CAPÍTULO 7: Intenciones ocultas

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—¡Mira quién se ha levantado hoy con las pilas cargadas! —exclamó Ben con sorpresa mientras entraba en la cocina, al caer en la cuenta de que Star preparaba con regocijo el desayuno. Las cocinas de Hammondland eran enormes, nada que no cabía esperar, si se tenía en cuenta que siglos atrás su función era la de guisar y asar comida para cientos de criaturas atípicas y adolescentes, con un apetito insaciable.

»Sería injusto no admitir que Matt había hecho un buen trabajo remangádose y restituyendo la zona. Los hornos de Hammondland eran, sin duda, el lugar más acogedor de toda la imponente fortaleza; gracias al fuego, a su fogón de leña y a que casi siempre había alguien calentándose un té o bebiéndose un café calentito.

»A Star, nada más acceder le provocaba la simpática sensación de pasar de pantalla en un videojuego de los que tanto echaba de menos. Se reía hacia sus adentros, imaginándose cruzar el límite entre la película Nosferatu a una en vivo color. Algo así como una mezcla entre La chica de rosa y Excalibur.

»El escenario era antiguo y férreo, y los arreglos de Ben y Matt mucho más modernos: una tostadora rosa, una nevera verde, y ellos tres muchachos con ropa actual—. ¡Eeey, eeey! ¡Que lo quemas! Deja que te eche un cable —se ofreció Ben haciendo referencia a su mano para los inventos. Al ver que, de la sartén de los huevos revueltos, salía más humo de lo habitual, se acercó y se unió a la tarea de preparar el desayuno. Star miró de soslayo a Ben poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué? ¡Chiste malo!

—Hacía mucho que no escuchaba uno de tus chistes malos —dijo la chica, empujando con la cadera ligeramente a su amigo. Ben se recolocó las gafas y le guiñó un ojo. Star pudo ver un atisbo de su amigo, de su mejor y único amigo, en meses.

—No es que hayamos pasado mucho tiempo juntos.

—Ya...

—Bueno, en realidad, si te soy sincero, no has querido pasar mucho tiempo conmigo, «chica rena...» —se lamentó Ben rozándole la mano con cariño.

—Otra vez, no, por favor... —rio Star con sutileza, mientras le invadía un sentimiento de melancolía.

Star y Ben continuaron preparando el festín como si el tiempo no hubiera pasado entre ellos. Aquella mañana, mientras se lanzaban la harina para cocinar tortitas, probaban la masa con los dedos y meneaban, en la sartén, los huevos que había traído Matt el día anterior de una granja cercana, se sintieron más cerca que nunca.

En semanas, meses, tal vez, no habían mantenido una conversación que contuviera más que monosílabos sin sentido. Star no se veía preparada para dejar que entrara de nuevo en su espacio personal. En cierta forma, había perdido la confianza en él, una confianza que había depositado en Ben desde el primer minuto, por algún motivo que se escapaba a su entendimiento. Y no hay nada peor que perder la confianza en tu garante, en tu protector, por naturaleza.

Su mentor, si es que podía referirse a él de esta manera, la comprendía hasta tal punto que había decidido concederle su espacio. Para los garantes esto suponía una ardua elección. Pues, por instinto, se sentían llamados como un imán hacia su Sorgeni. Aun así, consiguió darle un margen para que pudiera perdonarle y entender por qué había hecho lo que había hecho, por qué había recurrido a Matt después de todo.

Star no había sido sincera, pero él no era un ingenuo y creía saber por qué la chica se había distanciado. Lo que no sabía Ben, es que aquel cambio repentino de actitud por parte de Star, tenía un motivo.

Desde luego, Star estaba especialmente contenta, pues las últimas noches había salido a hurtadillas bajo la luz de luna y había cruzado el impresionante puente, para visitar el viejo mural que había descubierto tras las paredes quemadas de Hammondland. Muy lentamente, había conseguido restaurar algunos segmentos del lienzo y eso, además de mostrarle una nueva perspectiva del dibujo que subyacía, le había proporcionado la oportunidad de practicar su poder Gravithus. Ese que había permanecido aletargado desde la última vez que se había enfrentado cara a cara con Michael Eville.

Sin embargo, conforme se iba sintiendo más y más fuerte, su cuerpo le iba pidiendo prestar máxima atención a esos otros factores que le habían mantenido en vilo, y que no había podido afrontar a causa de la debilidad, el cansancio y la apatía: salir al exterior y ver qué le depararía el «más allá» de los terrenos de Hammondland, descubrir qué se traía Matt entre manos, cada vez que partía hacia Strana para conseguir comida y otros cachivaches, sobre todo esto, y por qué no, un poco de esa normalidad adolescente que Claire amaba con toda su alma.

Era cierto que Matt siempre se preocupaba por mantener en condiciones aquello que fuera necesario para sobrevivir en esa área completamente abandonada, por el contrario, tenía la impresión de que no podía fiarse del muchacho al cien por cien. Sus tripas no le dejaban. Sus heridas, que habían dejado cicatriz en su alma, y su parte Entherius que palpitaba aferrándose a su corazón, le recordaban que Matteo Eville era de todo, menos de fiar.

—Bien, ¡al fin estamos todos! —expuso Star con cierto tono peculiar al ver que Matt entraba en la cocina, mientras volcaba los huevos revueltos sobre unos platos. Su intención era la de fingir amabilidad, si bien, en realidad, su voz sonó como quién declama una obra de teatro de forma exagerada. Ben casi dio un respingo por el asombro y Matt no paraba de mirar de un lado a otro tratando de comprender si esa cortesía estaba siendo real o pura ironía. Y en caso de que se tratara de ironía, quizá debía prepararse para un ataque Gravithus.

»Había constatado, nada más verla, que tenía mucho mejor aspecto, pues su cuerpo había recuperado esa silueta musculosa que le dotaba de una fuerza sobrenatural—. ¿Desayunamos? Matteo... No sé lo que tú sueles desayunar... pero hemos preparado el desayuno favorito de Ben. ¿Te parece bien? —Ben esperaba que Star se marchara o que cambiara su buen humor al ver entrar al chico. Este no le gustaba, y él lo entendía, pese a todo, lo necesitaban, y además, ¡le había echado tanto de menos! En su lugar, se limitó a dedicarle una media sonrisa, echó la silla a un lado y se sentó—¡Qué! ¿No os sentáis?

—Ah, sí, sí... —intervino Ben dándose prisa para no dejar pasar semejante oportunidad. Se unió a la mesa junto a la muchacha e invitó con un gesto a Matt para que se acomodase junto a ellos.

—Mmm —se deleitó Matt—. ¡Huele de maravilla! Gracias, Star. Es todo un detalle por tu parte.

—Sí... —respondió parando su actividad durante un instante, desdibujó su sonrisa, aunque pronto volvió a retomar su actitud alegre, reordenando los botes de sirope para las tortitas.

—¿Desayunamos entonces? —preguntó el chico con prudencia.

—¡Geniaaal! Mo muoro de haombre —Ben ya estaba engullendo un gran pedazo de sus tortitas, aderezadas con mariposas del campo. No estaban tan deliciosas como las polillas de la casa Moon, pero era algo.

La mañana transcurrió en un ambiente bastante cálido. Solo se preocuparon de llenar sus estómagos hasta reventar. Matt comía como un humano más, y disfrutaba especialmente del beicon y el jamón, poco hechos, eso sí. Star observaba con curiosidad cómo el chico bromeaba con Ben, y cómo a Ben le costaba horrores, no sonrojarse con cada palabra que el otro le dedicaba. Veía el esfuerzo que su garante hacía para no disgustarla con su actitud hacia ese ser que tanto daño le había hecho. Ella conocía el secreto que guardaban, aunque estos no tenían ni la más remota idea.

—Me... Me gustaría deciros algo... —comenzó interrumpiendo una explicación acerca de cómo crear un artilugio auxiliar a las lámparas de vela, para iluminar algunas zonas más de la fortificación—. Mmm... Matt sale algunos días a conseguir comida, ¿no? Y otras cosas que necesitamos...

—Ajá —asintió Ben dando un sonoro sorbito a su bebida.

—Ahora que estoy mucho mejor... ¡Me gustaría ayudar! Me gustaría aportar a esto que estamos haciendo. —Suspiró y se mordió el labio, pensativa—. Aunque no tenga muy claro de qué se trata exactamente —masculló.

—¡Bien...! ¡Qué idea más molona, Star! ¡Déjame darle al coco! —dijo Ben—. Podrías... Podrías, no sé... Podrías ayudarme a esto de generar luz para toda esta área de Hammondland. Ahora mismo, solo tenemos luz en la cocina, las habitaciones... Pero si estás más fuerte, quizá con tu poder, podamos recuperar este sitio mucho antes.

—¡Sí, eso resultaría extraordi...!

—No —interrumpió Star mordaz—. Me refería... Me refería a salir. Me refería a acompañar a Matteo o, mejor, a ir sola para conseguir lo que necesitemos.

—¡No! —concluyó Ben—. ¡Ni de broma!

—Mmm... —dudó el Entherius—. No creo que sea la mejor idea, Star. —La chica fulminó con la mirada a Matt mientras este pronunciaba las palabras. Se notaba que trataba de ser amable, pues no era quién para decirle lo que debería hacer o no, después de todo.

—¿Por qué? —exigió esta. No era una pregunta, sino una demanda—. ¡Decidme por qué! ¿Estoy secuestrada o algo?

—¡Claro que no! —respondió Ben con sorpresa—. Pero es peligroso... Primero tenemos que prepararnos. Si el Dómine te encuentra antes de que... —frenó—. Si Michael te encuentra, no habrá forma de salvarnos.

—¡Y tú qué dices, Matt! —dirigió su ira hacia el otro chico—. Todo esto... es por... —tu culpa, pensó—. Estás aquí para contarnos todo sobre tu familia. No hemos hablado de esto ni un solo día. ¿Seguro que estás aquí por eso? —interrogó Star, acusadora.

—Estabas enferma Star... —respondió Ben—. No podíamos... no queríamos meterte más presión y más carga hasta que no te recuperaras del todo.

—Mejor os dejo —respondió Matt—. Mi presencia os incomoda. Os dejo para que habléis. Estaré en mi alcoba. —Matt cerró la puerta tras él. Star esperó unos minutos hasta dejar de escuchar los pasos del chico alejándose en el corredor para continuar con la conversación. Se acercó a la puerta y colocó la oreja en ella para asegurarse de que estaban completamente solos.

—No me fio, Ben —susurró entonces—. Además, ¡no me puedes tener encerrada aquí para siempre! —dijo cruzándose de brazos.

—Para siempre, no. Pero necesitamos un plan. —Se sentó en la silla, se quitó las gafas y se frotó la cara, desesperado.

—Tú y tus planes —gritó descontrolada—. Estoy harta de tus planes. Me han traído hasta aquí. —Sentenció. Puso rumbo a la puerta, salió y la cerró de un portazo.

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Como hice en el capítulo anterior, dejo mis notitas de autora en los comentarios 👇🤗

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