26. Somos luz-fuego

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Mackster

Aterrizo en el jardín de la casa de Gaspar un rato antes de la hora que habíamos acordado para el entrenamiento arcano.

—Hola Mackster, ¿cómo estás? —Mi maestro abre la puerta de entrada sin que yo llegue a tocarla—. Estoy preparando la merienda. ¿Querés ayudarme?

Asiento y lo sigo hasta la cocina. Acomodo la vajilla en una bandeja mientras él dispone distintas galletitas dulces en tres bowls. El agua se calienta en la pava.

—Gaspar, necesito decirte algo.

Él me mira. El tono azulado de sus ojos me tranquiliza y reconforta. Puedo sentir la vibración de su aura cálida. Recuerdo lo sucedido con Tomás y me pregunto si Gaspar es justamente lo inverso: alguien que multiplica energía positiva en vez de robarla.

Le cuento todo. Mi romance frustrado con Tomás, la idea que tenía de ocultarlo para siempre, la angustia que sentí al verlo burlarse de Ismael y cómo descubrí que me quitaba la energía.

Lloro. Gaspar me acompaña hasta el living y me sirve un té. Después, trae el resto de la comida y se sienta en el sillón, frente a mí.

—Bruno ya te contó el rollo con los aliens, pero te imaginarás que le omití muchas cosas. No puedo decirle que soy... bisexual. Dios, ni yo puedo decirlo sin que me tiemble el estómago.

—Yo soy gay —responde él.

Parpadeo unos instantes, en silencio.

—¡Guau! ¿En serio me lo decís? Y León es...

—Mi pareja, sí. Sería mi esposo, si pudiéramos casarnos.

—¡Esto es genial! Pero Bruno se va a volver loco cuando se entere. ¿Y si se pone mal y nos rechaza?

—Bruno no se va a poner mal ni te va a rechazar. Tampoco a León o a mí. Ya lo sabe; Débora y Vanesa también lo saben. Les cuesta preguntárnoslo directamente porque en esta sociedad «de eso no se habla». Pero se dieron cuenta, así como las personas comunes se dan cuenta de que somos arcanos, aunque no lo digan.

—Es parecido, ¿no? —Sonrío—. Ser un arcano, ser gay o bi.

—Sí. De cualquier forma, si tenés amigos que no pueden entenderlo... no sé si vale la pena que sigan siendo tus amigos.

—Es verdad. —Me seco las lágrimas. Siento un alivio inmenso por haberlo charlado con él.

—Perdí a muchas personas que no pudieron entenderme, ya fuese porque salgo con León o porque soy un arcano —me cuenta—. En aquella época, algunos años atrás, todo era más difícil, pero me sirvió para saber con quiénes podía contar de verdad.

—Ustedes me dan esperanza. Me parecía imposible imaginarme la vida en pareja con otro tipo.

—En otros mundos y dimensiones eso no es un problema. La Tierra tiene que evolucionar, y los arcanos podemos ayudar a los que nos rodean a comprender que existen otras realidades, formas de sentir y de ser.

—¿Cómo? Si la gente nos tiene miedo. —Se me forma un nudo en la garganta.

—No sé... supongo que, como dijiste, ser bi o gay es parecido a ser un arcano: algunos creen que la respuesta es visibilizarnos, otros dicen que nos tenemos que mantener ocultos porque el mundo no está preparado. Como sea, vamos a encontrar la forma de lograrlo —asegura y sonríe para tranquilizarme.

Recuerdo al árbol-máquina que vi en la dimensión oscura y comprendo algo más.

—El miedo que la gente tiene hacia lo diferente, la violencia y el sufrimiento que eso genera... todo alimenta a los alienígenas y a los demonios.

—También a algunos humanos —completa.

Asiento, comprendiendo lo que implica esa frase.

—¿Qué eran esas cosas que vi en la zona crepuscular?

—Habitantes del vacío. Algunos les dicen arcontes, aunque hay varios seres que pueden ser entendidos de la misma forma. Los habitantes del vacío se mueven en los intersticios de nuestra realidad, buscando robarnos la energía. Hay muchas teorías sobre ellos, pero ninguna comprobada.

—¿Van a volver?

—Es posible. Pero, si lo hacen, no van a agarrarlos desprevenidos. Ustedes ya se encargaron de ellos una vez y sin nuestra ayuda. —Me guiña un ojo—. Para eso sirve el entrenamiento.

Sonrío.

—Gracias por enseñarnos tanto, Gaspar.

—Siempre van a contar con nosotros. Hasta que ya no nos necesiten. Esa es nuestra misión.

Suena el timbre.

Va a ser un nuevo día de entrenamiento junto a mis compañeros arcanos. Un día de liberación, sin temor a lo que soy, sin miedo a mi identidad sexual. Un día donde voy a brillar como nunca antes.

Me adelanto a Gaspar y abro la puerta. Encuentro a Bruno, Débora y Vanesa. Mis amigos me regalan sus sonrisas radiantes. También sonrío, mirándolos a los ojos como si fuera la primera vez.

***

Unos días después, por la noche, llevo unas cajas al quincho de la mansión. Adoro las paredes de piedra pulida en color gris y los estantes con leños debajo de la mesada que colocaron después de la remodelación. La parrilla sigue inmensa y de ladrillos rojos, pero le agregaron una ventana a cada lado, con repisas decoradas por macetas con hortensias y jacintos.

Respiro el aroma del techo de algarrobo y recuerdo las cenas de Navidad, los festejos con papá. Era tan chico que no sé cuánto es imaginación y cuánto es realidad.

Recuerdo también una reunión que hice a principio de año con mis compañeros del Applegate. Hablamos toda la noche con Tomás y nos hicimos amigos. O pegamos onda, qué sé yo.

Siento que Bruno está por llegar, ahora puedo percibir esas cosas. No sé si es por el entrenamiento con Gaspar y León, por el hecho de que ambos somos arcanos o por nuestra amistad.

Salgo del quincho para observar el cielo. La figura alada aparece enseguida. Mil veces le dije que se cuide de que no lo vean los caseros y no lo hace. Bueno, tampoco soy quién para hablar; me he descuidado un par de veces. Avanzo sobre el pasto y lo saludo agitando un brazo. Él responde con el mismo gesto y desciende. Cambia a su forma humana, chocamos las manos y me abraza. Después, me sigue hasta el quincho.

—¿Qué son todas esas cosas? —pregunta, al ver las cajas sobre la mesa.

Camino hacia una de ellas y saco mi retrato hecho por Tomás. Luego, miro hacia la parrilla.

—¡Genial! Al final, yo tenía razón cuando decía que había algo raro en ese cuadro.

—Totalmente.

Acomodamos algunos leños. Bruno mira dentro de otra de las cajas.

—Tu mamá sigue preocupada. Ayer llamó a la mía, que me contó que rompiste varias cosas en tu cuarto... Es esto, ¿no? Tus camisetas de básquet, muñecos de los Glubuntroters...

—Harlem Globetrotters —lo corrijo.

—... y algunos libros de OVNIS. ¿Estás seguro?

—Sí. No quiero tener nada que me haya regalado Tomás.

—Okey.

—¿Estás listo?

—Sí... —Bruno apunta sus manos hacia las cajas y los leños—. ¿Ya? —pregunta, todavía inquieto.

—¡Dale, sí!

El fuego impacta en el cartón y los objetos como una lengua gigante. Retrocedemos. Se apaga un poco y Bruno dispara algunas llamaradas más.

—Que no quede nada, amigo. Que todo se vuelva ceniza.

Abrimos las puertas del quincho para que salga el humo porque la chimenea no da abasto. El alivio que siento es inmenso. Creo que liberé hasta la última gota de la energía horrenda de la relación con Tomás.

Al terminar, nos alejamos del quincho y nos sentamos en el borde de un cantero. Le alcanzo una de las botellas de agua que traje, previendo esto.

—Mackster, no sé qué te está pasando, además de todo lo de los aliens, pero sabés que podés decirme cualquier cosa, ¿no?

—Sí.

Bruno da varios tragos y mira las estrellas.

—Hablando de aliens... ¿De dónde serán?

—No sé. Nadie lo sabe con seguridad. Les dicen «los habitantes del vacío».

—Sí, Gaspar me contó eso —afirma.

—No me dijo mucho más.

—Menos mal. Pensé que solo se hacía el misterioso conmigo. —Bruno se encoge de hombros—. Supongo que nos va a revelar otras cosas cuando estemos preparados —agrega.

Me quedo en silencio.

Bruno suspira, inquieto. Es obvio que busca sacarme conversación acerca de Tomás.

—Mackster... cada vez nos cruzamos con cosas más raras. Si no podemos hablar en serio y confiar el uno en el otro, no vamos a tener chance contra estos enemigos ni contra otros.

—Siempre tuviste miedo de ser un demonio. ¿Qué harías si lo fueras? ¿Si descubrieras que fuiste un elohim malvado?

—No sé. Supongo que intentaría redimirme. Quizás es lo que estoy haciendo al usar mis poderes para proteger la ciudad.

—¿Y si un demonio no puede luchar contra su verdadera naturaleza?

—Nah... Ángel, demonio, dios. Son todas etiquetas, nada de eso importa. —Se encoge de hombros—. Lo Importante es ser y hacer lo que sentís de verdad.

—¿Aunque los demás te digan que está mal?

—¿Y si ellos están equivocados? No siempre lo que piensa la mayoría es lo correcto. Como sea, creo que, en el fondo, uno sabe lo que está bien y lo que está mal. Aunque lastimes a otros o no cumplas con sus expectativas, hay cosas más importantes que van a mejorar el mundo... Somos arcanos, Macks, no podemos ignorar eso. Hacemos el bien, aunque muchos piensen que somos monstruos o que vamos a causar el apocalipsis.

Me río. Luego, nos quedamos callados. La serpiente invisible no deja de dar vueltas en mi estómago, siento la garganta seca.

—Bruno, soy bi... bisexual.

Listo. Lo dije.

—Me lo imaginaba. Gracias por confiar en mí.

—¿Y por qué te lo imaginabas?

—Yo no me había dado cuenta, pero Débora me hizo verlo: cuando hablabas de Tomás se te llenaba la cara de felicidad, Mackster... Supongo que a mí me pasa lo mismo cuando hablo de ella. Y después, de un día para otro, no hablaste más de ese chico. Empezaste a estar triste, apagado. No volviste a sonreír de verdad y, encima, después descubriste su vínculo con los aliens...

—¿Todo bien, entonces?

—Sí, obvio, no voy a dejar de ser tu amigo por eso. Sería un estúpido. —Me da un golpecito en el hombro—. Eso sí: no se te ocurra gustar de mí.

—¡No digas boludeces, Bruno! Además, no me gustan los colorados pecosos.

—Ah, bueno. —Se ofende—. ¡Albino piojoso! —Me tira agua en la cara.

Dejamos de lado el miedo a que nos vean y nos transformamos al mismo tiempo. Le disparo un rayo, Bruno lo esquiva y me devuelve una bola de fuego, que bloqueo enseguida, entre risas.

Despegamos y seguimos jugando en el aire mientras el viento se lleva del quincho lo que queda del humo, así como mis recuerdos tristes, hacia el cielo.

Mackster

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