𝟬𝟲 🎸⤸₊ ❝ the introvert anthem ❞

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❝ 0.6 EL HIMNO DE LOS INTROVERTIDOS ❞

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。゚♡゚・🎸・゚episode six . . . 🎧

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—¿Seguro que estás bien, tesoro? —la madre de Dylan, la señora Payton, manifestó toda su preocupación por su hija y su decaímiento en aquella pregunta. —Sabes que puedo hacer que vengas si no quieres estar allá.

  Al principio, su madre se mostraba rehacia a que Dylan viajara también con ellos. Pero al parecer su abuela no estaba mejorando lo que prolongaba la estadía de sus padres en el extranjero.

—Estoy bien. No quiero atrasarme con las cosas de la escuela ni tampoco molestar. No sé si podría ser de ayuda allá. — Dylan no halaba muy bien la lengua del país donde vivía su abuela, siempre temía que las personas se burlaran si lo intentaba, así que solo se quedaba en silencio sin salir de casa.

—Ay, cariño, no molestas. — le recordó con cariño. —Escucha, iré este fin de semana, ¿sí? Te extraño.

—Yo también te extraño, mamá. — Dylan le sonrió al teléfono.

—Ah, la abuela quiere decir algo. Saluda yaya... —notó como la voz se distorsionaba por alejarse del celular.

—¿Hola?¿Hola?¿Está encendido?¿Qué... —Dyl sonrió con ternura. —¡Dylan! ¿Me oyes?

—Alto y claro, yaya.

Ahí está la voz, esa voz. — hubo un silencio. —¿Sigues ahí? No puedo oírte cantar.

—No estoy cantando, yaya.

—¿No? ¿Y por qué no? ¿Todavía tienes la guitarra que te regalé?

—Sí.

—Entonces tócala y haz música para esta vieja anciana. No vendí la radio del abuelo para nada, más te vale usar mucho esa guitarra.

  Dylan rió y pudo escuchar a su madre en el fondo aguantando una carcajada incontenible.

—Ya está bien, mamá, descansa un poco. — se escuchó al otro lado de la línea. —Te dejo, Dyl. Te quiero. Diviértete, pero no demasiado. Saluda a los chicos.

—Lo haré. También te quiero, má.

Al finalizar la llamada, largó el aire contenido. Extrañaba a sus padres pero, sin dudas, estaba más preocupada por la situación de su abuela. Eran muy cercanas. Fue ella quien la llevó a sus primeras clases de guitarra y quien la escuchó practicar una y otra vez hasta dominar el instrumento.

Saber que no mejoraba la hacía sentirse triste y frustrada.

—¡Dyl! —una sonriente Stella apareció, la tomó por los hombros y deslizó con elegancia su despampanante melena rubia hacia atrás —. Te estábamos buscando.

Extrañada porque su amiga estuviese hablando en plural terminó frunciendo el ceño.

—Hola —Macy agitó la mano modo de saludo saliendo de detrás de la rubia.

—Hola chicas. —compuso una sonrisa—. ¿Qué ocurre?

—Veamos. —Stells frunció los labios. —Kevin se me ha acercado antes de la primera hora de clases del día para pedirme consejos para impresionar a una chica.

—Y... —Dylan no comprendía hacia dónde iba la conversación.

—Y, resulta que Nick ha hecho lo mismo hace unos minutos. En un día normal me habría dicho a mí misma que solo está tratando de superar que le gustas.

—Stella ya te dije que no le gusto a Nick. Renuncia a esa idea.

—No. Pero bien, ese no es el punto... —Dyl suspiró —. Por hoy. El punto es que es demasiado raro que dos tercios de Jonas estén tratando de llamar la atención de una chica, ¿No será la misma?

—Lo es. —Dylan asintió confirmando.— Creéme, las cosas en esa casa se están poniendo muy locas desde que conocieron a María.

—Así que así se llama. —Stella profundizó su mueca de sospecha. —Tenemos que hacer algo.

—No, Stells, los chicos ya están grandes para saber que...

—¡Reunión Jonas de emergencia en tres... dos...!

Dylan intercambió una mirada con Macy, los chicos aparecieron antes de que Stella terminara de decir uno.

—¿Qué es eso que he oído sobre una chica con la que queréis salir? —los señaló de manera acusadora.

—¿Quién te lo ha dicho?

Dylan miró al suelo cómo si este fuese la cosa más interesante en el mundo. Oh, ¿Eso era goma de mascar entre las losas blancas?

—Eso no importa. — Stella agitó las manos y chasqueó sus dedos, no iba a permitir que Joe esquivara la pregunta. —¿Quién es?

—No la conoces. —Joe bufó girando la cabeza con atanería.

—¿Es guapa?

—No. Es horrible. —bromeó. —Claro que es guapa.— Dylan le dió un buen golpe en la nuca. —¡Au!

—Odio cuando hablas como un idiota.

—¡Estaba siendo sarcástico!

—¡Pues no te sale!

—Parad. —Aunque Stella se divertía viéndolos pelear este no era el momento. — Joe, solo dime quién es.

Joe alzó otra vez su ceja.

—¿Por qué estás celosa?

Ahora era el turno de Dylan de divertirse.

—¿Qué? Claro que no. — la rubia se miró los zapatos ignorando el tono burlón de Joe. —¿Es la nueva de Economía Doméstica?

—¿Es Macy, la del tiro con Arco? — Macy no se rendía y Dyl admiraba eso. —¿No?

—Un momento. —Stella finalmente ató los cabos.— ¡Es la chica de la pizza!

—¿Ya podemos irnos? —Nick y Kevin estaban listos para huir de allí.

—No, no, no... Sentaos, dejad que os cuente una cosa sobre las chicas.

Como era de esperarse, todos hicieron sus muecas de aburrimiento pero escucharon lo que Stells iba a decirles.

»A un chico le gusta una chica, genial. A dos chicos le gustan una chica, aún mejor. A tres chicos le gustan una chica, ¡Aún mejor! —tragó saliva. —Pero si los tres chicos son hermanos, se han metido en un berenjenal de mucho cuidado.

—¿Y qué podemos hacer? A los tres nos gusta.— le recordó Kevin.

—Pues mejor que os deje de gustar a los tres.— concluyó la rubia.

—Hemos hablado de ello, podemos encaralo.

—¿Creeis que podéis ir tras la misma chica? — esta vez, Stella frunció el ceño.

—Te dije, una total locura. — Dylan encogió los hombros.

—¿Recordáis las peleas por el mono de peluche cuando eráis niños? —siguió tratando de hacerlos razonar. —Os separó durante un mes.

—Fue una de las pocas veces que hemos peleado.

—Y esto no es un monito, es un chica real... Con brazos reales.

—Sí, tienes razón. No podemos volver a eso.

—¡Bien! Me alegra que lo entendieráis. — Stella se auto-aplaudió en su cabeza por haber arreglado todo el lío. —Vamos, chicas.

Stella no había arreglado nada.

Dylan salió del baño usando una cómoda bata acolchada encima de su ropa de dormir. Apenas eran las cuatro de la tarde, pero la chica solo planeaba dedicar un tiempo a hacer sus tareas y otro para ver alguna película. Además, le gustaba andar en pijama. Caminó un poco por la habitación buscando su secadora...

Entonces, los escuchó:

—María llegará en cualquier momento. Recordad, buen comportamiento, caballeros.

Su primera reacción fue reconocer la voz de Nick, estaban en la planta de abajo. Lo segundo fue hacer una mueca, ¿Seguían con María? ¿Acaso no habían aprendido nada?

—Vaya, en serio debe gustarles esa chica para ignorar el consejo de Stella. —dijo a la nada.

   Suspiró dejándose caer sobre la silla frente al piano, la cual rodó un poco sobre el suelo haciéndola sonreír por un instante.

   Al igual que Kevin, Nick no dejaba a nadie acercarse al piano. No obstante, algunas veces dejaba a Dylan jugar en su silla. Ella daba vueltas y levantaba sus pies. Nick siempre le decía que era un juego ridículo pero terminaba riendo a la par de ella una vez que su amiga se bajaba mareada tras tantos giros.

    Aquel recuerdo le proporcionó una descarga eléctrica sobre sus dedos. Un hormigueo particular. Una magia que ya Dylan había olvidado. La inspiración.

—Solo necesito... —justo frente a ella, las teclas blancas y negras del piano se extendían hacia ambos lados casi obligándola a tocar algo.

  Pero no podía, ¿cierto? Claro que no. Porque el piano era de Nick. Porque a él no le gustaría. Porque estaba mal. Por tantas y tantas razones... Que sus manos ignoraron e impartieron las primeras notas como si la simple existencia del instrumento las hipnotizara.

   Empezó a tararear, a armar el coro en lo profundo de su garganta. La letra adquirió forma en su cabeza a medida que sus dedos se movían sobre el teclado. La chica se inclinó hacia el micrófono, lista para armonizar su voz con la melodía. Todo lo demás se estaba estructurando en su mente, el ritmo, la canción, los puentes, pausas, encadenamientos... Estaba todo ahí.

  Abrió la boca para dejar salir su voz, en ese momento recordó lo mágico que era para ella hacer música. Casi lo había olvidado por completo.

   Pero entonces se separó abruptamente.

  Sus manos se congelaron y la canción se esfumó, todo volvió a caer en silencio.

Más tarde, ese mismo día. Dylan ya estaba dormida abrazada a su laptop tras verse una temporada entera de su serie favorita.

  Stella hacía pruebas de vestuario con los chicos. Midiendo y descartando telas.

  Pero ellos no se veían muy animados.

  Joe arrojó unos pantalones al suelo y Stella entró en una crisis.

—¡Eh! ¿Te gustaría que yo arrojara una de tus... canciones al suelo?

—Perdón.

Stella se lo dejó pasar, miró a Nick y le pidió que levantara los brazos.

—Parece mentira que le hayamos dado la espalda al sagrado libro de la ley Jonas por una chica. —Nick le hizo caso a Stella pero siguió abatido por el desastre de la cita de aquella tarde.

Resulta que, los tres habían decidido invitar a María y ver quién le gustaba más. Claro que la idea resultó muy mal y ahora se sentían responsables.

—Aunque fuese María con su sedoso pelo como la motzarella. —Joe divagó.

—Era parte de nuestras vidas.

Stella hizo una mueca. Dylan le habló de las metáforas extrañas que estaban haciendo los chicos pero ya oírlas en persona era bastante raro.

—A ver, esperad. —dejó su cinta métrica a un lado. —Concurso, ¿De qué color tiene María los ojos?

—Azules.

—Pardos.

—Sin dudas tiene dos.

—Nombrad una cosa que haga además de repartir pizza.

—Llamaba al timbre.

—Olía bien.

—Repartía... pan de ajo.

—¿Hola? ¿No os daís cuenta? —Stella sonrió mínimamente. —Os peleáis por una chica a la que no conocéis. Esto no es por María.

—Oh... —tomaron asiento en el suelo reflexionando un poco. —Creo que otra vez nos hemos pasado de competitivos.

—Sí, y lo vuestro no es eso. Es el trabajo en equipo. Eso es lo que os hace una gran banda.

Bueno, al menos ahora habían aprendido la lección. A las malas, claro. El recuerdo de esa desastrosa cita no se iría nunca.

—Nick, ¿Puedo hablar contigo un segundo? —Stella aprovechó cuando Joe y Kevin estuvieron distraídos.

—Sí, claro dime.

—Mira, sé que está muy mal que me entrometa... Pero me preocupa mucho Dylan, después de todo lo que ha pasado.— atropelló las palabras confundiendo al chico. —Lo que quiero decir, es que debes decidirte, ¿Todavía te gusta ella?

Nick parpadeó numerosas veces antes de palidecer.

—¿Qué? ¿Por qué crees que me gusta Dylan? Nos conocemos desde... pfff, siempre. —ahora fue su turno de hablar demasiado rápido entrelazando las palabras mientras sudaba en frío.

—Nick. —Stella lo miró fijamente sin creerse un ápice de su intento por negarlo.

—Está bien, pero no se lo digas a nadie.

—Nick, todos lo saben.

—¿Qué? — Nick miró de reojo en la dirección en la que estaban sus hermanos pues sintió un peso similar al que sientes cuando alguien te está espiando. Como supuso, Joe y Nick estaban escuchando sin mucho disimulo la conversación. Para afirmar lo que decía Stella, asintieron.

—Todos menos Dylan.— añadió la rubia.

Nick suspiró, aquello no era muy reconfortante.

—Da igual, ella ya dicho que soy “su mejor amigo”. —trazó comillas imaginarias en el aire. — No creo que vaya a verme de otra manera y, tampoco quiero arriesgar nuestra amistad.

Stella rodó los ojos. Ella no iba a confesarle que Dylan había estado enamorada de él un tiempo, el chico ya lo arruinó una vez. Ahora le tocaba esforzarse un poco.

—¿Entonces qué? ¿Vas a seguir fingiendo que no te gusta Dylan? —Nick abrió la boca para responder pero Stella no lo dejó. —Porque te recuerdo cómo ha ido eso, ¿Qué pasó con Penny?

—No funcionó. —bajó la cabeza.

—No hace falta que pregunte por María. — Stella tenía su punto. —Nick, no puedes seguir así. No puedes simplemente ignorarlo, ella está viviendo con ustedes.

Stella tenía razón, pero no era menos cierto que si algo salía mal se perdería una amistad de años. Nick no podía soportar pensar en eso.

—¿Y qué quieres que haga?

—Pienso que deberías decírselo. —la rubia encogió los hombros, apostando por convencerlo.

—Stella pero si sale mal...

—Creo que entonces habrá valido la pena. — le dió una palmada suave en el hombro para luego retomar la cinta métrica.

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