba entusiasmado con el tema del casamiento con vos ─ apenas mordisqueó el tostado─. Necesitaba llamar su atención.

─ ¿Y cómo supiste de nuestro hospedaje?

─ En una de nuestras conversaciones me lo dijo ─ bajó los ojos, con timidez.

─ Ayer discutimos ─ deslicé acariciando mi taza con fuerza ─. Él sostiene que existe algo entre Alejandro y yo ─ hundiendo mis ojos en el líquido colorado caliente que cobijaba entre mis manos, asumí.

─¿Y Leo tiene razón?

Como mujer orgullosa, jamás había aceptado cuánto amaba a Alejandro; escudándome en su atractivo y en mi libertinaje, a menudo reiteraba que era el hombre perfecto para un atraco sexual.

─Siempre amé a Ale, pero no me es correspondiendo─ bebí, resignada y con las palabras de desmerecimiento dando vueltas por mi cabeza.

─Él también se casa.

─Entre otras cosas...

─¿Nunca se lo dijiste? ─ preguntó─. Aunque cualquiera que te conociera un poquito era capaz de ver que sus contrapuntos no eran más que un histeriqueo barato.

─Cada vez que lo tenías cerca e incluso durante aquella salida al karaoke, no le sacaste los ojos de encima; mucho menos cuando cantabas. Era evidente que esa canción tenía un destinatario concreto, Ali.

─Alejandro necesita vivir de apariencias. Me confesó que yo no era lo suficiente mujer para él.

─¡Es un forro!

─Fue sincero ─ asentí a pesar de la brutalidad de las palabras de Lula─ y se lo agradecí, aunque hubiera tardado tanto tiempo en decírmelo.

Por un momento, nos mantuvimos en silencio debatiendo internamente cómo seguir adelante, de qué modo enfrentar la pesada carga de aceptar nuestra propia realidad y el futuro que se avecinaba.

─¿Qué dijo Leo sobre el embarazo?

─Se lo oculté hasta cumplir el tercer mes

─¿Por qué?

─Porque quería estar segura de qué quería hacer yo...

─¿Pensaste en...abortar?

─No te niego que fue una opción, pero rápidamente descartada ─ sus palabras fueron aliviadoras─. Cuando escuché su corazoncito en la primera ecografía ─ sus ojos se enjugaron de emoción ─ ¡fue maravilloso!

─Ya lo creo─ sonreí plena, compartiendo mi felicidad con ella.

─ Al tomar la decisión se lo conté y le dije que lo iba a tener de todos modos. Mi hermana me consiguió trabajo en Carlos Paz.

─¿En Carlos Paz?

─ Sí, Córdoba. Mi cuñado tiene unos contactos allá.

─Pero...¿y Buenos Aires?

─Alina, yo acá no tengo nada─ se desinfló como un globo, a punto de exponer una cruda verdad─: Leo no se negó a pasarme dinero para la mantención del bebé pero no quiere saber nada con ejercer el rol de padre y por eso no le insistí. Estaba muy metido con el tema del casorio de ustedes y lo nuestro fue un accidente.

Lleve rápidamente las manos a mi pecho; Leo se comportaba frío, materialista y distante. No podía permitir que esa criatura fuese víctima de nuestros negociados.

Yo había crecido sin un padre, sin el cariño de uno que ejerciera como tal y me extrañaba que Leo, habiendo vivido en carne propia el abandono del suyo, fuera tan desalmado.

─No puedo creer lo que estás contando ─ continué aturdida.

─ To tampoco. Pero cuando acaricio mi pancita, sé que tomé la opción correcta ─ por primera vez desde que estábamos en el tren de confesiones, Lula se tocó la barriga. Corriéndose el abrigo, una pequeña protuberancia se asomó bajo su campera y la repiración se me cortó.

Mi amiga de toda la vida estaba por tener un bebé; una sensación maravillosa que yo no estaba dispuesta a pasar....hasta ese momento.

─¿Puedo? ─ conmocionada me levante de la silla y ante su afirmación y sonrisa plena, me acerqué para extender mi mano sobre el abultado vientre de Luciana.

─ Hasta recién se movía ─ susurró, como si fuese a despertar al bebé.

─¿Sabés el sexo?

─¿Querés saberlo?

─¡Me encantaría!

─Va a ser una nena...

Mis ojos se acristalaron, con la alegría desbordando de ellos.

─ Miranda, ella es Alina ─ dijo hablando hacia abajo ─ ;es tu tía rebelde─ sin poder contener mis emociones, desbordé en llanto.

─Te prometo amiga que Leo estará con ustedes...siempre.

─Ali ─ sin soltar mi mano de su panza, exhaló ─ yo ya sé que él va a estar a su modo junto a nosotras. Pero leo decidió continuar adelante con otro camino, en el que no tenemos cabida.

─No digas eso, Leo debe estar confundido y muy alterado...quizás, si yo le hablo.

─¡No Alina! ─ fue determinante ─ ¡No quiero que te involucres! Él eligió sostener una mentira, fuera por el motivo que fuera. Te escogió a vos.

─Pero yo no, Lula.

─¿Qué queres decir?

─Que yo no me voy a casar con él bajo ningún concepto.

___________

Caminé dentro de la habitación del hotel con la angustia de saber que mi amiga se iría lejos de todo, sacrificando su felicidad y la de su beba para que Leo y yo mantuviéramos nuestro acuerdo en pie.

Pero ahora las cosas eran distintas: junto a esta reciente y complicada verdad, la amenaza de que mi romance con Alejandro saliera a la luz, estaba a la vuelta de la esquina. Fríamente, en el extremo de la cama, posé mi cabeza entre mis manos, intentando pensar en el próximo paso: si no seguía adelante con el acuerdo, la reputación de la empresa se vería sumamente dañada, perjudicada y las aves de rapiña estarían al acecho. El escándalo se desencadenaría, despellejando a los Bruni salvajemente.

Yo no recibirá un peso, por lo que la calidad de vida de mi madre se vería afectada.

¿Pero era justo el sacrificio que estaba dispuesta a hacer Luciana en pos de nuestro beneficio monetario? Me sentí miserable, codiciosa. Una basura.

Lloré de impotencia, de bronca, como si los valores que mi madre tanto se empeñaría en inculcarme ya no tuvieran vigencia. Con esa ira hacia mi misma fui un remolino; junté mis cosas apilándolas arbitrariamente una sobre otra, dispuesta a irme del hotel para estar junto a mi madre.

Ella entendería todo lo que estaba sucediendo con respecto a Leo y mis intenciones de no casarme. Resuelta, me dije que todo acabaría...pero la idea de pensar en sostener la mentira por dos años, era tentadoramente obtusa.

Por primera vez en mis casi 30 años maldije a Rosalinda por la decisión absurda que había tomado ella....y me maldije a mi misma por aceptar un trato más absurdo aun.

_____________

Con la valija a cuestas llegué a la mansión de los Bruni, una casa enorme que aun no tenía destino definido pero a la que le sobraban metros cuadrados y grandes extensiones de parque. Sus columnas de impronta neoclásica, sus enormes ventanales, sus cortinados espesos y carísimos hacían de este lugar un sitio mágico.

Fiel a mi estilo, ingresé por la puerta de servicio con la llave extra que me había dado mamá. Pero mi sorpresa fue mayor cuando no fue ella quien me dio la bienvenida.

─Alina ─ con la sombra de barba instalada en su mandíbula, Alejandro estaba allí, recibiéndome contra todo pronóstico.

─Si...soy yo...─ me mofé de su formalidad, ingresando a la casa. Quise negarme a que jalase de la manija del equipaje, pero sin debate raptó mi valija para dejarla abandonada de lado.

─¿Dónde estabas? Te fuiste, de golpe...

─¿Y qué pretendías que hiciera? ¿Qué aplaudiera tus confesiones crueles y dolorosas?

─No, pero al menos que me dieses la oportunidad de pedirte perdón

─Lo hiciste, pero es tarde.

─Alina, no seas tan dura...por favor...necesito que me entiendas.

─¿Pensaste por alguna milésima de segundo cómo es que me siento yo? ─ clavando la punta de mis dedos en su pecho fornido, lo haría retroceder unos pasos ─ . No fui la mujer que necesitabas a tu lado, no respondía a tus estándares...¡me hiciste sentir una prostituta! Aunque claro, una puta a la que no le pagabas un mango─ disparé con la rabia azotando mis ojos y gestos.

─No digas eso.

─Es lo que me hiciste sentir. Sé que fui una libertina, una mina que no tuvo una vida prolija...pero te amaba. En silencio, bajo las sombras pero te amaba y hubiera sido capaz de darlo todo por vos. Si me pedías el cielo hubiera juntado cada estrella; si me pedías el mar, hubiera asaltado cada playa para juntar las olas una a una...pero aun así, hubiera sido poco para vos. Para el empresario exitoso, adinerado y de paladar negro, yo era un despojo de mujer, una loquita rocker inmadura y adolescente...¿pero sabés qué? ¡Yo también tenía un corazón y sentimientos! Y te odié...mucho, te odié tanto como te amé y ese dolor, ese amor, fueron los que me mantuvieron viva, latiendo por vos...¡como una pendeja idiota!

Con las mejillas sonrojadas, mis palabras fluyeron sin reparos. Alejandro se mostraba pétreo, firme, como si su yo interior pujara con el exterior.

─¿Por qué nunca me dijiste todo esto?─ replicó como un reproche, como si mis anteriores declaraciones no hubieran sido suficientes.

─¿Para qué exponerme? ¡Si ya me tenías a tu disposición! No necesitabas nada más que mi cuerpo.

─No lo repitas más.

─¿Qué pasa?¿te molesta seguir escuchando la verdad? Entonces decime, ¿qué más te servía de mi? Mi cabeza liberal no te servía, mi aspecto de adolescente andrógino no alimentaba tu glamour londinense y mi carácter de mierda, no ayudaba a mantener en pie tus negociaciones─ enumeré, sofocada por el encono.

─Alina, sé que fui una mierda de hombre. Y que quizás, la palabra hombre sea demasiado grande para describirme. Pero yo también era un pendejo inmaduro que fue presionado a hacerse cargo de un monstruo gigante como resultó ser la empresa de mi abuela. Yo no estaba preparado para esta responsabilidad...y vos...vos eras tan...distinta...─ tragó contrariado─. Pensé que no entenderías esto...

Manteniendo los labios fruncidos, veía como las cosas empeoraban con el paso de cada palabra.

─ ¿Así que ahora debo sumar la palabra idiota a mi repertorio de elogios?¡ Por favor, calláte!

Arrumbada en un rincón, mirando la pared, tomé mi cara entre mis manos desangrándome en más lágrimas.

─Soy yo el que no es lo suficiente para vos ─ tomándome por detrás, impidiendo mis movimientos, susurró a mi oído ─. Te amo de un modo descomunal. Pero mientras más te amo, más daño te provoco. Y aunque creas que lo digo por celos, dudo que Leo pueda hacerte feliz.

─Dejá a Leo fuera de esto. No me voy a casar con él ─ deslicé y su cuerpo se tensó tras de mí.

Su aliento y su calor, me perturbaban pero no tenía yo las fuerzas suficientes para evitar el magnetismo que me causaba.

─Lo de ayer fue un exabrupto, tendríamos que aclarar las cosas con calma.

─No Ale...─ giré para tener un primer plano de su rostro, abatido, compungido. Unos pocos centímetros nos separaban y la tensión sexual de nuestra carne pedía ser liberada─ .Leo va a ser papá.

─¿Qué? ─ incrédulo, rebuznó una carcajada. Ante mi inexpresión, comprendió que estaba lejos de ser una broma.

─ Lula.

─¿Tu amiga?

─ Ella está embarazada de Leo.

Alejandro continuó el escrutinio a mi rostro, como si no pudiese salir de su asombro.

─ Hoy a la mañana salí a caminar por avenida Santa Fe y por casualidad me encontré con Lula. Ella estaba extraña, sumamente descolocada por encontrarme en una casa de ropa para bebés. Después de varias idas y venidas, me dijo que estaba esperando un bebé y que era de Leo. Está de casi 5 meses.

─No me sorprende─ apoyando sus antebrazos en la mesada, suspiró.

─¿ Que no te sorprende?

─Leo me contó que se había visto un par de veces con ella, pero nunca habló de algo serio.

─¿Vos sabías que estaban juntos? ─ uno más que se reía a mis espaldas.

─No Alina, simplemente estaba al tanto de un par de salidas.

─Ella está enamorada de él.

─¿Leo sabe que Luciana va a tener un bebé?

─Si. En Londres, él ya lo sabía. Por eso sus llamadas extrañas y su vuelo apresurado a Buenos Aires.

─¿No se va a hacer cargo?¿La piensa abandonar?

─No sé si abandonar es la palabra, pero Lula está dispuesta a instalarse en Córdoba. No quiere interferir en mis planes con Leo.

─No puedo creer que mi hermano la deje ir ─ peinando su cabello con ambas manos, parecía fuera de sí.

─Las cosas se complicaron más de lo previsto─ le dije─. Pero tampoco qué hacer.

Alejandro continuó caminando por la cocina. Apartando una de las banquetas y ubicándola casi al lado de la puerta que vinculaba este ambiente con el comedor, se subió y cruzó sus brazos por sobre su pecho.

Estábamos enterrados hasta el fondo y no teníamos la más mínima idea de cómo no hundirnos. Ale rascó su barbilla, con insistencia. Pensativo, no dejaba que me inmiscuyese en sus pensamientos aunque moría por saber qué pensaba.

Finalmente, inspiró con pesadez y exhaló de igual modo.

─ Casate conmigo ─ sus palabras fueron un baldazo de agua fría.

Acababa de escuchar las dos palabras más esperadas y deseadas de toda mi vida.

___________

*Mango: peso.

*Forro: malnacido.

*Guita: dinero.

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