CAPÍTULO 38: Nyttlund, ¿nos escucha alguien?

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—No hay tiempo, Matt. Tenemos que sacarla de aquí. —Matt se había atomizado en la habitación en llamas, lo suficientemente lejos de la biblioteca, pero lo suficientemente cerca como para volver en cuanto hubieran decidido qué hacer para salir del entuerto. Ben había tomado su forma humana nada más pisar suelo firme. Llevaba demasiado tiempo vagando por las afueras de Strana. Por eso, llevaba los pies sucios, y antes de poder pronunciar palabra, se vio obligado a expulsar una desagradable bola de pelo que se le había quedado enquistada en la garganta. Matt le propinó unas cariñosas palmaditas en la espalda para ayudar a que la expulsara, y una vez hubo terminado, el Entherius le abrazó con tanto entusiasmo, que pensó que si apretaba un poco más, eventualmente le explotaría el corazón.

—Huir no cabe dentro de nuestras opciones, Ben —titubeó suplicante—. Star es nuestra única oportunidad... Si huimos, esta situación no acabará nunca. Seguirán pisando sobre nuestros pasos, husmeando como ratas, hasta terminar primero con ella, y después, con todos nosotros.

—Lo sé, pero esta noche no, colega. Tenemos que estar preparados... Y aquí, ni siquiera hemos encontrado la piedra perdida...

—Maldita sea... Tienes razón —ratificó Matt—. ¿Se te ocurre alguna otra forma? —Ben y Matt paseaban sin rumbo por la estancia, exhaustos, sin ideas, sin ningún as en la manga que pudiera salvarles esta vez.

—¿De salir de Hammondland? —Ben negó con la cabeza, mientras se colocaba estresado los anteojos—. ¿Puedes...? ¿Y qué tal si vas a buscar algún sitio en el que Star pueda quedarse...? Solo mientras sacamos a la chusma de aquí hoy —propuso hecho un manojo de nervios.

—No puedo marcharme, Ben. Y lo sabes. —Suspiró y se acercó a su amigo cogiéndole de la mano—. Star nos necesita a los dos. Uno menos en este lugar y sí que estamos perdidos. Necesitamos todos nuestros recursos, al menos hasta que ella salga de aquí.

—Es verdad... —respondió pensativo—. ¿Y el pasadizo o la azotea? Quizá por ahí podamos escapar. ¿Puedes desatomizarte con ella en brazos?

—Podemos desatomizarnos, pero sabes que si utilizamos esa vía, Damon o Michael nos encontrarían antes de poder encontrar un refugio seguro... —Posó la mano sobre la mejilla del chico y este la sujetó con gentileza—. Espera... Star dijo algo de comunicarse con el exterior...

—¿Cómo?

—Ah, sí, claro... Tú no sabes toda la historia... Pero me temo que fue una artimaña del Sibum...

—¿Qué Sibum? —preguntó el chico sobresaltado.

—Te has perdido demasiadas cosas, mi querido Ben. En resumen, tenemos un Sibum atrapado en el bosque, y unas conexiones con Strana creadas por él para hablar con Star mientras estaba atrapada en el seminario...

—Espera... ¿qué? Joder, Matt... Joder, joder, joder... —bramó deshaciéndose de las manos del chico, para después dar saltitos de inquietud.

—Tranquilízate... Está todo bajo control...

—Vale... A ver... —resopló con amargura—. No podemos utilizar las conexiones del Sibum, porque no las conocemos, pero quizá...

—¡¡LA RADIO!! —exclamaron con sorprendente sincronía.

—Eso es, Matt. ¡Muy bien, colega! Trataré de contactar con alguno de los disidentes... Kuna me ha dicho que ha localizado algunas agrupaciones de Desdenios de la resistencia cerca de aquí. Matriz y Tea, que escaparon el año pasado del templo del Rithiki... y algunos más. Si damos con ellas, quizá se ofrezcan a esconderla. A fin de cuentas, Star es el motivo por el cual han dejado de seguir al Dómine.

—Pero construiste la radio únicamente con el fin de hablar conmigo. ¿Crees que podremos rastrear a Matriz y Tea?

—Puedo modificar el circuito. Me llevará unos minutos... pero es posible.

—Entonces, ¿a qué esperamos? ¡Vamos, corre!

Ambos muchachos salieron de la habitación en llamas y atravesaron el puente en dirección al despacho de Ben. Parecía mentira el silencio que recorría los corredores de Hammondland, como si en su planta baja, no se estuviera debatiendo el destino del universo.

Ben no esperó ni siquiera a que Matt cerrara la puerta para modificar el circuito. Abrió la carcasa, y comenzó a cortar y soldar cables. Alcanzó el micrófono color plata y comenzó a hablar mientras presionaba un montón de botones que el Entherius no sabía para qué servían.

Nyttlund, nyttlund, ¿nos escucha alguien? —Al cabo de varios minutos, el motor comenzó a rodar, produciendo un traqueteo que hizo que Ben sonriera orgulloso de lo rápido que había conseguido extender la funcionalidad de la radio.

—¿Nyttlund? —cuestionó Matt, comprobando que la puerta estuviera bien cerrada. Encendió la lámpara de la mesilla y se colocó al lado del garante.

—Sí... Al parecer es una palabra clave que utilizan los disidentes. Así es como Kuna dio conmigo en los límites de Strana. Alguien le emitió una llamada de emergencia. ¿Qué? —exclamó al mirar que su amigo le dedicaba un gesto de duda—. Mejor eso que mayday si queremos que nos responda el Desdenio indicado, ¿no?

—Como siempre, brillantemente inteligente, querido Ben.

Nyttlund, nyttlund, ¿nos escucha alguien? —Nadie respondió a la llamada de emergencia, pero la puerta se abrió de pronto. Por un minuto, Ben y Matt se miraron asustados, pero pronto se calmaron al comprobar que era Star quien entraba en el despacho con el corazón saliéndosele del pecho, jadeando sin poder controlarse.

—¿Matt, Ben? —Tragó saliva y se dejó caer en el desvencijado sillón en el que solía encontrarse su garante, sepultado por un kilo de documentación antigua.

—Entra, corre —susurró Matt—. No te preocupes. Te sacaremos de aquí antes de que él pueda...

—¿Matarme...? —preguntó arqueando las cejas.

—Sí, matarte. Es más importante mantenerte con vida. Esta noche, nuestra batalla está perdida —suspiró Ben—. Nyttlund, ¿nos escucha alguien?

—Amigos, debo dejaros ahora —interrumpió Matt con la cabeza gacha—. Volveré a la biblioteca. ¡No me mires así, Ben! Es lo que debo hacer. —Ben asintió consintiendo, y Matt salió por la puerta apresuradamente.

—¿Hola? ¿Nos escucha alguien? —repitió Star quitándole a Ben el micrófono de las manos.

—Aquí Cazadora de Ratas. Aquí Cazadora de Ratas. Cambio. —Esa voz... Esa voz no podía ser otra que la de...

—¿Gloria?

—¿Star?

—Gloria... Necesito que me ayudes. Tengo que explicarte muchas cosas, ¿podemos encontrarnos en... —recordó que el Bewitz se hallaba derruido—. En tu casa...

—¿Qué pasa?

—Terence no es lo que decía ser... y todo lo que ha pasado... —cogió aire y lo soltó lentamente, preparada para por fin ser sincera con Gloria y los demás cazadores—. Sé lo que ha pasado. Sé por qué han asesinado a vuestras familias. —Durante unos minutos, se hizo el silencio. Probablemente Gloria, se habría desmayado.

—¿Estás bien? Pareces nerviosa... —respondió al fin.

—¿Y tú? ¿Estás bien?

—Sí... Dime qué tenemos que hacer.

—Nos atacan...

—¿Quién os ataca? —demandó con voz estridente—. ¿Está ahí, Star? Está ahí el asesino que buscamos, ¿verdad?

—Sí, está aquí... Pero debemos huir, es demasiado peligroso, Gloria.

—Ni de coña. Dime dónde estás, Los Cazadores vamos para ahí, ahora mismo. —Star miró a Ben esperando a que este le dijera algo, pero solamente negó con la cabeza—. Estamos en un lugar llamado Hammondland... Tienes que... Buscad el puente de Strana, el principal, y después, saltad al agua.

—¡¡¿Qué?!!

—Hazme caso. Saltad al agua y nadad hacia el fondo. Justo debajo del puente, ¿vale?

—Vale...Te vemos en unos minutos, supongo.

—Cuando llegues, baja al cuarto piso y busca una habitación. La única que tenga la luz encendida. Os estaré esperando dentro. Tendréis que ser muy sigilosos. No hagáis ningún ruido, ni siquiera respiréis.

—Genial —farfulló Gloria con falsa indiferencia—. No respirar... ¡Tarea fácil! —ironizó con su característico humor chispeante.

—Gloria... si la cosa se pone fea, prometeme que me sacarás de aquí y me llevarás lejos de Strana.

—No tengo ni idea de qué va todo esto, pero...

—¡¡Promételo, Cazadora de Ratas!!

—Te lo prometo. Cambio y corto.

En cuanto la comunicación se terminó, Ben comenzó a golpear la radio rompiéndola en añicos. No paró hasta que no estuvo completamente destruida. Después, miró a Star con las mejillas completamente encendidas y los brazos en jarra. Star supo que este iba a armar un escándalo, por exponer la ubicación del seminario y cómo acceder a él. Matt y Ben ya habían decidido que lo mejor iba a ser huir y esconderse en un lugar lejos de allí. Y una vez más, Star había desoído sus consejos revelando un secreto secular y planeando una venganza repleta de humanos, Desdenios y Entherius cabreados.

—Nunca debí de tratar de encerrarte —escupió al fin. Star no pudo ocultar su sorpresa—. Lo siento mucho... ¡Hala, ya lo he dicho!

—No, nunca debiste —dijo Star levantándose del sillón.

—Debí confiar en ti y contarte lo que pasaba... —Ben se daba golpes en la frente. Se había quitado las gafas y parecía haber entrado en colapso.

—Si lo hubieras hecho, nada de esto hubiera pasado, y yo, habría sabido cómo ayudaros desde el principio... —dijo sujetando la mano de su amigo, evitando que siguiera golpeándose—. ¡Para ya, hombre!

—Lo siento, A veces... los garantes nos pasamos de la raya. Protegerte es mi única razón de vida...

—Pero tú no eres solo mi garante y yo no soy solo una Gravithus...

Inesperadamente, un grito ahogado quebrantó su conversación. Ambos se miraron estupefactos y entraron en estado de alerta, olvidándose por un momento de por qué estaban en el despacho mientras el resto, trataba de impedir que estallara una guerra.

—Mi madre... debo ir... —vociferó Star dirigiéndose de inmediato a la puerta.

—No, Star. Tú quédate aquí... bajo yo... No me mires así —suplicó respondiendo a la mirada de su amiga—. Acabamos de hacer las paces y te prometo que esto no es para protegerte más... Es que debes esperar a esos Cazadores... —Ben salió a toda pastilla de su despacho dejando a Star con una palabra que se le disolvía poco a poco en la garganta.

Entrar en aquella magna y hermosa biblioteca nunca le había resultado una tarea demasiado complicada. Ben solía disfrutar de la luz que se colaba por las vidrieras tiñendo los libros de colores. El atardecer era uno de los momentos más bonitos para visitarla, pero en aquella ocasión, llevaba el miedo pegado a las manos y el corazón en un puño. Si se encontraba de frente con Nahama herida, Star tendría que superar una pérdida más, y eso podría resultar realmente mortal para su protegida. Demasiado dolor, mata, mata lentamente, casi sin darte cuenta. Dejas de caminar, dejas de comer, dejas de sentir... y te olvidas de que ni siquiera existes. Ben lo sabía bien.

Empujó la puerta con las dos manos. Puede que si hiciera una entrada triunfal y segura, lo que viera dentro no le afectara tanto. Sin embargo, cuando la puerta comenzó a moverse, pudo entrever entre la rendija del hueco una escena aún más horrible que la que apenas se había imaginado en su cabeza. Matt, su viejo compañero, estaba en el suelo de rodillas, lloraba desconsoladamente mientras una fría voz reía socarrona sin un ápice de compasión. La risa del Dómine era inconfundible. Al entrar, miró hacia el otro lado y vio a Damon, rígido y severo, con una línea de fluido en los ojos que pretendía ocultar. Apretaba los dientes y los puños, pero su mirada, de lejos, se tornaba distante, rencorosa y celosa.

Volvió a buscar a Matt rápidamente, rezando para que no estuviera herido, y entonces, pudo ver tras él, las largas y delgadas piernas desnudas de Mary Dorcas.

—¡Estupendo, garante! —aplaudió Michael con odio—. El que faltaba... ¿dónde has dejado a tu protegida? —demandó mostrando sus dientes podridos—. ¡Bah, la encontraré de todos modos más tarde!

Ben se acercó lentamente a Matt y apoyó la mano sobre su hombro. El chico sollozaba fuerte, y de sus ojos, germinaban unas lágrimas que transparentes se habían convertido en alquitrán. La agonía era demasiado fuerte y puede que Mary Dorcas fuera la única de toda la familia Eville que había querido a su hijo alguna vez, y que lo había tratado con amor. Al acortar la distancia, el garante percibió un fuerte aleteo. De las cuencas de los ojos y los labios de la mujer, surgieron cientos y miles de polillas que se alzaron al vuelo, creando una espiral de insectos que llegó hasta los altos techos de Hammondland.

------------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro