CAPÍTULO 39: La venganza no se sirve fría

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Una majestuosa polilla se coló en el despacho de Ben, voló con gusto y se posó con gentileza en la mano de Star, que luchaba por mantener los párpados abiertos. No sabía cuántas horas llevaba despierta y sin comer, pero no se había percatado hasta ese momento, en el que se había quedado sola y sosegada, de lo verdaderamente cansada que estaba. Un golpe sordo resonó en la puerta, pero no le dio importancia. No al menos hasta que otro impacto mucho más imponente la sacó por completo de su sopor.

El sonido de unas garras que rasgaban la madera fueron la pista necesaria para que la muchacha se levantara y se colocara contra ella, esforzándose por mantener a aquello que trataba de entrar, peligrosamente, fuera del despacho. Escuchó un aullido aterrador y después otra vez la rozadura de unas garras rasgando el material.

—¡Lárgate, Terence! —chilló Star con dificultad—. Sé que eres tú. Lárgate de una vez antes de que esto se ponga feo. No quiero hacerte daño.

—¡¡Sal de ahí, bicho raro!! —dijo relamiéndose las fauces. La voz de Terence era una mezcla de gruñido, ladrido y voz humana. Al otro lado, no era un perro de seis ojos quien forcejeaba, sino un joven muchacho, guapo y fuerte. Aquel joven muchacho que le había hecho creer que era especial, ahora le llamaba bicho raro, algo que a Star se le antojó ciertamente cómico, teniendo en cuenta que él era una criatura que se transformaba en un perro de seis ojos rojos parecidos a los de las tarántulas.

—¿No has tenido suficiente ya? —dijo con un grito ahogado, tragando saliva para desenmarañar el nudo que se le había formado en la garganta. ¿A caso Terence le importaba?

—No lo entiendes, ¿verdad? —rio con amargura, colmado de cinismo—. No tengo otra opción que cogerte de los pelos y llevarte ante mi Dómine, Star Moon. No tengo elección: soy un Sibum.

—Todo el mundo puede elegir...

—¡¡NO!! —bramó golpeando la puerta con violencia—. ¡¡YO, NO!! —La intensidad con la que las zarpas escarbaron el umbral, alertó a Star de que no le quedaba mucho tiempo antes de que el perro cambiante lograse acceder al despacho.

—¡Yo elijo que te calles! —Se oyó un fuerte choque, un gruñido y un quejido de animal herido. Después, un peso muerto se estrelló contra la superficie del pasillo. La voz de Gloria hizo que Star sonriera levemente.

—¿Gloria?

—Nunca me cayó demasiado bien... —farfulló la chica al otro lado del umbral. Star abrió la puerta de par en par y se topó frente a frente con Gloria, soplándose un mechón de pelo rizado que había caído sobre su rostro con el esfuerzo. A su lado Samira y Taleb, le dedicaban una sonrisa que escondía harta curiosidad y una pizca de inquietud.

—Si te encantaba... —bromeó Star echándose a los brazos de la cazadora cabecilla.

—Es verdad... —admitió con gracia quitándole importancia al asunto—. Pero tía, una siempre puede cambiar de opinión, ¿o no? —Samira soltó una risilla floja y puso los ojos en blanco.

—¿Cómo habéis podido contra esa cosa?

—¿A qué te refieres? —preguntó Gloria entrecerrando los ojos—. No es la primera vez que le pateamos el culo a unos tipos malos, Star. Terence es otro más en la lista de esta semana —dijo queriendo hacer referencia a la pelea que ambas habían tenido con aquellos humanos atolondrados que atacaron Strana.

—Bueno... —retomó Star—. Terence está fuerte... mucho más fuerte que cualquiera de vosotros.

—Tres contra uno. Y además, ¡tenemos esto! —Gloria dio un saltito y mostró a Star un guante de metal cubierto de escarpias y un taser eléctrico. Star sabía de dónde había sacado Gloria ambos objetos. Tanto el guante como el taser lo llevaban dos de los presos que les habían atacado durante la noche de la tormenta.

—¡Alucinaaa! —exclamó Star quitándole el guante.

—¡Ten cuidado que pincha!

—¡Lo sé! ¡Lo sé!

—Vale... y ahora... ¿vas a contarnos qué leches está pasando?

—Sí, entrad aquí. Corred. —Star tiró de la camiseta de Gloria impulsándola hacia dentro—. Pero tenéis que prometerme que no saldréis corriendo, ni iréis a la policía....

—¿A la policía? ¡No flipes! —confirmó Taleb con rencor—. Después de haber pasado de nosotros... No pienso darles ni una mierda.

—Este sitio es una pasada, Star... ¿Siempre has vivido aquí? —Samira revisaba la habitación, las paredes y todo a su alrededor—. Es como sacado de otro siglo... pero moderno...

—No... —respondió ella—. No siempre he vivido aquí, pero la verdad es que sí es una pasada... No me había dado cuenta hasta ahora.

Entraron en el despacho y se acomodaron mientras Star les explicaba que Terence, se convertía en una especie de perro gigante de seis ojos y unas fauces más terroríficas que las de un tiburón. Mientras trataban de asimilar esta información, les contó todo lo que había ocurrido el año anterior en Sceneville, cómo Matt había desatado una serie de horribles crímenes, incluyendo el suyo propio y cómo se había arrepentido cambiándose de bando.

Les habló de Michael, guardándose algunos pocos datos para ella que prefería no revelar, como que Zoila había sido asesinada por Terence, les confirmó que él había sido el culpable de todas las muertes de Strana, que se hallaba muy cerca de un lugar llamado La Colmena, en los límites montañosos de Hungría. Durante unos instantes, Star pudo ver cómo sus amigos rendían homenaje en silencio a sus familiares muertos. Era la primera vez que alguien les ofrecía una explicación, por muy descabellada que fuera, de lo que les había ocurrido a sus padres, hermanos y a otras personas inocentes que conocían.

—Entonces, ¿tenemos que matar al Dominó este?

Dómine... —corrigió Star.

—Y entonces, todas las muertes, todas ellas, son consecuencia de un rito prohibido que han estado haciendo los fieles del Dómine para tratar de salvarle y traerle de vuelta...

—Creo que me estoy mareando. —Taleb se dejó caer en el sillón. Estaba pálido como la nieve de las calles de la ciudad y tenía pinta de estar a punto de vomitar—. Me va a dar un patatús, lo juro...

—Para ya, Taleb... Star necesita nuestra ayuda. Llevamos meses queriendo respuestas, y sabíamos que la respuesta no iba a ser... —Hizo una pausa para explicarse pero no encontró las palabras exactas—. Bueno... ¡¡NORMAL!! Ya sabéis...

—Ya... pero de ahí a que pueda haber una terrible guerra y nos dejen como gobernante, a un pirado salido de una cueva de un sitio que está a tomar por saco de aquí...

—Venga, venga... ¡que no cunda el pánico! —respondió Gloria con seguridad—. Respira... —improvisó con aparente calma—. Lo único que importa, es que por fin hemos dado con el culpable de todo esto. Y no sé vosotros, pero yo estoy deseando plantarle cara a ese monstruo. Gloria se puso en pie, y Samira y la imitaron.

—¿Estáis seguros de que queréis hacer esto? No va a ser nada fácil —preguntó Star, irguiéndose también. Los Cazadores asintieron con seguridad—. Bien, abajo hay una tía que aparenta tener unos catorce años. No la subestiméis. El más peligroso es el que tiene el pelo largo y la piel de porcelana, y el otro tío que es como su sombra. No hagáis daño al chico rubio de gafas, ni al otro chico con pinta de estar triste... Tampoco a un señor muy viejo...

—Vale, vale... Lo pillamos: nuestros objetivos son los que tienen pinta de ser demasiado perfectos para ser solo humanos.

—Exacto, menos el chico que parece estar triste... Ese es Matt.

—¡Bien! Tú primero Star. Te seguimos.

—Si la cosa se pone fea...

—Sí, nos largamos y te sacamos de aquí a toda pastilla.

Los cuatro salieron disparados hacia la biblioteca con la intención de llegar cuanto antes. Recorrieron el pasillo con una agilidad sorprendente, aunque Star se esforzaba en correr mucho más despacio para no perder de vista a Gloria y los demás. Pudo escuchar cómo Samira emitía ruidos cada vez que cruzaban un nuevo lugar, dejándose sorprender por la belleza de Hammondland. Esa hermosura que Star nunca había sido capaz de ver. Solamente la habitación en llamas le había dado esa felicidad, el resto, había sido una cárcel para ella.

Llegaron a las escaleras y aminoraron el paso, pues la biblioteca quedaba demasiado cerca y querían pillar desprevenidos a los demás, para ganar ese segundo de ventaja desde que los ojos ven algo y el cerebro lo asimila.

—Vamos... —susurró Star—. Despacio...

—Ya vamos despacio...

—Es ahora o nunca... Tenemos que entrar rápidos y decididos. Vosotros tres id a por la chica... directamente.

—Entendido —respondió Gloria asintiendo—. Vale, Samira, Taleb... es el momento que estábamos esperando...

A Star, la puerta de la biblioteca se le antojó gigantesca. Construida en madera, dispuesta entre los muros de mármol blanco. En el interior, no se apreciaba ni un solo ruido, ni un mínimo movimiento. Miró hacia ambos lados para comprobar que no había nadie que pudiera interrumpir su ataque.

—Es ahora... Tres, dos, uno, ¡ya!

Los cuatro irrumpieron en la habitación enérgica y violentamente emitiendo un grito de guerra que resonó en la estancia. Gloria, Samira y Taleb se prepararon para identificar a Ispanda, y enfrentarse a ella, mientras Star atacaba a Michael con el objetivo de liberar a Kuna de los tentáculos que le retenían pegado a las altas estanterías. Matt y Ben, que se habían dirigido a la biblioteca hacía un buen rato, harían el resto. No le cabía ninguna duda.

Como Star fue la primera en acceder, no pudo distinguir una mancha enorme que se extendía en el suelo y resbaló. Los otros tres, patinaron tras ellas, llenándose el cuerpo con el líquido que llenaba el charco. La biblioteca estaba completamente vacía. El silencio tras su grito golpeó el corazón de Star como la onda expansiva de una bomba. El charco con el que habían resbalado era un extenso círculo de sangre.

—¡¿Dónde narices se habían metido todos?! —exclamó Samira sin dejar de mirar a su alrededor nerviosa.

—¡Maldita sea!

—En círculo. Colocaos en círculo —ordenó Star—. Esto es muy extraño. Preparaos para cualquier sorpresa. —Los cazadores se colocaron en círculos en el dentro de la sala en posición esperando a ser atacados, pero no ocurrió absolutamente nada.

De la nada, algo cayó del techo y se rompió al colisionar duramente contra el suelo. Los cuatro amigos, tardaron un momento en digerir lo que se había precipitado en el interior del corro que habían formado como protección. Se trataba del cadáver de una mujer. Su rostro se había roto, se veía desfigurado y su pelo rubio estaba completamente manchado de sangre. Nahama estaba muerta.

Star se abalanzó sobre el cuerpo de su madre, frío y gélido. Tardó unos breves segundos en romper a llorar. Entre tanto, Ispanda y Damon habían saltado sobre Gloria, Taleb y Samira. Los Cazadores se defendían apenas con éxito, lanzándoles libros o corriendo a lo largo y ancho de la habitación.

Por un momento, a Star le pareció escuchar una vibración, giró ligeramente la cabeza y vio a Ispanda en el suelo convulsionando. Al parecer, Taleb la había alcanzado con el taser. Samira y Gloria habían optado por pegarse la una a la otra y atacar a Damon para no darle opción a contraatacar. Sin embargo, el Entherius se desatomizó y envió desde las alturas un terremoto que partió el suelo en dos, derribando a las dos chicas y prendiendo fuego a sus zapatos.

Star se había quedado paralizada. Sin previo aviso, una fuerza tiró de ella hacia arriba. La chica se aferró al cuerpo de su madre, pero al final ese espíritu oscuro la pescó con eficacia de los brazos, y la levantó por los aires. Star sobrevoló la biblioteca, dejando atrás una terrible escena en la que Los Cazadores sufrían a manos de Ispanda y Damon. No obstante, los Desdenios no parecían salir del todo impunes de la pelea. Más tarde, vio cómo dejaba Hammondland bajo sus pies, diferenciando, desde las alturas, el puente de mármol principal. Sentía como si ella hubiera muerto también, pues su cabeza pensaba en defenderse pero su cuerpo no era capaz de responder. Finalmente, el espíritu oscuro la soltó con desprecio en mitad de una habitación, como si se tratara de restos de basura. Reconoció enseguida el lugar: la habitación en llamas. La muchacha, aturdida, se acurrucó y se retorció dolorida. Demasiadas pérdidas, y para qué, si no habían conseguido avanzar ni lo más mínimo.

—Se acabó, querida —amenazó la insensible y fatal voz de Michael Eville—. Estamos solos: tú y yo solos, por fin.

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https://youtu.be/UG3VcCAlUgE

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