CAPÍTULO 36: El intruso de seis ojos

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—¡Corre! —Star provocó una onda expansiva desde su posición que golpeó el géiser rompiéndolo en mil pedazos, y haciendo que el agua salpicara en todas las direcciones. Terence en su forma animal, salió volando chocando, contra los altos tejados de la fortaleza—. ¡Por aquí! —gritó señalando las escaleras hacia la azotea.

El Sibum de seis ojos agitó la cabeza, haciendo crujir sus huesos, emitió un gruñido iracundo y salió trotando a cuatro patas detrás de los chicos. Después, desapareció escalando los peldaños hacia la terraza. Subió las escaleras de piedra, resbalosas, envueltas en musgo a toda velocidad, dejando un rastro de baba negra a su paso. Arriba, Matt cubría el flanco derecho y Star el izquierdo. Ambos en posición, preparados para defenderse de cualquier ataque.

—¿Terence...? —Alzó su brazo, fuerte y musculoso, colocando la mano de tal forma que hiciera ver al semianimal que no pretendía hacerle daño. De soslayo, vio que Star asentía ligeramente, confirmando que se trataba de Terence quien estaba a punto de atacarlos—. Terence, por favor, no tienes por qué hacer todo esto... —rogó Matt con un hilo de voz—. Déjanos marchar, por favor. —Se quedó quieto, tratando de no efectuar ningún movimiento brusco que pudiera alterar al Sibum. Este apretaba la mandíbula y se relamía los colmillos con tensión.

—Terence, me conoces —balbuceó Star—. Y los conoces a ellos... Elige bien. Te prometo que si te quedas conmigo, no te pasará nada. Te lo prometo. —El semianimal relajó la mandíbula y parpadeó seis veces algo confundido. Torció el cuello y miró a Star, adelantó una pata hacia la muchacha con cuidado. Esta imitó su gesto, acercándose un poco más a su persecutor—. Eso es...

No obstante, al tiempo que Star movía ligeramente su posición, el Sibum saltaba sobre ella. Matt se interpuso entre ambos de inmediato, y Star, se agazapó. Dándole la espalda, este se alzaba majestuoso pero terrorífico, su cuerpo, fibroso y recto, había sido quebrantado por aquellos gruesos tentáculos que ella recordaba bien. Se movían a la orden del pensamiento del Entherius, hacia un lado y hacia otro, con apariencia caótica, pero enseguida, un aullido de dolor provocó que los pájaros salieran volando en bandada. Star atisbó por encima del hombro de Matt, y encontró a Terence tumbado en el suelo, retorciéndose desconsoladamente.

—Vamos —ordenó Matteo. El sonido de sus palabras mutaba con su transformación. Salía de lo más hondo de su vientre, como si el infierno se concentrara en ese punto de su piel.

Star buscó el campo visual de este, asintió y saltó del tejado, colgándose de la copa de un árbol cercano. El chico escondió sus tentáculos y en su lugar, estiró unas largas garras que le permitieron agarrarse al tronco de ese árbol. Llegaron al suelo, cubierto de nieve derretida, y se abrieron paso entre los charcos sin apartar la visión del punto en el que habían dejado a Terence. Se adentraron en el bosque, avanzando por el terreno exento del temporal.

—¿Crees que estará aquí? —Los árboles se extendían a lo largo y alto del bosque. Apenas había claros entre los troncos anchos de estos. Caminaron despacio, observando cada detalle, atentos a cualquier ruido que pudiera parecer fuera de lugar—. Todo es culpa mía, Matt...

—No deberías entretenerte con ese tipo de pensamientos ahora, Star. No te alejes demasiado de mí, ¿vale? —pidió el chico caminando casi a hurtadillas—. Parece que no hay nadie por aquí... ¡BEEEN! ¡BEEEN!, ¿estás ahí? —Matt emitió un grito entre susurros.

—¡Ben! ¿Estás ahí? —Durante aproximadamente media hora, examinaron el bosque, oscuro pero recubierto de una luz anaranjada que indicaba que el amanecer no estaba muy lejos. Observaron cómo los pocos pájaros que quedaban, se iban despertando poco a poco, inundando la atmósfera con su cantar, el verdor se iba haciendo más y más patente y la niebla se quedaba estancada en el límite entre el suelo y el aire—. Quizá se haya ido para siempre... —Star se dejó caer en la ancha raíz de un abeto. Se sentó con las manos en los ojos. Tenía las uñas llenas de barro, el pelo sucio y manchas de suciedad por todo el cuerpo y la ropa—. No sé qué voy a hacer sin él.

—No vas a hacer nada sin él, porque va a volver... —respondió Matt sentándose a su lado.

—¿Y si no vuelve?

—Volverá. Y entonces, te asegurarás de hacerle saber lo mucho que te importa... Star, él no vive ajeno a tu dolor, entenderá tu actitud en cuanto se le pase el enfado y te perdonará.

—Yo ya le he perdonado...

—Lo sé.

—Deberíamos volver... Terence no estará inconsciente durante mucho tiem... ¡AAAAAAHHHH! —Una sombra corpulenta echó a Star hacia atrás, llevando con su cuerpo a la chica. En el transcurso de varios segundos, Star solo pudo sentir su cuerpo dando vueltas, rodando por el suelo, pinchándose con las ramas y masticando las hojas caídas.

Terence se había recuperado demasiado rápido, pero ahora, atacaba a Star en su forma humana. Cuando se detuvieron, la chica lo examinó rápidamente. Ya no le parecía el chico guapo e interesante que una vez le había parecido, sin embargo, ese fuego interior seguía encendiéndolo con una rabia multiplicada al cuadrado.

Matt se abalanzó sobre ambos, envuelto en llamas, pero antes de caer, Star lo apartó con un gesto de cabeza. El pecho le picaba. le ardía el hueco entre las costillas, tanto, que hubiera querido arrancárselo de cuajo. Era la primera vez que con un solo gesto de cabeza, conseguía emitir una fuerza tan potente como para apartar a otra criatura. Tuvo cuidado de no dañar a Matt.

—Star, ¿qué haces? —se quejó el chico desde el otro lado.

—Puedo sola. Este perro no va a cazar más presas hoy —dijo mirando con rabia a Terence—. Emitió un sonido gutural empujando al Sibum con rabia hacia un árbol.

—Siempre tan... prepotente. No siempre podrás tú sola.

—Pero hoy sí. —Levantó un brazo y las ramas del abeto, en el que minutos antes había estado sentada comenzaron a moverse, atrapando a Terence entre sus brazos de madera. Dos lobos de aura plateada aparecieron por un lateral, lanzándose directamente contra Terence, tratando de mordisquearle los tobillos.

Dejaron que los lobos hicieran el resto y dejaron atrapado al Sibum entre las ramas. Como no dieron con Ben, decidieron dirigirse a la biblioteca, donde probablemente, Kuna, Nahama y Mary Dorcas, estarían pasando las últimas horas antes de retirarse a sus habitaciones. Star entró lanzada empujando la puerta con sus hombros, dispuesta a desembuchar todas sus últimas noticias.

—Por fin te dignas a aparecer, querida Star. —La voz flotó en el aire unos segundos más de lo normal, para después colarse en su oído derecho y golpearla como una espada de hierro bien afilada. Giró la cabeza rápidamente buscando al portador de aquellas palabras y sus ojos se encontraron de lleno con los de Michael Eville—. Oh, ¿no te alegras de verme? —dijo mientras su rostro, fino, de porcelana y bello se transformaba ligeramente. Su boca se hizo más grande. y el musgo verde, mezclado con la sangre, recorría unos dientes ennegrecidos capaces de transmitir la rabia. El Dómine parecía mostrar, por primera vez, su verdadera naturaleza.

A la derecha del macabro monstruo, una joven con los párpados divididos por unas perturbadoras cicatrices, sujetaba con fuerza a Mary Dorcas. Con un brazo retenía su cuerpo y con una afilada daga, amenazaba el cuello de la recta mujer.

—No te preocupes por ella —rio con profundidad—. Nunca me ha caído bien. —A la izquierda de Michael, Damon miraba con furia a Matteo. Era mutuo. El Entherius más jóven se contenía para no morderle y arrancarle las venas de cuajo—. ¿Por qué no te sientas, querida? Creo que tenemos... una conversación pendiente. —Levantó la cabeza ligeramente y movió una silla, que se arrastró por todo el suelo hasta golpear el hueco formado detrás de las rodillas de Star, forzándola a sentarse de forma involuntaria.

—¡¡NO!! —Matt levantó una mano para parar a su abuelo.

—¿Te atreves a desafiar a tus legítimos amos? —se mofó Damon—. Hijo mío, más te vale mantener las manos quietas o, —dijo señalando a Mary Dorcas. Al gesto, la joven Ispanda movió ligeramente el cuchillo por la garganta de la mujer, dejando que un hilo de sangre recorriera su tersa piel. Matt guardó las manos en los bolsillos, obediente—. Siéntate.

—¿Dónde está mi querido Kuna? ¿Mi amado traidor? —dijo Michael.

—Kuna no está aquí —corrió a responder Star.

—Tan ingenua como siempre. ¿Crees que no sé a qué huele un Desdenio que he creado con mis propias entrañas? Más le vale aparecer pronto... o todo esto terminará antes de lo que me hubiera gustado... —sonrió de medio lado, malvado. Regodeándose en su malevolencia.

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