41.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

—Una vida larga resulta una carga cuando está llena de sufrimiento.

~Hija de Humo y Hueso, Laini Taylor~

La sangre se estaba deslizando lentamente por su brazo, y Yoonji observaba como caía, sin expresión alguna. De alguna sorprendente forma, era ajena al dolor que su carne sentía, como si las punzadas apenas tuvieran efecto en ella.

Mordió el interior de su mejilla cuando presionó la piel, más sangre borboteando de la pequeña herida que se hizo. Sin embargo, de pronto tuvo que levantar sus piernas al sentir a gente entrar al baño, apoyando sus pies en el inodoro para que no notaran que había alguien ahí.

—Ayer me llegó la invitación de la boda de Hoseok y Yoonji —dijo YounJae, dando inicio a una conversación.

Cerró sus ojos, apoyando su cabeza contra la pared, sintiendo la nada misma. Sintiendo sólo un vacío donde se suponía que debía estar su corazón.

—Podríamos ir a comprar unos vestidos la semana que viene —contestó Hyojin con una risita baja—. Necesito ir al centro comercial para buscar algo que ponerme con Jiho, quiere que busque encaje y así reavivar nuestra relación —soltó un bufido.

La mención de su verdugo hizo que su estómago se apretara, y presionó con más fuerza contra su piel rota una vez más, la sangre saliendo enseguida.

El sabor en su boca se tornó amargo, como si pudiera recordar las embestidas de Jooheon contra ella. Sin poder evitarlo, su mano fue hacia sus labios, aguantando las arcadas repentinas que la atacaron.

—No sé cómo lo hacen Hoseok y Yoonji —se burló Sunmi—. ¿Los has visto besándose? ¡Con suerte se agarran de la mano! Pobre Hoseok, debe estar disgustado por tener que casarse con alguien tan aburrida y sosa como Yoonji. Hye, ¿cómo lo hizo Jiho para tocar a esa frígida?

Las arcadas volvieron, pero su mano quedó manchada sólo con bilis, porque Yoonji no comió nada ese día. Y el día anterior fue capaz de comer sólo una porción de arroz antes de vomitarla, oculta en el baño.

Dos días atrás, se había pesado. Por lo normal, su peso variaba entre los cincuenta y cinco kilos, sin embargo, ahora, pesaba cuarenta y nueve kilos.

Pero no le importaba, por muy frío e indiferente que sonara.

—¡Ni yo lo sé! —dijo Hyojin entre risas—. Tuve que hacer que lavara sus manos con cloro y detergente para dejar que me tocara. Hoseok debe sentir repulsión por ella.

‹‹Probablemente››, concedió Yoonji, comenzando a limpiar el corte con un poco de papel higiénico, ‹‹me miro al espejo y me doy asco. De seguro sigue a mi lado por pena, porque Hoseok es demasiado bueno como para abandonarme››.

Las chicas salieron del baño, comenzando a conversar de otras cosas, pero Yoonji se quedó unos segundos más, arreglando la venda sobre su herida. Cuando lo consideró suficiente, decidió salir del cubículo como si nada, mirándose brevemente al espejo. Su cabello estaba comenzando a crecer.

Desvió la vista.

Su estómago rugió por el hambre, pero lo ignoró ya que sabía que, si llevaba algo a su boca, lo terminaría vomitando o escupiendo. En el mejor de los casos, lo tragaría a la fuerza, a pesar del dolor en su garganta.

Salió del baño con tranquilidad, agradecida de que ya casi no quedaran personas en el colegio. Las clases finalizaron, sin embargo, al doblar a la esquina, no esperaba encontrarse frente a frente con la profesora Suran.

La mujer la miró con sorpresa ante el encuentro, siendo el primero desde que las cosas volvieron a su lugar.

Yoonji hizo una reverencia rápida para después querer irse, desesperada por huir, pero la profesora la detuvo antes de poder hacerlo.

—Yoongi–

—Yoonji —corrigió Yoonji como si nada—. ¿Ocurre algo, señorita Shin?

La profesora pareció titubear un momento antes de soltarla.

—¿No vas a seguir tocando el piano? —preguntó la mujer con pena en su voz.

Mordió su labio inferior, sus ojos escociendo ante la mención de aquel instrumento que fue su confidente cuando nadie podía ayudarla.

—Ya le expliqué mis motivos —balbuceó, desviando la vista.

Suran arrugó el ceño levemente.

—Sólo me dejaste una carta y tus letras destruidas, Yoongi —acusó la profesora.

Se encogió de hombros y sonrió con amargura.

—Soy una persona cobarde, señorita Shin —dijo, con tono irónico en su voz—. Si eso es todo...

—Entonces si no lo vas a tocar más —le interrumpió la profesora lentamente—, supongo que el colegio podrá deshacerse de él.

Los hombros de Yoonji se crisparon, y hubo un pequeño silencio en el pasillo. Las dos se miraron, Suran con una expresión indescifrable, y Yoonji con el pavor pintando su cara.

—¿Qué? —murmuró, conmocionada.

—Eso —Suran suspiró—, si el piano sigue aquí, es porque eras la única persona que lo tocaba, Yoongi. Si has decidido volver a no hacerlo, entonces los directivos van a venderlo. Para ellos, es un objeto inútil.

—No es inútil —le interrumpió bruscamente Yoonji—. Es un piano. Es un instrumento musical. ¡Alguien más puede aprender a tocarlo!

No, Yoonji no podía ver cómo le arrebataban algo más en su vida, como le alejaban la única cosa que le ayudaba a canalizar sus emociones. Si bien decidió no tocarlo, saber que estaba allí, que aún podía apreciarlo de lejos, le ayudaba a mantener un poco la cordura, a no caer al pozo oscuro que sus pies bordeaban cada día.

—No puedo hacer nada... Yoonji —dijo la profesora con lentitud y tristeza en su voz—. Nos vemos por ahí.

Y sin decir nada más, se marchó dejándola sola en el pasillo, con la garganta apretada y la miseria sacudiendo su alma.

—¡Pásenla bien, chicos!

Yoonji se giró, despidiendo a su mamá, que iría a la casa de los padres de Hoseok para seguir planificando la boda, y asintió en señal de despedida. Hoseok se sentó en el sofá, sin decir cosa alguna, y Yoonji se recostó a su lado, fingiendo estar interesada en la película que estaban dando.

Con lentitud abrazó a Hoseok por la cintura, apoyando su cabeza en su pecho, y sintió al chico tensándose ante su toque.

Sin quererlo, las palabras de Hyojin resonaron en su mente.

Hoseok debe sentir repulsión por ella.

Su compromiso fue anunciado dos semanas atrás, pero en todo ese tiempo, Hoseok no le había dado ningún beso, ni siquiera en la mejilla. Sólo se limitaba a tomarle la mano y fingía sonreír como si nada cuando los felicitaban por su pronto matrimonio, enseguida cambiando el tema. No parecía más feliz que ella con ese compromiso, a pesar de que el chico siempre habló de estar juntos toda la vida cuando eran pareja.

Antes, le habría dado lo mismo, porque no le gustaba mucho el contacto y hablar de esos temas debido a lo incómodo que se sentía para ella, pero ahora, necesitaba, ansiaba, un poco de acercamiento y toques y piel.

Pero, por sobre todo, saber si Hoseok todavía la deseaba como mujer, porque podía aprender a soportar eso, considerando que tendrían toda una vida que compartir. Una familia que formar.

Yoonji no era tonta y sabía que ese compromiso fue apurado porque sus padres y los de Hoseok querían atarla, a obligarla a asumir que era mujer, a comprometerla con un deseo ya no personal, sino con una relación con Hoseok, una familia, y un futuro juntos. Sabía que ese matrimonio era sólo la excusa perfecta para amarrarla de manos y pies a su vida, para exigirle que se comportara como se debía.

—Hoseok —le susurró, enderezándose y pausando la película.

Hoseok parpadeó, mirándola.

—¿Qué ocurre? —preguntó, ladeando la cabeza.

—¿Tú me quieres? —preguntó Yoonji sin expresión en su rostro, pero acercándose y subiendo al regazo de su prometido.

El chico arrugó los labios levemente.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —farfulló, confundido.

—Sólo... ¿puedes responderla? —insistió Yoonji, suavizando su tono.

Hoseok le sonrió con dulzura.

—Claro que te quiero —dijo el mayor.

Eso era suficiente. Ella podía no quererse, pero si Hoseok le quería, podía soportarlo.

Antes de que Hoseok le dijera algo más, lo besó con fuerza, sintiendo los cálidos labios del chico contra los suyos. Al principio, no se movieron debido a la sorpresa, pero pasados unos segundos contestó de forma titubeante, con su mano moviéndose para agarrarla por la cintura.

Luego de un instante, él se alejó, y soltó un jadeo al sentir los labios de Yoonji en su cuello.

—Yo... Yoongi... Esto no...

—Shhh —murmuró Yoonji, levantando su mirada. Sus manos comenzaron a desabotonarle la camisa—. Lo quiero. Te lo prometo.

Una mentira más a esa larga montaña de mentiras que estaba construyendo.

—Pero...

—Vamos a mi cuarto —insistió Yoonji, poniéndose de pie y tomándole la mano.

Hoseok obedeció, asustado, confundido, pero por encima de todo, atónito por el repentino comportamiento de Yoonji. No sabía exactamente cómo reaccionar, pues nunca antes Yoonji fue quien iniciaba ese tipo de contacto, quien parecía más entusiasta por tocarlo de alguna forma no inocente. Por el contrario, era Hoseok el que siempre parecía buscar más, mientras que Yoonji le rechazaba con suavidad.

La chica cerró la puerta una vez dentro y sentó a Hoseok en su cama, quedándose de pie y moviendo sus manos de forma nerviosa.

—Si no quieres, está bien, Yoongi —dijo Hoseok, reaccionando entonces—. No quiero obligarte–

Yoonji se quitó la blusa.

La respiración de Hoseok se cortó al verla con un brasier de encaje negro.

Yoonji se vio a sí misma observando esa ropa una tarde que salió sola, y lo que dijo Hyojin sobre reavivar una relación caló profundo en su mente. Necesitaba que Hoseok la deseara. Que la hiciera sentir amada, aunque fuera una farsa.

Que la hiciera una mujer, tal y como era.

Sus manos fueron a su pantalón, mostrándole el conjunto entero. Ropa interior de encaje negro, con unas medias transparentes que se apegaban bien a sus delgadas piernas. Estaba casi desnuda ante él, sólo con esas prendas, tratando de fingir que todo estaba bien.

Observó, en ese momento, la erección en el pantalón de Hoseok.

Sonrió, aunque no por el orgullo, y se inclinó besándolo otra vez y empujándolo contra la cama. Sus dedos comenzaron a desabrochar la camisa de Hoseok, echándola a un lado para luego proseguir con su pantalón, sin dejar de besarlo. Era la única forma de calmar la sensación de asco que estaba naciendo en su estómago.

Podía sentir las manos de Hoseok en su espalda, tocando su piel, y soltó un suspiro tratando de relajarse, en especial cuando de pronto el brasier estaba suelto, deslizándose por sus brazos.

Recostó a Hoseok sobre la cama, quedando sobre su cuerpo, y ambos se miraron unos segundos en silencio.

—Yoongi, no tienes que...

Lo interrumpió, moviendo su entrepierna contra la de Hoseok, sintiendo su erección. Casi de forma inmediata, agarró una de las manos de Hoseok y la apoyó en su seno derecho.

—Quiero que me hagas el amor —le susurró, sin dejar de moverse.

Lo vio tragar saliva, su manzana de Adán subiendo y bajando, y de pronto estaba acostada sobre su espalda, con el cuerpo de Hoseok sobre ella, la boca del chico atrapando el pezón de su seno izquierdo.

Yoonji se arqueó, jadeando en voz baja y fingiendo que aquel toque realmente le gustaba y excitaba. Mordió su labio inferior para evitar romper a llorar cuando sintió los dedos de Hoseok adentrarse bajo las bragas, tocándola.

Preparándola.

Abrió más sus piernas mientras Hoseok le besaba el cuello, con toda probabilidad haciendo marcas, y cerró sus ojos, buscando concentrarse en cualquier otra cosa menos en la realidad. En lo que estaba pasando allí.

Hoseok deslizó las bragas por sus piernas, y de pronto sintió un cálido aliento abajo. El peso de Hoseok ya no estaba en ella, y no miró hacia abajo ante lo que significaba, sólo miró el techo, conteniendo el llanto pujante de sus ojos.

Mordió su lengua, aguantando el gemido de asco cuando ahora la lengua de Hoseok la acarició. No había placer. No había gusto. Sólo asco. Desprecio. Repulsión.

Su boca soltó un sollozo cuando sintió un dedo.

De forma repentina, Hoseok se detuvo.

—No seguiré —dijo Hoseok, alejándose.

Yoonji abrió sus ojos.

—Sigue —insistió, desesperada, y notó que su rostro estaba húmedo por las lágrimas—. Por favor, Hoseok, sigue.

—No —contestó Hoseok poniéndose de pie, tomando la ropa interior y tendiéndosela—. Esto no te gusta, y si no te gusta, entonces no lo haré. Es así de simple.

—Hoseok, nos casaremos en tres meses, tienes que hacerlo —tomó aire, sollozando cuando el chico comenzó a ponerle la ropa interior como si fuera un bebé—. Hazme una mujer, por favor.

Hoseok se quedó quieto unos segundos antes de tomarla de los hombros.

—Haré que me guste, lo prometo —insistió Yoonji, hipando—. Si lo haces ahora, en la noche de bodas–

—No lo haré —dijo Hoseok con firmeza, levantando su rostro—. Ni ahora, ni en la noche de bodas, ni nunca. Si te hace infeliz, entonces no lo haré.

—Pero Hoseok...

—Shhh... —Hoseok limpió su rostro y comenzó a ponerle el pijama. Se acostó, tirando de ella contra su cuerpo—. Tranquilo, mi amor —le susurró al oído—, estoy aquí, Yoongi, y voy a sostenerte, aunque no quieras seguir —Yoonji comenzó a llorar en silencio—. Te ayudaré a cargar con tu sufrimiento, lo prometo, cariño. No estás solo. Nunca más estarás solo.

En ese preciso momento, mientras Hoseok la acariciaba con cariño, fue que las sintió.

Mientras Yoonji lloraba y se quedaba dormida en sus brazos, Hoseok sintió las cicatrices en los brazos de la chica.

Bajó la vista, notando las cicatrices en sus brazos. En sus piernas.

Como si fuera un sueño, recordó la forma en que Yoonji cubría sus brazos, evitando que vieran demasiado su piel. Sabía, sin necesidad de preguntar, qué significa eso, y se sintió enfermo al imaginarse a Yoonji asustada, desesperada, muerta de pena y de dolor, deslizando algo filoso sobre su pálida y suave piel.

Pero no dijo nada. Esa tarde, al menos, no dijo nada, permitiendo que Yoonji durmiera a su lado para alejarse de la dura realidad donde tenía que vivir.

¡gracias por leer!

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