CAPÍTULO 40: La tercera puerta

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—Matt... —murmuró Ben con prudencia—. Oye, lo siento mucho, de verdad... —El garante contemplaba cómo el Entherius se había derrumbado al descubrir el cuerpo de su madre, inerte, sobre el suelo de la biblioteca. Había dejado resbalar su espalda en la pared del pasillo y había enterrado la cabeza entre sus rodillas, utilizando estas para taparse los oídos y evadirse. El material del suelo, alrededor de sus zapatillas, comenzaba a tornarse negro, por el calor, dejando una marca como la que deja una olla hirviendo sobre la madera virgen—. Oye, tío... Tienes que tranquilizarte, o saldremos todos ardiendo —dijo señalando el cerco de ceniza.

—Era la única, Ben... la única que merecía la pena, la única que siempre me trató con cariño...

—Lo sé —afirmó. Se colocó frente a su amigo y en cuclillas, ayudó a que este destapara su rostro—. Sé que decir esto es una mierda... que lo que debería decirte como buen amigo es que llores, que te permitas estar mal y triste... Pero no puedo decirte eso hoy, no en este momento, en esta situación de vida o muerte. Lo único que puedo decirte es que tienes que ser fuerte hoy.

—Algo malo va a ocurrir, Ben... Algo terrible, ¿no lo entiendes? —sollozó jadeante—. El Dómine no se rinde, y mucho menos, huye cuando va por delante en un ataque... Si se han marchado después de... —suspiró—. ¡No puedo ni decirlo!

—Crees que están tramando algo, ¿no es eso? —Matt asintió con la cabeza con la preocupación pegada a todos sus músculos.

—Es una trampa. Estoy seguro.

—Bien... —sopesó el garante—. Star debe de estar en mi despacho esperando a sus amigos, Los Cazadores. Iremos a buscarlos y nos marcharemos antes de que vuelvan.

—¿Y qué será de Kuna y Nahama? Se los han llevado...

—Tendrán que esperar, colega. En este momento, estamos en estado uno de emergencia. Sacaremos a Star de aquí, pediremos a sus amigos que la oculten el tiempo que sea necesario, y después, volveremos tú y yo, solos, a por Nahama y Kuna... ¿Te parece bue...?

—¿Ben? —interrumpió Matt algo desconcertado.

—¿Sí?

—Mira esto. —El Entherius examinaba con curiosidad la pared. Justo por encima del rodapiés, se extendía una línea de luz, como la rendija de una entrada tapiada. El chico, palpó el tabique con muchísima precaución. Acto seguido, acercó la oreja, tratando de percibir algún movimiento o sonido de su interior, como si esperara que detrás del muro latiera un corazón con vida—. Ben, dame tu mano. —Ben extendió su brazo y se dejó guiar por Matteo. Este lo atrajo hacia sí mismo, y ayudó a colocar la mano del garante justo al lado de la suya.

—¿Crees que...? ¡Alucinas, tío!

—¿Lo escuchas? ¿Escuchas el latido? —Al otro lado, una palpitación hacía vibrar levemente las manos de ambos chicos. Una palpitación fuerte, contundente pero tranquila. Similar a la de una criatura de monumentales dimensiones que duerme, roncando y exhalando grandes cantidades de aire.

Desde el piso inferior, les alcanzó un ruido, seguido de un estruendo en escala que hizo que a Matt le asaltara la duda. Tal vez Star había abandonado el despacho antes de lo esperado, puede que sus amigos hubieran llegado a Hammondland, y después de todo, no esperaba que Star siguiera manteniéndose al márgen. La Sorgeni lo había dejado claro.

—Ben...

—¡Tenemos que darnos prisa! —atajó este con impaciencia.

—Sí... —Matt se aproximó todavía más a la rendija, tratando de identificar que provocaba aquel efecto lumínico. A su vez, Ben se había puesto en pie retrocediendo algunos pasos. Había cruzado los brazos después de juguetear con la montura de sus oculares, algo que hacía constantemente cuando le daba vueltas a una idea—. ¿Qué haces? —espetó Matt—. ¿No dices que hay que darse prisa? ¿Qué haces ahí parado?

—Espera... Dame un minuto... —musitó entre dientes—. Estoy... pensando...

—¡Pues piensa rápido! Eso que suena no me da buena espina... —Ni Ben ni Matt eran conscientes de lo que había acontecido abajo, en la biblioteca. Ni siquiera podían llegar a imaginar que Los Cazadores peleaban con uñas y dientes mientras una sombra oscura y perversa se llevaba a Star Moon por los aires.

—¡¡Tengo una idea!! Necesito que invoques tu Entherius.

—¿Qué? ¿Para qué? ¿Y qué hago?

—No sé, cualquier cosa. Cualquier cosa que no sea demasiado peligrosa. Ya sabes, no quemes Hammondland. Si el pedazo de piedra perdida de Quigen está ahí dentro... creo... estoy prácticamente seguro de que reaccionará.

—¿Cómo un imán?

—Más o menos, sí. Esa piedra reconocerá el poder de un Entherius al momento. Fijo que sí. La piedra no sabrá quién es el portador del poder, pensará que es el de tu abuelo, porque es el único que conoce... Fijo que reacciona como reaccionó hace siglos al ser poseída de forma prohibida.

—¿Tan seguro estás?

—No tanto como parece, pero... no tenemos otra opción.

—Está bien, allá voy. Prepárate por si hay que... ¡salir corriendo!

Matteo Eville no supo en aquel instante lo importante que iba a ser su presencia en el curso de la historia, dejó que la ira llenase su cuerpo como una botella para invocar su Entherius. Cuando el fuego recorrió sus entrañas, acarició la pared convirtiendo el muro de piedra en piel: una piel dura como la de un elefante. Poco a poco la piel se fue desgarrando, se asemejaba a una flor carnívora mostrando su interior traicionero, preparada para engullir cualquier ser vivo. Antes de que Matt continuara haciéndole daño, esa luz que antes solo había ocupado una rendija, se extendió como un fogonazo empujando al chico y estrellándolo contra el suelo, a los pies del garante.

—¡Vaya! —Ben agarró a Matt de la mano y tiró de él para ayudarle a levantarse. Después, parpadeó y se frotó los ojos queriendo asimilar lo que tenía delante.

La habitación había sido tomada completamente por la naturaleza. En el centro, se alzaba un majestuoso árbol que ocupaba el lugar con solemnidad. Los suelos de piedra de mármol, se habían quebrado al paso de las corpulentas raíces de color gris que se extendían desde el corazón de la estancia hasta las paredes. El tronco se elevaba de forma desigual, retorciéndose de manera que no quedaba demasiado claro donde empezaban las ramas y donde acababa el tronco.

La oscuridad envolvió a ambos chicos, pero una luz verdosa y rosada encendía el interior del árbol, como si la madera hubiera sido carcomida por el paso del tiempo, pero de una forma bella e inusual.

Matt se acercó con sumo cuidado, mientras Ben lo observaba con sorpresa. Se acercó y rozó con un dedo el herrumbrado tronco. Con un chasquido, la luz se apagó y únicamente quedó iluminado el corazón del tallo macizo. El latido se encogía y se expandía con más presencia que desde el corredor.

—¿Puedo? —preguntó Ben apartando a Matt con cariño. Insertó la cabeza en el hueco y se topó con la piedra, que dormía plácidamente en su hogar centenario—. ¡Alucina pepinillos!

—¿No se suponía que solo había dos puertas? —cuestionó Matt con el gesto torcido, que trataba de recomponerse.

—Eso es lo que se suponía... Puede que algo cambiara la noche en la que tu abuelo entró en Hammondland...

—¿Y ahora qué? —preguntó encogiéndose de hombros.

—¿La cogemos? —Ben extendió la mano introduciéndola por el agujero, pero antes de que pudiera tocarla, un destello eléctrico le separó de ella. Quemaba—. ¡Ay, jolines! —se quejó llevándose el dedo a la boca.

—No creo que sea buena idea...

—Podías haberlo dicho antes —agitó la mano para calmar el dolor mientras sonreía—. Si no podemos cogerla, ¿qué hacemos?

—No lo sé, pero... —Matt dio unos pasos atrás y levantó su brazo en posición de ataque—. ¡Espera! Sí, si ha reaccionado así contigo al tocarla...

—¿Qué haces? ¡¿Estás loco?! —refiriéndose a la clara posición de ataque de Matt.

—Es la única forma, tú lo has dicho, Ben: estamos en estado uno de emergencia, y la piedra de Quigen Moon reacciona contra cualquier Entherius como reaccionó contra mi abuelo, por obligarla a funcionar de forma ilegítima... He abierto la puerta, ¿no? Pero... ¿y si ataco...? ¿Y si... me vuelvo contra ella?

—¡¡NO!! ¡NI HABLAR! Es demasiado peligroso. No sabes cómo va a reaccionar.

—Es lo que debo hacer. Por favor... Déjame hacer algo bueno por una vez. Déjame limpiar mi nombre... Creo... creo que si he llegado hasta aquí es porque era mi destino. Se lo debo. Se lo debo a Star y te lo debo a ti. Se lo debo a mi madre.

—No... —gimoteó Ben.

—Por favor. —Matt se acercó a su amigo y lo besó en la frente. Bajó por su nariz y besó también sus ojos, haciendo que las lágrimas se evaporasen, emitiendo un humo blanco precioso—. Estaré bien. Te doy mi palabra.

—No prometas algo que no sabes si puedes cumplir.

—Sal de aquí y ve a buscar a Star lo más rápido que puedas. Si no está en el despacho... encuéntrala. Subid a la azotea con Gloria y los demás, y huid por el bosque. Los lobos os ayudarán. Mi abuelo, mi padre y la Desdenia no se han ido. Estoy seguro de que siguen en Hammondland, escondidos, preparados para atacar por sorpresa... Si esto funciona, os daré el tiempo suficiente para que podáis escapar.

—Ten cuidado, por favor.

—Volveremos a vernos.

—Ojalá. —Ambos se abrazaron tan fuerte como pudieron, y después, juntaron sus labios en un beso que duró eternamente en sus almas—. He estado demasiado tiempo esperando a que volvieras.

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https://youtu.be/d3F4twnqT4A

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