23.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

Vi ese día, perdí la cabeza.

Señor, estoy bien, quizá en un tiempo

Querrás ser mía.

~El Mañana, Gorillaz~

Cuando tenía cuatro años, Yoongi se miró al espejo por primera vez, consciente de sí mismo, y observó su cuerpo.

Jimin estaba siendo vestido por su mamá, a su lado, luego de haberlos duchado juntos, y Yoongi ladeó la cabeza, mirando el desnudo cuerpo de su hermano. Pasados unos segundos, frunció el ceño.

—Mamá, no entiendo —dijo, confundido.

Hyeyin lo miró, batallando para que Jimin se pusiera la ropa interior.

—Te vestiré enseguida, Yoonji, espera un poco cariño —le dijo con dulzura su mamá.

—Pero no entiendo —insistió, desviando los ojos al espejo, deteniéndose en su entrepierna—. ¿Por qué yo no tengo eso que tiene Jimin?

Su mamá le dio un coscorrón a Jimin para que se calmara, que se quejó haciendo un puchero.

—¿A qué te refieres, princesa? —preguntó su mamá, buscando ahora la ropa de Yoongi, sacando un bonito vestido celeste del cajón.

—Lo que tiene Jimin aquí —apuntó a su entrepierna—. Yo no tengo pilín.

Su hermano mayor la miró, frunciendo el ceño.

—¡Es porque eres niña, las niñas no tienen pilín! —le dijo de forma sabia.

Pero Yoongi no entendía. Él era un chico. ¿Por qué no tenía eso?

—No soy una niña —dijo, enrojeciendo—. ¡Soy como tú, soy un niño!

—Yoonji, ¿de qué hablas? —Hyeyin parecía no entender sus palabras, tomándola en brazos, y procedió a ponerle la ropa interior—. Eres una niña, no un niño como tu hermano.

Arrugó los labios, sin comprender un poco a qué se refería su mamá. Era un niño como su hermano mayor, ¿por qué le decían que era una niña?

—¡Soy un niño! —repitió, cruzándose de brazos—. ¡Yo también quiero un pilín!

—¡No, cuando seas mayor vas a tener tetas!

Miró a Jimin, atónito.

—¿Qué son tetas?

Hyeyin, exasperada, le tiró la oreja a Jimin, causando que gritara.

—¿Dónde aprendiste esas palabras? —regañó Hyeyin, antes de mirar a su hija. No estaba preocupada por sus palabras, ya que era demasiado pequeña, de seguro todavía no comprendía bien las diferencias entre chicos y chicas, y sólo quería imitar a su hermano—. Ven, Yoonji, tenemos que ir a la iglesia y ya vamos tarde.

—¡Pero no me gusta esto! —reclamó cuando su mamá comenzó a ponerle el vestido—. ¡Quiero la ropa de Jimin!

—Quédate tranquila, muchachita —Hyeyin sonrió, subiendo el cierre del vestido—. Estás muy bonita, de seguro Hoseok se enamorará de ti.

—¡No me gusta Hoseok, es un llorón! —enfurruñado, dejó que su mamá le pusiera los zapatitos, incómodo por completo con esa prenda de ropa—. Mamá, no me gusta este vestido.

—¿Hay algo que te guste acaso, Yoonji? —se burló Jimin.

—¡El básquetbol! —miró a su hermano mayor con ilusión—. Cuando regresemos, ¿podemos jugar una partida?

—Yoonji —regañó su mamá, llamando su atención—, ese juego no es para chicas, puedes caerte y vas a llorar.

—Yo no lloro, yo no soy como Hoseok —dijo, presumido.

—¡Lo tengo! —Jimin se puso de pie, riéndose—. Vamos a jugar a la casita. ¡Hoseok será la mamá y Yoonji el papá!

—¡Jimin!

—¡Y ChimChim será el cerdito! —gritó Yoonji, antes de salir corriendo mientras un ofendido Jimin lo comenzaba a perseguir.

Ese fugaz recuerdo pasó por su mente cuando tocaron a la puerta de su habitación, y sin preguntar, su mamá entró con una expresión en blanco.

La miró, sin desear verla en ese instante, queriendo revolcarse en su desgracia y autocompasión.

Llevaba sólo dos semanas desde que regresó a clases, pero se sentía como si hubiera sido mucho más tiempo. Y esta semana fue peor que la anterior, porque todo el mundo lo miraba con burla, gritando cosas obscenas, dejándole... toallitas femeninas manchadas con pintura roja por todas partes.

Le dijo a los profesores lo que estaba ocurriendo, pero la respuesta era siempre la misma.

Deja de hacer lo que sea que los está provocando, Yoonji.

Y sus amigos no podían estar siempre con él, defenderlo todo el tiempo. Y Yoongi sabía, sabía que también le estaban dejando de hablar a Tae y Lisa, que las agresiones hacia Jin aumentaban poco a poco.

¿Provocando? Él no los estaba provocando.

—¿Ocurre algo? —preguntó, sin moverse de la cama.

No estaba sólo acostado por todo lo que ocurrió, sino también porque estaba con cólicos menstruales, lo que lo hacía desear desaparecer de allí apenas pudiera.

No podía evitar pensarlo, porque al final sólo se sentiría peor, pero tenía forma de evitarlo. Algo en su mente gritaba que menstruar era símbolo inequívoco de que seguía siendo una chica, no importaba cuanto se cortara el cabello, cuanta ropa masculina usara. Su cuerpo era femenino, eso no podía negarlo de ninguna forma.

Era un cuerpo femenino desde que tenía memoria, y no se sentía cómodo con él.

—Si bajas, podrás cenar con nosotros —dijo su mamá fríamente.

Enarcó una ceja, tratando de no parecer desesperado por comer algo consistente. Esa mañana se pesó, comprobando que bajó un kilo, algo que no le extrañaba por completo.

Miró su móvil, pensando en la oferta que le hizo Namjoon sobre comprarle sus letras. Con ese dinero ya no estaría pasando tanta hambre, pero...

Empujó ese pensamiento hacia abajo, poniéndose de pie para seguir a su mamá. Bajó las escaleras detrás de ella, sin embargo, al entrar al comedor, deseó no haber salido de su cuarto.

Jung Soowoo le devolvía la mirada, sentado en el sofá, con sus ojos carentes de calidez.

Se volteó, dispuesto a regresar a su pieza, pero su papá lo agarró del brazo y tiró bruscamente de él, obligándolo a sentarse.

—No seas maleducada, Yoonji —le gruñó, furioso.

—Es Yoongi —corrigió, haciendo una mueca antes de mirar al padre de Hoseok. Se forzó a sonreír con falsa dulzura—. ¿Puedo ayudarlo en algo, pastor Jung?

El hombre lo miró con la misma inexistente ternura.

—Vengo a verte, Yoonji —dijo Soowoo, remarcando su nombre femenino—. Me gusta visitar a las ovejas que se han descarriado del camino del Señor.

Yoongi ladeó la cabeza, asintiendo.

—¿Por qué no está viendo a su hija entonces, pastor Jung? —preguntó, fingiendo sorpresa—. Tengo entendido que Jiwoo se ha estado emborrachando en la universidad.

Una chispa de ira cruzó los ojos del hombre, en tanto Hyeyin soltaba un gritito de sorpresa.

—No hago caso a falsos rumores —gruñó Soowoo.

Quiso reír, porque eso era cualquier cosa menos un rumor. Gracias a las redes sociales, todos sabían lo bien que lo pasaba Jiwoo en Daegu. No es como si Yoongi la juzgara, él entendía lo difícil que era vivir en la familia de Hoseok, pero no aguantaba la hipocresía de ese hombre.

—De todas formas, ahora vine a hablar contigo —el hombre fingió un tono comprensivo—. Min Yoonji, pequeña, ¿qué está pasando contigo?

Yoongi apoyó su barbilla en su mano, enarcando una ceja.

—Ya sabe —dijo con suavidad—, al parecer estoy rodeado de hipócritas que no tienen nada mejor que burlarse de uno por querer ser feliz —sonrió—. Y es Yoongi, pastor Jung, Yoonji está muerta —su tono se volvió frío—. Yo me encargué de matarla.

Su papá golpeó el mueble con fuerza, en tanto su mamá se volteaba hacia el padre de Hoseok.

—¿Lo ve, pastor Jung? ¡No sabemos qué hacer con ella! —sollozó con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Qué hicimos mal como padres? ¿Por qué Dios nos está castigando de esta forma?

Se crispó ante sus palabras, apretando su mandíbula mientras observaba a su mamá llorar, con su padre tratando de consolarla de alguna forma. Aquella visión le rompía el corazón –porque seguían siendo sus padres, porque los seguía amando a pesar de todo y esperaba que pudieran comprenderlo en algún momento–, pero tampoco pensaba retroceder, seguir ahogando esa parte suya que pujaba por salir.

—Tranquila, Hyeyin —dijo el pastor Jung dulcemente—, prometo que haremos que tu hija recapacite, ya verás que esto es sólo una etapa —volvió a mirar a Yoongi—. ¿Quieres llamar la atención, Yoonji? ¿Necesitas que tus padres pasen más tiempo contigo?

—Necesito que dejen de tratarme como una chica y vean quien soy en realidad —dijo, desviando la vista.

Porque esos tres pares de ojos acusadores estaban sobre él, incitándolo a rendirse, a ceder, a volver a ponerse esa máscara que odiaba con toda su alma.

—Te estoy viendo, Yoonji, y sólo puedo ver a una chica confundida que necesita a un guía para volver al camino correcto —el pastor Jung le ofreció la mano—. Yo puedo ayudarte, Yoonji, ya verás. Y cuando te sientas bien otra vez, Hoseok te estará esperando con los brazos abiertos.

Sus palabras se sintieron como un golpe bajo.

Bruscamente, golpeó la mano del hombre, alejándola de él, pensando en los ojos llenos de miedo que Hoseok solía tener cuando iban a su casa, cuando debían cenar con la familia de él, cuando pensaba que cometió un error y tenía que enfrentarse a sus papás.

No, Yoongi no iba a hacerle caso a ese monstruo si así volvía con Hoseok, porque él jamás podría hacerle eso al chico que amaba.

Si Hoseok iba a estar con él, entonces tendría que estar con Yoongi, no con Yoonji.

—Ya me siento bien, no necesito su falsa y patética ayuda —escupió, poniéndose de pie.

—¡Yoonji! —gritó su mamá.

Pero el pastor Jung hizo un gesto para callarla, y por supuesto, su mamá obedeció.

—Dios te va a recibir con los brazos abiertos siempre, Yoonji, no temas —insistió el hombre.

—Que reciba entonces a Yoongi, porque Yoonji no existe más —declaró antes de voltearse—. Lleva mi cena arriba, mamá, no pienso comer con ustedes.

Y antes de que le dijeran algo más, subió las escaleras, yendo directo a su cuarto para encerrarse.

Una vez a solas, dejó escapar el aire que estuvo conteniendo para comenzar a temblar por el miedo que comenzó a sentir. Sabía que esa visita no sería la última, y temía no ser lo suficientemente fuerte como para poder soportarlo. Temía volver a usar esa máscara para complacer a todo el mundo.

Buscó su celular.

Yoongi:

Jungkookie, ¿estás?

Nochu:

¡Ahí tienes tu imagen, pesado!

¡Oh mierda!

Yoongi:

¿Qué demonios?

Nochu:

¡Mierda, mierda, no era para ti!

¡Era para Jiyong, Yoongi!

¡Mierda, ¿lo estoy arruinando más?!

Yoongi:

Mira, haré como si esto no hubiera pasado.

Nochu:

¡Por favor!

¡Gracias, Yoongi!

Yoongi:

Aunque esas medias te quedan bien, ¿sabes?

Nochu:

¡Yoongi!

Ah, ¿para qué me necesitas?

Yoongi:

Jungkookie, ¿a ti te gusta cantar?

Quiero que cantes para mí.

Nochu:

¡¿QUÉ?!

Cerró sus ojos, apoyando su cabeza en la puerta, y tomó aire. Pensó en esa canción que escribió tiempo atrás, en el piano que tenía en el colegio, en la dulce voz de su amigo, y se dijo que, quizás, llegó el tiempo de seguir avanzando, aunque la corriente quisiera arrastrarlo.

Pero no iba a permitirlo, a pesar de que terminara roto y herido, no iba a permitirlo.

¡gracias por leer!

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