38: Tres metros sobre el cielo

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Capítulo dedicado a lunacovics3
Feliz cumpleaños bonitx 🥰 🎂




















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❝Antes❞
16 de julio, 2021

Había pasado casi una semana desde la fiesta, el casi encuentro entre Pablo y yo, y el castigo que me pusieron.

No había visto a Pablo en los seis días que pasaron, no porque no quisiéramos, era por sus entrenamientos y partidos, había viajado fuera de Barcelona y yo no lo había podido acompañar por el bendito castigo. Los mensajes y llamadas no faltaron, razón por la cual el móvil había estado pegado en mi mano.

Me escribió diciendo que ya iba a salir su vuelo hacia Barcelona y tendría este fin de semana libre. El cual lo aproveche para invitarlo a la casa de la playa.

En tan pocas horas había dicho muchas mentiras a las dos personas que más me importaban, le mentí a mamá diciendo que pasaría todo el fin de semana con Carla y sus padres en un campamento, y le mentí a Pablo al decirle que mamá nos había dado permiso para ir a la casa de la playa. Me era fácil mentir cuando lo hacía por medio de llamadas y mensajes.

Era viernes por la noche, mañana a primera hora salía el tren que nos llevaría a la costa brava, ya había preparado mi maleta y solo me faltaba comprar una cosa muy importante.

—Recuérdame ¿Por qué Gavi no es el que compra los condones? —preguntó Carla al entrar a la farmacia. 

—Shh te van a escuchar.

Carla bajo la voz, agachando la cabeza, como si así no la pudieran escuchar.

—Él los puede venir a comprar, así me ahorra el pasar vergüenza.

—Claro Carla, le llamaré y le diré "Oye Gavi puedes comprar condones, es que solo te invite a pasar el finde porque quiero follar contigo"

—¿Lo invitaste solo porque quieres follar con él?

Ambas agachamos la cabeza, mi amiga tenía una bocaza. Me daría un poco de vergüenza que alguien nos reconociera, razón por la cual habíamos venido en cubierto. Lentes de sol y unas muy bonitas boinas.

—Nooo, lo hice porque quiero pasar tiempo con él y bueno... Si se da la oportunidad..., es mejor estar preparada. 

—Piensan tener sexo, que sola me siento —dijo dramática y luego pícara añadió —, necesito un sexy futbolista que quiera follar conmigo.

Agradecía que la farmacia estaba vacía y así no escucharan mi charla con Carla.

—Pues... Gavi me dijo que Nico le dijo que no le contestas los mensajes...

Carla bufó.

—¿Nico?

—Sí, con el que te besaste en la fiesta, dijiste que era lindo y estuvieron en algo. Es amigo de Pablo y se nota que es un buen chico, si le contestas los mensajes tal vez queden y luego tengas a alguien con quien salir y así podemos tener citas dobles, Nico y tú, Pablo y yo.

—¿Nico? —Volvió a preguntar, regrese a verla y vi que tenía una mueca en su rostro—, admito que es guapo y sexy, perooo... También me besé a Fermin, pero... Hay un grande "Pero".

—¿Pero?

—Dijo que no escuchaba a Tay y yo le mande una canción y dijo que no le gustaba ¡Y eso es pecado!

—Pero...

Vale, trate de poner una excusa.

—Nada de peros. Si Gavi leyó orgullo y prejuicio por ti, ¿qué le costaba a Nico escuchar y admirar a Tay por mí? Así que deje de contestarle los mensajes —Sonrió inocente y agarró una caja de condones—¿De estos llevas?

—Mmm... pues supongo que sí...

—También hay unos que brillan en la oscuridad ja, ja, ja —Carla se carcajeó y agarró otra caja —, también con sabor a fresa y limón —Hizo una mueca—¿Para qué?

—Pues... supongo que para... —Con la cara ardiendo, forme un puño con mi mano y simule lamerlo.

—AAA para eso... Pues interesante —Se le colorearon los cachetes.

—¿Cuál llevó? —pregunté mirando las cajas en las estanterías.

—Si tú no sabes, menos yo —Se encogió en los hombros—. En los libros...

—Llevan los que brillan en la oscuridad —termine por ella y me reí.

—Tía, pues lleva de esos...

—Vale, lo haré —Agarré la caja y miré a Carla—, ¿Es por tallas?

La rubia se encogió de hombros. Al final decidí en llevarme más cajas, por la mera razón de que no sabía cuál era el adecuado.

Fuimos a caja a pagar, Carla y yo nos miramos, sin saber qué decir o hacer. La codeé para que ella hablara, luego recordé que los condones eran para mí.

Abrí mi boca, fue demasiado tarde, Carla habló.

—¿Tiene pastillas para el dolor de garganta?




















💌💌💌









Al llegar a su casa, fuimos a la cocina por dos bananas. Al tenerlas Caminamos hacia su habitación.

—Tenemos muchos condones ¿Sabes como se ponen?

—Pues no.

—Lo buscamos en tiktok.

Tiktok nuestra salvación. Vimos videos y con las bananas estuvimos practicando. Carla se lo tomaba a broma y jugaba con los condones, inflándolos en el acto. Yo me tomé la situación con seriedad, aunque de vez en cuando me reía, pero, aun así, me dedique a aprender como se ponía un condón.

























💌💌💌









17 de julio, 2021

A la mañana siguiente, me levante más temprano de lo normal y estuve alistándome mientras Carla hacia yoga y me soltaba uno que otro comentario chistoso.

Ya tenía todo listo, desde ayer había acomodado mi maleta, la cual era un poco grande y es que yo era ese tipo de persona que llevaba ropa de más.

—Tía, no te olvides de lo que has practicado con el plátano —Fue lo último que me dijo Carla antes de irme.

Lo último que yo le dije fue que no le dijera nada a Ester, ni Pau, no era porque no confiaba, es solo que mientras menos personas lo sepan, mi mentira duraría más.

Había quedado con Pablo al vernos en la estación, estuve esperando y al minuto sentí un beso en mi mejilla. Sonreí y miré al que me acaba de besar.

—Hola, bonito.

—Hola, guapa —Besó mi frente.

Le agarré del cuello de su camiseta y lo jalé hacia mí. Nuestros labios chocaron y se siguieron cada suave movimiento.

—Mucho mejor.

Pablo se separó de mí y me sonrió.

—Te traje un café, el que te gusta.

Acepté el vaso, estaba algo caliente.

—Yo te traje un jugo, está en mi bolso. Me lo tienes, porfa —pedí entregándole el café, para poder sacar la botella de jugo que compre para él. Al tenerla, se la di y él hizo lo mismo con mi café.

—Sabes que solo nos quedaremos un fin de semana ¿verdad? —Pablo vio mi maleta.

—Lo sé, es solo que no decidía que traerme... siempre me pasa —Le agarré de la mano—. Vámonos que perderemos el tren.

En todo el camino nos la pasamos escuchando música, él con su brazo sobre mis hombros y yo con la mejilla apoyada a la altura de su corazón.

Una hora más tarde, el viento de la pequeña ciudad costera acariciaba mi rostro, la brisa del mar y la calidez se podía sentir al dar un respiro profundo. Pablo y yo caminábamos por las calles adoquinadas, donde el bullicio de los turistas se mezclaba con el sonido de las gaviotas en el aire. Las fachadas de los edificios estaban adornadas con balcones rebosantes de flores coloridas, creando un escenario encantador y acogedor.

Nuestras manos se sostenían al caminar, él llevaba mi maleta y su mochila, yo llevaba mi bolso y de vez en cuando soltaba su mano para poder tomar fotos a las preciosas calles, donde sus paredes blancas y detalles azules que me hacían recordar al mar y a la película Mamma mia.

Íbamos en busca de una tienda, a comprar comida para poder sobrevivir este finde, de camino, le iba contando algunos recuerdos que tenía de la ciudad cuando venía con mis abuelos. 

Al entrar a una tienda la campana sonó. Saludé al encargado detrás del mostrador y nos perdimos por los pasillos.

—Eres alérgica al chocolate —Pablo me quito la caja de cereal al ver que se trataba de ese sabor que muchos amaban y que a mi me hacía mal.

—Pero, solo me como los malvaviscos —señalé quitándole la caja, la puse en el carrito y le saqué la lengua.

—Más te vale, no quiero una novia muerta.

Rodé los ojos —Exagerado —avancé por el pasillo —, ¿Qué quieres almorzar hoy, bonito?

Me subí al fierro del carrito y Pablo empezó a llevarme.

—Pues... lo que quieras...

—¿Lo que quiera? Vale, que comeré...

A un sevillano.

—No sé —añadí, eliminando pensamientos calientes de mi mente —, es que...no sé cocinar y pensaba ver una receta en tiktok.

—¿Vas a cocinar? —quiso saber.

Me bajé del carrito y vi como se le asomó una sonrisa burlona. Lo empujé con mi hombro.

—Pues sí, lo intentaré y espero no quemar la cocina, es que soy un desastre.

—No queda de otra, que ser un desastre juntos en la cocina —Jalo mi mejilla—. Te ayudaré, Val.

Aparte su mano de un manotazo y apresuré mi paso, Pablo me seguía, molestándome de vez en cuando al hundir la punta de su dedo en mi mejilla.

Al terminar de comprar todo lo necesario, salimos de la tienda.

Caminamos por unos minutos, el sol me quemaba la piel y mi mirada bajo la sobra de oscuras gafas, miraban a ambos lados.

Las calles se me hacían conocidas, podía caminar con los ojos cerrados y llegar al mercado o al paseo marítimo, podía cerrar los ojos e imaginarme siendo una niña con los abuelos al lado. Se me apachurraba el corazón al extrañarlos y recordar los momentos con ellos, pero estaba segura de que haría nuevos recuerdos y ya empezaba a escribirlos con Pablo.

Tomamos un taxi y bajé la ventanilla para que la brisa del mar acaricié mi rostro.

—¿Es aquí? —inquirió Pablo cuando el coche se detuvo en una casa que era dueña de recuerdos.

—Sí, ¿a que es grande? —Tiré de su mano y lo guíe hasta la entrada—. Era de mis abuelos, veníamos los veranos o findes. Debemos de ver el atardecer, el amanecer, el cielo estrellado, es perfecto —hablé mientras sacaba la llave que tenía colgada en mi cuello. Unos días atrás robé la llave de las pertenencias de mi madre y la colgué en mi collar.

Introduje la llave de bronce en la cerradura de la reja, giré mi muñeca y empujé hacia atrás. Le di el pase a Pablo y le seguí yo. Nos encontramos con un camino bordeado de cipreses que conducía hacia la imponente fachada de piedra de la casa. Las ventanas adornadas con contraventanas azules añadían un toque encantador a su apariencia clásica que mis abuelos y mamá amaban.

—¿No hay fantasmas? —preguntó Pablo mirando hacia la fachada, era antigua y emanaba un aire de elegancia, como aquellas casonas donde decían que había fantasmas.

—Sí y te asustarán por las noches —bromeé.

—¿De verdad?

—Claro que no, tonto.

Le jalé de la mano y seguimos por un camino de piedras hasta llegar a la puerta principal. La abrí con la segunda llave, empujé la puerta y dejé pasar primero a Pablo. Cerré la puerta detrás de mí y visualicé el vestíbulo espacioso, estaba igual a la última vez que vine, salvo que tenía una gran capa de polvo.

Era la tercera vez que venía desde la muerte de mis abuelos.

Dejé el bolso en el piso y sin dar ninguna explicación salí corriendo como una niña pequeña en un parque.

—¡Anda Pablo! ¡Sígueme, bonito! —Me detuve a verlo y le moví mi mano en un ademán de "Ven".

—Pero ¿Dónde dejo esto? —Alzó las bolsas.

—¡Por ahí! —grité y salí corriendo.

Sonreí al escuchar que empezó a seguirme, sus pisadas eran ruidosas ante el piso de madera. Lo escuché gritar mi nombre, no me detuve y corrí por la casa, pase por el salón, recorrí un pequeño pasillo y llegué a la mampara estar donde u dejaba ver el jardín y a lo lejos se veía el romper de las olas en la arena. S

Abrí la mampara y pase por una zona donde años atrás el abuelo se sentaba a leer un libro. Por la nostalgia regresé a mirar la cómoda hamaca donde se echaba. No miré mucho, no me iba a poner nostálgica, seguí corriendo en busca de nuevos recuerdos junto al chico que me hacía sentir en una historia de amor.

Bajé las escaleras y corrí por el jardín hasta llegar a un sendero privado donde la hierva y la arena se iban mezclando al descender a la playa. Las suelas de mis zapatos se hundieron en la arena, cada vez más que me acercaba a la playa.

Me detuve y respiré profundo, mis brazos se abrieron de este a oeste, cerré los ojos y dejé que la cálida brisa me despeinara y agitara mi vestido. Me tomé un momento de paz, al estar lista volteé a ver a Pablo.

—¡El último en llegar al mar es huevo podrido! —Volteé a ver a Pablo, llevaba una sonrisa en su rostro al ver la maravilla que estaba detrás de mí.

Mordí mi labio al ver que empezó a quitarse la camiseta y la tiro a un lado. No me quedé atrás y tire las gafas de sol, el sombrero que llevaba, me quite los zapatos y empecé a quitarme el vestido. Debajo de la prenda, llevaba un bikini.

Mis pies se hundieron en la arena y corrí hacia el mar, reía burlándome de que Pablo iba a perder y que sería el huevo podrido. No debí de burlarme. Mis pies dejaron de tocar la mojada arena, pegué un gritó al ser alzada. Los brazos de Pablo me sujetaban y él empezó a correr hacia el mar, mientras se reía de mis chillidos.

El quebrar de la ola se escuchó, cerré los ojos con fuerza y aguante la respiración al ser sumergida al mar. La cálida agua me empapó y en automático salí a la superficie, mis pies apenas si tocaba la arena.

—¡Eres un bruto! —Le salpiqué agua y Pablo seguía riéndose—¡Tonto! ¡Eres un bruto, Gavi!

—No te molestes, bebé —Se aguantó una risa y trato de agarrarme de la cintura. Se lo impide a salpicarle agua—. Val —Esa vez fue más rápido y enredo sus brazos por mi cintura.

Dejo un beso en la punta de mi nariz y quiso dejar un pico en mi boca. Le torcí la cara y antes de que sus labios tocaran mi mejilla, pose mis manos en sus hombros y le hice una ahogadilla.

Esa vez yo me vacilé de él.

Salió a la superficie y todo su cabello se había empapado, sus largas pestañas tenían pequeñas burbujas. Sus manos me soltaron la cintura y me hizo una ahogadilla, unos segundos suficientes hasta que le empujé y pude salir a tomar aire. Él se carcajeó y le salpiqué agua que cayó directo a su boca. Hizo una mueca y tocio exagerado. Me reí como una loca en un circo, Pablo me miró mal, dejando de toser, controlo su respiración y me hundió al mar, salvo que esta vez él vino conmigo. Sentí como sus manos se enredaron en mi cintura, tenía los ojos cerrados y no me atreví a abrirlos, solo sentí como sus labios tocaron los míos.

Un beso bajo el mar.

Nunca había tenido uno de esos.

Un beso infinito.

Salimos a la superficie, con nuestros pechos chocando.

—Esa no te la perdono —Me hice la molesta.

—Tú fuiste la que me tiraste agua —replico.

—No es mi culpa que estuvieras con la boca abierta, gruñón.

—Eres un huevo podrido, porque yo gane.

—¡Hiciste trampa!

Salpique agua y volví a hacerlo más veces, Pablo no se quedaba atrás y entre risas empezamos una guerra que terminó entre besos.

—¿Una carrera a quien sale primero? —Pregunté terminando el beso.

Mis manos acariciaban su nuca, me separé unos centímetros de su rostro y pude ver el mohín que se le formó —Pero, quiero seguir aquí.

Besé su mentón.

—Te convertirás en una pasa arrugada.

Le hice una última ahogadilla y nade hasta que mis pies pudieron tocar la arena, al llegar a la orilla di unos cuantos pasos y me deje caer en la arena. Fui cegada por el sol hasta que vi a Pablo, su castaño cabello dejaba caer gotas a mi rostro. Se tiró a mi lado, los rayos del sol volvieron a cegarme hasta que ladeé mi rostro hacia la derecha, achine los ojos.

Pablo me miraba. Ambos nos sujetamos la mirada, sus ojos me reflejaban y sus labios estaban curvados en una sonrisa.

—Te he ganado.

—Con trampa.

—Aja —Cerré los ojos—. Ya me dio sueño.

—Ni siquiera es medio día.

—Necesito tres tazas de café o dormir —Dejé de sentir la arena, sus brazos me agarraron y me colocaron encima de él, apoyé mi barbilla en su pecho, tuve una perspectiva muy cerca de su rostro.

Su pecho subía y bajaba. Le sonreí al verle, mis mejillas se tiñeron de rojo al estar en esa posición, ladeé mi rostro y lo escondí en su pecho. Sus manos me sujetaron de la cintura.

La tranquilidad a nuestro alrededor, el sonido del mar y las gaviotas, la brisa, era tan tranquilo. Cerré los ojos y me sentí tan segura entre sus brazos, me hubiese quedado dormida, pero el llegar de una ola me hizo abrir los ojos.

—Mierda —reí y me puse de pie.

Le tendí mi mano y, aunque no la necesitaba para ponerse de pie, igual la acepto.

Recogimos la ropa que tiramos y caminamos hacia la casa, fuimos dejando un camino de agua por todo el piso y estaba segura de que si la abuela seguiría con vida, se hubiese muerto al ver el desastre de arena y agua que dejamos en su perfecto suelo de mármol.

—Traje toallas, voy por ellas —Solté la mano de Pablo y me dirigí a por mi maleta, no di ni cinco pasos al escuchar a un asustadizo Pablo decir.

—Espera, no me dejes solo —Regresé a mirarlo y lo vi correr hacía llegar a mi lado.

—Miedoso.

—No —Abrió su boca para replicar, la cerró y la volvió a abrir al segundo—. Vale, no lo negaré. Es que esas estatuas y cuadros dan algo de miedo.

—Es arte —señalé.

—Un poco terrorífico.

Sí, tal vez mamá y yo debimos ir más seguido a cuidar la casa.

Al llegar a donde dejé la maleta, la abrí y saqué las toallas, le tendí una y en ese periodo de tiempo en que mis ojos fueron a él, me di cuenta de que solo estaba en bóxer.

Y tal vez me le quedé mirando con la boca entreabierta, babeando por lo buenorro que estaba. Él se dio cuenta y de una manera un poco engreída preguntó.

—¿Qué tanto miras?

Dejé de mirarlo, avergonzada con las mejillas ruborizadas.

Volví a mirarle a la cara. Mi mente pensó en algo rápido.

Le vi el rostro, estaba rojo y precisamente no era por esta avergonzado.

—Estás muy rojo —Le apunté la cara con mi dedo—¿Te echaste bloqueador?

—No.

—Tenías que ser hombre.

—Oye —se quejó.

Rodé los ojos —Anda duchate y luego te echas... —Agarré mi bolso y saque una crema post sol —. Esto —Se lo di —, el baño está arriba, pasillo a la derecha y ten cuidado con el fantasma de Myrtle la llorona —vacilé en lo último.

—Que graciosa.

—Lo digo de verdad.

—Si como no.

Dio media vuelta, no le duró mucho y volteó a verme.

—¿Tienes miedo? —pregunté al borde de las carcajadas —. No hay fantasmas, yo soy muy asustadiza y si hubiera fantasmas o si me hubiesen asustado, no te hubiese traído. Confía en mí.

—Confío en ti, pero no en Myrtle la llorona.

Oculté mi labio superior en un intento de no reírme.

—Anda, te acompaño... —Agarré mi bolso—. Detrás de la puerta —añadí.

—Está bien...

Pablo agarró su mochila, me puse a su lado y nos pusimos en marcha, en todo el recorrido lo estuve fastidiando y picando sobre lo miedoso que era. Pablo se ardía rápido y me daba una mirada molesta que más me incitaban a seguir molestándolo.

Me senté en el suelo y apoyé mi espalda en la pared al escuchar la regadera.

—¡Cuidado que los fantasmas se enamoran de los tíos guapos! —grité para que Pablo me oiga.

—¡Calla!

Reí por lo bajo.

Metí mis manos en mi bolso, saque mi diario y un bolígrafo. Antes que nada escribí la idea que tenía para una nueva historia, Pablo me inspiro y se me vinieron a la mente un nuevo mundo. Lo apunté para poder escribirlo en un futuro no tan lejano. Eso esperaba.

Escribí lo que me iba pasando del día, lo más importante y la aventura con mi novio.

Minutos después, cerré el diario al escuchar como la puerta se abrió.

—¡BOOO! —grité a la espera de que él saltará del miedo.

—No me asustaste —se defendió. Me puse de pie y vi que solo llevaba una Bermuda. Sus brazos, hombros y torso descubierto, me le quedé mirando hasta que él me preguntó —¿Qué escribías?

—Nada interesante —le resté importancia—. Me ducharé —Señalé el baño con mis manos—. Si quieres me esperas o te vas con Myrtle la llorona.

—¡No es gracioso! —exclamó cuando cerré la puerta.

Me reí sólita al imaginarme su cara. Abrí la regadera y me deshice de mi ropa, tomé una ducha relajante y quite toda la arena de mi cabello. Al terminar me fijé que había dejado mi maleta en la primera planta.

—¡Pablo! —llamé.

—¿Si?

—¡Me traes una toalla, porfa! —Alcé la voz para que me escuchara —o se la pido a Myrtle la llorona —vacilé.

Nuevo hobbie favorito, hacerlo enojar.

—¡No es gracioso, Valeria Martina Rosón!

—¡Oye! ¡Mi mamá solo tiene el derecho de llamarme por mi nombre completo!

No escuche su respuesta, deduje que había ido por una toalla. Recordé que estaban en mi maleta y también estaban los condones.

Mierda. Mierda. Mierda.

Recé para que no los viera.

A los minutos escuché como llamo a la puerta.

—¿Puedo pasar?

—Espera —Me tapé con la cortina —, pasa.

Escuche la ruedas de mi equipaje y luego la voz de Pablo.

—No te preocupes, estoy con los ojos cerrados.

Le miré y sí, estaba con los ojos cerrados. Estiro su brazo y me tendió una toalla.

—Puedes abrir los ojos, gruñón —dije una vez envolviera mi cuerpo en la toalla. Él abrió los ojos, le vi las mejillas un poco rosadas —. Y te puedes ir que me voy a cambiar.

Le sonreí arrugando la nariz y le señalé la puerta. Pablo me dio una sonrisa que no logre entender, pero, que me hizo sonrojar.

Cerro la puerta detrás de él y me cambié. El día sería larguísimo e intuía que divertido.

Al estar lista, salí del baño y vi a Pablo sentado en el mismo lugar donde estaba yo unos minutos atrás. Le sonreí y le quise vacilar, pero, la broma se me quedó estancada al ver que tenía mi diario entre sus manos.

—¿Lo has leído?

Fijó sus ojos en mí y en automático negó.

—No, no —Se puso de pie.

—Más te vale, porque es privado —Se lo quité de las manos y trate de analizarle el rostro para ver si mentía.

Yo era la única que no sabía mentir.

—No lo he leído, Val.

—Lo juras.

—Lo juro.

—Mira que te creo, porque si lo has leído me moriré de la vergüenza.

Pablo enredó sus brazos en mi cintura, pasé mis brazos por su cuello. Mis pies dejaron de tocar el suelo, Pablo me había alzado y también me beso.

—Te ves muy preciosa con ese vestido.

—Y tu muy sexy sin camiseta.

Sí, pensé en voz alta.

Las mejillas me ardieron de la vergüenza.

Le vi la sonrisa arrogante. Escondí mi rostro en su cuello.

—No digas nada, que moriré de la vergüenza.

Lo escuché reírse bajito.

El resto de la mañana, la pasamos limpiando y ordenando la casa, le hice un pequeño tour y seguí fastidiándolo con los fantasmas, hasta que ambos ya teníamos hambre y recordé que no habría nadie que preparará la comida por mí. Me tocaba cocinar. Pablo se ofreció a ayudarme, me negué y dije que lo haría yo sólita. Quería sorprenderlo y vaya sorpresa que se llevó con mi fracaso en la cocina. Hasta casi causo un incendio.

Definitivamente lo mío era la literatura y dormir.

—Está rico.

—No mientas.

—Para ser tu primera vez no esta tan mal —Me animó —. Anda come.

Miré la comida —¿De verdad te la vas a comer?

—Esta rica —dijo y dio un gran bocado.

¿Me estaba mintiendo?

Jugué con la cuchara y di un bocado. No estaba espantoso o eso creía, tampoco era la gran cosa... era ñah.

El resto de la tarde nos la pasamos en la playa, jugando como dos niños pequeños. Había encontrado la cámara antigua de la abuela y aproveché en sacar algunas fotos, al cielo, mar y la mayoría a Pablo.

—Eh Val, mira.

Pablo me señaló la arena y pude visualizar lo que había escrito.

Val y Pablo
Por Siempre

—Que romántico —Besé su mejilla y me arrodille en la arena para dibujar un corazón y luego tomarle fotos.

Seguimos juntando, hasta que nos sentamos al ver el atardecer. Mirábamos la hora dorada en el horizonte, mi cabeza estaba apoyada en su hombro, mientras le escuchaba como me explicaba las cosas básicas del fútbol, lo que era un fuera de juego, saque de meta, las faltas y tiros de esquina. Me explicaba con toda la paciencia del mundo y aunque hace unos meses no me interesaba nada de fútbol, le puse mucha atención, porque era importante para él y verlo hablar de su pasión por el fútbol era un gran premio para mí.

Le puse atención y me hice una nota mental, tendría que repasar todo lo que me dijo y tal vez ver videos para entender mejor.

El cielo pintado en tonos naranjas y rojos, el sol se iba perdiendo en el horizonte. Me moví entre los brazos de Pablo, incliné mi cabeza hacia arriba para verle.

—¿Pablo?

—Si, algodón de azúcar

Oí el tonto mote con el que me llamaba, baje la mirada nerviosa y quise preguntarle si podría besarme. No sé lo pregunté, solo lo hice.

Le besé.

Él me besó.

Un beso teniendo como testigo al atardecer.

—Será nuestro beso infinito —susurré al separarnos, nuestras frentes chocaban y él me miraba con un brillo tan magnífico, lleno de amor.

—¿Beso infinito? —Sus manos acariciaron mis dos mejillas—¿Por qué?

—Porque ahora cada vez que vea un atardecer, recordaré este beso. Por siempre. Un beso infinito.

Le vi la sonrisa y cerré los ojos al sentir sus labios pegados en los míos. Un beso suave que incremento de nivel y el cual tuve que detener por la calentura que ya estaba apareciendo.

—Aquí no, nos pueden ver.

—¿Pensabas hacer algo indebido? —preguntó con una sonrisa burlona.

Me sonrojé, él tenía ese poder.

—Cállate —Apoyé mi cabeza en su pecho y mi límite a ver el horizonte.

Mis mejillas no dejaron de estar rojas, recordé el infinito beso y luego pensé en que ya se estaba haciendo de noche, él y yo estaríamos solos en la casa, las hormonas, piel con piel, si la calentura aparecía, nadie nos detendría.

Tal vez pasáramos la noche juntos, la tensión sexual estaba presente ¿y si se termina esa noche? ¿Y si no le gustaba en ese aspecto?

—¿En qué piensas? —preguntó.

—En... En nada.

El horizonte se puso por completo oscuro, las estrellas centellaban a lo lejos. Era momento de regresar a la casa.

Nos pusimos de pie y Pablo me llevó a caballito a la casa. Estuvimos bromeando y jugando, hasta que nos alistamos para ir por algo de comer.

Decimos cenar Sushi, fuimos a un restaurante que no quedaba tan lejos por lo que fuimos caminando por las bellas calles.

—¿Lo pedimos para llevar o lo comemos acá? —pregunté al llegar.

Pablo se asomó al restaurante, copie su acción y vi que las mesas estaban casi llenas.

—Lo llevamos ¿Si quieres?

—Vale. Piedra, papel o tijera, el que pierda va y lo pide.

—Bueno, pero luego no te quejes cuando pierdas.

—¿De qué hablas?, si tú eres el llorón.

Rodó los ojos.

Le gané a la primera y di un festejo sacándole pica, luego él me ganó, era la tercera ronda y volvió a ganarme.

—Otra más.

—¿Quién era el llorón?

—Calla.

Volvimos a hacer piedra, papel o tijera y él volvió a ganarme.

—Tonto. Tramposo.

—Pero que mala perdedora eres —Apretujo mis mejillas—Y para que veas que soy el mejor novio, te acompañaré.

—Lo mínimo.

Entramos al local y nos acercamos al mostrador. Nos atendió una señora, esperamos unos minutos por la comida y luego regresamos a la casa de la playa.

Decidimos ver una película mientras cenábamos. No era la típica de ver en la sala, sentados en el sofá; la estábamos viendo en el jardín, recordé que el abuelo tenía un proyector y Pablo se encargó de colgar una manta blanca entre dos árboles formando una pantalla, mientras yo ponía unas sábanas y cojines en el césped.

—¡Voy por la comida! —Le avisé en un grito para que me escuchara.

Corrí hacia la casa por las bolsas de comida, iba a regresar por las mismas. Me detuve, di media vuelta y fui por mi maleta. Rápido la abrí, saque la caja de condones y escondí dos preservativos en los bolsillos del hoddie de Pablo que yo llevaba puesto.

No piensen mal de mí, solo era precavida.

Regresé corriendo y vi a Pablo sentado en la manta, a lo lejos se oían las olas del mar y a unos metros estaba la piscina, me acerqué a donde estaba mi novio.

—Ya traje la comida.

Me quité los zapatos y me senté a su lado, entregándole uno de los táperes, ya iba a empezar a comer, pero, me detuve para ponerme de pie e ir a ponerle play a la peli. Al regresar me senté donde segundos antes estaba, salvo que me incline para dejarle un beso en el mentón a Pablo.

—Es mi película de romance favorita, así que te aviso que me sé los diálogos de memoria. Espero que no te moleste.

—Nunca me molestarías, Val.

Le sonreí y chocamos nuestros táperes de comida, ambos la chocamos como si fueran dos copas.

—Buen apetic.

Cenamos mientras veíamos la película, era de romance y vaya que me encantaba, la había visto miles de veces junto a mis amigas, quizá por eso era mi película favorita, porque había marcado parte de mi vida. Conocía también las líneas, cada escena, sabía lo que pasaría, era una película de romance la cual no tenía un final feliz, no en donde los protagonistas se quedan juntos por siempre, más bien tenía un final que me hacía llorar. Sabía lo que pasaría, el cambio de escena donde todo dejaba de ser bonito y maravilloso a uno en donde se dejaba ver que los protagonistas en realidad no eran el uno para el otro. O al menos no en ese momento.

Me puse de pie y fui a ponerle pausa a la película.

—Pero, Val —Se quejó Pablo.

—Es que ya sé lo que va a pasar —hice un mohín y volví a sentarme a su lado —, y no quiero llorar. Además que... prefiero quedarme allí y creer que si tuvieron un final feliz.

—Vale, pero solo te dejo porque también ya la había visto y sé lo que pasara.

—¿Ya la has visto?

—Sí, mi hermana me obligó a verla con ella.

—¿De verdad? Yo también quiero un hermanito para obligarle a ver películas de romance.

—Es lo peor. Me amenazaba con delatarme con mis padres, si no veía con ella la peli.

—Pobrecito —dije entre una risa y le apretujé una mejilla — ¿Con qué te amenazaba? —quise saber.

—Con decirle a mis padres que no hacia la tarea por ir a jugar fútbol.

—Adicto al fútbol.

—Idicti il fitbil —me remedo en un tono agudo y luego se carcajeó de su mismo chiste.

Rodé los ojos. Y la risa se me contagio.

Nos estuvimos riendo, me dolía la barriga de las risas, las cuales aumentaron al lanzarme encima de él y hacerle cosquillas.

—Basta... Val, basta —pidió sin dejar de reírse.

Mis dedos se hundía en su abdomen. Lo escuchaba reírse y veía como se retorcía por culpa mía. De pronto, sus manos me agarraron y sin darme tiempo de apartarme y salir corriendo, ya me encontraba debajo de él. Me miró vengativo y empezó a hacerme cosquillas, las yemas de sus dedos se hundían en mi abdomen por encima del hoddie que llevaba puesto.

Me moría de la risa y gritaba pidiéndole que se detuviera.

—¡Me voy a orinar! —grité y a él no le importo, siguió torturándome —¡Pablo! —Le tiré una colleja que lo hizo detenerse.

—¡Oye!

—Lo siento, lo siento, lo siento —Con mis dos manos tapé mi boca para no reírme.

—¡Ya verás!

Volvió a atacarme con cosquillas, salvo que esta vez no le duró mucho. Salí corriendo como si estuviera en un maratón donde el premio era conseguir entradas para algún premio de F1.

Corrí, grité, reí. Él me perseguía hasta que sus brazos me atraparon, me levanto y me hizo girar antes de ponerme sobre su hombro como si mi peso fuera el de una pluma.

—¡Pablo, déjame en paz! ¡Anda, lo siento! —Me dejo sobre la manta y se lanzó a hacerme cosquillas, fui más rápida, no me escape, solo me lance hacia sus labios y le besé.

—¿Ya estamos en paz? —pregunté a escasos centímetros de sus labios. Él me sonrió y volvió a besarme.

Un beso de unos pocos segundos.

—Solo es una tregua de besos.

Nos besamos, besos que iban subiendo y bajando de nivel a la vez, subía y cuando quería más regresaban a besos tiernos que me mataban de una sobredosis de amor, todo lo contrario a los besos calenturosos que pedían que nos quitáramos la ropa.

Dejo de besarme y se acostó a mi lado. Ladeé mi rostro para verlo, tuve un plano perfecto de su perfil. Estaba mirando el cielo.

Deje de verlo para mirar lo mismo que él observaba.

Recordé la película que estábamos viendo y no pude evitar acercarme más a Pablo, besar su mejilla en un ademán de obligarle a verme y cuando tuve su atención puesta en mí, le señalé el cielo y refiriéndome a la película, hablé:

—Pablo, contigo me siento como si estuviera a tres metros sobre el cielo.

Le vi la sonrisa, el brillo en su mirada, el como me veía a mí. Su mano acarició mi mejilla, mandando varias ondas de electricidad a todo mi cuerpo. Mi corazón empezó a bombear más fuerte y esa sensación de estar a tres metros sobre el cielo estaba allí presente.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Sus labios buscaron los míos, mi boca no dudo en corresponderle el beso. Ya se conocían a la perfección, pero, nunca dejaron de descubrirse.

Sus manos fueron bajando y se detuvo al inicio de mi short. Dejo de besarme para verme a los ojos y pedirme permiso para saber si podía continuar o detenerse.

Le di el pase libre.

Fue bajando el short y acariciando mis piernas en el acto. Nuestros ojos no se despegaron, nos sosteníamos la mirada, dejándonos llevar.

Me deshice de su bermuda, luego él me quito el hoddie que llevaba puesto, no tenía sujetador por lo que sus dedos tocaron mis piel. Cerré los ojos ante su tacto, él estaba encima de mí y yo solo llevaba unas bragas puestas, que se mojaban ante la mirada de mi novio.

—Val...

—¿Si, Pablo?

—No habrá nadie quien nos interrumpa —Abrí los ojos y me tope con sus orbes marrones—¿Quieres continuar?

Asentí y con una voz apenas audible susurré:

—Sí... ¿Tú? ¿Tú quieres continuar, Pablo?

Me sonrió un poco avergonzado, pero a la vez pícaro. Besó la comisura de mis labios y al separarse para verlo a los ojos, dijo: —Quiero hacerlo contigo. Quiero que seas la primera de todo.

Me incline hacia su boca y capture sus labios, entre el beso le susurr "Será un honor".

Besos húmedos, nos fundíamos en ellos. Sus manos estaban en mi cintura y no le importa el bajar o subir, lo hizo con confianza al saber que tenía mi permiso. Recorrió mi piel, desnuda, sus dedos de la mano izquierda recorrían la curva de mi cintura y cadera, mientras que la otra mano aplastaba mi seno derecho, robándome gemidos entre nuestras bocas que solo se separaban para respirar. 

Mis ansiosas manos fueron subiendo su camiseta y en el momento exacto en donde nuestras bocas se separó para llenar nuestros pulmones de aire, aproveche el momento y quite la prenda de arriba. Volvió a besarme, nuestros pechos rozaban, ese contacto de piel a piel, quemaba de una forma rica y excitante. 

Éramos torpes, tocar con algo de miedo, mirarnos a los ojos y darnos esa confianza que nuestros orbes marrones nos daban. 

Sus dedos temblorosos me fueron bajando la tela que cubría mi feminidad. Sus ojos fijos en los míos, buscando algún indicio de algo que me incomodara para detenerse o preguntarme si me estaba gustando. 

Mis manos buscaron las suyas y con mi ayuda, quitamos la prenda hasta tirarla con las demás ropa. Quede desnuda bajo su cuerpo, sus brillosos ojos llenos de placer y lujuria me recorrieron con la mirada, sus ojos puestos en mí, la forma en la que miraba, me hizo sentir especial, bonita y aunque tenía inseguridades, él no me hizo pensar en eso. 

—¿Te he dicho que eres perfecta? —susurró contra mis labios y se perdió por mi cuello dejando un camino de besos hasta detenerse en mi clavícula.

Mis manos fueron bajando su bóxer y al igual que él, mis dedos temblaron, sentí la calidez de sus manos sobre las mías y junto a él. Ambos quedamos a la merced del otro. Mi mirada curiosa fue bajando por su cuerpo. Mordí mi labio, nerviosa, al ver su excitación. 

Regresé a mirarle a los ojos y noté que sus mejillas, al igual que las mías, estaban sonrojadas. Me incliné y le besé, besos que capturaban gemidos por los roces de nuestras intimidades. Una de sus manos estaba en mi cintura, mientras la otra sostenía su peso para no aplastarme. Nuestros pechos rozaban, su miembro apuntaba hacia mí. Deje de sentir su mano en mi cintura y note como fue bajando, entendí lo que iba a ser y entreabrí una de mis piernas. Pablo se acomodó en ese espacio. 

Iba a suceder y recordé.

—Pablo, el condón. 

—El condón. Claro. 

Por su rostro desentendido supe que si yo no se lo decía, él no se hubiese acordado. 

Se hizo a un lado. Vi como los músculos de su espalda se estiraron para agarrar su bermuda y buscar el preservativo. 

Mordí el interior de mi mejilla, sentía lo mojada que estaba y el cómo ese calorcito allá abajo buscaba ser atendido. En ese momento mi poca paciencia murió. Me senté y agarré el hoddie que llevaba puesto hace segundos atrás, saque los dos condones. Con mi mano libre volví a tirar la prenda y me acerqué a Pablo. Le toqué el hombro. Él regresó a verme. 

—Yo tengo. 

Le enseñé los condones y sonreí avergonzada. Nuestros dedos rozaron y él los cogió. Me quedé observándolo, como abrió el plastiquillo, saco el preservativo y sus manos junto a mi mirada viajaron a su miembro. Mordí mi labio inferior al verlo. 

Es… Es grande. 

Mordiendo mi labio un poco fuerte, sin quitar mi vista de su miembro, veía como un nervioso Pablo trataba de ponerse el condón. 

—Yo… eh… ¿Quieres que te lo ponga? —Ladeo su cabeza para verme y movió su cabeza de arriba a abajo. 

Me arrimé y quedé al frente de él. Agarré el condón y un poco nerviosa me dirigí a su pene. 

—Solo debes de ponerlo —Mis ojos estaban fijos en él, mis dedos temblorosos tocaron la punta, alcé la mirada y vi a Pablo, con la cabeza inclinada hacia atrás, los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior. — Oye, mira. Para que aprendas —susurré suavemente.

Pablo abrió los ojos y me observo asintiendo. 

Mi vista volvió a bajar, coloqué el preservativo en la punta — Lo pones y le… le sacas el aire de la… de la punta — expliqué mientras lo hacía — y luego lo desenrollas —. Y ya… ya está listo… para follar.

Alcé la mirada. Los ojos de Pablo me miraban fijo. La cara me ardió de la vergüenza, bajé la mirada y cerré los ojos. Sentí las manos de Pablo en mis mejillas y un suave beso en mi frente me hizo abrir los ojos. 

Sus labios devoraron los míos, le seguí el beso y pase mis brazos por sus hombros, los acaricié y fui subiendo hasta llegar a su nuca. Dejé de besarlo y quede a milímetros de su boca. 

—Te quiero. 

Sonrió y dejo un suave beso en mi boca, acarició mi mejilla.

 —Y yo a ti Val, te quiero como no tienes ni puta idea. 

Nuestras bocas se llamaron y fácil se encontraron. Sus manos me agarraron de la cintura, me atrajo hacia su cuerpo y gemí por el roce de nuestras pieles desnudas. 

En un fácil movimiento, Pablo me dejó sobre la manta. Entreabrí mis piernas y él se coló entre ellas. Con la respiración agitada y con la vista fija en sus dilatadas pupilas, guíe la punta hacia mí. Le di permiso con un susurro, depositando toda mi confianza en él.  

Mis cortas uñas se fueron clavando en la piel de sus hombros al sentir como a poco se iba metiendo. Nuestros gemidos se mezclaron, nuestros nombres salían de nuestras bocas, siendo solo callados por nuestros besos y suspiros. 

Se movía con torpeza y lentitud, nervioso. Mis dedos recorrieron los músculos de su espalda, noté que estaba tenso y en un intento de relajarlo, subí mis manos por su cuello y me detuve en su nuca. 

Lo miré a los ojos, reflejaba deseo y nerviosismo. 

—¿Está bien así? ¿Te gusta, Valeria? 

—Sí… relájate ¿Vale? —Junté mis labios con los suyos y ahueque su rostro con mis manos—. Déjate llevar. 

Nuestra piel chocaba, quemaba. Estábamos hechos uno. Pablo había conquistado mi alma, mi corazón y ese día, esa noche, bajo las luces de la luna y las centelleantes estrellas, conquisto mi cuerpo, tomándolo de la forma más dulce y perfecta. Ambos sabíamos que ninguno de los dos tenía experiencia, que tal vez lo que hiciéramos esa noche, sería un desastre. Un perfecto desastre, entre besos, piel, gemidos y sinceros “te quiero”















💌💌💌






























Mi pecho subía y bajaba. Nerviosa y algo incómoda, miraba el cielo nocturno. A mi lado sentía el roce del brazo de Pablo, no me atrevía a mirarlo por la mera razón de que me daba vergüenza y miedo por lo que habíamos hecho.

¿Y si no le guste?

—Val...

—¿Si?

—¿Te ha gustado?

—Sí.

Fue...

—Vale.

Le miré de reojo y vi que él también estaba mirando el cielo, vi incomodidad y ese miedo en su rostro. Él estaba igual que yo.

—Pablo...

—¿Si?

Dejé de mirarlo y vi el cielo, me arme de valor para preguntarle si había llegado al orgasmo. Regresé a mirarle con duda.

—¿Tú... tú te has corrido?

Pablo volteó su rostro y me miró. Sus mejillas estaban sonrojadas, igual que las mías.

—Sí, ha sido mil veces mejor que una paja —habló de paporreta—¿Y tú? ¿Tú te has corrido?

Tapé mi cuerpo con una manta. Miré el cielo pensando en algo que decirle.

¿Me he corrido? Pues...

No.

—Sí —Mi mirada estaba arriba en el cielo.

—Vale, no te has corrido. Joder, que lo único que he logrado ha sido aplastarte.

—No es verdad —Ladeé mi cuerpo para verlo—, no te martirices.

—No te has corrido, que apesto en esto y ni te gusto.

—Pablo, oye —Mi mano se posó en su mejilla, le obligué a verme —. Me gustó y sí, no me he corrido, pero, eso no quiere decir que no me ha gustado. No te martirices, es la primera vez que lo hacemos, ya le agarraremos el ritmo.

Y vaya que lo agarramos.

—Pero...

Lo callé con un beso.

—Fue perfecto.

—Un desastre.

—Un perfecto desastre.

Y sí, la sensación de estar a tres metros sobre el cielo, aún estaba presente porque estaba con él.






































<333

Xoxo cambié la escena +18 adaptándo a las nuevas políticas de wattpad:)

Este capítulo me encanta es tan 💖
Quiero novio

Tiene 7k de palabras aprecienlo.

Volviendo a la historia ¿cuéntenme que les pareció? ¿Qué parte más les gustó?

Gracias por el apoyo que he visto que ya somos 350k de leídas 🥺

Mañana ya vuelvo a mis clases de la uni, ya se me acabaron las vacaciones 😿
Deseenme suerte.

Tratare de seguir escribiendo 🤧 promesa💖 

lunacovics3 ten un lindo cumpleaños
Pide muchos deseos ❤️🎂❤️
Feliz vuelta al sol 🥳

POR FAVOR no olvidar de votar y comentar, eso me anima a seguir escribiendo ❤️

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 ©  a  n  c  o  v  i  1  2

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