19: Él vacío y él

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24 de enero, 2022

"Valeria"

"Valeria"

Leí los labios de la directora. No entendí. Su mano derecha señaló sus oídos y entendí que quería que me sacara los auriculares que no dejaban escuchar nada de lo que me decía. A regañadientes me quite los audífonos, deje de escuchar la melodiosa voz de Harry Styles para escuchar la neutral voz de la directora Gómez. Sospechaba que me diría algo malo, algo que arruinaría más mis días. Me había citado a su despacho a la hora del almuerzo y ahí yo estaba, sentada al frente de ella, a la espera de una mala noticia. Presentía que era ello. Y era un hecho, no me daría una buena noticia si lo único que he hecho últimamente ha sido vaguear por los pasillos de la escuela.

—¿Cómo estás? —preguntó.

«Viva porque respirar me sale al instantáneo»

—Bien.

La directora jugo con su bolígrafo, miró su escritorio donde tenía papeles, los cuales sin ojearlos sabía que era mi expediente.

—¿Sabes que si necesitas ayuda, puedes pedirlo cuando quieras?

Asentí.

—He tratado de comunicarme con tu tutor, estas últimas semanas, pero, no he podido dar con él —dijo, dejo el bolígrafo sobre la mesa y me dio esa mirada de adulto que transmitía un "todo está bien" cuándo era todo lo contrario—¿Sabes algo de él?

—Lo veo en el desayuno, también en la cena, trabaja la mayoría del día.

En un bar y no en el lado detrás de la barra.

—Entiendo.

Nos quedamos un par de minutos en silencio. Hasta que hablé.

—¿Por qué me ha llamado? ¿Solo para preguntarme sobre Benjamín?

—No, solo quería decirte que los pagos de tu curso escolar están atrasados, se lo hemos estado comunicando a Benjamín, pero, no hemos tenido una respuesta de él —informó—. Sé que acaban de tener una perdida y que Martina, tu mamá se encargaba de los pagos de tu educación. La institución ha sido muy considerada al darles un plazo... 

—Vale —murmuré y me puse de pie. Pero, me volví a sentar al escuchar su "todavía no termino"—. De hecho... Yo ... Eh... Mi familia en este momento tiene problemas financieros...

Según Benjamín, mamá no nos dejo dinero. Él que me tenía a cargo, perdió su trabajo y yo tenía dinero, mis ahorros, pero era obvio que no alcanzaba para costear esté privilegiado instituto. No tenía dinero ¿Qué era lo que haría?

—¿Financieros?

—Sí. Si hay algo en lo que me podría ayudar... Quizá ... Una ¿Beca?

No era la mejor alumna últimamente. Pero ella dijo que me ayudaría ¿Verdad?

—¿Una beca?

—Sí.

No se lo pensó.

—Val... a estas alturas del año escolar, tus calificaciones de estos últimos meses y el hecho de que tu familia tenga las posibilidades, lo veo imposible.

—¿Acaso me está escuchando? —le pregunté alzando mi voz—. Le he dicho que mi familia está pasando por un mal momento financiero, no tengo ni un puto euro.

—Valeria. —Mi nombre salió de su boca como un reproche—. Baja la voz.

—¡No! ¡Literalmente hace unos minutos me dijo que si necesitaba ayuda se la pidiera! Pues se la estoy pidiendo, ahora.

—Valeria...

Deje de escucharla. De igual manera me lo iba a negar. Me puse de pie y acomodé los auriculares en mis oídos. Salí de la dirección tirando un portazo en el acto.

Me faltaban aún clases para terminar la maldita sesión estudiantil, pero necesitaba aire e irme. Tome la decisión de saltarme un par de clases, me mandarían a detención, pero de igual manera me castigarían por andar de pésimo humor, contestar mal a los profesores y de yapa no haber hecho la tarea de matemáticas. ¿Para que presentarme a clases? ¿Para amargarme más el día?

Mejor me ahorro la vergüenza y la amargura.

Caminé por los pasillos del instituto, esquivando y otras veces chocando hombros con las almas de mis lentos compañeros. Tenía la música demasiado fuerte, retumbaban en mis oídos, oprimiendo sonidos exteriores de mi alrededor y también aquellos pensamientos que me atormentaban. 

La alta música tal vez me dejaría sorda en un futuro, pero en mi presente me quitaba de la realidad. 

Empujé la puerta de emergencia y empecé a correr por las escaleras que solo usaban en caso de alguna "emergencia" corrí hasta llegar a la azotea del edificio. Deje de correr y a pasos lentos, decaídos, me dirigí hasta el borde, me senté en el muro que evitaba que me cayera y tuviera una trágica muerte. El aire azotaba mi rostro y agitaba mis mechas castañas. Mis pies colgaban en el vacío, un pequeño movimiento y caería. Pero, esas no eran mis intenciones. Literalmente estaba a un paso de la muerte. Muchos dirán que estaba loca, y yo solo diría: "El que tenga miedo a morir, que no nazca".

Cerré los ojos y respiré profundo. Unos segundos y parpadeé. Vi el nublado cielo y pensé que estaba reflejando lo que sentía mi mente. Una tormenta.

Saque un libro de mi mochila. Y no, no era un libro de matemáticas. Era un libro que me transportaba a otro mundo.

Solo era yo, la música, un libro y un vacío.

Al llegar a casa, no había nadie.

Ya no se escuchaban risas entre estas paredes. Se sentía sola, me sentía sola.

Me pase la tarde en mi habitación, luego de tomar una ducha, me la pase leyendo y escuchando música, hasta que leí la última palabra de la última página. Cerré él libro y me quedé procesando aquel final abierto que me dejó intrigada.

Aun pensando en el libro, me puse de pie y me asome por la ventana. El cielo ya estaba a oscuras y una media luna se veía rodeada unas grises y apenas visibles nubes. Mis manos se apoyaron en el marco de la ventana, me incliné hacia adelante de tal manera que mis pies dejaban de tocar el piso y levemente mi cuerpo salía por el ventanal. Mire hacia la entrada, no había ningún rastro del auto de Benjamín, no lo veía hace casi tres días. No sabía si alegrarme o preocuparme.

Si se largaba, estaba segura que me mandarían a una casa hogar. Aún no era mayor de edad y no tenía a nadie quien se hiciese cargo de mí. Claro que si nadie se enterara de que se fue, estaría completamente sola en esta gran casa. No me gustaba la idea, pero tampoco, quería que Benjamín volviera. Lo más sencillo era el ignorarnos mutuamente, pero, desde ese pequeño incidente, no me siento a gusto con él.

No fue un pequeño incidente.

Lo sé.

Deje de mirar por la ventana. La cerré, al igual que las cortinas. Me lancé a la cama y agarré mi móvil para revisar las notificaciones de wattpad, tenía muchas. Ver que mi historia aumentaba de vistas, me saco una sonrisa. Cerré sesión y deslicé mi dedo hasta entrar a Instagram. Estos últimos meses no era muy aficionada a las redes, ya no me la paraba subiendo fotos o stories o grabando tiktoks, de hecho hace mucho no entraba y el tener las notificaciones desactivadas ayudaba muchísimo.

—Que...

Miré las notificaciones, me sorprendí al ver que nuevas personas me estaban siguiendo. Tenía mi cuenta pública, por lo que cualquier usuario podía seguirme, ver, dar me gustas y comentar mis fotos. No era de ser un genio para notar que las fans de Gavi, mi Pablo, lo habían stalkeado lo suficiente para dar conmigo.

Mi feed eran fotos mías, mías en algunos partidos del barça y pocas con Pablo. Esas eran las que tenían nuevos comentarios.

Me puse a leerlos y la mayoría redondeaban a "¿Eres novia de Gavi?"

Sí, soy novia de Pablo

No, ya no lo somos.

No contesté los comentarios. Fui a mi perfil y, configure mi cuenta a "privada".

Miré las pocas fotos que tenía con Gavi. A él no le gustaban las redes sociales. Aun así, le anime a publicar unas fotos juntos, la vez que fuimos a la playa, nuestro pícnic, la noche en la que vimos películas y terminamos viendo otro tipo de cosas. A simple vista no parecían fotos de enamorados, no nos besábamos, ni estábamos demasiado juntitos. Las fotos podían interpretarse a "salida de amigos", pero para los que nos conocían sabían que éramos Val y Pablo.

Me quedé mirando las fotos y luego entré al perfil de Pablo, él no era muy activo en redes, lo poco que subía era relacionado al barça. De igual formas me quedé ojeando sus fotos teniendo cuidado de no darle un "me gusta" por casualidad. De tanto mirar sus fotos, me dio la necesidad de escuchar su voz y antes de que me arrepintiera ya me encontraba llamándolo.

Contesto al primer tono.

Hola.

Hola —murmuré. Se escuchó un silencio en la línea, yo me quedé pensando en que decirle y en un corto periodo de tiempo de menos de un minuto fue como si mi corazón se hubiese hecho cargo de mis acciones —. ¿Puedo... puedo ir a verte?

Cerré los ojos a la espera de su respuesta. No habíamos hablado por más de una semana y en serio creí que me diría que no.

Fue todo lo contrario.

—Claro, Val. Puedes venir.

Sonreí.

—¿Por la puerta trasera?

—Por la puerta trasera, como en los viejos tiempos.

Pablo ya me estaba esperando en la puerta trasera de La Masía, sonrió al verme. No era hora de visitas y el hecho de que las chicas estaban prohibidas de entrar a los dormitorios de los chicos, me tocaba entrar de una manera clandestina por la parte trasera. Ya lo había hecho antes. Demasiadas veces a decir verdad.

No había visto hace días a Pablo, los días se convertían en una eternidad y más cuando era una persona a la que realmente te importaba. Quería lanzarme a él y abrazarlo. Necesitaba un abrazo y quizá la Valeria de unos meses atrás, lo hubiese abrazado, pero esa Valeria, solo pudo saludarlo con un simple "hola". Un simple "hola" que él copió, pero le agrego una sonrisita, de esas que te aceleran el bombeo de tu corazón.

Al llegar a la habitación de Pablo, di una rápida mirada a mi alrededor. La palabra "desorden" era perfecta para describir su recámara. No solté un comentario respecto al "caos" que había en estas cuatro paredes, por la forma en la que algunos de sus zapatos estaban en la esquina y unos papeles en una pila en su escritorio, dejaba fácil de ver que había hecho el intento de ordenar su habitación. Pero, lo conocía lo suficientemente bien, era su forma de orden. Era la paz de cualquier adolescente en su mundo. Y aunque no era mi paz, la respetaba. Al igual que él respetaba mi orden.

Aunque siempre nos bromeábamos con eso.

—Traje comida —Alcé las bolsas de comida, enseñándoselas. Él sonrió —Sushi para ti —Le entregué la bolsa con comida nutritiva para él. Tenía  muy en claro su dieta. Tenía que cuidarse —Y McDonald's para mí.

Oprimí las inmensas ganas de reírme al ver su cara, el puchero que puso, lo hacía ver tierno junto a sus mofletes. No pude contener mi risa por mucho tiempo. Reí.

—Okay. Okay. Lo siento —Me deshice de la bolsa de McDonald's para dejar ver una ensalada. Iu —. No soy una mala persona para comer delante de ti una rica hamburguesa, también comeré algo sano. Ya sabes, somos un equipo.

Formé un puño con mi mano derecha y la choqué suave con su mejilla. Luego deje mi puño en el aire, a la espera de que él chocará su puño con el mío. Lo hizo. Robándome una sonrisa.

Vi como Pablo dejó de su comida a un lado de la cama. Regreso a mirarme y sin pedirme permiso, enredó sus brazos en mi torso, atrayéndome hacia él, alzándome y dejando un beso en mi cabeza.

—Val, extrañaba tu risa.

Estar entre sus brazos me hacía sentir en calor. Segura.

Me encantaba y aterraba.

Y aunque me pasaría horas entre sus brazos, no pude evitar decirle:

—Suéltame, me harás botar la ensalada.

Sí. Arruina momentos me dicen.

Sus brazos me soltaron.

—También traje cartas —Quite la mochila que colgaba de mis hombros y se la enseñe, sacando el juego de naipes.

—¿Preparada para perder?

—Ya quisieras, Gavira —Me deshice de mis zapatos y me senté en el colchón, apoyando mi espalda en la cabecera y cruzando mis piernas.

Pablo se puso a mi lado. Mi hombro chocó con su fuerte brazo. Ambos nos miramos y chocamos nuestros tapers como si se tratarán de dos copas de vino.

No era una persona que comía muy saludable que digamos. Tampoco aborrecía los vegetales como una niñita, pero si me daban a elegir entre una ensalada o una hamburguesa, miles de veces elegiría la hamburguesa.

Pero en esta oportunidad, estaba con Pablo y tenía en mente lo importante que era para él su dieta saludable. Aunque él amaba comer en McDonald's, dejar ese tipo de comida fue un sacrificio. Y el mío, cuando estoy con él. Pero, eso no implica en que dejaré la comida chatarra, es más antes de venir a La Masia, me comí una hamburguesa, en McDonald's y luego fui por sushi. Lo sé, traición.

No se lo digan a Pablo.

Jugamos a las cartas mientras comíamos. En la primera ronda, él me ganó y no pude evitar ponerme picona por su tonta y linda sonrisa de "Yo gané, tú perdiste".

—Te deje ganar —farfullé.

—Mala perdedora, algodón de azúcar.

Algodón de azúcar.

Baraja las cartas —ordené empujándolo a juego con mi hombro. Pablo hizo lo que le pedí y repartió las cartas.

La siguiente partida la gane yo. También la otra y la siguiente.

—Estás haciendo trampa —dijo picón, con esa cara de culo que siempre ponía.

—Claro que no. No es mi culpa que no sepas jugar —Le saque la lengua.

Mi boca se abrió en una "o" al recibir un almohadazo.

—¡Eres un mal perdedor! —Agarré una almohada y se la tiré. Me reí y me bajé de la cama, esquivando, por muy poco, los almohadazos que me tiraba.

Así empezó una guerra de almohadas, ambos corríamos y reíamos pegándonos fuertemente con las almohadas. La guerra terminó cuando Pablo, logró agarrarme. Me sujeto de la cintura, sentí su mirada puesta en mí, pero solo lo miré de reojo, lo suficiente para ver su sonrisita que a mi corazón se acelerará.

—Suéltame —pedí y me reí. Intenté zafarme de sus brazos, pero lo único que conseguí fue que se tirara a la cama llevándome consigo.

Quedé encima de él. Sus brazos me sujetaban, lo suficiente para no zafarme, pero no tan fuerte para hacerme daño.

—Admite que has hecho trampa.

—Admite que eres un pésimo en cartas —contraataque.

—No te soltaré —demando.

—Ni ti siltiri.

Oprimió una risa.

—Tramposa.

—Perdedor.

—Pirdidir —Me remedo.

—Suéltame.

—Admítelo.

—No lo haré.

—No te soltaré.

¿Premio o castigo?

Mordí mi labio y moví mi pelvis contra su entrepierna. Pablo se tensó bajo mi cuerpo. Sonreí orgullosa por lo que causaba en su cuerpo y seguí moviéndome. Lo provoque y provoque, mi cuerpo el cual empezó a excitarse por cada movimiento y más al sentir su bulto alzarse.

—Sí sigues así, no te soltaré —jadeó.

—No quiero que me sueltes.

Él fue el causante de nuestros labios se juntarán, en un beso que pedía más que un simple roce que seguía confirmando la conexión profunda entre los dos.
Jale su labio inferior y sonreí al escuchar un ronco gemido. Susurraba mi nombre entre mi boca y yo le contestaba con palabras poco entendibles que se escapaban de mis labios.

—Esos vaqueros te hacen un culaso.

Cada contacto era un eco de placer, cada susurro un gemido contenido. La ropa volvió a desaparecer dejando al descubierto nuestros cuerpos ansiosos por la excitación. Volvimos a entregarnos el uno al otro, entre jadeos y besos apasionados, cada caricia era un susurro de deseo, cada beso una promesa de entrega total. En ese momento, el mundo se redujo a nosotros dos, perdidos en un éxtasis compartido que nos envolvía en una página ardiente donde él y yo éramos los protagonistas.

Pablo me hacía sentir segura, segura de mostrarle mi cuerpo sin importar estereotipos que hacían dudar. Él sabía dónde tocar. Sabía esos puntitos en mi cuerpo que me volvían loca.

Podía notar su sonrisa pícara, mientras susurraba palabrotas y cosas lindas en mi oído. 

—Eres perfecta.

Perfecta.

Perfectamente imperfecta.

No dije nada. De mi boca no salía nada coherente. Era lo que causaba él. El efecto Pablo Gavi.

—Cariño, soy todo tuyo —susurraba mientras su boca dibujaba cada palabra en el lienzo que era mi cuello.

Saciada, gemí su nombre y él el mío, besó mi frente y yo acaricié su mentón con mis labios. Dejé de estar unida a él de una manera física, más el lazo sentimental seguía uniéndonos. Ambos sudados con nuestros brazos chocando, tuvimos la misma idea de voltear a vernos con una mirada cómplice y las mejillas ruborizadas.

Él, sonriente me preguntó:

—¿Estuvo bueno?

—Muy bueno. Joder, me conoces bien.

Ambos habíamos tenido momentos para saber lo que nos gustaba y lo que no. Ventajas de tener sexo con tu ex.

Llené su cuello de besos y seguí por toda su mandíbula hasta llegar a su mentón, lo miré a los ojos y Pablo tenía esa mirada  de "hazme lo que quieras", lo misma que me dio hace unos momentos, cuando me dejé llevar al estar encima de él, recordando algunas escenas subiditas de tono que leí. No era una experta en el sexo, lo poco que sabía era lo que descubrí con Pablo y lo que había leído, los libros me dieron la teoría y yo la practique muchas veces con el que era mi novio, y en ese momento mi ex.

Le di un último beso y me eché otra vez en la cama. Apoyé mi cabeza en su hombro y pase mis dedos por su pecho, el cual subía y bajaba. Pablo paso uno de sus brazos por mi cintura, abrazándome. Sentí como beso mi coronilla y me dio tanta tranquilidad que mis ojos se cerraron y los volví a abrí al escuchar su voz.

—Val.

—¿Si?

—¿Admitirás que hiciste trampa?

—No hice trampa.

—Lo hiciste.

—No.

—Sí.

—NO.

—Val

—¡Que no hice trampa, gruñón!

—Solo te iba a decir que te quiero, chillona.

Incline mi cabeza hacia arriba, tuve una vista de su rostro. Me estiré y dejé un suave beso en su mentón.

Yo también te quiero, pablo.

Te quiero.

Y mucho más que eso.

Nos las pasamos unos minutos así, desnudos. Juntitos. Con los corazones acelerados. Hasta que vi la hora.

—Ya debo de irme —susurré poniéndome de pie.

—Quédate —pidió.

—Mañana tengo instituto —señalé y empecé a recoger mi ropa.

Me vestí y traté de acomodar mi pelo. Pablo había salido de la cama y también se estaba vistiendo.

Ya lista, recogí los naipes tirados en el piso. Sí, los tiramos.

—Te acompaño a tu casa.

En automático negué.

—No. Pediré un taxi.

En definitiva no dejaría que Pablo me vaya a dejar. No me arriesgaría a que Benjamín apareciera y nos vea.

No arruinaría esta noche.

—Yo puedo llevarte.

—No tienes licencia, ni auto. Pediré un taxi, no te preocupes, Pablo —Me acerqué y dejé un corto piquito en sus labios.

—Vale. Pero, me envías tu ubicación exacta y me llamas cuando ya estés en tu casa.

Rodé los ojos.

—Bien, bonito —Apretuje una de sus mejillas.

Fui por mi mochila, que estaba tirada a orillas de la cama, la agarré y la colgué sobre mi hombro. Me despedí de Pablo, dejándole un par de besos.

Caminé hasta la puerta y al poner mi mano en la perilla. Me detuve y recordé que en mi casa no había nadie quien estuviera esperando por mí, estaría sola. El vacío incrementaría.

Di media vuelta y miré a Pablo, estaba sentado a orillas de la cama, mirándome como me iba y regresaba por él.

—¿Puedo...? ¿Puedo quedarme?

No me contestó. Sonrió de oreja a oreja y en un rápido movimiento se quitó la camiseta que llevaba puesta y me la lanzó. Mis manos la atraparon con facilidad, acepté aquella invitación.

Deje caer mi mochila y me quite la manga larga. Pase la camiseta de Pablo por mi cabeza y brazos. Me quedaba supergrande, lo suficiente para que al bajarme los pantalones, cubriera mi trasero.

Él siempre me dejaba su ropa como pijama.

Pablo se echó a la cama y yo hice lo mismo luego de quitarme los zapatos. Esa noche la pasamos juntos, no me sentí sola y aunque aún seguía sintiendo ese vacío, lo tenía a él.

































































Xoxo. Otro capítulo adaptado a las políticas de wattpad

<333

Los amo demasiado 💖

*Les tira agua bendita*

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