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❝Antes❞
30 junio, 2021

Cada vez que leo un libro de romance donde los personajes tienen alta tensión sexual, mi mente les grita un "Ya bésense". Comprendí lo tan cerca y tan lejos a la vez de romper esa tensión sexual, el ardor rico y húmedo que sentían los personajes, los cuales me transmitían y los cuales empecé a sentir cada vez que Pablo y yo estábamos a solas.

Han sido pocas veces, las podía contar con los dedos de una de mis manos. Eso no le quitaba lo mucho que me hacía sentir, tampoco quitaba el nerviosismo y aunque no dijéramos nada ninguno de los dos quería sobrepasarse con el otro, ni mucho menos incomodarlo. Yo no quería sobrepasarme con Pablo y él tampoco conmigo, no me lo había dicho, pero la manera tímida al tocarme me lo hacía saber.

Nos veíamos después de sus entrenamientos o partidos, también después de mis clases de italiano. Mejor dicho, nos veíamos en los tiempos libres y esas veces hemos tenido pequeños encuentros en mi habitación y en su habitación. No llegábamos a más nivel, pero Pablo se la pasaba tomando duchas frías y yo cambiándome las bragas. 

Mañana cumpliríamos un mes de novios, ya un mes y parecía un año. Tenía preparada una cita para ello, celebrar lo nuestro, estando a solas. Pablo no lo sabía y en ese momento me había colado a La Masia con ayuda de Nico y Fermin, para el primer paso del plan.

Llegué a la habitación y miré la invitación que hice a mano. Dejé de pensar en el hecho de que quizá sea demasiado cursi y antes de que me arrepintiera toque la puerta y deslice la tarjeta por la rendija.

Escuché sus pisadas y salí corriendo para que no me descubriera, los bocasines y la falda que llevaba, no me ayudaron en absoluto. Ni siquiera había llegado a la mitad del pasillo, cuando escuché su grito llamándome.

—¡Valeria! ¡¿Pero qué haces?!

No volteé y él tampoco me siguió. Supongo que vio lo que deje para él.


































💌💌💌




























1 de julio, 2021

No era una experta en la cocina, lo sabía. Aun así, ignoré ese hecho y me puse a preparar algo rico para la cita, no resultó y mis esperanzas se quemaron junto al pastel que estaba en el horno.

Yo quería hacer algo por mi cuenta, sorprender a Pablo con una rica comida y un postre que le derritiera. El postre se me quemo y la comida se me salo, no me quedó más remedio que tragarme el orgullo y pedirle ayuda a Margarita. Mi salvación.

Ella debió de ver mi cara frustrante, ya que me pidió ayuda en cortar algunas frutas o que le trajera ingredientes, y por cada paso que hacía me iba explicando con paciencia. El olor a quemado fue remplazado por un olor rico que hizo gruñir a mi estómago.

Escuché el timbre sonar y supe que Pablo ya había llegado. Entre en crisis, aún me faltaba acomodar la canasta, bañarme, cambiarme, ponerme bonita.

Bufé frustrada y mis manos se metieron en mi pelo, tratando de tranquilizarme.

—Arruine la cita.

—¿Por qué no le vas a abrir? —Sugirió y continuó—. Le dices que te espere, te vas a arreglar y yo me encargo de la comida ¿Vale?

—¿Estás segura?

—Anda mi niña, yo me encargo de esto.

Asentí y fui corriendo a abrirle a Pablo, antes de eso, me peiné con mis manos. Abrí la puerta y me lo encontré. Se veía perfecto y yo en pijama con un mandil rosa.

—Hola.

Podía ver los corazones alrededor de él.

—Hola.

—Feliz primer mes —Me entrego una rosa y me quedé petrificada hasta que el beso mi mejilla. La rosa me trajo recuerdos del día de Sant Jordi, mi festividad favorita y ese día, Pablo me sorprendió con una rosa, un libro y aquel besó en mi mejilla que me dio una chispa de amor.

Había escrito sobre ello, varias hojas en mi diario sobre ese día.

—Feliz primer mes —Besé su mejilla, su piel era suave y olía tan bien—. Me... me esperas un momento, tuve unos pequeños fallos técnicos.

Abrí más la puerta y lo dejé pasar.

—Claro. Te esperaría mil años, Valeria.

—No tardaré mucho —Cerré la puerta detrás de él—. Siéntete como en casa.

Me fui corriendo hacia mi habitación, a mitad de las escaleras casi me caigo por ir tan rápido. No me detuve y seguí con mi recorrido, pero, me detuve de golpe al pasar por el despacho de mamá.

Me asomé y la vi durmiendo sobre unos planos.

—Mamá —La llamé al entrar—. Anda a tu habitación y descansa.

—Uhm estoy... Estoy bien... Seguiré con esto...

—Lo seguirás en tus sueños —Rodé los ojos—. Anda descansa, más tarde terminas. No seas terca, Mar Mar. 

—Debo de continuar.

—Estás durmiendo.

—No lo estoy —Habló con los ojos cerrados y la mejilla pegada en los planos.

—Lo estas ¿Has tomado café?

—Desgraciadamente no puedo tomar —murmuró adormilada.

—¿Qué?

—¿Qué? —Mamá levantó su cabeza, su mejilla tenía marca de los papeles —¿Qué?

—Que no has tomado café...

—Con razón me estaba quedando dormida. —Su rostro se veía adormilado, se frotó los ojos y estiró sus brazos. Mi madre me miró de pies a cabeza—¿Qué haces bañada de harina?

—Estaba tratando de hornear —Hice una mueca—. No funciono. Margarita esta que me ayuda y Pablo esta que me esperaba abajo.

—¿Chiquitita y que haces aquí? Anda báñate y ponte más guapa —Me empujó con sus manos, estaba fría—¡Anda!

—¡Iré! Y tú vete a dormir —ordené, dejé la rosa en su escritorio—. Antes de eso, la pones en agua porfis.

—Uy una rosa —Mamá me guiñó un ojo—. Lo haré.

Salí de la habitación.

Rápido me bañé, me peine, maquille sencillo, me vestí con un lindo vestido de tiritas color lila, calce unos botines y una vez rocíe perfume en mi cuello y muñecas. Al estar lista, me miré al espejo, me di un piropo y salí corriendo hacia la cocina por la canasta. Margarita ya la tenía todo listo, yo solo la agarré y fui al salón donde Pablo estaba mirando unas fotografías.

—Sigues siendo igual de hermosa de cuando eras una niña —dijo al notar mi presencia.

—Lo dices porque soy tu novia —Me puse a su lado y vi la fotografía que estaba mirando Pablo.

Era una foto de mi madre y mía, a simple vista se veía que yo tenía unos 2 años y mamá se veía como la jovencita de 19 que era en esa época. Era igualita a mí.

—Eres hermosa, cualquier tío lo nota —arrugó su nariz y beso a mi mejilla—. Se quieren robar a mi chica.

—Dramático celoso.

—Es verdad.

—No.

Nos estuvimos peleando por eso hasta que Pablo regreso a mirar la fotografía. Con su dedo señaló a la pequeña Valeria.

—Así será nuestra futura hija.

Me sonrojé ¿Él pensaba en un futuro juntos? Lo hacía.

—¿Hija? ¿Conmigo?

—¿Con quién más?

—¿Con tu futura esposa, amor de tu vida?

Pablo enredó sus brazos en mi cintura, me miró fijo y con una sonrisita me dijo entre los labios:

—¿Y quién dice que tú no serás mi futura esposa, amor de mi vida?

Estaba segura de que los ojitos me brillaban, no tenía palabras, solo una acción de darle un besito. Fue lo que hice.

—¿Cuántos hijos quieres tener? —Le pregunté.

Su mano se enredó con la mía, beso el dorso de mis manos y sonrió.

—Tres.

¿Adoptados?

—¿Tres? —pregunté con un falso dolor en mi voz—. No me molestaría practicar el acto de la creación de los bebés, pero...¿Acaso has visto la dilatación de la vagina al parir? De tan solo pensarlo, me dan ganas de mejor adoptar un perrito.

—Pero te sujetaré de la mano.

—Eso no le quitará el dolor.

Estuvimos hablando sobre partos, hijos, perrihijos, las risas no faltaron por todo el camino hasta llegar al parque donde tendríamos nuestro pícnic.

—Esto es romántico —murmuró Pablo al estar los dos tirados sobre una manta, mirando el cielo luego de comer todo lo que preparó Margarita.

—Quisiera llevarme el crédito, pero Margarita hizo toda la comida. Yo solo la planeé e hice un desastre.

—Igual es romántico. El lugar, tú y yo —Beso mi mejilla y me atrajo hacia él, mi cabeza se apoyó en su pecho.

—Esa nube tiene forma de delfín.

—Yo le veo forma de palmera.

Frunce mi ceño e incliné mi cabeza hacia su rostro.

—¿De dónde vez la palmera?

Su dedo rozó mi rostro e hizo que regresara a mirar el cielo. Note como su dedo señalaba las blancas nubes.

—Las hojas, los cocos...

—Yo le veo forma de delfín. Mira... —Estiré mi brazo como si llegara a tocar los más altos algodones—La aleta, su cola, su cabeza...

—Ahora le veo forma de bebé...

¿Indirecta?

—Que imaginación la tuya —Me limite a decir y escondí mi rostro en su pecho, sentí cosquillas por el roce de sus manos en mi cintura.

—¿Val?

—¿Uhm?

—Te quiero decir algo —Su tono de voz salió algo serio, dejé de esconderme en su pecho y tomé asiento, doblando mis piernas hacia un lado.

—Te escucho.

Pablo se sentó.

—Serás la primera a la que se lo cuente...

—¿Es algo bueno?

—Lo... lo es —Sonrió emocionado —. Te lo diré...

—Dilo —apresuré—. Dilo.

—Estaré a prueba para la primera división y si todo sale bien estaré jugando los partidos de pretemporada con el primer equipo ¡Con el primer equipo del club de mi vida, Val!

Si les digo que pegue un chillido, quedaría muy corto. Salte a abrazarlo, llena de emoción y orgullosa de él. Cumpliría sus sueños, estaba segura de ello.

—Felicidades, he visto tus entrenamientos e ido a tus partidos y el como te esfuerzas cada día. Te lo mereces demasiado Pablo.

Besé su mentón y lo apretujé más.

Estuvimos hablando sobre su noticia, se le veía lo emocionado y contento que estaba. Entendí que me encantaba verlo así, feliz con una sonrisa orgullosa de todo lo que había logrado y de lo muchísimo que lograría.

—Pablo —Lo llamé, tuve toda su atención y proseguí—. Tengo algo para ti.

Metí mis manos a la canasta y saque la medalla, se la colgué en el cuello —Por ser el mejor novio y el más guapo de todos.

Pablo miró la medalla, tenía tallada unas palabras:

#1
El mejor novio
Y el más guapo de todos

—Te quiero mucho, Val —Inclino su cabeza hacia mi rostro y capturo mis labios.

—Te quiero, Pablo.

Me dio un último beso y se separó para decirme:—Yo también te he traído algo —Agarró su mochila y vi como saco un libro—. No es mucho...

—¿Bromeas? Me estás regalando un mundo entero.

Él me regalaba mundos enteros y rosas.





























💌💌💌






















































10 de julio, 2021

Era viernes por la tarde, tuve clases de italiano en la mañana y luego pasé por Pablo, Dany nos dejó en La Masia y la pasamos jugado "Fifa". Pablo era muy malo, al igual que sus amigos, Nico, Fermin y Ansu, ellos tres me tildaron de mentirosa luego de haberles dicho que en mi vida había jugado "FIFA" hasta ese día, que mi novio me enseñó. Ellos no me creyeron por la mera razón de que les gane cada partida.

Se pusieron algo picones, los cuatro, sí, también Pablo. No dejaba de mencionarme que había hecho trampa y no había hecho trampa ¿cómo se puede hacer trampa en un videojuego?

Se pusieron más picones cuando les dije que eran un cuarteto de niñatos llorones. Y empezó una pequeña discusión entre bromas, la cual terminó en un reto. Un partido de fútbol y si yo ganaba, ellos contarían summer nights y si yo perdía, debía saltar del muelle desnuda, claro que Pablo se negó a eso y luego de que les diera dos manotazos en la cabeza a sus amigos, decidieron que si yo perdía, correría 10 vueltas a la cancha.

Me negué y empezaron a decirme que tenía miedo. Ansu fue el que empezó a remedar a una gallina, señalándome. Y claramente yo no era una gallina, ni les tenía miedo. Bueno sí, ellos eran tres y yo solo era yo. Además que ellos sabían de fútbol y yo, pues ni correr con la pelota sabía.

Los cuatro llamaron a un trío de chavales más, para que así las cosas estuvieran parejas. Ya había venido otras veces a La Masia, jugaba al balón con mi novio o pasábamos el rato a solas o con sus colegas, así que las caras de los chavales se me hacían conocidas, Marc, Hector y Laminel, fueron muy amables al aceptar tenerme en su equipo.

Acepte, luego de que Pablo me dijera que no iba a ser tan brusco conmigo y también porque no iba a quedar como una gallina.

Descubrí que no era tan mala como pensaba. No me consideraba una diosa físicamente, pero hacía ejercicio y tenía un buen físico. Podía correr con el balón, chutarlo y milagrosamente dar unos buenos pases o eso era lo que me decían los tíos. Aun así, fue un juego reñido y muchas veces terminé en el césped al igual que los otros. Cabe destacar que tres veces me caí por culpa de Gavi y sus barridas.

Maldije, frustrada viendo como el equipo de Gavi festejaba su victoria. Rodé los ojos y me contuve en no verme picona. Fui a por mi equipo y choque los cinco con cada uno de los chavales.

—¡Lo han hecho genial!

—¡Tía, tú también los hecho de puta madre! —Lamine volvió a chocar los cinco conmigo. Tenía 14 años y ya me ganaba en altura.

—Deberías apuntarte en el Barça femenino —dijo Marc, llamando la atención de los otros tíos.

—A Val, se le dan más las letras —Pablo me abrazó por detrás y besó mi mejilla. Estaba enojada, bueno estaba picona por haber perdido, pero él me daba un beso y yo no podía enojarme con él—. Será la mejor escritora del mundo.

Sentí el calor en mis mejillas al escuchar sus halagos.

Después de correr 10 veces el campo. Estaba agotada, muerta y molesta, seguía picona.

Ya era de noche y aquella cita con amigos, termino luego de comer unas ricas hamburguesas.

Pablo me estaba acompañando a mi casa. Nos faltaba un par de cuadras para llegar, sentía la pesadez de su mirada y el contacto ligero de sus dedos, luego de su intento de tomar mi mano. No lo dejé.

—¿Estás molesta?

Silencio.

—Val, solo era un juego.

—Y dijiste que no serías brusco.

—Lo siento. Se me pasó la emoción.

Rodé los ojos y le volteé la cara.

—¿Sigues molesta?

—¿Tú que crees, Gavi?

Un besó y se me pasaba el enojo.

—Estás molesta —afirmó —. Val... —No le hice caso—. Estás molesta porque te gane, mala perdedora.

—Ja, tú eres un llorón porque yo te gane en el FIFA.

—Hiciste trampa.

—¡No la hice! Y estoy molesta porque me dejaste caer y perdí.

—Tú me dejaste caer primero —señaló.

—¡No es mi culpa que estuvieras con tus cordones desatados! —me defendí.

—Mala perdedora.

Los dos somos malos perdedores.

—Y tú te mereces una...una... ¡Una falta... fuera de juego!

Se le asomó una sonrisa—¿Hablas de una tarjeta amarilla? —se rio de mí y aquella risa era tan linda, me quedé encantada mirándole, me siguió picando y para que no se diera cuenta de lo mal que me traía, traté de empujarlo con mi hombro.

—Es lo mismo —farfullé, defendiéndome.

—No es lo mismo.

—Es lo mismo.

—Terca.

Vale. Vale si estaba siendo terca. Además que él era el experto en fútbol, no yo.

—Además que perdí porque el pelo me molestaba...

—Te dije que te hicieras una coleta.

—Odio las coletas.

—¿Me perdonas?

—No.

Besó mi mejilla tan rápido que no me dio tiempo ni de apartarme.

—¿Me perdonas?

—No.

Volvió a besar mi mejilla. Pero esta vez dejo dos besos.

—¿Me perdonas?

—No.

Dejo tres besos.

Y luego cuatro.

Cinco.

Seis.

Siete.

Ocho.

Nueve.

—¿Me perdonas?

—No.

Diez besos, salvo que ese décimo cayó sobre mis labios, porque aprovechándome de saber lo que iba a hacer, giré mi rostro para que nuestros labios se tocaran. Sonreí y le seguí el beso.

—¿Me perdonas?

—Vale, pero tendrás que compensarlo —susurré entre sus labios, pasé mis brazos por su cuello y lo atraje más hacia mi boca—¿Me das otro beso?

—Te doy mil.

Sonreí y sus labios capturaron los míos. Nos seguimos besando y nos separamos al recibir una mala mirada por una viejita que pasó por nuestro lado.

Reí y también Pablo.

—Vale, es mi vecina —reí —. Y cuando vea a mamá le va a ir con el chisme que me ando besando con tíos por la calle.

Pablo dejó de reírse y frunció las cejas—¿Tíos?

—Tonto celoso, la vecina siempre exagera sus chismes.

—¿Y tu mamá se molestará?

—No, ella fingirá estar sorda y luego se reirá de eso en la cena —Le agarré de la mano y tire de ella—¿Me llevas a caballito? —pedí con un mohin.

—Vale —Tiro de mi mano y dejo un beso en el dorso—. Hasta la luna, mi Val.

Le sonreí.

Pablo se agachó un poco para que pudiera subirme en su espalda. Iba a subirme, pero él se enderezó.

—Pero llevas vestido.

—Llevo short abajo, no me verán las bragas.

Se volvió a agachar y yo me subí a su espalda. Me sujeté de sus fuertes hombros y él me agarro de los muslos, por encima de la tela.

—No vayas tan rápido —Y como si lo hiciera a propósito. Empezó a correr, me sujeté con más fuerza de él y escondí mi rostro en su cuello—¡Para! ¡Para! ¡Tonto!

Lo escuché reírse y ante mis gritos, se detuvo.

—¿Quieres que vomite?

—Si vomitas yo vomito.

—Entonces anda despacio ¿Qué te crees un piloto de fórmula uno?

—Pero de esos te gustan.

—También me gustan los futbolistas —Incliné mi cabeza hacia adelante y besé su mentón.

Volví a esconder mi cabeza en su cuello. Inhale profundo y seguí comprobando que olía muy bien.

Estábamos cerca de casa y recordé ciertas cositas. Como que debía ir a casa de Carla, se suponía que dormiría con ella y veríamos Gossip Girl. Se suponía que debía de ir a su casa, pero, ahí me encontraba, encima de Pablo.

Deje un rápido beso en su cuello y acerque mis labios a su oído —No hay nadie en mi casa —susurré con las intenciones de que tal vez tengamos un muy buen momento a solas.

Me sentía lista de dar ese paso, Pablo me transmitía confianza, me hacía sentir amada y única. Me había tocado el alma y quería que tocara mi cuerpo, que me diera un bonito recuerdo de que se sentía hacerlo con alguien que me conocía y al cual conocía.

—¿Tu mamá trabajará hasta tarde?

Mordí mi labio y negué —Está en Madrid, llega mañana por la noche.

Sentí sus músculos de la espalda tensarse, escuché como balbuceo algo que no entendí. Estaba nervioso.

Quería hacerlo con él, pero me planteé que él no lo había hecho. Que yo me sentía segura, pero... y si él...

—¿Tú quieres...?

—Te puedes quedar en mi casa y vemos una película... 

«Película le dices» me regañé en mi mente.

—Vale... Pero... ¿Margarita y Dany?

—Mamá le dio los días libres, se supone que debo de pasar la noche con Carla... Pero a ella no le molestara cubrirme.

—Valeria...

—Mmm...

—¿Tú y yo...?

—¿Tú y yo...?

—Pues...¿Tú y yo...

—¿Qué?

—Me he traído un condón —Alzo un poco la voz y unas personas que pasaban por allí regresaron a vernos.

—Calla, te escuchará toda Cataluña —mascullé ocultado mi risa.

No podía mirar directo el rostro de Pablo, aun así, intuía que estaba rojo.

—Pablo —susurré a su oído, escuche su "dime" y hable—¿Pensabas tener sexo conmigo?

Mordí mi labio.

—Yo... Yo... Yo creí que querías...

Se notaban sus nervios y para tranquilizarlo, dejé un corto beso en su cuello y le susurré al oído: —Yo también quiero tener sexo contigo, Pablo. Pero solo si estás completamente seguro.

Escuché como trago saliva. Volví a esconder mi rostro en su cuello y sonreí. Me imaginaba lo que haríamos esa noche y ese calorcito apareció entre mis piernas.

Sentí como Pablo se detuvo. Saque mi rostro de su cuello y mire el porqué nos habíamos detenido. Ya estábamos en mi casa. Se suponía que las luces debían de estar apagadas. Estaban encendidas.

Se escuchaba una fuerte música proveniente de mi hogar, miré a mi alrededor y había varios coches aparcados. Personas salían y entraban como dueños de casa. 

—¿Has hecho una fiesta? —preguntó Pablo.

En automático negué. Me bajé de su espalda, preocupada ¿Qué estaba pasando?

—Claro que no.

Empecé a caminar y entré a mi casa. Mayormente siempre paraba vacía, ese día era todo lo contrario. Jóvenes de mi edad y la mayoría del instituto estaban en mi hogar, bailando, tomando, fumando y sabe dios que más. A medida que caminaba recibía saludos y felicitaciones por la gran fiesta que estaba dando ¿Qué estaba pasando?

Busque a alguien familiar y me encontré con Ester.

—¿Tía, pero que es esto? —pregunté.

—Una fiesta, cari.

—Pero...

—Disfruta cariño y Hola Gavi...

Si mamá se enteraba, me metería en problemas.

—Val, eh... —Llego Carla y me dio una mirada de disculpas—. Se suponía que solo sería una reunión...

—Pero si aquí está todo el instituto y media población de Barcelona.

—Tus padres no están, disfruta —gritó Pau por encima de la fuerte música.

Carla me dio una mirada de disculpas, mientras Pau y Ester se perdieron de mi vista. Miré a Pablo y él se me acercó para susurrarme:

—Si quieres los echo a todos

—No...no es necesario...

No me gustaba la idea de esta gran fiesta. Pero, no quería quedar como la aburrida del instituto.

Lo dejé pasar.

—Supongo que...

Miré con pena a Pablo, había arruinado nuestra noche a "solas".

—¿Quieres ir por algo de beber?

—Vamos.

Estuvimos bebiendo y charlando en la improvisada barra, reíamos y nos tonteábamos. Hasta que Ester vino por mí y me llevo para poder bailar con ella y mis otras dos amigas.

—Le he puesto el ojo a un tío —me susurró al oído. Estaba emociona, no me sorprendía, siempre le ponía el ojo a varios tíos y solo los usaba para un polvo y ya.

—¿Y quién es?

—No te lo puedo decir —Mordió su labio —. Es castaño y tiene unos ojitos..., también es sexy.

—¿Y por qué no vas por él?

—Quería contártelo.

—¿Está en la fiesta?

—Sí.

—Deberías ir por él.

—¿No te importa que te deje sola?

—No. Anda y ve por ese galán —Le guiñé—Yo me quedaré con Carla.

—Eres la mejor.

La vi alejarse. No me preocupe si se metía en un lío o ese chico la rechazaba, era obvio que no la rechazaría, mi amiga era bellísima.

Me mantuve bailando con Carla y Pau. No sé cuantas canciones pasaron, solo sé que mis ojos se toparon con Pablo, caminaba hacia no sé donde y su cara era una expresión de enojo mezclada con susto y preocupación.

Me preocupé.

Me zafé de Pau y a pasos rápidos fui hacia mi novio.

—Pablo —Le agarré de la mano —¿Sucede algo?

—No... No, yo... Yo te estaba buscando.

—Ya me encontraste.

Su rostro se alivió al notar la sonrisa que le regale, aun así notaba algo raro en él. Su expresión cambió al ver algo detrás de mí, quise voltear a ver de quien se trataba. Él me lo impidió, sus manos me agarró de las mejillas y me besó. Un beso que no pude declinar.

—Te quiero —susurró entre mi boca, sus manos ahuecaron mi rostro. Besó la punta de mi nariz, luego mi frente y volvió a mis labios—. Te quiero.

—Y yo a ti... ¿Qué es lo que te...?

«¿Qué es lo que te pasa?» Quise preguntarle.

—¿Quieres bailar?

Me agarro de la mano y sin esperar mi respuesta me llevó hacia donde todos estaban bailando. Cualquier duda se borró de mi cabeza al dejar de estar extraño. Nos divertimos bailando, que aunque a él no se le daba tan bien, siguió bailando conmigo y de vez en cuando nos robamos unos besos.

Los pies ya me dolían cuando fuimos por algo de tomar. Solo di un sorbo a mi vaso de agua. Pablo me quito el vaso y lo puso sobre el mesón, me acorralo y capturó mis labios con los suyos.

Fueron besos inocentes con suspiros que se convirtieron en todo lo contrario. Los suspiros fueron acompañados con mordidas y jadeos.

Apreté mis piernas, y un agradable calorcito apareció. Miré a Pablo y vi como mordía su labio inferior, ese gesto me dio el atrevimiento de preguntarle: —¿Quieres ir mi habitación?

—¿Tú quieres?

—Era el plan, salvo que no veremos películas —Capture sus labios—Vamos.

Deje el vaso sobre el mesón. Enrede mi mano con la suya y apresurados fuimos arriba. Apenas llegamos a mi habitación, cerré la puerta, metí mis manos por debajo de mi vestido y me quité el short.

—¿Estás segura? 

Los labios de Pablo capturaron los míos, volvió a formularme la pregunta y yo completamente segura le dije que sí.

Mi corazón latía con fuerza, miraba a mi novio, su rostro reflejaba emoción y a la vez nerviosismo. Sus manos temblaban al tocarme ligeramente y trataba de disimularlo con unos torpes besos.

—¿Tú quieres hacerlo? —Fui yo la que lo preguntó.

Pablo me sonrió nervioso, mordiéndose el labio y volviéndome a besar con más ganas, haciéndome saber que estábamos en la misma sintonía, compartiendo el mismo deseo de dar el siguiente paso y explorar terrenos desconocidos para ambos.

—Quiero hacer de todo contigo —dijo entre el beso.

Ninguno de los dos tenía experiencia y la torpeza junto a los nervios, dejaba ver lo poco que sabíamos del tema y del cual queríamos aprender juntos.

—¿Te quito el vestido? —preguntó Pablo dándome una rápida mirada a mi atuendo y luego regresando a mi boca con la misma velocidad. 

—Hazlo. 

Sujete sus manos y las guíe hasta los bordes de la prenda. Nos mirábamos, él no dejó de verme mientras lento me iba subiendo la tela. 

Mi respiración era acelerada, mi corazón estaba corriendo un maratón y mi alma estaba siendo tocado por la suya.

Mis muslos quedaron al descubierto, luego mis caderas, mis bragas, mi cintura, mi sujetador, hasta que quede solo en ropa interior y la prenda cayó a unos centímetros de mis pies.

Quede en ropa interior ante sus ojos y por una milésima de segundos tuve la necesidad de taparme con mis manos. Él lo impidió al darme una lenta mirada y decir con voz suave, pero llena de admiración y amor.

—Eres perfecta. 

Me quede muda, escuchando sus palabras resonar en mi interior. Sus ojos me miraban con un brillo que en ese momento no logré entender, haciéndome sentir vulnerable y a la vez deseada. Volvió a repetir lo perfecta que era a la vez que sus brazos me atrajeron hacia su cuerpo, su boca capturo la mía y sus dedos se pegaron en la desnudez de mi cintura, quedándose ahí, como si aún siguiera esas estúpidas reglas.  

—Puedes... Puedes bajar o subir —aclaré, dándole todo el permiso a sus manos. 

Pablo siguió dándome esa misma mirada, acarició mis labios con los suyos y la piel se me puso de gallina al sentir como sus torpes manos bajaron por mis caderas. Suspiré y jadeé ante cada caricia delicada y torpe, como si estuviera en una clase donde estaba aprendiendo a explorar mi cuerpo. Su nerviosismo era reflejado en cada movimiento, pero también percibía aquel deseo sincero de dar otro paso en nuestra relación.

Cada caricia me robaba un jadeo que eran capturados por sus labios al besarme.

Mis temblorosas manos se colaron por debajo de su camiseta, su piel se sentía cálida y sus músculos duros bajo mis dedos. «Ave maría purísima» pensé.

Mientras lo tocaba, pude notar como sus ojos se cerraron y sus labios formaron una sonrisa tímida. Fui bajando y vi como sus ojos se abrieron mostrando un brillo travieso, sorprendidos por mi audacia. Pablo inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás, jadeando mi nombre y mordiéndose el labio inferior.

Mi mano volvió a subir y aunque por un segundo sentí la mirada de súplica de Pablo para que lo siguiera tocando en esa zona, cambió cuando precipitada agarré el borde de su camiseta y la fui alzando, con ayuda de él, la prenda terminó junto a mi vestido y nuestros labios volvieron a juntarse.

Me vi obligada a dejarlo de besar, necesitaba darle una rápida vista. Así como él le había dado una a mi cuerpo.

Su torso desnudo ante mis ojos se veía suave y mis manos podían confirmarlo, sus músculos se veían definidos, mis dedos se tomaron el atrevimiento de volverlo a tocar y seguir confirmado la calidez y lo fuerte que estaba, producto del ejercicio que hacía por su pasión. Continúe acariciándolo con delicadeza y tal vez mi rostro reflejaba lo caliente que estaba, ya que Pablo me sonrió de una manera engreída y sin darme de tiempo de hacerle una captura mental, volvió a besarme.

Sus manos en mi trasero me alzaron, me sujeté de sus mechas castañas y sonreí entre el beso al notar que su cuerpo me deseaba.

No me mantuvo mucho tiempo entre sus brazos y de una u otra manera me queje por ello, se sentía tan a gusto. Pero tampoco me quejaba de la delicada manera en la que me coloco sobre mi cama, el como se puso encima de mí, sujetando todo su peso con ayuda de su codo y mucho menos me quejaría de su boca, los torpes y suaves besos que iba dejando por todo mi mentón, cuello, escote y cintura, fue bajando hasta detenerse en el inicio de mis bragas. Se detuvo, lo miré frustrada y con ganas de más. 

—Tus bragas son de corazoncitos —Se burló con esa traviesa sonrisa vacilante.

—Calla. 

Sonrió travieso y fue acariciando mi piel con sus labios, provocando que mis manos apretujaran las sábanas.

—¿Te gusta? —preguntó sobre mi piel. 

Pablo empezó a subir, sus besos, suaves lentos, pequeños roces y causaba tanto en mí, no me imaginaba lo que me haría sentir cuando... 

—¿Te gusta? —Volvió a preguntar. 

Entreabrí mis labios y balbuceé un para nada entendible "sí". 

Ambos acariciamos nuestro cuerpo, robándonos suspiros, jadeos y gemidos que decían nuestros nombres. Nuestros cuerpos se movían en armonía, sincronizados por el deseo mutuo de entregarnos el uno al otro por completo. Mis manos se movían suavemente sobre su piel, mientras él me respondía de la misma manera, caricias delicadas, apasionadas y llenas de torpeza. 

—Todo tuyo, cariño —susurró en mi oído al cambiar de posición y yo no desaproveche la oportunidad.

Tuve una perfecta vista de Pablo acostado en mi cama, sus ojos me miraban y entendí que ese brillo era de deseo.

Lento me incline hacia su rostro, deje un beso en la punta de su nariz, luego en su boca, le llene de besos el mentón y escondí mi rostro en su cuello, llenándolo de besos, volviendo a bajar con mi lengua.

—Val... —jadeo y clavo más sus dedos en mis caderas. 

—¿Te gusta? —pregunté alzando la mirada. 

—Sí... joder, sí. 

Sonreí satisfecha y continué con lo que estaba haciendo. No se escuchaba la bulla de abajo y la música se escuchaba a lo lejos. Lo único que se escuchaba en estas cuatro paredes, eran los jadeos, gemidos y las palabras guarras que nos decíamos. En mi mundo solo éramos él y yo.

Note como sus dedos empezaron a jugar con los bordes de mis bragas, las empezó a bajar.

—¿Qué haces? 

Dejé de besarlo y alcé la vista. 

—Pensé que... —Me aguanté una risa al verlo todo preocupado. 

—Calla —Me incliné hacia su boca, nuestros pechos rozaron—. Es que es injusto que me quieras bajar las bragas cuando aún tú estas en vaqueros. 

Capture su labio inferior. Le, deje un corto beso y me alcé un poco para que él pudiera deshacerse de sus vaqueros. 

Al quedar solo en bóxer, volví a lo de antes. Nuestras bocas se juntaron y la piel de nuestros pechos chocaba. 

En esas sentí como sus manos se deslizaron por toda mi espalda, hasta detenerse en el broche del sujetador. Dejo de besarme y pidiéndome permiso preguntó —¿Puedo? 

Nuestros rostros se separaron, le vi a los ojos y asentí. 

Sus manos temblorosas no podían desabrochar el sujetador. Mis manos fueron a ayudarlo, había desabrochado el sujetador miles de veces, pero, esa vez no podía y no sé si era por su mirada que me hacía temblar de los nervios.

Sí, era su mirada. 

Rápido me incliné hacia la mesita de noche, para ese lado en la pared, había un interruptor. Apagué la luz. 

—Lo siento... Me pones nerviosa... 

Todo estaba oscuras, veía su rostro y algo de su pecho gracias a la escasa luz que se colaba por la ventana. 

Sentí como Pablo se inclinó y capturo mi boca. Quizá fue su intento de no ponerme nerviosa, pero los nervios incrementaban más.

Con ayuda de sus manos y las mías, logramos quitarme el sujetador. Lo dejé a un lado de la cama y guie las manos de Pablo hacia mis senos. 

Acarició mis pechos y borro todo amargo sabor que otro me hizo experimentar. La delicadeza con la que acariciaba, me hacía jadear y suspirar deseando más.

—Me encantan. 

—Son pequeñas —Mordí mi labio, sus manos seguían allí. 

—Me encantan. 

La punta de su nariz rozo mi pecho y luego sentí como su boca se encargó de mí. No me dio tiempo de responderle y lo único que salió de mí fue un gemido. 

Empezó con suaves besos, que me excitaban. Pablo quiso subir de nivel y aquella delicadeza cambió a algo más duro y torpe.

—Tonto no tan duro —me quejé. 

—Lo siento.

Volvió a los besos húmedos, su otra mano capturo masajeó. Sus caricias mandaron miles de olas de placer por todo mi cuerpo.

—Hostias, Pablo...

—¿Te gusta?

—Sí...

Incline mi cabeza hacia atrás y solo abría mi boca para hacerle saber que me gustaba.

—Me vas a matar, Val —jadeó regresando a mis labios.

La oscuridad y la calentura entre los dos, me hizo decirle lo que necesitaba.

Solté su boca y me pasé al otro lado de la cama, mi espalda choco el suave colchón. Entreabrí mis piernas y quise irme un poco para el otro lado, error. Casi me caigo. 

Me arrimé más alejándome del borde, miré a Pablo, sus ojos brillaban. Le sonreí y mordí mi labio. Él se colocó entre mis piernas, sujetando su peso con ayuda de su codo. 

Iba a suceder. Iba a suceder. 

—Me quito las bragas y tú... el bóxer ¿Vale? 

—Va... Vale... 

Dejo un rápido beso en mi frente y le hice acuerdo de la protección.

—No te olvides del condón.

Me bajé las bragas con toda la calentura y de pronto escuché como la puerta se abrió y una voz familiar me llamó. 

—¡Valeria! Tu mamá está abajo y con la rata de tu padrastro.

—¿Qué? —Me levante rápido y mi frente choco con la cabeza de Pablo —Mierda.

Puse mis manos en mi frente, la luz se encendió y vi a Ester, sus azulados ojos veían la escena, Pablo con el bóxer abajo e intentando abrir el condón con su boca. Sus mejillas estabas rojas.

—¡Ester!

Rápido cogí una almohada y cubrí la polla de mi novio, a la vez que mi amiga se daba media vuelta.

—No vi nada, no vi nada.

Empujé a Pablo y me puse de pie. Sentía las piernas como gelatina. Me subí las bragas y fui por el vestido.

—¿Cómo que mamá está acá?

—No lo sé, es lo mismo que me pregunto. Dijiste que venía mañana en la noche —habló Ester sin voltearse.

—Mierda, me va a castigar.

Pase el vestido por encima de mi cabeza, lo alise e intente arreglarme lo más que pude.

—Pablo... Ehm... —Una almohada cubría su polla, él ya había dejado de intentar abrir el condón —, lo siento... —Me acerqué a mi novio y besé su mentón —, tomas una ducha fría y te sales por la ventana.

No espere su respuesta y salí por la puerta, agarré a Ester y la jale conmigo.

—Tía con la luz apagada ¿en serio? —dijo a mitad del pasillo. No le conteste y ella siguió hablando —. Bueno no juzgaré... —Y siguió hablando—. Lo que si está muy claro es que sus padres se esforzaron en hacerlo, está buenísimo —Me codeó y pude ver como se mordió la boca—. Si terminan me lo regalas ¿Vale? Que me lo como enterito.

—Calla, Ester.

Bajamos las escaleras y un amargo sabor al imaginarme a Pablo enrollándose con ella. Todo tipo de amargo sabor se me fue al ver a mi madre, en medio del salón, sentada con los brazos cruzados y una expresión enojada.

Mierda.

Sus marrones ojos se toparon con los míos, esquive su mirada y vi a un enojado Benjamín sacando a mis compañeros de instituto. Carla y Pau estaban como dos niñas castigadas en el sillón.

A pasos lentos me acerqué a mi madre.

—¿Una fiesta? ¿En serio?

—Yo... Eh... Yo...

Me quede muda.

Pasaron minutos, la música cesó y los únicos que quedamos fueron mis amigas, Benjamín y yo.

—Solo... Solo es una fiesta...

—Han destrozado la casa —masculló Benjamín—. Y los vecinos se han quejado.

Bajé la mirada, sintiéndome regañada.

—Eh jovencita, no pongas esa cara —Mamá hablo.

—Vamos a limpiar todo ¿verdad, chicas? —murmuró Carla tratando de aligerar el ambiente.

—No creo que puedan comprar ese valioso cuadro que sus amiguitos han roto —masculló despectivo el esposo de mamá.

Carla sonrió —No hay nada que la tarjeta de papi no pueda comprar —La sonrisa de mi amiga se desvaneció al ver la mala mirada que le dio Benjamín—. Lo siento —se disculpó, escondiéndose detrás de mí.

—Hablaré con sus padres —informó Benjamín mirando a mis amigas.

—Noooo —lloriquearon ellas.

Mamá agarró a Benjamín del brazo.

—Cariño, yo me encargo.

Mis amigas respiraron aliviadas. Mi madre me miró, de pies a cabeza y con una simple mirada supo lo que estaba haciendo. Me encontraba descalza, con el vestido mal puesto, con el pelo hecho desastre, las mejillas rojas y los labios hinchados. Mi apariencia gritaba ¡sexo!

—¿Gavi está aquí? —preguntó.

Y sin mirarla a los ojos dije:

—No.

—Mientes.

Y sin decir nada más, se puso de pie y salió corriendo hacia las escaleras. Mi cerebro reaccionó y la empecé a seguir, mis amigas corrieron detrás de mí.

—¡Mamá, no! ¡Dame privacidad!

Los pies me dolían de correr. Me detuve cuando llegue al lado de mi madre, pero ella ya estaba tocando la puerta de mi habitación.

—¿Hay alguien ahí?

Silencio.

—Vale, vuelvo a formular la pregunta ¿Gavi estas en la habitación de mi hija?

—Sí —Escuché su voz en un murmuró.

—Okey ¿Estás desnudo?

Silencio.

Mamá le repitió la pregunta.

—¿Estás desnudo?

—Llevo una toalla.

Mierda.

—Vístete y abres la puerta.

Mamá me regreso a mirar y me dio esa mirada de regaño. Pablo no tardó en vestirse y a los minutos abrió la puerta, mi madre fue la primera en entrar, le seguí y mis amigas me siguieron como tres viejas chismosas.

—¿Qué pasó con las reglas? —Le pregunto Pablo a mi madre.

Pablo se quedó mudo y yo me metí —Yo le di permiso, él no tiene la culpa.

—Los dos la tienen.

Estaba molesta.

—¿Usaron protección? Porque les recuerdo que tienen 16...

—Nosotros no... —hablamos Pablo y yo a la vez.

Mamá me interrumpió.

—Genial, no usaron ¿Es que debo de comprarles una caja de condones e inscribirlos a clases de educación sexual?

—Mamá no...

Ester se metió —Es que ellos no tuvieron sexo, los interrumpí yo... Así que, Val no será Mamá, Mar no serás abuela y yo no seré tía, felices y ¿Me puedo ir a mi casa?

A veces deseaba ser tan descarada como Ester.

—No, no puedes ir a tu casa —Mamá regreso a mirarnos —No tuvieron sexo, pero lo iban a tener.

—Te lo iba a contar cuando llegaras —murmuré—, e íbamos a usar protección.

—Vale, así que quieren dar ese siguiente paso..., jóvenes hormonales y tu Gavi —Mamá apunto a mi novio—. Acabas de perder puntos.

—¡Mamá!

—Solo digo y vámonos de aquí que huele a hormonas revueltas.

Las primeras en salir fueron mis amigas, luego mamá y por último Pablo y yo.

Bajamos las escaleras y al llegar al salón, Benjamín vio a Pablo e hizo un gesto de frustración con las manos.

—Te dije que era una mala idea dejarla sola —habló Benjamín mirando a mi madre, sus oscuros ojos le dieron una despectiva mirada a Pablo—. Y más con ese noviecito.

Le agarré la mano a Pablo.

—Benjamín ya lo solucioné —dijo mi madre.

—Adivino, ¿les dijiste que les darías condones? —Mamá no le dijo nada y esa fue su respuesta —¿Qué hacemos? Llamamos a sus padres para que los castiguen. A todos.

Pero que antipático.

Mamá soltó aire y miro a cada uno de nosotros. Miré a mis amigas, estaban con esa cara de "por favor no llamen a mis padres"

—Mamá, la idea de la fiesta fue mía. Yo los convencí de venir.

—No es verdad —habló Pablo.

Apreté su mano, para que guardara silencio. Pero volvió a repetir la verdad.

—Cállate.

—Sí, callate Gavi —mascullaron Ester y Pau.

—Yo hice la fiesta, yo soy la culpable —mentí mirando la frente de mi madre.

—Es mentira.

—Cállate, Gavi.

—Por dios, esta niña se te está saliendo de control —farfulló Benjamín—. Aún estas a tiempo de mandarla a ese internado en Suiza, Martina.

¿Suiza?

—¿Qué? —Pablo me miró —¿Suiza?

—Pablo, shhh...

—Es mi culpa, yo convencí a Val de hacer la fiesta —habló Pablo, obviamente mintiendo.

—No es verdad, no seas mentiroso. Yo fui la culpable.

—Dios, niños ¿Se echarán la culpa entre los dos?

—En realidad yo... —Carla empezó a hablar, de inmediato hablé, callándola.

—¡Carla, no!

Los padres de Carla si eran más estrictos, ella si se iba a Suiza si Benjamín llamaba a su papá.

—Fui yo, mamá. Yo hice la fiesta, yo invité a los del insti...

—Val...

—Pablo, no te metas...

—Yo fui el culpable.

—No. Fui yo.

—Dios santo ¿Se están cubriendo?

—No —hablamos a la vez. Pablo y yo nos miramos y volvimos a hablar con complicidad—. Los dos fuimos.

—¿En verdad quieres que por primera vez llame a tus padres para decirles que convenciste a mi hija de hacer una fiesta a la cual vino la policía mientras se estaban liándose arriba?

—Así suena muy mal, mamá.

—Vale, me lo merezco.

—Pablo..., no debes de hacerlo —le susurré.

—Llamaré a sus padres, me dices el número —hablo Benjamín dándole una mala mirada a mi novio.

—Mamá no dejes que él hable —pedí mientras Pablo le decía el número.

—Yo voy a hablar —Mamá le quito el teléfono a Benjamín, quien iba a protestar—. Yo soy la mamá, yo hablaré —Mamá miró a mis amigas—. Y ustedes se pueden ir, jovencitas.

—Gracias, Martina.

Ellas se fueron luego de darme unas miradas de disculpas.

Pablo y yo fuimos a sentarnos en las escaleras, mientras mamá hablaba con los padres de Pablo.

—No tenías por qué mentir —murmuré.

—Tú tampoco.

—Son amigas y sus padres son muy estrictos, las castigarían de por vida. Mentí por ellas y tú no debiste de mentir.

—Eres mi novia, mentí por ti. No quiero que te manden a Suiza.

—Pablo —Volteé a verlo y besé su mentón—. Mamá no me mandaría a Suiza, Benjamín le pone esas ideas, pero ella no lo haría. No puede vivir sin mí.

Y yo no podía vivir sin ella.

—¿De verdad?

—Sí, tonto. No debiste de mentir, ahora tus padres pensarán que soy una mala influencia para ti.

Apoyé mi cabeza en su hombro. Sentí como el beso mi coronilla.

—Les di el número de mi hermana, ella me cubrirá.

—¿Tu hermana? —Asintió. Me puse firme y ladeé mi cabeza para verlo. Apretuje sus cachetes y con una voz chillona, hable:—Todo un niño rebelde.

Deje un piquito en sus labios. Él me devolvió el pico. Pasé una de mis manos por su cabello, estaba algo húmedo. Si se dio esa ducha fría.

—Lo siento por..."nada" de lo que paso, lo siento por dejarte con las ganas.

—No es tu culpa. Además que tú también te quedaste con las ganas.

—Me dejaste con las bragas empapadas.

Nuestras bocas se encontraron y nos hubiésemos seguido besándonos, si no fuera porque se empezó a escuchar la conversación de mi madre y Benjamín.

—Debes de ponerles límites —Escuché la voz de Benjamín—. No puede ser que la niña haga lo que quiera en la casa.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué le prohíba cosas?

—Tal vez, si le das todo lo que te pide. Ese instituto en Suiza es uno de los mejores.

—No la mandaré a Suiza. Eso suena a algo que mis padres harían, me amenazaron con eso y que paso. Me escapé de casa. No quiero que Valeria se escape.

Hubo un silencio y luego siguió la voz de Benjamín.

—Valeria es igual a ti, Cumplirá 17 pronto.

—¿Y? Le haré una fiesta ¿contento?

—Por dios Martina, ¿es que a caso no lo ves?

—¿Qué?

—Cumplirá 17, la misma edad que tuviste cuando quedaste embarazada de ella y si Valeria sigue con ese muchacho...

—No, no. Es que ella será igualita a mí, pero hay una diferencia y es que ella, es ella, Valeria, sabe cuidarse, es inteligente y no una rebelde como yo lo fui.

—Martina...

—No... no...

Deje de escuchar su voz y se escucharon sus pasos.

—Actúa normal —le susurré a Pablo.

Mamá se dejó ver, se paró al frente de nosotros.

—Tu mamá hablará contigo, bueno, tu hermana, Gavito.

A mamá nada se le escapaba.

—Y tu cariño ¿Una fiesta? ¿En serio? Si me lo hubieses dicho, te dejaba hacerla, pero ocultarlo.

Bajé la mirada y me disculpé por algo que no había hecho.

—Lo siento.

—Lo siento, lo siento. Tantos lo siento. Y ustedes dos —Alcé la mirada y vi que con su dedo nos apuntaba a mí y a Pablo —. No les prohibiré nada porque fui adolescente y sé que eso de andar prohibiendo les llenará más la calentura.

—Vale.

Mamá miró a Gavi —Puedes irte, Benjamín te llevará a La Masia.

—Te llamo cuando llegué, Val —Pablo besó mi mejilla y se puso de pie.

Una vez mamá y yo estuvimos a solas, ella se sentó a mi lado.

—Sé que escuchaste la charla con Benjamín.

Baje la mirada.

—Chiquitita, no quiero que pienses que me arruinaste la vida, porque no fue así, ¿vale? Me hiciste madurar, no del todo, pero me hiciste ser responsable en algunos aspectos, me hiciste superarme como mujer y ser mejor para ti, hiciste que me reconciliara con mis padres y has sido el mejor regalo que la vida y tu tonto padre pudieron darme —Me abrazo—. Eres mi mejor amiga —Besó mi cabeza—. Y estás castigada.

—Pero mamá.

—Nada de libros.

—Me estás quitando la vida.

—Es tu castigo.

—Te odio.

—Me amas.

—Te amo odio.

Le vi a la cara y noté lo rojos que estaban sus ojos —¿Has estado llorando?

—Es alergia.

Ella si sabía mentir.







































<333

Ganamos!!!!

Pido perdón por demorarme en publicar
Pensé que ya lo había hecho, pero ni siquiera había editado el cap Jsjsjs

Pero la espera lo valioso

Este capítulo fue largo 7k de palabras

Cuéntenme que les pareció

Por favor si les ha gustado el capitulo no olvidar votar y comentar ❤️

Lxs invito a seguirme en redes para que no se pierdan de nada ;)

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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 ©  a  n  c  o  v  i  1  2

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