45: Por él...

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29 de mayo, 2022

Tenía la mirada fija en el techo.

Punto oscuro de un vacío inexistente.

Flotaba.

Escuchaba la voz de Pablo, su voz sonaba lejana, cuando en realidad estaba a mi lado.

Hablaba y hablaba, en un intento de hacerme reaccionar. Lo escuchaba como un susurró, su voz era como un recordatorio que el hilo invisible estaba ahí y él estaba atado al otro extremo.

—¿Quieres algo de comer? ¿Tienes sed? ¿Quieres café? ¿Se te antoja un algodón de azúcar? —preguntaba, sus dedos jugando con los míos, me hacía saber que estaba a mi lado—. Puedo ir por algo, lo que tú quieras.

Dejé de sentir la calidez de sus dedos y noté como se levantaba de la cama. Se estaba yendo, me estaba dejando.

Ladeé mi rostro para verlo y mi mano busco la suya, él volteó a verme. Era mi primera señal de estar viva.

—No te vayas, por favor.

Su rostro reflejo alivio al escucharme hablar. Fue la primera oración que dije desde el ataque.

—No me iré —Se volvió a acostar a mi lado, sus dedos acariciaron los míos.

—¿Quieres hablar? —Moví mi cabeza de izquierda a derecha.

—¿Quieres ver una película? Solo a ver —Negué, otra vez.

—¿Quieres hablarme de un libro? El que tú quieras, yo te escucho.

—No... solo —Ladeé mi cuerpo, acurrucándome junto a él—. Abrázame —susurré—. Abrázame, fuerte.

Sus brazos me rodearon y sus labios dejaron un costo beso en la coronilla de mi cabeza.A veces no querías hablar, solo estar entre los brazos de la persona que te hace sentir segura. Era lo que yo necesitaba y Pablo me lo dio.

























💌💌💌

















1 de junio, 2022

Este día me traía tantos recuerdos.

Hace un año la cabeza me mataba al pensar que era lo que me traía con Pablo, algunas inseguridades aparecieron por parte de la perra de Ester, mamá me animó, luego lloré porque un personaje de mi libro murió. Pablo llegó, me abrazó y me dijo que me daría una sorpresa que me alegraría. Me pidió que fuera su novia.

Recuerdos.

Hoy me levanté pensando en él.

No suelo pensar en él.

Okay, miento.

Pensar en Pablo era igual a la canción que filtraron de Harry Styles "baby honey". Específicamente la parte que dice:"Y juro que no estoy pensando en ti todo el tiempo" "Solo hoy" "Ayer" "Cada día" "Y mañana por la noche".

Lo sabía. Pablo me tenía mal y el hecho de que no me dejara en paz no ayuda.

Tampoco es que no quería que me dejara en paz, claro que no. Eso no.

Desde esa noche, en la que fui a verlo, tuvimos nuestro encuentro y luego vinieron las lágrimas y yo no pude controlar mi ataque de pánico, ha estado muy pendiente de mí. No ha podido venir a verme, pero en las cartas era más intenso preguntándome si había comido, si me encontraba bien y fuera de las cartas había mandado a Carla a vigilarme, Pablo le había contado lo que me sucedió y aunque ella ya lo sabía, se preocupó. Se preocupó luego de haberla hecho llorar. Le pedí disculpas por eso.

Estaba llegando a mi casa, luego de haber trabajado toda la tarde. Ya se estaba haciendo de noche cuando vi a Pablo sentado en mi porche.

Al verme se acercó.

—Hola.

—Hola.

—¿Qué haces aquí?

—Quería verte... Me iré a Madrid en unas horas, a la concentración de la roja y quiero hablar contigo antes.

Se iría.

—¿Hablar?

Él asintió, rascándose la mejilla.

—Sí ¿Puedo pasar?

Miré hacia la puerta y luego sus ojos. Le iba a decir un no, pero, recordé que Benjamín no llegaría hasta más tarde.

—Claro —murmuré.

Le hice un ademán para que me siguiera. Abrí la puerta y lo dejé pasar primero, cerré la puerta detrás de mí. Fuimos a mi habitación, me debatí entre cerrar o dejar abierta la puerta, decidí dejarla entre las dos. Dejé mi mochila junto a la pared y miré a Pablo.

—¿De qué quieres hablar?

—Lo sabes —Sus ojos marrones dejaban al descubierto lo preocupado que estaba por mí.

Me hice la desentendida.

—¿Has venido a despedirte? Si es así lo has podido hacer abajo... —Su mano tapó mi boca.

—No te hagas la tonta, por favor.

Me soltó.

—No me hago la tonta.

—Sabes a lo que he venido.

—No soy una adivina.

—Val —Tomó mis manos —. Quiero que estés bien.

—Lo estoy.

—Amor, no lo estas.

"Amor"

—Yo... lo estoy...

—Val... —pronunció lento mi nombre.

—Estoy bien Pablo, estoy bien —Le miré a los ojos, me había repetido tantas veces el "estoy bien" que creía que no era una mentira—. Me va bien en la escuela, ya mismo me graduó, en unos días daré la selectividad e iré a la universidad y estudiaré literatura... estoy bien...

Jalé de su mano en un acto de que me creyera. Pero, no me había dado cuenta de que había bajado la mirada y estaba aguantando las ganas de llorar. Sus manos acariciaron mis mejillas, se detuvieron en mi mentón y me hizo mirarle.

—¿Y tu corazón está bien?

—Tú lo rompiste—hablé por hablar, pude ver el brillo de lágrimas en su mirada.

—Lo siento, Val, lo siento si yo soy el culpable de todo esto —Sus manos ahuecaron mi rostro y pude ver las lágrimas en sus ojos.

—No eres el culpable, no lo eres —aclaré —. Yo lo soy.

—No lo eres —Sus manos sostuvieron las mías.

—Lo soy.

—No.

—Estoy rota, Pablo. Mi mente y corazón están rotos —Solté sus manos y me senté a orillas de la cama—. Siempre he sido mi peor enemiga, sobre pienso todo y estoy llena de miedo, en todos los aspectos. Mi mente está rota al igual que mi corazón...

—Yo soy el causante de eso...

—No lo eres —Se sentó a mi lado—. O al menos no lo rompiste todo, solo eres... Eres una pequeña grieta, tengo muchas grietas, personas que pensé que eran mis amigos, ilusiones rotas, Ester, mis abuelos, papá, Benjamín y la más grande de las grietas es... es —Las lágrimas descendieron por mis mejillas—. Mamá es la grieta más grande...

No pude evitar llorar.

—Quiero ayudarte Val —susurró entre el abrazo—. No tengo ni puta idea de como, pero, estuve investigando sobre los ataques, el cómo puedo ayudarte y creo que deberías ir a terapia.

—No... no le contaré mis problemas a extraños.

Apenas si podía aceptarlos.

—Te liberará.

—Tengo a Carla, ella me escucha —dije para liberarme del asunto.

—Me estás mintiendo.

—No.

Miraba a los ojos y luego al techo.

—Lo estás haciendo y lo sé, te conozco y también he hablado con Carla —Me sujeto de las manos y me hizo mirarle—. Ella también está de acuerdo conmigo.

—Suerte que no son mis padres y no me pueden obligar a nada —farfullé.

—Es tu mejor amiga y yo...

Lo miré para escuchar lo que decía, sus ojos marrones eran una mezcla de desesperación al querer ayudarme.

—¿Tú qué?

Nos retamos con la mirada, él estiró su mano y acarició mi mejilla.

—Me importas y mucho, no quiero que te pase nada, no quiero que en unos años me arrepienta por no haberte podido ayudar...

—Hablas como si fuera morir.

—No quiero que te pase nada malo, quiero que seas feliz.

Ver sus ojos cristalizarse más hizo que una lágrima descendiera por mi mejilla.

—Pablo... No...

Guió mis manos a la altura de su corazón.

—Hazlo por mí, Val. Si me quieres, si alguna vez me quisiste, hazlo por mí.

Claro que lo quería y muchísimo, es por eso que dije:

—Lo haré.

Lo hice por él.

En verdad lo hice por él.

Lo intenté por él.

Sus manos me soltaron y sus brazos me buscaron, me rodeó en un abrazo el cual me susurraba "Aquí estoy, siempre lo estaré".

Nos mantuvimos abrazados, hasta que él dejó un beso en mi mejilla y se separó para mirarme sonriente.

—Ya sabía que elegirías estudiar literatura, si los ojitos te brillan al leer —Pincho mi mejilla—. Me alegra que te dieras cuenta.

—Me carcomí la cabeza —confesé.

—Tú linda cabecita —Dejo un beso en mi coronilla—. Serás todo una universitaria, en Barcelona hay buenas universidades y estoy seguro de que te aceptaran —Me dio las confianzas, pero, me sentí mal cuando mencionó lo de Barcelona—. Y sí lo aceptas puedo ser tu chófer.

—Y morir siendo tan joven, no gracias —vacilé para dejar atrás el tema de la universidad.

—Oye —Se quejó.

—Es verdad.

—Pero le puedo decir a Pedri que te lleve.

—Pobre de Pedri, te tiene que estar soportando al llevarte a todos lados.

—Le hago compañía. Se lo diré, así voy a dejarte a la uni.

—Nooo —negué alargando la "o"

¿Cómo le decía que no tenía planeado quedarme en Barcelona?

—¿Por qué?

«Porque no me quedaré en Barcelona»

—Porque espantarás a mi amor universitario —mentí.

—¿Amor? Yo soy tu amor —Hizo un mohín.

—No, tú ya fuiste —lo vacilé, la risa me delató y él pudo relajar la cara—. Mentira, pero, no dejaré que me vayas a dejar, te imaginas me dirán "allá viene la novia de Gavi".

—Mejor, así sabrán que eres mía.

—Calla, tonto —Empujé su hombro con el mío—. Además se me acercarán por ti y no quiero tener amigos falsos, ya tuve demasiados —murmuré—. Y no pienses que por eso..., no es que quiera decir que no quiera estar contigo... es todo lo contrario —La sonrisa se le asomó—. No como novios, creo que aún necesitamos tiempo y eso de las cartas ayuda mucho. Tú y yo nos dejamos, pero seguimos juntos y tal vez cuando sea el momento, podamos intentarlo...

—Te esperaré mil años, Val. Siempre.

—Y yo a ti, mil años. Siempre —Junte mi frente con la suya. Vi como sus ojos se achinaron, las comisuras de sus labios se elevaron.

—Queda en no irte a dejar al campus, pero, ¿al menos me contarás tus aventuras universitarias?

—Vale. Pero, después no te quejes de que te aburro.

—¿Cuándo me he quejado? —preguntó.

Quise responderle. Mi mente buscó una vez de él expresando aburrimiento de todo lo que le contaba, no encontré ningún recuerdo y es que siempre que le hablaba, él me prestaba atención como si fuera un partido de fútbol.

—Nunca.

—Lo ves. Nunca —Sonrió orgulloso.

Nos quedamos mirándonos y hablando.

—Pablo...

—Si, ¿algodón de azúcar?

—Te acuerdas cuando te conté que al finalizar la escuela, me tomaría un año...

—Sí... tu viaje por Europa ... ¿Te irás?

—No... —respondí—. Solo me tomaré un año, me quedaré en Barcelona...

O quien sabe a donde

—Vale, si eso te hace bien, yo te apoyaré.

—Gracias... —Sonreí y acerqué mi mano a su cabello para arreglar un mechón que caía por su frente—. Me harías un favor.

—Lo que sea. Lo que sea por ti, Val.

—No le digas a Carla que me tomaré un año, aún no se lo he dicho y ella está emocionada con estar juntas en nuestro primer año, no quiero hacerla sentir mal.

—Pero Val... —Abrió sus labios para regañarme.

—Sé lo diré, en uno de estos días —aclaré.

—Vale, no le diré nada. Pero, ya sabes que Carla es muy intensa y siempre descubre todo.

—Lo sé.

Me dio esa mirada brillosa y sincera, acarició mi mejilla y me sonrió.

Me sentí mal por él, también le estaba mintiendo.

No me quedaría en Barcelona, me iría a Madrid por los menos cuatro años y quizá también iría a algún intercambio. No sabía cómo se lo tomaría.

Las mentiras no eran mi gran fuerte, y me había metido en dos, con mi mejor amiga y con el chico que no salía de mi cabeza.

¿Cómo sobreviviría? No tenía ni puta idea.

—Ey, ¿En qué piensas? —Pablo me sacó de mi ensoñación, causo cosquillas en la punta de mi nariz, al agarrar uno de mis mechones y pasarlo por mi rostro. Arrugue la frente e hice un mohín.

—No hagas eso —pedí.

Pablo me sonrió, sus dientes mordieron su labio inferior.

—Y tú no hagas ese mohín, que me dan ganas de besarte.

Mi corazón bombeó más fuerte.

—Te quedarás con las ganas —Lo empujé juguetona.

—¿Quién sabe? En una de esas que parpadees y te lo robo.

—¿Así? Y yo te echo a patadas de mi habitación. Te aviso —No lo echaría a patadas, al contrario, le echaría a besos. Me lo comería a besos. Miré a Pablo, inconsciente, sonreí y estiré mi dedo índice hasta su rostro, la punta de mi dedo trazó líneas imaginarias entre cada uno de sus lunares—¿Sabes qué día es hoy? —pregunté con un toque de nostalgia en mi voz.

Pablo bajó la mirada, volvió a subirla al susurrar.

—Sí.

—Tal vez, si no hubieses sido un gilipollas aún seguiríamos juntos.

Le di esa sonrisa de boca cerrada, que aguantaba un nudo en la garganta. Le dejé de mirar y me dejé caer entre las sábanas de mi cama. Quise cerrar los ojos, pero me mantuve viendo la espalda de Pablo. No fue por mucho tiempo. Sin pedir permiso, se acostó a mi lado.

—Creí que era lo... —No lo dejé terminar.

—No quiero saberlo, estamos algo bien, no quiero sentirme mal, ni insultarte en mi mente, ni mucho menos sentir un poquito de odio por ti.

Se quedó callado por unos segundos.

—Y si...

Ladeé mi rostro para verlo, tuve una vista de su perfil y esa expresión pensativa.

—¿Qué?

—Nada.

Quería decirme algo. Lo notaba en su cara.

—¿Qué?

—Nada.

—Pablo. Dímelo, anda...

—Pensarás que es una estupidez —murmuró y esa vez sí me miró.

—¿Qué tan estúpido puede ser?

—Depende...

Rodé los ojos.

—Dímelo. Anda.

Pablo suspiro y dijo.

—¿Y si por este momento... fingimos que aún seguimos siendo novios?

¿Fingir? ¿Qué ganaría? Lastimarme.

Me quedé pensándolo y él notó cierta incomodidad en mi rostro.

—Olvidalo, sé que es una estupidez.

Era una estupidez. Fingir. Me dañaría, me haría regresar a esa burbuja de enamorada y luego, cuando el momento terminé, regresaría a la pesadilla.

Aun así. Me acordé de mi lema.

"El que tenga miedo a morir, que no nazca"

Merecía un poco de felicidad, aunque sea falsa.

Ambos sabíamos que lo que haríamos, no tendría ni una pizca de falsedad.

—No es... no es estúpido.

—Es una gran estupidez.

—No lo es —Vi como Pablo abrió la boca y antes de que dijera, se la tape con mi mano—. No lo es. Y sí, me encantaría fingir contigo a ser novios... solo por este momento.

Sus ojos brillaron y parpadeó como si no se lo creyera.

Esperé su respuesta, me di cuenta de que aún mi mano tapaba su boca. Murmure un "lo siento" y deje en libertad sus labios. Pablo seguía mirando sin creer lo que había dicho, sus labios formaron una mueca, de esas que hacía al ocultar una inmensa sonrisa de felicidad. Me miró y fue acercando su rostro al mío. Me iba a besar. Lo haría.

Yo no lo dejé. No me besaría tan fácilmente.

—En otro universo tú y yo seguimos siendo novios... —Fije mi vista en su mirada—¿Qué harías para sorprenderme en nuestro primer aniversario?

Bajo la mirada, pensativo, unos segundos antes de darme esa mirada y sonrisa que reflejaban coquetería.

—Te tendría todo el día para mí, iniciaría el día levantándote en la madrugada, te llevaría a la playa y desayunaríamos viendo el amanecer, pasaríamos la mañana jugando en el mar, al mediodía regresaríamos y almorzaríamos, pasaríamos la tarde juntos, iríamos al karting porque sé que te gusta y te picarías cuando perdieras, te molestarías y yo te daría un beso para que dejes de estar ardida, en la noche cenaríamos hamburguesas en McDonald's y por último te llevaría a una librería y te susurraría al oído "Lleva todo lo que quieras, Val".

Mi mente se imaginó todo, una película pasó por mi cabeza y deseé que se hiciera realidad.

—¿Y tú? ¿Qué harías Val? —Mordí mi labio y dije lo primero que se me pasó por la mente —. Me compraría una sexy lencería, te bailaría y te diría "hazme todo lo que quieras, Pablo".

No dejo de mirarme.

—Me vas a poner duro.

Solté una carcajada.

—Es mejor que guardes el arma, soldado —Golpeé su frente con mi dedo índice—Y no. No te bailaría sexy y te diría "hazme todo lo que quieras, Pablo" me moriría de la vergüenza, aunque en el momento calenturoso si lo haría, pero solo si sale espontáneo, si es planeado nada que ver.

—Ya me había ilusionado.

Reí por lo que dijo.

—Lo que sí haría, pues me gustaría llevarte a ver un partido del club de tus amores, pero como eres parte del equipo, eliminaría ese plan. Iría a mi plan B.

—¿Plan B?

—Sí, no sé cómo lo haría. Pero conseguiría tener el camp nou para nosotros y tener un pícnic en medio de la cancha ¿A que sería romántico? También te escribiría algo, un poema alabando tus bellos ojos y tu estúpido cabello. A y un pastel, siempre he querido hornear un pastel, lo podríamos hacer juntos, aunque quemaríamos la cocina —reí en lo último—. De todas formas sería divertido...

—Podemos hacerlo.

—Tienes que ir a Madrid.

—Pero me puedo quedar unas horitas.

Se fue acercando a mí y en menos de lo pensado sus labios estaban a escasos milímetros de los míos. Miré su boca y luego el marrón de sus ojos. Me besaría, lo haría y ese beso podría llevar a tantas cosas.

—Pero te tienes que ir, de seguro ni has hecho la maleta —murmuré y retrocedí, los centímetros que me aparte fueron cortados por él. Me siguió y regresamos a lo mismo de antes. Volví a negar y me aparté, el continuo cortando la distancia y seguimos haciéndolo hasta que senté el borde de la cama. Pablo sonrió victorioso, posó su mano por encima de mi blusa y fue acercando su rostro al mío. Me besaría y yo se lo devolvería. Quería ese beso, pero, verle la cara de culo me daba mil años de vida.

Ladeé mi rostro y bajé una de mis piernas, mi pie tocó la baldosa y me giré para caer de una manera torpe en el piso.

Que se quede con las ganas.

—Te harás tarde.

Me hice la desentendida y me puse de pie. Vi su cara de culo y el cómo trato de ocultarla.

—Lo estás disfrutando.

—No te voy a mentir —confesé.

El corazón se me estrujo al ver el mohín que sus labios dibujaron. Alzó sus brazos y me dio una mirada brillosa. Soltó un suspiro mezclado con un bufido y se sentó.

—Ya te robaré un beso y caerás rendida —me guiñó.

Me encantaba su coquetería, la confianza que tenía. Había cambiado en estos meses, ya no era el mismo chico de 16 que se sonrojaba cuando me pedía permiso para agarrarme la mano.

Fui su primera novia, su primera vez y me encantaba haber conocido esa faceta suya, fue cambiando, ya no pedía permiso para agarrarme la mano, solo lo hacía, coqueteaba descaradamente y ya no se sonrojaba, es más hasta guiñaba y me daba esa mirada tan seductora que me empapaba las bragas.

—Ya veremos —Le reté con la mirada y me la sostuvo.

La perdedora fui yo.

Deje de mirarlo por la mera razón de que causaba demasiadas cosas en mí. Aceleraba mi corazón y me temblaban las piernas como dos gelatinas que se menean.

Me hice la desentendida y fingí buscar algo en mi escritorio.

—¿Qué buscas?

—Mi liga —hablé sin pensar.

—La tienes en tu cabeza, Val —dijo en un tono burlón.

Cerré los ojos, nerviosa, y pase mi mano por mi pelo, en efecto, sí, tenía la liga sujetando mi cabello.

—Se me olvido —susurré y giré sobre mis talones para verlo.

Seguía sentado en mi cama, su mirada coqueta me miraba hasta el alma, se le asomaba una sonrisa que mostraba lo pícaro moja bragas que era.

—Me gusta como te queda la coleta —Se puso de pie y en largos pasos ya estaba al frente de mí, sus dedos acariciaron el pelo que caía de la cola mal hecha—Se te ve muy bien, al igual que el flequillo.

—¿De verdad?

—Sí —Su mano aún seguía en mi pelo—. Se te ve muy guapa y que digo guapa, te ves preciosa.

Un plumón imaginario de color rojo pinto mis mejillas.

Ruborizada por el cumplido, no sabía en dónde esconderme ante su intensa mirada que provocaba huracanes en todo mi ser.

—¿Val?

—¿Si?

—Te he traído algo —me hizo saber, mis ojos le siguieron, dio media vuelta para recoger la mochila que dejó junto a la mía, minutos atrás.

No abrí mi boca en decirle que ya no gastara dinero en mí, muchas veces se lo decía y él seguía comprándome libros.
Regreso con un libro en la mano y un bolígrafo. Me lo tendió. Lo sostuve entre mis manos, mis ojos inspeccionaron el libro.

No era un libro que tenía una historia ya escrita.

—Para que vuelvas a escribir —me dijo.
Alcé la mirada y negué. No podía escribir. O al menos no más de un párrafo imperfecto. Que terminaba borrando.

—No...

—Anda, tienes el talento, vuelve a lo tuyo, Val —Sus ojos transmitían confianza. Creía en mí.

—No se me ocurre nada, Pablo...

—Escribe de ti —murmuró—. Desde que te conocí siempre llevabas una libreta contigo, escribías de todo lo que te pasaba. Eso te puede ayudar, volver a lo tuyo, a lo que te apasiona.

Me apasionaba. Escribir era mi pasión. Era cierto que ya no había vuelto a escribir en mi diario, la última vez que escribí fue esa misma noche en la que todo mi mundo se vino abajo. Con la historia que estaba escribiendo en Wattpad, la había dejado en el olvido.

Tenía capítulos escritos, pero ya no había vuelto a actualizar, ni a escribir. Había dejado mi pasión de lado. Las palabras ya no me salían.

—¿Lo intentarás? —preguntó en un susurró. Salí de mis pensamientos.

—No prometo nada.

Mire el diario. Era de un color marrón. Amaba el marrón.

—Yo confío en ti. Y quién sabe, quizá en unos meses saques un libro.

Él confiaba tanto en mí. Creía en mí.

—Gracias.

Me debatí entre abrazarlo o no. No tomé una decisión, pero Pablo sí lo tenía claro e hizo lo que yo quería hacer. Cerré los ojos al estar contra su pecho.

—Te dejé una carta en el interior del diario —susurró en mi oído.

Una carta. Ya me había acostumbrado a que me las diera Carla, me tomó por sorpresa. Una linda sorpresa. Y quizá habíamos tenido la misma idea. Yo también le había escrito una carta.

—También tengo una para ti...

Me separé de sus brazos y fui por mi mochila. Saqué la carta y se la entregué. Ambos nos dimos esas miradas brillosas que nos reflejaban, él sabía que aún yo le seguía queriendo, aunque no se lo dijera, mis ojos se lo decían y él lo entendía.

—Ya debería irme.

«Quédate »

—Sí...

«Quédate »

Nos dimos una última sonrisa y Pablo se fue separando, dejé de verlo y bajé mi mirada a mis manos. Miré el diario y lo abrí... como Pablo lo dijo, la carta estaba allí...

Con mis dedos la sostuve y mis ojos dieron con la primera página, estaba en blanco, salvo por la parte de arriba. Tenía algo escrito. Escribe tu propia historia. Era su letra. Mordí mi labio inferior y unas inmensas ganas de ir por él invadieron todo mi cuerpo.

Cerré el diario y lo dejé sobre el escritorio. Mis pasos fueron largos y antes de que Pablo cruzara por la puerta, lo llamé. Al escucharme, él se volteó y yo simplemente fui la que le robó un beso.

—Un beso de despedida.

—Que sean besos —corrigió al separarse y volverme a besar.

La distancia no duró mucho, ambos volvimos a cortarla.

Caminamos sin dejarnos de besar, mi espalda chocó contra el colchón y Pablo encima de mí, sostuvo su peso con ayuda de su codo para no aplastarme. Nos fundimos en dulces besos, no llegamos a más, solo a besos que acariciaban nuestras almas.

Nada nos interrumpió, ni el móvil de Pablo que no dejaba de sonar. Él lo ignoraba, yo también. Estábamos envueltos en una burbuja donde los besos y caricias flotaban.

Pero, toda burbuja siempre termina rompiéndose ¿verdad? Nuestra burbuja se rompió.

El móvil de Pablo fue el causante.

—Deberías de contestar o apagar el teléfono —murmuré.

—Lo voy a apagar —Dejó de estar encima de mí y se sentó.

Le copié la acción y vi como saco su móvil, fue un segundo suficiente para ver que aún seguía tenía la foto de nosotros dos en la parte trasera de su teléfono.

Sonreí.

—Es papá —murmuró Pablo enseñándome la pantalla, vi que iba a apagar el teléfono, se lo impide.

—Contéstale, puede ser importante.

Pablo me hizo caso, pego el móvil a su oído. Lo escuché hablar y me tragué una risa al escucharlo decir.

—Sé que dije que no me iba a demorar, pero, le estoy ayudando a Valeria con su tarea de mates.

Continuó hablando hasta que cortó la llamada.

—Ya te tienes que ir —murmuré—. Te están esperando, Pablo.

Besé su mejilla, la calidez de su mano en mi mentón causó una descarga eléctrica en mi corazón.

—Si no tuvieras que ir a la escuela, te llevaría conmigo —Besó la punta de mi nariz.

Cerré los ojos por su caricia. Dejé de sentirlo. Abrí los ojos y vi que tenía esa mirada de no querer irse. Sabía que lo hacía por mí, pero, también sabía que el fútbol era su vida.

—Anda... —Le empujé con mi hombro.

Pablo se puso de pie, no dio ni un paso y se mantuvo pensativo por unos segundos. Volvió a sentarse a mi lado.

—Ya se me estaba olvidando... —Me agarro de las manos—. Y no te vayas a molestar, porque lo he hecho por tu bien...

—¿Qué has hecho Pablo?

—Sé que hace unos minutos aceptaste ir a terapia, y no quiero que pienses que soy un metido, pero... ya te saque una cita.

—Vale. Pesado.

—Val...

—¿Si?

—Prometes que me dirás todo, lo que te pase, ya sea cualquier cosa, quiero saber de ti, quiero ayudarte, cometí el error de no estar contigo cuando más me necesitabas, no quiero que eso vuelva a pasar. Quiero estar para ti, ya sea en las buenas y las jodidamente malas. Porque me parece injusto que nos riamos juntos y que cuando sientas dolor en tu corazoncito, tú llores sola en silencio —Sus ojos transmitían sinceridad, no dejo de verme—. Promete que me dirás todo... promete que lo intentaras...

Le abracé —Lo prometo.





















💌💌💌













Para: Pablo
De: Val

Ya sabrás qué día es hoy. Me puse a releer las notas que dejaste en el libro y no pude evitar recordar esos sentimientos de un año atrás.

No tengo mucho que decirte, salvo que fuiste el mejor primer amor que la vida me pudo mandar.

Una vez te lo dije y te lo vuelvo a decir, gracias por enseñarme lo que es ser querida por un chico.

Me alegra haber sido tu primera novia, tu primer todo, me alegra que entre tantas chicas me hayas elegido a mí. Fui muy afortunada en conocerte Pablo, eres un grandioso chico, él que te conoce de verdad, sabe que eres un sol de persona.

Fuiste y serás el mejor novio con el que cualquier chica sueña.

Gracias por quererme

Te escribe, Val. Tu algodón de azúcar


💌💌💌

Para: Val
De: Pablo. Tu Pablo

Ya ha pasado un año, Val.

Ha cambiado tanto desde entonces. Pero aún nos seguimos queriendo, eso quiero creer.

Tengo tantos recuerdos contigo. Fuimos extraños que se conectaron tan rápido. Es verdad eso que dicen, las personas correctas si existen. Tú y yo lo somos.

Gracias por apoyarme en todo Val, desde cada entrenamiento, cada partido (aunque no entendías nada, te esforzabas por comprender), gracias por creer en mí, y sobre todo gracias por quererme.

Te quiero y siempre lo haré

Te escribe Pablo, tu Pablo.





















2 de junio, 2022

Ya faltaba poco para el gran examen. Confieso que estaba nerviosa y más al pensar que todo lo que estudié se me olvidaría, sería mi final.

Bueno no tanto.

Las clases continuaban normal, salvo que en la hora del almuerzo me tocó ir a la reunión para el baile de graduación. Se suponía que yo debía de organizarlo, la antigua Valeria se ofreció a hacerlo. Y ahora no me quedaba de otra que asistir a esas tontas reuniones, donde debía de soportar escuchar hablar a Ester sobre lo maravilloso que tenía que ser el vestido.

Quería clavarme el bolígrafo en la garganta y morir. Ok no.

Se suponía que yo era la encargada, la que lo planificaría todo, pero la verdad, es que me había zafado de ello, no había asistido a las anteriores reuniones, Carla me cubrió y ella es la que ha estado organizando la fiesta. Aun así, no pude salir libre del todo, me obligó a asistir a las últimas reuniones y también me obligaría a ir a esa estúpida fiesta, la cual sería en un club. Matenme.

Ni siquiera tenía pareja.

«Podemos preguntarle a Pablo»

«Se lo preguntaré»

Me hacía algo de ilusión, él no me diría que no ¿verdad?

Acabe mi turno en la cafetería y recibí un mensaje de Carla.

Carla💝
Hola Val

Estoy en el aparcamiento :)

Me:

Vale

Guardé mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón, el clima era cálido por lo que no llevaba conmigo ningún abrigo.

Caminé hasta llegar al aparcamiento.

—Valeria —La voz de Carla me llamó, luego vi como asomaba su cabeza por la ventanilla de un auto—. Por aquí.

Miré sin entender y me acerqué. Visualice la camioneta del padre de Carla, ella estaba sentada en el asiento del piloto.

—Anda sube —ordenó la rubia.

Hice lo que me dijo, abrí la puerta trasera del coche y tomé asiento a la vez que el coche se ponía en marcha.

—Papá me prestó su coche —informó Carla al ver mi cara de no entender—Esperemos que un policía no nos detenga.

Bajé la mirada a mis dedos, empecé a sentirme nerviosa al ver las calles pasar. El nerviosismo se sentía como la primera vez de una niña yendo a la escuela. Se conocía el sentimiento.

El auto se fue deteniendo en el parking subterráneo.

Incómoda miré hacia los lados.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Carla.

—No, no soy una niña. Iré yo sola —Abrí la puerta y me bajé, di unos cuantos pasos y sentí como Carla me agarró del brazo.

—Te acompaño hasta que vea que entras al despacho ¿Vale?

—Puedo yo...

—Yo sé que puedes sola, pero, también sé que por tu cabecita está pasando la idea de ir a la primera planta y salir corriendo —Me dio una sonrisa de boca cerrada y asintió, afirmando que tenía razón.

Y quizá, si la tenía.

—No lo haré...

—Entonces no hay problema si te acompaño.

—Que pesada —Aceleré el paso, Carla me siguió.

Llegamos al ascensor. Ya no podía subirme a un ascensor sin recordar lo de año nuevo. Que maldición y a la vez que premio.

Quité todo pensamiento sucio en mi cabeza al llegar a la recepción. Como ya era de esperarse, me quedé muda ante la recepcionista y Carla fue la que tuvo que hablar por mí. Fueron segundos incómodos, los cuales se alargaron por pasillo que tuvimos que seguir hasta llegar a donde
sería mi terapia. Al llegar, yo toque la puerta y escuche un audible "pase".

—Suerte, Val.

Pose mi mano en la perilla, la giré y abrí la puerta, me detuve. Volteé para ver a Carla.
Los nervios se multiplicaron por mil.

—¿Y qué pasa si me diagnostican que estoy loca y me mandan a un centro de locos? —pregunté dramática.

Carla suspiró y me agarró de las mejillas —No estás loca, y no te llevarán a ningún centro. Y si te llevan, nos vamos juntas —Trato de calmarme.

—Pero... ¿Y si...

—No pasará —Sus manos bajaron a mis hombros, me hizo girar. Sentí como una de sus manos me soltó, vi como abrió la puerta y me empujó —Ahora Ve, pequeña pimpolla ¡Go girl!

Se cerró la puerta detrás de mí, y ya me encontraba en un pasillo medio corto. Di un paso y escuche la voz de una mujer.

—Valeria ¿Verdad?

Di otro paso y mis ojos se detuvieron donde una señora de unos cuarenta años aproximadamente, estaba sentada en un sillón individual, me miraba a través de sus gafas que yacían sobre el puente de su nariz.

—Sí... —murmuré y me quedé parada sin saber qué hacer.

—Hola, Valeria, soy Jazmín —Se presentó—. Me puedes llamar Jaz —Nerviosa miré hacia la puerta—. Puedes sentarte, linda.

Mire el sofá, luego a Jaz y luego a la salida. Deje de mirar la puerta para caminar al sofá y sentarme, jugué con mis dedos.

—¿Tienes hambre? Porque hay galletas...

Deje de escucharla para mirar la mesita de centro, había un plato con galletas de chispas de chocolate.

—Soy alérgica al chocolate, pero gracias... —Trate de sonreír amablemente, salió como una mueca de desagrado.

—No lo sabía, perdona.

—No se preocupe, no me conoce.

Sonrió ¿amable? Esas sonrisas que daban las terapeutas en las películas. Dejó de mirarme y escribió algo en su libreta.

Mire el bolígrafo.

«¿qué tanto escribía?» Me pregunté.

Jaz alzó la mirada y yo miré hacia la puerta.

—¿Cómo estás?

—Bien.

Escribió en su libreta.

—¿Qué has hecho hoy?

—He ido a la escuela..., luego al trabajo y al terminar me trajeron acá.

—¿Trabajas? —Asentí —¿En qué?

«Pero qué chismosa»

«Es su trabajo»

—En una cafetería —respondí y me apresuré a decir—. Limpio mesas, atiendo pedidos y hago cafés ¿Ya me puedo ir?

—¿Ya te quieres ir?

—Pues sí...

Escribió en su libreta.

—La sesión es de una hora, Valeria.

Bajé la mirada y me quedé en silencio, moví mi pie, ansiosa.

Anda, Val, habla.

Di algo

Es por tu bien

Pero las palabras no salían.

—Tu novio me comentó que tienes ataques de pánico —Alcé la mirada, la doctora Jaz me miraba con toda la calma del mundo...

¿Novio? Pablo.

No lo negué.

—Es...

Mi mente no formulaba nada coherente.

—¿Cada cuanto te ocurren?

—Se me ha vuelto costumbre...

—¿Ocurren la mayoría del tiempo?

Asentí.

Ella a punto en su libreta, la miraba tratando de descifrar lo que escribía.

—¿Quieres hablar de ello?

¿Hablar de ello? Tenía tanto que decir, pero las palabras no salían. Nunca salían y más cuando las había enterrado en lo más profundo de mí.

Me quedé en silencio. Callada, sin saber cómo pedir ayuda. Como decirle a alguien que no conozco todo lo que me pasaba, me lo había tragado para mi solita, todos esos problemas, todas mis grietas estaban en lo más profundo de mí.

No sabía por dónde empezar, qué decirle. Solo era una jovencita de 17 años que se sentía sola y dañada.

Los ataques eran los gritos de mi cuerpo haciéndome saber que no estaba bien.

—Es... sé... se siente... —Bajé la mirada y el silencio se apoderó de mí.

No sé cuánto tiempo me quede así, las manecillas del reloj era lo único que se escuchaban.

—¿Quieres escribirlo? —preguntó.

La miré dudosa y aunque ya me quería ir, solo asentí.

Me dio otra libreta aparte y su bolígrafo.

—Escríbelo, tú puedes. 

Jugué con el bolígrafo y escribí:

ATERRADOR

Y todos los sinónimos.

Note que ella lo leyó.

—Hay que quemarlo ¿Vale?

Asentí.

Arranque el papel. La doctora me dio un encendedor y luego me señaló el tacho de basura. Me puse de pie y con la mirada en el papel, caminé hacia la basura, encendí el papel y lo dejé caer al bote de metal. A los segundos, ya no quedó nada.

—Sé que puede ser aterrador —murmuró —, pero, hasta lo aterrador puede quedar en cenizas —Su mirada intenta reconfortarme—¿Quieres que te enseñe un truco?

—¿Truco? ¿Esos de magia?

—Es magia —Sonrió victoriosa, su mirada, bajó a mi muñeca—. Lindo brazalete, eso nos ayudará ¿Puedo verlo más de cerca?

Asentí, alcé mi brazo enseñándole mi muñeca. La doctora, detalló cada dije.

—Cada vez que sientas ese terror, cuenta los dijes, descríbelos, inhala, exhala, eso te ayudará. Cada vez que sientas que tu ansiedad se está haciendo presente cuenta las perlas, dándole vueltas al objeto, hasta llegar al cien. Mientras haces eso, vas a ser consciente de tu respiración: exhalas e inhalas.

Siguió con su charla.

—En primer lugar me gustaría que escribas en una hoja las cosas que no puedas decir en voz alta, de cierta forma te funcionará para desahogarte de aquello que te mantiene la mente hecha un caos. Luego puedes quemarla.

Al llegar a mi casa, fui a mi habitación y me caí en la cama. Mi móvil empezó a sonar, lo ignoré.

Miré el techo pensando en lo tonta que fui al quedarme callada. Sabía que no debía de quedarme callada, había tanto que decir, y quizá todo se desate en más problemas, yo ya no quería más problemas. Solo quería olvidar y sanar.

Pero para eso debía...

La insistencia de mi móvil al sonar, quitó todo pensamiento. Insistió. Siguió insistiendo.

Iba a apagar el móvil, pero vi que se trataba de Aurora.

Volvió a llamar y sin pensarlo, conteste.

—Hola, Aury.

—Hola, Val. Soy Pablo, tu Pablo.

Reconocí esa voz.

—Te has perdido el móvil.

—No.

—¿Y por qué me llamas desde el móvil de tu hermana?

—Quería hablar contigo y como me has bloqueado, tome prestado el número de Aurora…

La sonrisa se dibujó en mi rostro sin pedir permiso.

—Que pesado.

—Solo quería hablar contigo —Se excusó

—¿Sobre qué?

—De todo ¿Cómo te has sentido hoy? ¿Ya cenaste? ¿Ya leíste? ¿Cómo te fue en la escuela? ¿Qué tal el trabajo? ¿Y la cita con la psicóloga?

—Joder, pero que intenso —murmuré.

—Quiero saberlo, Val —susurró—. Si quieres contármelo, claro.

—Pues... —Ahogué un suspiro. Giré mi cuerpo y mi abdomen tocó las sábanas, mis codos se hundieron en el colchón—... Bien En la escuela todo normal... estudiando. Aún no ceno, pero, ya me haré algo... en el trabajo he estado bien, me llevo bien con Raúl y los clientes salen maravillados con mi café y por la cita —Resoplé y ordené las palabras que diría–, me fue bien, me sentí nerviosa y confieso que pensé en salir corriendo, pero te prometí que lo intentaría y aquí entre nosotros, sabemos que ya hemos roto bastantes promesas para romper otra más.

Niño bonito gruñón 😇😡

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500k!!! Omg!!!!

Muchísimas gracias!!!!! Es mi primera historia que llega a medio millón. No saben la ilusión que me dan 🥺😭

Y como lo prometí, les traigo este maratón 🥳🥳🥳

Se viene intensooooo!!!

Cuéntenme que les pareció por aquí.

Este maratón será de 2 capítulos.

Pero, como soy buena les haré una propuesta. Subiré 3 capítulos, sólo si este capítulo y el que viene, tienen más de 600 estrellas y 250 comentarios (cada uno) 💕

Queda en sus manos 🥰

Byeeee

Maratón

1/ 2 (o 3)

NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR, eso me anima a seguir escribiendo 😇

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Ig: ancovi12
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