Capítulo 10

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Si Ardyn era rojo, Somnus era azul.

Si uno podía ser calificado de amable sin límites el otro podía ser calificado como un general curtido en el campo de batalla.

Uno era querido por el pueblo por sus acciones parecidas a las de un santo y el otro era apreciado por ser aquel que tomaría la batuta de la más grande casa noble.

Somnus sabía que la gente del pueblo lo respetaba solo por el gran pasado que lo seguía, fuera de eso nadie conocía sobre sus grandes habilidades y la destreza de sus poderes; si tan solo pudiera mostrarles a todos ellos que era lo suficientemente fuerte para protegerlos, sin olvidar mencionar que quería dar la talla para ser un líder para todas la personas, que lo admiren y que le muestren respeto.

Pero ahora había alguien que parecía tenerlo sobre un altar.

-¡Azul! ¡Azul! -llamaba su atención a base de ligeros gritos, entrando a su oficina a toda velocidad, con un palo de madera en la mano y moviendolo de un lado a otro- ¡es mi espada!

Rió con los labios cerrados, mirando su juego, reconsiderando por un momento las palabras de su viejo amigo.

En estos tiempos de necesidad, casi al inicio de una gran guerra, lo mejor era aprender a manejar una espada, pero prefería que ella no lo hiciera, no por ahora al menos, quizás, cuando ella fuese más grande podría elegir si quería seguir ese camino o no, quizás sí conocía lo que había aferra conocería aquello que la rodea, no podría mantenerla ahí para siempre, no podría estar bajo su mirada siempre.

-(...) -llamó, ella volteó de inmediato, perdiendo el hilo de lo que estaba haciendo, golpeándose la cabeza contra la pared sin quererlo.

Él gritó, ella gritó en consecuencia por el susto que le había dado, la sirvienta que estaba pasando por un lado de la pared también gritó en cuanto vio que la pared se agrietaba desde adentro, corriendo para avisar a los caballeros del señor.

El estruendo le puso los pelos de punta a Somnus, la estructura externa de la pared se había roto en su totalidad pero en cuanto vio a la niña esta solo lo miraba, preocupada de que se hubiera levantado tan rápido y golpeado la mesa por el asombro.

La tomó por los hombros, asombrado de que no sangre y que mucho menos este llorando, suspira, aliviado, no pensando que fuera tan dura mientras quita los restos de la pared de su cabello.

-¡Joven señor! -Gilgamesh aparece junto a todo un séquito de caballeros detrás de él después de la alarma de la sirviente que también los acompaña, la mujer, al ver a la niña, grita horrorizada.

-¡Sabía que era un monstruo! -su cara esta pálida mientras la señala, llamando la atención, (...) no tiene su capucha puesta y salta a la vista su aun deplorable estado físico que lejos de darle pena a la mujer solo le causa repulsión- ¡atacas te a nuestro joven señor! ¡¿Cómo te atreves?!

(...) no estaba segura de qué aconteció después con exactitud, recuerdan gritos, Azul llevándosela a otra parte y el hombre de la máscara simplemente cerrando sus ojos mientras no la mira.

¿Es que hizo algo mal? ¿es por la pared? No puede evitarlo, aquí todo es frágil para ella si es que llega a chocar, recuerda que, una vez, saltó sin ningún aviso hacia Rojo y le saco el aire de sus pulmones por el impacto, le aseguró que estaba bien y que por favor dejase de llorar.

-Esta decidido -dice Somnus, poniendo a la niña sobre el caballo y ajustando la pita de la capucha para que no vuele en contra del aire y la deje a la vista- Gilgamesh, llevaremos a nuestros hombres al bosque para que puedan entrenar y de pasó todo esta estupidez ya se habrá acabado cuando volvamos -empujado por las habladurías de extraños quizás a tomado una decisión demasiado precipitada pero Gilgamesh no puede contradecirlo, su deber es obedecer a su señor, por ende solo baja su cabeza, aceptando su decisión sin decir más- da la orden para que se preparen -fueron sus últimas palabras, su ira bajando mientras veía a (...) con los ojos enormes y una expresión asustada, temblando en cuanto el caballo se movió- supongo que nunca te haz subido a uno, al menos no despierta -acaricia su cabeza, pero ella solo se aferró al cuello del animal en cuanto empezó a andar- todo esta bien, mientras este cerca, todo estará bien.

Más tarde, mientras el sol del mediodía se alzaba sobre las puertas de las tierras de los Lucis Caelum, se dio paso para que pudieran salir, Somnus llevaba a (...) en su montura, hasta ese punto ella hasta disfrutaba de ese paseo, preguntándose por qué no todas las personas no estaban sobre los mismos animales, miró hacia Gilgamesh, que también estaba sobre su montura, cuando él le devolvió la mirada pudo ver con claridad sus ojos de un color marrón rojizo, se sintió minúscula ante su mirada y regresó su atención hacia el camino que guiaba Somnus.

Cerca de las horas en que entraba la noche el campamento ya estaba puesto en un claro lejos del bosque en donde Somnus la había encontrado, ya sabía que las bestias estaban cerca de esa área, incluso las infectadas, lo mejor era mantener distancia, abrió su carpa, grande y con el espacio suficiente, encontrando a (...) ya dormida, sonrió, agradeciendo que no pudiera entender lo que la gente decía.

Eran palabras demasiado dolorosas para una niña.

Se dispuso a apagar la vela a in lado de ella, evitando cualquier incendio, rememorando el incidente que provocó esto, dio un segundo vistazo a la zona de la cabeza de la niña que había sido herida, pero no encontró el más mínimo hematoma.

Entonces comenzó, primero fueron gritos lejanos que atribuyó a sus hombres entrenando, pero luego se volvieron tan fuertes y desgarradores a los pocos segundos que supo que nada estaba bien.

Tomó su espada, y se dirigió fuera de su carpa, buscando con la mirada, al igual que él todos sus demás soldados, todos estaban ahí, entonces, ¿de dónde venían tan devastadores gritos? Salieron de su zona de acampar, siguiendo el sonido, preparados para cualquier bestia hasta que, a la lejanía, divisaron un pequeño pueblo, apenas dejándose ver por pequeñas luces y los gritos de la gente.

-Mi señor, ¿estarán siendo atacados?

-¿En plena entrada de la noche? ¿Quién sería tan osado y estúpido como para hacerse tan visibles a los cadentes?

La pregunta se respondió sola, todos supieron que aquel que no teme de sí mismo es el que ataca antes.

-¡Mi señor, no podemos dejarles morir así! -los gritos se hacían peores, parecía que empezaba un incendio en el lugar y se esparció con rapidez.

Somnus pensó, pensó con toda rapidez qué es lo que debía hacer, tenía su espada preparada para desenfundar y protegerlo sin olvidar su magia, su herencia y regalo de los dioses, no lo pensó más mientras se dirigía a ese campo de batalla improvisado, sus hombres, sin dudar, lo siguieron, dejando atrás el campamento, ninguno se detuvo a pensar que dejaban atrás a la pequeña niña desarmada.

Para cuando (...) se despertó, alarmada por los gritos y los rugidos, se dio cuenta que estaba en la penumbra, trató de salir, buscando las estrellas de cielo para poder tener algo de luz, tropezando logró salir, mirando a la lejanía ya casi todo el pueblo en llamas, el humo se veía con notoriedad y los gritos de lucha y muerte se podían escuchar con claridad.

Escuchó algo detrás de ella, volteó, asustada, pero pudo aliviarse en cuanto reconoció la figura de una persona y no una bestia como en el pasado.

Pero su tranquilidad se acabó en cuanto vio a esa persona, literalmente, rasgarse la piel, tomando una forma desconocida y atroz ante sus ojos.

No puso ni gritar, solo corrió a esconderse, con la cosa siguiéndola de cerca, cayó, lloró en silencio más por miedo que por el dolor, volvía a correr y ese ciclo volvía a repetirse, demasiado asustada como para poder mantenerse de pie por demasiado tiempo, sus pies descalzos la llevaron hacia una dirección desconocida y antes de darse cuenta ya había corrido hacia el fuego, allí habría gente, allí la ayudarían, eso se dijo en su desesperación.

El cadente casi logra arrancarle uno de sus tobillos con sus largas y filosas garras, pero su filo apenas si hizo un corte superficial, ella siguió corriendo, sin importarle si se quemaba, las palabras no le podían salir de su garganta por más desesperada que estuvo, pero no fue necesario.

Una espada se clavó en su camino,casi a nada de cortarle la cara, un destello azul le siguió y Somnus estaba a su lado, con la espada pintada en rojo sangre y también parte de su ropa, cerró los ojos, sin valor de ver o oír más después de ver que decapitaba a la criatura y el terrible sonido que fue su último aliento.

Se cubrió los oídos para no escuchar cómo seguía matando a los demás que venían, cerró los ojos para no ver esa matanza, dejó de respirar en cuanto el aroma de la sangre fue simplemente más de lo que podía soportar, cerró su boca porque no quería hacer sonido y llegar a atraer más.

Al final, mientras el último de los cadentes en ese pueblo murió bajo sus manos, Somnus, con su mirada perdida, volvió su mirar a la niña, tratando de hacerse pequeña, su andar fue lento por estar mareado por el aroma de la sangre, su respiración estaba agitada por el esfuerzo físico y por el temor de enfrentarse a esos monstruos, haberlos visto cara a cara y ver lo que le hacían a las personas.

Sus rodillas tocaron el suelo con fuerza y atrajo a (...) haciendo él, pidiendo perdón en silencio por haberla dejado sola y solo haber recordado que ella estaba con él cuando la vio siendo atacada por un cadente.

-Lo siento -(...) escuchó su voz, pero, lejos de calmarla, le hizo recordar lo que había hecho frente a ella- lo siento, lo siento -siguió, susurrando, apretando su cuerpo contra el de él con más fuerza, pasando sus manos por su espalda y la parte posterior de su cabeza, llenándola de sangre a ella también.

No sabía si se disculpaba con ella o con las personas a las que le había quitado la vida en cuanto las vio infectadas mas si presentar aun los síntomas, prefiriendo acabar con ellos para evitar que hubieran más.

Alrededor de ellos, los soldados restantes vieron a su señor, empezando a dar gritos de alegría por su victoria al lado de los aldeanos sobrevivientes.

(...) se aferró a las ropas a la altura de su pecho, haciendo oídos sordos a lo que los demás decían, solo escuchando el sonido de su corazón, tratando de calmarse.

Acercándose, Gilgamesh toma de un hombro a Somnus, haciendo que se levante, la gente alegre de ver a su salvador, ignorando todo lo demás, poco a poco, Somnus recobró su cordura y, tal y como (...) le había recordaba que había hecho con ella para impresionarla, levantó su espada, recibiendo más fuerza en sus ovaciones.

Y (...) sintió miedo al ver esa sonrisa en su rostro.

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