4. ¿Quieres hacer algo por mí, Kookie?

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Espero a que el padre de Tae abra la puerta y me deje pasar, pero no lo hace y no es hasta que entro en la habitación que entiendo el por qué.

El Sr. Kim se encuentra recostado en la cama sobre las mantas, leyendo un libro. Sus piernas están extendidas, una cruzada sobre la otra y tiene puesto nada más que un pantalón de pijama color gris, unas gafas de lectura y una sonrisa lujuriosa.

Mis rodillas pierden el equilibrio y se sienten débiles al verlo en ese estado tan relajado y doméstico. Es que el padre de mi mejor amigo supera con creces cualquiera de mis fantasías juveniles.

—Oh... Mi dulce Kookie, te estaba esperando. Por favor ven aquí... No muerdo —dice—. A menos que quieras que lo haga.

Mirando mis pies puedo sentir como mis mejillas se sonrojan a medida que mis pensamientos se llenan de todo tipo de imágenes eróticas en donde el Sr. Kim mordisquea mis labios, cuello, pezones, vientre... Y entonces mi pene...

—Kookie, cierra la puerta —pide él, cuando ve que me quedo congelado en el umbral.

Parpadeo unos segundos tratando de salir del éxtasis en el que me tiene antes de hacer lo que me pide. Cuando al fin camino hacia la cama mi cuerpo va temblando, mientras mis ojos son incapaces de alejarse de su esculpido pecho y de la tienda de campaña que sobresale de su fino pantalón de pijama.

Este jodido hombre me está volviendo loco.

Cuando me acerco, él deja el libro a un lado y sale de la cama quedando de pie frente a mí.

—Ya te dije lo que quería... Y aún es así, pero quiero que primero juguemos un poco. Que disfrutemos mutuamente —dice en voz baja y seductora. Muy empeñado en endurecer aún más mi erección.

—Está bien —acepto, ofreciéndole una sonrisa tímida.

Es que así me hace sentir. Yo no suelo ser tímido con otros chicos, pero con el Sr. Kim es diferente. Es un hombre tan sexy, dominante y endemoniadamente caliente que me siento diminuto frente a él. 

Además, él sabe lo que quiere y también lo que yo quiero.

—Tan bonito —dice tranquilamente, acariciando mi mejilla.

El vapor de su cálido susurro calienta mis labios.

Cada caricia que dejan sus dedos, las palabras susurradas, el suave roce de sus labios en mi piel... todo lo que él me hace, me tiene anhelando por más. Quiero que él haga conmigo todo lo que quiera.

Un gemido escapa de mis labios.

La humedad de su boca no abandona mi piel, mientras sus manos se deslizan por mi espalda acariciando suavemente sobre la tela hasta que se detiene en mis nalgas amasándolas hábilmente con sus manos.

Yo me siento pequeño y protegido entre sus brazos.

Entonces sus manos ingresan en el bóxer, acunando mis glúteos, haciéndome jadear ruidosamente cuando entierra sus dedos en ellos para pegarme a su cuerpo. Y una sacudida de pura lujuria se enciende en mi sangre cuando siento su polla dura e insistente presionando mi vientre.

—¿Te gusta que te toque, Kookie? ¿Se siente bien?

Asiento en silencio, prácticamente lloriqueando cuando una mano se desliza hacia delante para acariciar mi polla. Sé que él puede sentir lo acelerado que está mi pulso a través de toda mi piel.

—Estás muy duro, Kookie —murmura contra mi cuello.

—He estado duro por ti todo el día —admito con mi voz temblando por el deseo—. Desde que te vi en el garaje y después cuando... cuando te vi... excitado... y-yo... ¡Oh, Sr. Kim... por favor!

Sin previo aviso su mano comienza a bombear mi polla, haciéndome gruñir ante la anticipada plenitud.

Más, es en lo único que logro pensar. La palabra se repite como un mantra, como una súplica.

Más... Más... Más... Más...

Cada centímetro de mi recalentado cuerpo grita por más.

—Siempre pensé que eras un chico guapo, pero hoy fue diferente.... Hoy, cuando te vi ahí... mierda... mi polla se puso tan dura —gruñe en mi oído—. Hoy, deseo... No, hoy necesito follarte.

Sus palabras parecen derramarse intensas y entrecortadas. Es como si estuviese conteniendo un jadeo.

—Nunca he necesitado a alguien tan mal —dice—. He pensado todo el día en ti inclinado sobre la lavadora, empotrado en mi escritorio, retorciéndote en mi cama... Mierda... Necesito estar dentro de ti, Kookie.

No logro creer lo que sale de su boca. Todas esas formas en las que me desea... Yo también lo deseo... Lo necesito... Ambos queremos esto.

Antes de que me dé cuenta me deja sobre la cama y atrapa mi cuerpo contra el colchón mientras me besa acariciando mi lengua magistralmente, haciéndome gemir en su boca. Me encanta la forma en que me besa, es delicioso y duro sin llegar a ser agresivo.

Se siente como una húmeda muestra de todo lo que hará conmigo.

Sin romper el beso, me hace rodar en la cama hasta que me deja sobre él. Moviéndome con cuidado, encuentro el ángulo perfecto en que nuestras pollas se presionan la una contra la otra.

—¿Quieres hacer algo por mí, Kookie? —pregunta, acariciando suavemente mis muslos.

Su pregunta me emociona logrando que me retuerza sobre él, mientras sonrío sonrojado y asiento con la cabeza.

—Buen chico —me elogia usando un tono caliente y dice—: Toma mi polla y muéstrame que tan dulce es esa boquita.

Con los ojos amplios y llorosos, me deslizo por su cuerpo hasta que quedo frente a esa impresionante erección que lucha contra las costuras del fino pijama. Titubeando jalo mínimamente la prenda para encontrarme apenas con una piel lisa y rosada que envuelve su carne tan dura como el acero.

Es aún más asombroso cuando lo toco con mis dedos. 

Por un momento muerdo mi labio, preguntándome si espera que solo lo acaricie o si en realidad quiere que lo tome con mi boca. Y es cuando sus ojos ardientes se asoman por encima de sus anteojos que decido lo que haré.

Su mirada es tan jodidamente caliente que ni el mismo fuego le hace justicia.

Me obligo a sacudir mi cabeza para despejar toda la nube de lujuria que comienza a formarse en mi mente y así poder concentrarme en la interesante y gruesa tarea que tengo entre mis manos.

Y sin hacerlo esperar más, termino de deslizar el pantalón de pijama liberando por completo su polla.

Mis ojos se concentran en su rosada y suave cabeza, sorprendiéndome con la humedad de su líquido. Mis dedos rozan la punta empapándome de su sedosidad viscosa, mientras lo froto delicadamente.

Quedo maravillado al sentirlo cada vez más duro y caliente.

—¿Te das cuenta de lo excitado que me tienes, Kookie? —susurra desde sus vísceras y arquea ligeramente sus caderas, incitándome a seguir tocándolo—. No te detengas.

Lentamente, comienzo a deslizar mi mano por su caliente falo. La sola idea de tener ese pedazo de carne dentro de mí, clavándome con fuerza contra la cama, hace que todo mi cuerpo se contraiga por la anticipación, pero primero lo quiero dentro de mi boca.

Humedezco mis labios y me acerco a él, degustando el sabor de la punta de su polla con mi lengua.

El Sr. Kim gime a la par que enreda sus dedos en mi cabello, penetrando suavemente mi boca con su pene. Tengo la mitad de él en ella, cuando lo siento en la parte posterior de mi garganta.

Con el reflejo nauseabundo hormigueando en mi garganta, lo suelto, inseguro de que pueda aguantar mucho más manteniéndolo en mi boca, pero sus dedos jalan suavemente de mis cabellos.

—Por favor, Kookie —suplica apenas—. Un poco más.

Guiado por la ola de calor que dejan en mí sus palabras, abro mi boca tanto como puedo e ignorando el asco y el leve dolor de mandíbula me impulso hacia abajo, ahogándome y atragantándome con su carne erecta.

—¡Oh! —gime bajito—. Esto es muy bueno.... Tan bueno... —dice repetidas veces, mientras yo lamo toda su extensión, empapándolo con mi saliva antes de volver a hundirlo profundamente en mi boca.

Repito la acción un par de veces, acariciando y apretando la base de su pene, mientras lo chupo una y otra vez a un ritmo lento y sensual.

—Kookie..., Oh, Kookie, me harás acabar si no te detienes ahora —solloza en un hilo de voz grueso y profundo.

Con la mirada alzada hacia él, lamo de nuevo su polla. Entonces, sus pupilas se dilatan aún más y sus párpados caen pesados por la lujuria. Así que mi lengua lo tortura con un último viaje desde la base hasta la punta y dejando un beso en la cabeza, gateo hasta quedar nuevamente sobre él, besando toda la piel que encuentro en mi camino hasta lograr de nuevo la fricción placentera de nuestras pollas.

La sensación es alucinante.

—Voy a desnudarte —dice antes de deslizarse hacia la cabecera de la cama y quedar sentado.

Me toma de las caderas, guiándome hasta quedar montado a horcajadas sobre él. Ahora nuestros ojos, boca y labios están al mismo nivel. Estoy a punto de inclinarme para comerme su boca cuando él se apodera de la mía antes.

Con su lengua acariciando la mía, arrastra seductoramente sus dedos por mi torso hasta encontrar el borde de la camiseta, levantándola hasta romper el beso y sacar la prenda por sobre mi cabeza.

Muerdo mi labio, sintiendo un pesado hormigueo en mi vientre cuando sus ojos me recorren y se pierden en el bulto que se esconde bajo la tela de mi bóxer.

—¡Kookie, Kookie...! —gime a medida que su mano recorre mi abdomen y abdominales hasta terminar acariciando el bulto duro y húmedo que se esconde en el bóxer.

Un gruñido de ansiedad y de alivio escapa desde mi garganta.

Me retuerzo sobre él, empujando mi cuerpo hacia el suyo, frotando mi polla con la del Sr. Kim.

—Esto se siente tan bien —susurro cuando el padre de Tae comienza a besar mi cuello.

Cada lamida y beso que deja me hace sentir más y más desesperado, esperando que él me toque otra vez. Más aún cuando recuerdo nuestro encuentro en la oficina. Quiero volver a sentir lo que sus manos y dedos expertos pueden hacer conmigo.

Sus manos envuelven mis caderas, juguetean en mis muslos y acunan mi culo, mientras yo lo envuelvo con mis brazos, pegando aún más nuestros cuerpos. Dejando su dureza entre mis nalgas y la mía atrapada contra su vientre.

Nos frotamos a un ritmo desquiciante, estimulando cada poro de mi cuerpo, aumentando mi necesidad de recibirlo en mi interior. Pidiendo en cada fricción un poco más.

Sus labios continúan besándome, mordisqueando mis hombros, lamiendo mi cuello succionando duro tras mi oreja que, sin duda, dejara algún tipo de marca en mi piel. Y la sola idea de ser marcado y reclamado por el Sr. Kim, me calienta aún más.

No puedo seguir esperando por sentir su polla llenándome y dilatando mis paredes.

—Te deseo, Sr. Kim —susurro en su oído, deslizando mis dedos por sus mechones oscuros—. Por favor... Tómame.

Sus besos se detienen y sus ojos se encuentran con los míos. El aire que nos envuelve es solo lujuria y él parece mirarme como si yo fuese lo más sexy que ha visto toda su vida.

—Tan dulce y tan sensual, Kookie —susurra acercándose a mi boca—. Me aseguraré de que jamás olvides este momento.

Entonces en un movimiento brusco nos hace rodar. Sus caderas se clavan con fuerza contra las mías, fijándome con todo su peso en el colchón.

Todo mi cuerpo vibra cuando su polla me embiste con fuerza por sobre la tela del bóxer y sumergido en el deseo me pregunto; si esto es real o si no es solo un sueño.

—Por... favor... tómame —le suplico, mordisqueando su mentón.

Entonces sus dedos se enganchan de la cinturilla del bóxer, deslizándolos lentamente por mis piernas. 



.♡.

¡Ups! Continúa mañana. 

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