41. Secretos que nos unen

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Bruno

El viernes, durante el recreo, Anabella y Simón reparten volantes de una muestra que van a hacer los talleres de Teatro de distintos colegios de Costa Santa.

La mayoría agarra uno por compromiso, para después hacerlo un bollo o guardarlo sin interés en la mochila. Andrés y Juan se burlan de ellos, Simón se ríe, calmando a Anabella. Él se va a repartirlos afuera del salón.

Cuando Ana llega hasta Débora, que está sentada a mi lado, mi novia toma el volante con una sonrisa.

—Vamos a ir —asegura—. También participan Mackster e Ismael. —Me codea y señala el nombre del Instituto Applegate en el papel.

—Es verdad, le prometí a Mackster que íbamos a comprar entradas. No sabía que nuestra escuela participaba.

—Te lo dijo Ismael, ¿no te acordás?

—Quizás no le presté atención —admito.

—Gracias, chicos, me va a encantar verlos allá —asegura Anabella y se acomoda el flequillo antes de ir rápido al pasillo a repartir más volantes.

Le doy un beso a Débora y bajo a comprar al kiosco. En la fila, me cruzo a Javier. Le cuento sobre la muestra del sábado.

—¿Querés ir? De paso, podés conocer en persona a Mackster, Ismael y Vanesa.

—Eh... tengo algo que hacer el sábado. —Aparenta frialdad, aunque noto que esconde emoción en su mirada—. Pero si salen más tarde, me puedo sumar. ¿Tipo nueve de la noche?

—Genial. Arreglamos por celular.

—Dale. —Sonríe.

Compramos jugos y galletitas en el kiosco. Me siento feliz porque Javier pueda conocer a mis amigos arcanos. Mientras regresamos al aula, pienso que estaría bueno integrarlo al grupo.

Quizás no sea tan importante mantener nuestro secreto y podamos contárselo. Recuerdo que Mackster me dijo que algunas de sus compañeras se acuerdan de la batalla en el Applegate, que los aceptan y les agradecen por haber salvado a todos. Tal vez en el futuro pase lo mismo con mis amigos del colegio.

Si Mackster salió del clóset y pude entenderlo, al igual que a Gaspar y a León, superando todos los miedos que la sociedad crea hacia quienes son diferentes, creo que Javier, que es mi mejor amigo, va a comprenderme también como arcano. Y, si en algún momento queda en peligro por saber nuestro secreto, estoy dispuesto a defenderlo sin importar lo que cueste.

Cuando regresamos al curso, Débora nos ayuda a juntar nuestro banco con el de ella y sus amigas. Abrimos los paquetes de galletitas y los ponemos en el medio. Llegan Laura, Diana y Simón. Incluso se suman Anabella y Mariza, con la que Débora tuvo sus roces a principio de año. Juan trae un termo con agua caliente y Andrés prepara el mate. Comienza la ronda.

***

Estoy junto a Débora y a Vanesa en el hall del teatro municipal de Costa Santa. Esperamos a que Mackster e Ismael salgan de los camerinos. El lugar se encuentra decorado con afiches de obras de teatro clásicas que brillan, enmarcados por pequeñas lámparas. Estamos apretujados porque se llenó de personas: conocidos y amigos de los estudiantes de Teatro de cada colegio. Primero pasó el taller del Instituto San Roque, nuestra escuela, y pudimos ver a Anabella y a Simón actuando con dos chicas. Mackster, Isma y sus compañeras del Applegate fueron últimos.

—¿Cuándo salen? Ya me tiene harta esta gente que empuja —se queja Vane en tono fuerte para que todos la oigan.

—Paciencia... —le digo, ruborizado por la cara de pocos amigos que me regala una señora mayor que la escuchó quejarse—. Por suerte, nos pusimos bien adelante.

—Te queda genial la boina —me dice Débora, completamente ajena a la situación.

—Gracias por regalármela. —Le doy un beso.

—De nada. Tenía razón. —Sonríe, satisfecha—. Ese verde musgo combina bien con tu pelo rojo y tus ojos azules.

—Me parece haber visto a Magda, la mamá de Macks —comenta Vane, mirando hacia atrás con el cuello estirado.

—¿Dónde? —Débora gira y se pone en puntas de pie, buscándola—. Necesito hacerle varias preguntas sobre su nueva colección.

Vanesa revolea los ojos y me río por lo bajo.

Encuentro enseguida la cabellera platinada de Magda, pero está lejos de nosotros. La saludamos con la mano y asiente, quitándose los lentes oscuros. También nos cruzamos a Tefi y a Raquel, las amigas de Anabella, que sonríen al vernos. Después se les une Mariza. Ya nos llevamos mejor con ese grupito, gracias a que se juntan con Débora y con Laura a ensayar para los torneos bonaerenses.

En cuanto Anabella sale de los camerinos, Tefi, Raquel y Mariza la llaman a los gritos y apartan a la gente para llegar hasta ella.

—El padre de Anabella ni siquiera vino a verla a la muestra. Ese hombre debe tener el corazón de piedra. —Débora suspira. Ya nos contó la complicada historia familiar de la colorada y eso nos sirvió para entender un poco sus berrinches—. Vamos a saludarla.

Llegamos hasta ella y la felicitamos por su actuación. Segundos después, una chica de pelo oscuro surge de entre un grupo de personas y se le acerca. Anabella la abraza con entusiasmo.

La reconozco enseguida. Es Astrid, la compañera de curso de Isma y Mackster

—Gracias por venir, hermanita —le dice Anabella, sonriendo.

—¿Son hermanas? No tenía idea —comento, sorprendido.

—Yo tampoco —dice Débora y mira a Raquel, que asiente con una sonrisa.

—¿Se conocen? —Anabella pasa la mirada de Astrid a nosotros.

—Eh... sí, a través de nuestros amigos del Applegate, los que actuaron al final —explico, nervioso.

Astrid se mantiene inexpresiva. De pronto, la gente comienza a aplaudir para felicitar a Mackster, a Isma y a sus compañeras que salieron al vestíbulo. Una vez que logramos acercamos a ellos, los abrazo fuerte y los palmeo en los hombros.

—Grande, loco, felicitaciones. Estuvieron geniales.

Los dos sonríen, están felices.

Astrid y Anabella se nos unen.

—Me encantó cómo actuaste —dice Ismael a la colorada—. Muy divertida la obra. ¿Quién la escribió?

—Yo. —Anabella se muestra orgullosa.

—Sos una genia.

—¡Hijo, felicitaciones! —grita Magda desde lejos.

—Vení —le dice Mackster a Isma, y se abren paso entre la gente hacia ella.

Débora, Vanesa y yo esquivamos a la muchedumbre, dejando a los actores celebrar tranquilos. Anabella, Astrid y las demás quedan atrás.

Nosotros vamos hacia afuera y cerramos nuestros abrigos porque nos golpea el viento fresco del mar.

—Vane, ¿vos sabías que Astrid era hermana de Anabella? —pregunta Débora, inquieta.

—No. Me estoy enterando recién. Creo que Mackster e Isma tampoco lo saben, me lo hubieran mencionado.

—Ahora que lo recuerdo, Astrid me contó que era adoptada esa vez que la crucé, pero nunca se me ocurrió que justo iba a ser hermana de Anabellla —comento—. No entiendo por qué no me lo dijo.

—Todo es muy raro. —Débora suspira—. Tuve visiones del espacio en las que Anabella era otro ser y justo la hermana adoptiva es una arcana. No solo Astrid, las dos deben estar al tanto de lo que verdaderamente pasa en Costa Santa. —Gira hacia mí—. No hay otra opción: Anabella tiene que ser una de nosotros.

—Tenés razón.

—No podemos andar asumiendo cosas así nomás —comenta Vane—. Entiendo que es lo más probable, pero tal vez nos equivocamos y solo Astrid es arcana. No son hermanas de sangre, después de todo.

—Vigilémoslas, por las dudas —afirma Débora. Me toma fuerte del brazo—. No confío en esas dos, por más que lo intente.

—No deben ser malas —comenta Vanesa—. Sé que Astrid es rara, pero nos ayudó contra los aliens.

En ese momento, como si nos hubiera oído a pesar del barullo y la distancia, Astrid se gira y camina hacia nosotros.

—Ey... —nos llama.

—Hola... —contesto, nervioso.

—Hola —dice Débora, cortante.

—Anabella y Simón quieren ir a bailar después, con las otras chicas. Vienen Mackster e Isma. ¿Se suman?

Mi novia frunce el ceño.

—Eh... Debería volver temprano a casa —respondo—. Mis papás se fueron a Capital a visitar a mi abuela.

—¿Tus viejos se van de la ciudad y vos vas a volver temprano a cuidar tu casa? —Astrid arruga la nariz y se ríe—. ¿Qué tenés, cincuenta años? ¡Nerd!

Recuerdo que ayer Javier me dijo que, si hoy salíamos después de la muestra, se sumaba. Quizás no es tan mala idea.

—Buen punto. Vayamos a bailar, entonces —susurro a Débora, pasando un brazo por arriba de su hombro.

—Dale —acepta con una sonrisa forzada.

—Conozco el mejor lugar —digo a Astrid—. Un bar que queda a unas diez cuadras de acá. Se llama Enoc.

—Buenísimo. Ahora hablo con mi hermana. Termina esto y vamos en grupo, caminando.

—Genial —contesta Vane.

Astrid sonríe y se aleja.

—Tenemos la excusa perfecta para investigarlas un poco más —explico a Débora y a Vane, que asienten emocionadas.

Después, llamo por celular a Javier para avisarle de la salida. No tengo que insistirle mucho, suena emocionado.

La gente empieza a salir del teatro, así que nos juntamos con los chicos para enfilar hacia Enoc.

Un rato después, estamos todos bailando en la pista. Veo a León en la barra y levanto la mano para saludarlo. Me responde igual y sonríe. Javier llega por fin y saca a bailar a Vanesa casi al instante. Mackster y yo les chiflamos. Simón ya está dando unos pasos con Anabella, cerca de Tefi, Raquel y Mariza, que se ríen.

Sin saber muy bien qué hacer, vamos con Débora a la barra, donde encontramos a Astrid.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —consulta mi novia, después de unos instantes.

—Sí, obvio.

—Tu hermana, Anabella, ¿es un arcano como nosotros? —Débora es siempre directa.

Astrid se pone más seria que de costumbre y siento un escalofrío que me recorre de pies a cabeza.

—Quizá. Pero eso lo tiene que descubrir por su cuenta, ¿no? —afirma la morocha antes de darse vuelta hacia León, que está a mitad de la barra, terminando de servir unos tragos—. ¿Me das una cerveza?

—No vendemos alcohol a menores de edad —contesta—. ¿Querés gaseosa?

Astrid acepta la bebida, resignada, y se va a la pista.

—¡Esperá! Ufa, se fue... Necesito saber si la visión fue cierta. —Se queja Débora—. Anabella y yo éramos enemigas en otros mundos y luchábamos en el espacio. Estoy casi segura de que ella también lo vio... ¿Y si descubre que es un arcano y se pone contra nosotros?

—Si eso pasa, Gaspar y León nos van a ayudar —afirmo.

—Estamos juntos en esto —asegura Ismael, acercándose a ella, seguido por Mackster.

Vanesa y Javier nos ven y se suman. Es hora de cambiar de tema y olvidar todo el asunto de la magia y de los otros mundos por un rato. Pedimos una ronda de gaseosas para brindar y reír juntos.

Después de un tiempo, se van todos a la pista, excepto Débora y yo, que decidimos quedarnos en la barra.

Mackster e Ismael bailan de la mano. Los demás observan, sorprendidos, pero no se alarman. Tampoco lo hacen las otras personas del lugar.

Débora apoya su cabeza en mi hombro. Me giro hacia ella y nos miramos a los ojos.

—Me acuerdo de esa vez que te crucé como la Dama Plateada, después de que empezamos a salir...

—Sí... no recuerdo mucho.

Me río.

—Quisiste besarme y yo te dije que no, porque estaba enamorado de otra persona... de vos —pronuncio.

Débora sonríe, con las mejillas coloradas.

—¿Era una prueba? ¿Querías saber si te soy fiel? —pregunto.

—No. Ya te dije que no era del todo consciente cuando estaba bajo esa forma. Supongo que me acordé de que te amo y quise besarte por eso, sin importarme qué transformación tuviera —ríe.

La abrazo con fuerza. Beso su pelo y siento un cosquilleo en todo mi ser. Cierro los ojos, concentrando en respirar su perfume. Cuando los abro, veo a nuestros amigos divirtiéndose en la pista. Soy feliz.

—¿Adónde vamos después? —pregunta mi novia.

—No sé... tus papás te esperan en tu casa.

—Les dije que me quedaba a dormir en lo de Vane.

—Ah...

Trago saliva y me doy cuenta de lo que quiere decirme. Siento como si se despertara un remolino en la boca de mi estómago. Cientos de pensamientos corren por mi mente a toda velocidad. El pulso se me acelera, estoy seguro de que ella, que tiene la oreja a la altura de mi pecho, lo percibe.

—¿Querés dormir en mi casa? —pregunto.

Levanta la cabeza y me mira a los ojos.

—Dale —dice, con una sonrisa tímida.

La beso y percibo que nos envuelve un calor inmenso.

Cuando nos separamos y giramos hacia la pista, vemos que Javier se tropieza y que Vanesa lo ataja antes de que llegue al piso. Ismael y Mackster le hacen una broma que no llegamos a escuchar. Después, siguen bailando.

Pienso en los secretos que guardamos durante este último tiempo: Mackster y sus sentimientos hacia otros varones; Débora y su doble identidad; mi origen, oculto de mí mismo.

Recuerdo que descubrimos que Gaspar y León eran pareja y que Gaspar salió con Sebastián; también supimos la historia de Costa Santa y la del Demonio Blanco, así como lo que escondían mis padres, mi abuelo y el de Ismael.

Creo que cada secreto existió para protegernos de la vergüenza y del miedo, de emociones, de poderes y de fuerzas que todavía no éramos capaces de manejar y de reconocer, por lo menos hasta el momento de la verdad.

Fueron secretos personales, legendarios y familiares.

Secretos que compartimos.

Secretos que nos unen...


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