CAPÍTULO 3: Despertar confuso

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—¿Seguro que estás bien, Star? Desde que... bueno, desde que despertaste del coma, te veo... No sé... diferente, como ida, y han pasado ya unos días. Me preocupa que... —insistió Ben rascándose la nuca.

—De verdad. Estoy bien —zanjó Star abruptamente con la voz algo ronca. Después, llevó su mirada hacia la pared trasera del dormitorio. Quería evitar mirar a Ben directamente a los ojos—. ¿Te importa si...? —preguntó señalando el pijama con un gesto de cabeza.

—Oh, claro, «chica ren...». —Ben reformuló la frase. Desde el incidente, evitaba llamar a Star «chica renacida» o hacer cualquier broma. Tenía miedo de hacerle más daño, pero Star sentía que se le clavaba un puñal en el corazón cada vez que Ben le llamaba seriamente por su nombre. Se sentía lejos de su garante. Muy lejos—. Claro, sin problema. Buenas noches, Star.

—Buenas noches. —Star no se giró para despedirse, y antes de que Ben pudiera seguir hablando, cogió su walkman, se lo encajó en las orejas y pulsó el botón de play para escuchar Here I go again de Whitesnake por milésima vez. Subió el volumen y, por el rabillo del ojo, pudo ver que su amigo se quedaba en pie unos segundos más, antes de torcer el gesto con tristeza, y marcharse.

A pesar de que, en apariencia, la muchacha pareciera tan gélida como el hielo ártico, en la práctica todo era muy distinto: por dentro a Star se abrasaban las llamas de la rabia, el infierno y el odio. Un volcán en erupción, que estaba a punto de estallar y de salpicarlo todo con lava ardiendo, había despertado en sus entrañas.

Todos aquellos episodios de locura transitoria y alucinaciones le afectaban seriamente al estado de ánimo. Eran como una maldición. Sin embargo, y por mucho que le doliera admitirlo, su llegada había sido algo así como una bendición al mismo tiempo. Porque, en el fondo, esos encuentros de frente con aquel hipotético pasado, estaban siendo la única razón por la cual, todavía, no le había arrancado la cabeza de cuajo a Matteo Eville.

Una vez recuperada una pequeña parte de su poder, había pensado en ciento y un formas de acabar con él para siempre. Aunque Ben, el Dómine y todos aquellos Desdenios del templo, habían presenciado y masticado, algunos con más dulzura y otros con más acidez, el acto de deslealtad cometido por Matt hacia su abuelo y sus retorcidos planes, Star no había llegado a ver absolutamente nada con sus propios ojos.

Un día, cayó al suelo agotada en una cueva convertida en santuario en las raíces de Sceneville, y al siguiente, despertó sin más a kilómetros de su casa, encerrada en un bastión totalmente en ruinas, al lado de la persona que le había convertido en aquello que ahora era. Además, no por fortuna, más bien y tan solo, con la única intención de terminar con su vida para dársela de comer a las bestias. De asesinarla sin piedad alguna, atravesando cada débil parte de su cuerpo de humana adolescente, con sus viscosos tentáculos. ¡Y no solo eso! Sino que, para más perturbación, Ben estaba allí, en Hammondland, junto a él.

Star no entendió nada. Si Ben había sido quién le había empujado a enfrentarse a Matt Eville, ¿por qué ahora parecía ser algo así como un viejo amigo para él? Nada había tenido sentido para ella desde el mismo minuto en el que se había puesto en pie, durante la gran tempestad de Strana.

En cuanto vio a los chicos, le invadió la confusión. No obstante, rápidamente, con las pocas fuerzas que le quedaban tras el coma, se había abalanzado sobre Matt proyectando toda la ira acumulada. No le importaba si el muchacho tenía algo que decir, o no, respecto a su condición atípica, o si tenía cientos de vinilos en su propia habitación, que ella misma anhelaba poseer. Le daba lo mismo que en realidad pareciera un chico más de su edad. Lo único en lo que pensaba era en desgarrarle las venas del cuello o en estrangularlo hasta dejarlo sin aire, para que sintiera arrepentimiento al morir a manos de una criatura creada gracias a su acto de crueldad.

Afortunadamente para el Entherius y para Ben, Star se había despertado sin poder. Estaba débil y cansada. Debido a esto, antes de poder completar el asesinato tan ansiado, y rociar con la sangre del cuerpo atípico del chico, toda la tristeza derramada en Hammondland, desfalleció.

Al final, se acostumbró a ver a Matt Eville a su lado. Los días que sucedieron a ese, había ido despertándose pequeños periodos de tiempo. Abría los ojos y los volvía a cerrar. Dormía casi todo el tiempo, y cuando no lo hacía, miraba de soslayo y comprobaba que siempre había alguien con ella. Matt, Ben, Ben o Matt. Ambos se turnaban para salvaguardar su vida. Entendía por qué Ben lo hacía. Era su garante, su querido guardián, pero Matt... ¿Qué hacía allí sentado como si jamás hubiera roto un plato? Le costaba quedarse dormida cuando era él quien le sujetaba la mano, si bien, terminó encontrando una fantasía que le llevaba a caer con gusto en las apacibles aguas del sueño. Se imaginaba su venganza. Pintaba en sus sueños la escena en la que ajustaría cuentas con ese repugnante insecto. Lo haría en cuanto se recuperase del todo.

Un atardecer, en el que por fin se sentía lo suficientemente fuerte para sentarse, el pasado volvió a ella para hablarle en secreto. Ben le lavaba las manos, el cuello y la cara con una toalla de cientos de colores que no encajaba nada con el ambiente. Lo mismo ocurría con la ropa que ambos llevaban, verde, amarilla y moderna, perteneciente a finales de los ochenta, contrastaba con los viejos muros de mármol blanco y las ruinas de un siglo lejano.

—¿Por qué me miras así? —preguntó Ben con la mirada baja sonriendo de medio lado. Era una pregunta amable y cariñosa, a pesar de que Star estuviera fulminándolo con la mirada sin ningún disimulo. Esta no contestó, pero arrugó aún más sus cejas—. Vamos, Star...

—¿Qué hace él aquí? —cuestionó al fin. Sus facciones se endurecieron al hacer esta pregunta, y aunque no levantó la voz, su tono fue severo. Por un momento, Ben relajó los labios, mas enseguida, volvió a su sonrisa anterior.

—Es una larga historia que debería contarte él —respondió apartándole un mechón de cabello que se le había pegado a la frente para pasar la toalla por sus pestañas.

—Está bien —dijo con seriedad poniéndose en pie—. ¡Pues quiero saberlo ahora! —Antes de que pudiera dar un paso, Ben sujetó su cuerpo desde la cintura. No podía caminar demasiado y mucho menos a gran velocidad y envuelta en rabia.

—Hoy no... Primero debes estar bien para esa... historia.

—Odio cuando te pones tan misterioso.

—¿Quieres que cuando termine, me acurruque contigo como en los viejos tiempos? Sigo siendo igual de suave y blandito. Te lo prometo —señaló guiñando un ojo con picardía y recolocándose después las gafas cuadriculadas.

—Nada parece ser como en los viejos tiempos —resolvió Star mientras Ben le ayudaba a tumbarse de nuevo en su cama. La muchacha no había dejado el enfado a un lado, pero ya no fruncía el ceño y se dejó arropar por Ben. Para él, ese gesto era suficiente. Por ahora.

—Buenas noches, Star —se despidió mirándola con ternura.

—Buenas noches. —La muchacha levantó la mirada, y por primera vez en mucho tiempo, buscó que sus pupilas se encontraran gentilmente con las de su garante. Fue entonces cuando lo vio todo.

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¡Capítulo 3! ¿Qué será aquello que vio Star? ¿Te atreves a adivinar? 👀

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