Introducción

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Dedicado a mi lindo nathzluv. ૮₍˶ᵔ ᵕ ᵔ˶₎ა

El día en que Beomgyu recibió la invitación a la boda de Yeonjun, descubrió una nueva faceta de sí mismo.

Jamás pensó ser tan egoísta, pero Yeonjun lo era aún más por atreverse a darle la invitación en persona. Sin embargo, él asistiría a esa boda, les daría una sonrisa y sus más grandes condolencias, porque ella estaba a punto de casarse con el hombre que él amaba, y estaba muy equivocada si pensaba que él no tenía aquello en consideración. Era algo retorcida la manera en que Beomgyu pensaba sobre su compromiso, pero en su defensa, Yeonjun probablemente olvidó su promesa.

A sus dieciséis años, justo frente al lago rodeado de arbustos de rosas, ambos prometieron casarse al cumplir los veinticinco. Si bien es cierto que ambos estaban en su total derecho de contraer matrimonio con la persona que considerasen adecuada para pasar juntos el resto de sus vidas, Beomgyu no pensaba rendirse sólo por un compromiso, porque él lo amaba.

En cambio, Yeonjun era aún más egoísta, porque él no amaba a Yunjin. Ella era una buena chica, pero no era lo que él quería, porque ella jamás sería como Beomgyu. Sin embargo, aún así estaba dispuesto a casarse. No había un motivo o razón en concreto que lo llevase a creer que aquella era la mejor idea, pero quería convencerse a sí mismo de que podía ser feliz sin Beomgyu a su lado, por lo que tras llevar a cabo su matrimonio, él se alejaría completamente.

Pensar en ello le destrozaba el alma, pero sabía que era lo mejor, no podía vivir aferrado a un amor del pasado, aquella fue la razón por la cual decidió él mismo darle la noticia, y la reacción de Beomgyu fue lo que más le sorprendió.

—¿No estás molesto? —preguntó al ver su reacción.

—¿Debo estarlo?

Confundido, Yeonjun dio un sorbo a su café, sin comprender la tranquilidad del sujeto en cuestión.

—Por supuesto que no —le respondió agitado—. Sólo creí que estarías, no lo sé, sorprendido.

Beomgyu se echó a reír en su asiento al oír aquello. No hizo ni el más mínimo esfuerzo por contenerse, incapaz de contener su contagiosa risa al ver el rostro de Yeonjun torcerse en una mueca que indicaba que pronto reiría también, pues no tardó demasiado en unírsele.

—Dios, Yeonjun, ¿realmente creías que sería una sorpresa? —él hablaba como si fuese alguna especie de broma. Como si no estuviese celoso. Como si no hubiese sido él quien besó sus labios primero, como si no hubiese sido él el primero a quien Yeonjun tocó. Como si no fuese nada—. Yunjin me lo había dicho antes, ella está realmente entusiasmada con su compromiso.

—Ustedes dos son unos idiotas, ¿en qué momento permití que te lleves tan bien con mi prometida?

Beomgyu hizo el amago de querer reír nuevamente, pero la mano de Yeonjun sobre sus labios lo impidieron.

—Deja de reír por un momento, ¡estoy diciéndote que voy a casarme y lo único que haces es reírte!

—Lo siento, lo siento —dijo rápidamente, viendo el rostro de Yeonjun cambiar a uno molesto—. Es sólo que ustedes son tan obvios que nada de esto podía ser una sorpresa, no hay manera de que lo sea.

De repente, Yeonjun suavizó su mirada, viéndole fijamente.

—Entonces, tú... ¿no estás... celoso? —preguntó como quien no quiere, arrepintiéndose al segundo de haberlo soltado—. Quiero decir, no tendrías por qué estarlo, sólo...

—No estoy celoso en lo absoluto —respondió con calma—. Tu boda me es indiferente, nosotros somos amigos, Yeonjun —le recordó sin querer decirlo realmente—. Los amigos no se celan entre ellos, ¿recuerdas?

Yeonjun se sintió estúpido por un segundo. Se sintió estúpido por pensar que Beomgyu le rogaría de rodillas que no lo hiciera, que no se case con ella.

Pero nada de eso sucedió.

—Tienes razón.

Decir aquello se sintió extraño. Fue tan extraño como el hecho de mantener viva la esperanza de que ellos volviesen a ser un nosotros.

—Bien —se apresuró a decir nervioso, tratando de ocultarlo con una sonrisa—. Debo irme, Yunjin me espera en el auto.

—Salúdala de mi parte.

Tras dar su despedida, Beomgyu se sintió aliviado. Conocía el comportamiento de Yeonjun como la palma de su mano, podía reconocer una de sus mentiras cuando la oía, y su falsa felicidad por darle la noticia era una de ellas.

Aún así, deseaba tanto que aquello fuese sólo un sueño.

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