5. ¿Quieres más, Kookie?

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Cuando el bóxer se pierde en algún lugar del piso, yo me acomodo bajo el Sr. Kim, abriendo más las piernas y acunando su polla dura entre mis nalgas.

Muy cerca de donde lo necesito. Casi rozando...

Sus labios se pegan a los míos y su lengua se desliza profundamente masajeándolo todo, como si estuviese follando mi boca, mientras sus cálidas manos se pasean por mi cuerpo frotando y acariciando. Construyendo una necesidad tan desesperante que siento que explotaré si él no ingresa pronto en mí.

Por unos minutos soporto la necesidad, pero pronto mi paciencia llega a su límite y mis caderas comienzan a balancearse instintivamente, masturbándolo con mis nalgas y empapándome con su viscosa leche.

Mis paredes parecen suplicar que el Sr. Kim se abra espacio entre ellas.

—¿Qué es lo que quieres, Kookie? —su voz suena firme, lujuriosa y su aliento cálido hace cosquillas en mi oído, mientras mi estómago se contrae de la emoción.

Me muerdo el labio embelesado, apretándolo dolorosamente entre mis dientes.

—Dime, bebé —exige.

—Quiero... Yo quiero... Tu polla, Sr. Kim —pido entre jadeos vergonzosos, moviendo mi cuerpo desesperado por tener más de él.

—Esto probablemente te dolerá —advierte a medida que saca un tubo pequeño y delgado de bajo la almohada.

Yo sé que dolerá, pero no tengo miedo. Puedo manejar el dolor, porque ahora lo único que deseo es tenerlo dentro. 

Cierro los ojos y lo primero que siento es el gel helado escurriendo por mis nalgas y entrada. El contraste de temperatura me estremece, pero no se compara al escalofrío que siento cuando uno de sus dedos se abre camino en mi interior; lento, delicado, pero preciso. Se retuerce en mi interior, expandiendo con cuidado mis paredes y preparándome para un segundo dedo. Repitiendo los mismos movimientos hasta que siento tres dedos hurgando en mi ano.

Cuando parece que comienzo a acostumbrarme a la sensación, el roce de su gruesa polla alineándose en mi entrada hace que apriete mis dientes, preparándome para el asalto más importante y doloroso. Y es cuando la gruesa cabeza entra en mí, que me quedo sin aliento ante la aguda quemadura. Así que intento concentrarme en lo relevante: el padre de Tae está deslizando su polla desnuda en mi interior y lo hace lentamente, sin detenerse, llenándome de a poco.

—Mierda, Kookie, estás jodidamente apretado —gime contra mi oído.

Lloriqueo en respuesta. El dolor es intenso, pero intento soportarlo. Y es en el momento en que siento sus firmes abdominales presionar con fuerza mi miembro, que soy consciente de que está completamente dentro. En lo más profundo.

Por un momento se detiene, dándome tiempo para acostumbrarme a la caliente intromisión y después de unos besos dulces y unas caricias suaves, el dolor comienza a disminuir.

Sus dedos se deslizan por mi mejilla y abro los ojos.

—Está bien —murmura sobre mi boca. Su rostro es una mezcla de deseo y preocupación—. ¿Estás bien, Kookie?

Sin poder hablar, asiento, mientras espero a que comience a moverse y él sonríe mirándome con algo parecido a la ternura.

—Eres delicioso —dice, retirándose casi por completo, para volver a ingresar lentamente.

Me estremezco. Duele, aunque menos que antes.

Él empuja una y otra vez, intensificando de a poco las estocadas y el placer.

—¿Quieres más? —pregunta sin aliento y cuando los embistes se vuelven más duros, el sudor se forma brillante en su frente.

¡Oh, Dios! Él es más intenso de lo que imaginé.

—Si... —lloriqueo con mis dedos clavándose en sus anchos hombros.

—Tócate, Kookie —ordena él.

Su firme y esbelto cuerpo se siente tenso mientras sigue empujando en mi interior, pero se arquea creando el espacio suficiente para que mi mano encuentre mi pene y pueda tener una imagen parcial de su polla perdiéndose una y otra vez en mi entrada.

La imagen de él embistiéndome es tan erótica e increíble que puedo sentir la ansiedad del orgasmo anidándose en mi vientre.

—Te das cuenta de lo caliente que nos vemos juntos —dice.

Su voz suena tensa, pero controlada. Me doy cuenta entonces que él está tan mal como yo. Asiento con la cabeza, bombeando frenéticamente mi pene y concentro mi mirada en el suyo, fascinado por la forma en que mi cuerpo recibe cada uno de sus ataques.

Todo mi cuerpo arde bajo él.

—Si —susurro a medida que él se incorpora, alzando una de mis piernas para apoyarla en su hombro.

El cambio de posición provoca que su polla golpee un lugar en mi interior que me marea y atonta.

—Sr. Kim, otra vez... —suplico ahogado.

—¿Quieres más, Kookie? —gruñe y sin respuesta, lo hace de nuevo—. ¿Se siente bien mi polla?

La pregunta sale como un jadeo, mientras me mira con sus ojos oscuros e intensos, disfrutando de mi cuerpo y de todos los gemidos incontrolables que salen de mi boca por sus poderosas embestidas.

—¡Más! —ruego. Masturbándome rápido, tan cerca de llegar que no logro mantener los ojos abiertos, ni detener las mordidas de mis labios—. Oh, mierda...

Él gime y su expresión es alucinante y hermosa.

Deja caer mi pierna y se lanza sobre mí enterrando su rostro en mi cuello. Se aferra a mis caderas y las acomoda, arqueándome aún más contra él, penetrándome hasta lo más profundo.

Es caliente.

Es abrumador.

Es maravilloso.

Es mucho más de lo que yo esperaba.

Entonces todo mi interior se contrae alrededor de su polla. El éxtasis me desborda y pierdo el control gruñendo por lo alto y convulsionando bajo su cuerpo caliente. 

Un gemido entrecortado sale de sus labios y yo me retuerzo, amando la manera en que me folla tan cuidadoso y duro a la vez.

La intensa sensación de acabar con la gruesa polla del Sr. Kim moviéndose dentro de mí me mantiene al límite. Cuando comienzo a caer en el poderoso clímax, sus manos se aferran a mis caderas y hábilmente me giran. Antes incluso de que sea consciente, estoy montado sobre él, subiendo y bajando por su pene.

—Así puedes tomar todo de mi —susurra como si quisiera explicar el cambio de posición, pero ninguna explicación es necesaria. Por el contrario, cada vez que alza mis caderas y me vuelve a encajar en su falo erguido me hace llorar por otra y otra.

Siempre esperando la siguiente, deseando que jamás se detenga.

En esta nueva posición, tengo una mejor visión de su polla entrando y saliendo de mí. La forma en que desaparece entre mis nalgas y la fuerza escandalosa con que nuestras pieles se golpean solo logran ponerme más caliente.

Esto es tan jodidamente increíble, que aún no logro creer que él sea mi primera vez.

—Mierda... harás que acabe muy duro, Kookie —gime, antes de salir y enterrarse profundamente en mí.

Casi grito por la intensa sensación de placer y dolor.

—¡Dios! —gime otra vez, apretando mis caderas y haciéndome saltar erráticamente sobre él.

Está por terminar y eso es lo que quiero; ver su rostro satisfecho perdido en el placer que mi cuerpo le ofrece. Quiero sentir su caliente leche inundándome y derramándose dentro de mí. 

Cuando sus ojos se encuentran con los míos, puedo ver que está borde del abismo.

—Dios, Kookie... Eres... Perfecto... —dice con sus ojos brillando de lujuria y placer.

Su voz me deja sin aliento y nuevamente comienzo a bombear mi pene desentendido. Una sonrisa se forma en sus labios cuando se percata de mi inminente liberación.

—Quiero verte acabar —pide sonando casi como una súplica.

Y yo obedezco al sentirlo tan duro, tan caliente y tan desesperado en mi interior... Acabo escandalosamente sobre él.

—Oh... Kookie. Maldición, eres delicioso —su voz suena dura y su cuerpo sigue tenso, pero su rostro feroz y hermoso luce aliviado cuando ve mi semen ensuciando su abdomen.

Alza por última vez mis caderas para volver a ensartarse profundamente en mí y se arquea hacia mi cuerpo como un animal salvaje, mientras acaba balbuceando gruñidos y se queda quieto con su polla pulsando dentro de mí, llenándome con varios chorros de su semen caliente.

Cuando su espalda vuelve a caer sobre la cama, todo él parece relajarse.

Sube las manos por mi espalda y me atrae hacia él, dejándome recostado en su pecho, mientras sus brazos me envuelven con cariño, juntando nuestros cuerpos cubiertos de sudor y semen. Estoy tan cansado que lo único que deseo es dormir aquí, sobre su cuerpo, acurrucado en su piel.

Pero ahora que he conseguido lo que quería, pienso en Tae. Mi mejor amigo al cual de alguna manera he traicionado por dejar que su padre me folle a un par de habitaciones de la suya.

¿Seguirá dormido?

¿Por cuánto tiempo más podré permanecer recostado sobre su padre sin que él note mi ausencia?

Si Tae se entera, me va a odiar. No tengo dudas de eso.

—Kookie, estás tenso —dice él, antes de dejar un beso en mi frente sudada—. ¿Qué pasa, bebé?

—Nada, solo me di cuenta que no puedo dormir aquí —digo y soy consciente de que estoy haciendo un puchero cuando él sonríe con ternura. Pero no puedo evitarlo, no me quiero ir. Quiero tenerlo así todos los días.

Él suspira, enredando sus dedos en mi cabello, masajeando mi cuero cabelludo.

—Tae podría despertar —le recuerdo.

Cuando menciono a su hijo, el Sr. Kim se pone tenso inmediatamente y sus dedos se sienten rígidos sobre mi piel, pero luego de unos minutos se relaja.

—Cuando él se enteré me va a odiar —susurro, sintiendo un nudo incómodo en mi garganta.

—Está bien, Kookie. Será nuestro secreto, ¿está bien así? —pregunta.

Lentamente se retira de mi interior, dejando una sensación de ardor y vacío extraña en mí, para luego girarme en sus brazos. Cuando ya estamos frente a frente sus cálidos labios se encuentran con los míos en un beso lento y dulce que poco a poco se torna intenso en un constante dar y recibir.

Se siente tan bien que sin importar lo que sea esto, no quiero que termine.

—Podemos.... Es decir, no quiero que sea la única vez —susurro en su oído sintiendo mi rostro caliente por la vergüenza.

—Yo tampoco quiero que sea la única vez, mi bonito Kookie. Me haces sentir bien —dice besando mis labios con ternura—. Solo debemos ser cuidadosos.

—¿En serio? —chillo despacito, sin poder creer que él quiera estar otra vez conmigo.

El Sr. Kim se ríe de mi arrebato infantil y me besa juguetonamente.

—Si... Aunque no tengo ni idea de por qué alguien como tú querría estar con un viejo como yo.

—Sr. Kim, no eres tan viejo. Además, eres increíble y lo sabes —digo, deslizando mi mano por su abdomen marcado, bajando suavemente por su vientre.

Él se estremece cuando mi mano lo encuentra. 

—Sabes... No tienes que llamarme Sr. Kim —susurra—. No voy a negar que es excitante escucharte llamarme así, pero puedes decirme Jin.

—Está bien, Jin... —replico, ruborizándome mientras mis dedos envuelven su polla—. Pero... ¿también te puedo decir Sr. Kim?

Él deja escapar una risita y el sonido excitado que sale de su garganta me eriza tanto por fuera como por dentro.

—Claro que puedes, Kookie.

Sonrío, mientras mis dedos se deslizan por su miembro y un bostezo se me escapa sin preguntar.

—Estás cansado —afirma, con su respiración pesada.

Asiento a pesar de que odio la idea de soltar su carne y dejar su cama. Más cuando no sé en qué otro momento volveremos a estar juntos.

—Si tan solo no viajarás tanto —murmuro, acurrucándome en su pecho y bombeando su miembro.

—¿Tae no te contó? —pregunta él y su pecho sube y baja gracias a mis caricias.

—¿Contarme qué?

—Fui trasladado. Ya no viajaré tanto como antes y... pasaré muchas más noches en casa. Así que podemos vernos... Ya sabes que Tae siempre se pasa de su horario de llegada para estar con JiMin.

—Me siento mal por mentirle... —digo en un suspiro, antes de que él me vuelva a besar.

En serio, me siento mal por mentirle, pero no lo suficiente como para detenerme. 



.♡.

¡Ay este Kookie! Tan hot y tan tierno a la vez. Combinación peligrosa, ¿no creen?


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