40.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

Bueno, no puedes conseguir lo que quieres,

Pero puedes conseguirme a mí.

Así que vamos a crear y ver,

Porque tú eres mi medicina,

Cuando estás cerca de mí, cuando estás cerca de mí...

~On The Melancholly Hill, Gorillaz~

Durante diecinueve años de su vida, Jimin siempre se enorgulleció de ser un chico correcto, educado y recto en todos los sentidos de la palabra. No porque quisiera serlo, sino porque quería que sus papás se sintieran orgullosos de él, además de ser un ejemplo a seguir para su hermanita menor, tan problemática en ese entonces según palabras de su mamá.

Jimin quería cuidar y proteger a Yoonji como fuera, porque siempre podía notar una sombra de tristeza en sus ojos. Quería que ella siempre estuviera bien y jamás se volvieran a repetir todos esos gritos que se escuchaban en su casa cuando eran más pequeños. Por sobre todo, no quería que le pusieran alguna vez el dedo encima.

Debido a eso, durante mucho tiempo, construyó su mundo con esfuerzo y cuidado, poniendo un bloque sobre otro para llenar a toda la gente de orgullo. Para que su padre jamás volviera a gritarle de la forma que hacía cuando era más pequeño, diciéndole tantas cosas horribles que prefería olvidar.

Hasta que, por supuesto, Jeon Jungkook lo derrumbó con sólo una sonrisa y un beso.

Jeon Jungkook era sólo un niño que parecía demasiado feliz en un mundo que sólo le causó dolor y soledad. Jeon Jungkook parecía una tormenta en medio de un día normal. Jeon Jungkook era todo lo que Jimin no era.

Honesto. Valiente. Sincero. Indiferente a la opinión del resto.

Jimin no sabía cómo lo hacía, pero los comentarios, las malas miradas, parecían resbalar por el cuerpo de Jungkook, caminando siempre con una sonrisa en alto y ojos llenos de orgullo por aceptar ser quién era.

Jimin le envidiaba tanto, y le odiaba por ello.

Lo odió por un tiempo.

Lo odió por causar tantos sentimientos que no podía comprender por completo en su interior. Lo odió por haber aparecido en esa fiesta de bienvenida, con un broche en su cabello, labios pintados, y una falda que mostraba unas bonitas piernas que Jimin besó y mordió toda la noche. Lo odió por haberlo besado innumerables veces mientras lo penetraba una y otra y otra vez, logrando que se perdiera en su suave toque. Lo odió por haberlo enamorado de una forma tan infantil, pero al mismo tiempo tan intensa, que sólo podía pensar en su bonito rostro al despertar.

Pero, por sobre todo, lo odió por haber derrumbado su mundo como si nada, con un ligero soplo de aire, y lo obligó a comprender que su mundo no fue nada más que una pequeña burbuja fácil de reventar.

Sin embargo, a esas alturas, lo único que le quedaba a Jimin era aceptar que estaba perdida e irremediablemente enamorado de Jeon Jungkook, como un pendejo de quince años lo estaba de su primer amor.

Aunque Jimin sabía que no era gay. No miraba a otros hombres y pensaba en lo guapos que eran, no sentía una atracción hacia ellos. Sólo era Jungkook. Jungkook era el único que podía poner su mundo al revés con un movimiento de su dedo. Jungkook era el único que provocaba que su corazón latiera de forma acelerada y sin control alguno, hasta el punto en que varias veces pensó si quizás no estaba enfermo. Enfermo de amor por Jungkook.

Quizás era algo así como Jungkooksexual.

Soltó una risa cansada, negando con la cabeza mientras imaginaba lo que podía decir Jungkook si le contaba ese pensamiento idiota. De seguro, Jungkook estallaría en carcajadas sonoras, con los bordes de sus ojitos arrugándose mientras se reía y mostraba sus dientes, luciendo tan encantadoramente como un conejito. Después de reírse, con toda probabilidad, le daría un beso en los labios y le diría lo tonto que era.

Levantó la vista en el momento en el que los padres de Jungkook salían de su cuarto en el hospital, con aspecto demacrado y agotado, pero con un brillo de tranquilidad en sus ojos, porque el muchacho había, por fin, despertado.

El doctor venía detrás de ellos, leyendo la ficha del paciente.

—Jungkook sigue consciente —comunicó a la gente que se le acercaba—, así que si alguien más quiere pasar–

—Yo —dijo Jimin dando un paso, ansioso y desesperado—, soy su novio.

Una pequeña mentira, porque Jungkook y él no eran más que amigos. Amigos que a veces se besaban y se toqueteaban y coqueteaban.

Pero si debía mentir para pasar a verlo, entonces lo haría.

Sin embargo, cuando dio un paso, alguien más habló:

—También quiero pasar —dijo Jiyong tranquilamente—, soy su mejor amigo.

Apretó sus manos en puños, aunque no dijo algo porque no podía hacerlo.

Él sabía, lo tenía claro, que Jiyong y Jungkook, más que novios, también eran mejores amigos desde los quince años. La relación que tenían era más que sólo sentimental, y eso asustaba un montón a Jimin, porque no sabía si podría alguna vez competir contra aquello. Si podía intervenir en el lazo que ataba a Jungkook y Jiyong.

Recordó a Jungkook sollozando a su lado una vez terminó con Jiyong. A Jiyong golpeándolo en la mejilla cuando descubrió que Jungkook se estaba quedando en su departamento debido a la ruptura, acusando al menor de ser una zorra y una puta. A Jungkook abofeteando a Jiyong y gritándole que si volvía a agredirlo, podía dar por muerta su amistad.

Y el día en que atacaron a Jungkook, y él estaba esperando en la sala de emergencias, Jiyong entró violentamente antes de tirarlo contra la pared, dándole un golpe y gritándole un montón de mierda que caló hondo en su interior.

¡Es tu jodida culpa! ¡Que Jungkook y EunYoung estén aquí es culpa tuya, porque tú tenías que protegerlos, que cuidarlos! ¡Ellos confiaban en ti para irlos a buscar a la hora, a la maldita hora, y ni siquiera esa mierda pudiste hacer bien, hijo de puta!

Jimin sabía que no debían decírselo, porque ya tenía claro que la culpa era suya. Esa horrorosa culpa le comía por dentro, como una termita devorando la madera de una casa. Era repugnante.

—Por aquí —dijo el doctor girándose, sin preguntar nada más, y ambos chicos le siguieron en silencio—. No alteren al paciente, ¿está bien? Y si hace alguna pregunta que podría asustarlo, no contesten con la verdad, no por ahora. No le digan que su amigo todavía sigue en coma y puede que nunca despierte.

Los dos asintieron en silencio, sin querer pensar demasiado en EunYoung, y silenciosamente entraron al cuarto.

Jimin sintió su corazón latir desbocadamente cuando vio a Jungkook acostado en la camilla, con una mascarilla sobre su boca y nariz, y cables por todos lados, inyecciones en sus brazos, máquinas resonando a su alrededor.

Pero se le rompió más el corazón al verlo con una pierna enyesada, un ojo morado, y el cabello rapado por un lado debido a la cirugía de emergencia que tuvieron que hacerle. Por sobre todo, al ver sus ojos apagados y apenados, luciendo más pequeño de lo que realmente era. Su ojo sano parecía revolotear por el lugar, como todavía tratando de comprender bien dónde estaba.

Sin importarle si Jiyong estaba allí, fue a sentarse al lado de Jungkook, tomándole la mano, y dándole un pequeño beso en la palma de ésta.

—Te ves precioso, cariño —le susurró como si nada. Sintió un apretón en su mano, y Jungkook negó con la cabeza, tímido—. ¿Oh, bebé? ¿Hoy eres mi bonita princesa?

Jungkookie sonrió con vergüenza, y Jimin sintió su corazón derritiéndose ante ese dulce gesto, y volvió a sentir un remezón al darse cuenta de lo enamorado que estaba de esa persona.

Los ojos de la menor se desviaron, y Jimin sabía que debía estar viendo a su exnovio.

—Hola, galletita —le dijo Jiyong acercándose, inclinándose y dándole un beso suave en la frente—, te extrañé mucho, ¿lo sabes?

Jungkook ladeó la cabeza, cerrando sus ojos un momento, y Jimin no pudo evitar recordar ver a Yoongi en Jungkook, tan vulnerable, tan temeroso, tan asustado de la vida. Por un instante, fue como estar frente a Yoongi, y eso le provocó más pánico, porque jamás quería ver a su hermanito menor así, en un lugar como ese, sobreviviendo por un ataque de odio.

Su estómago volvió a retorcerse al recordar a Yoongi llorando frente a él, en sus brazos, mientras decía que se rindió, que no valía la pena seguir luchando contra la marea y que aceptaba su triste destino. Sintió como su corazón se rompía al imaginar a Jungkook en esa misma situación, rindiéndose por completo ante el mundo, dejando que otros lo hicieran miserable porque no podían entenderlo.

¿Por qué parecía que las mejores personas de la vida eran también las más infelices?

—Una vez regreses al departamento —dijo Jimin, llamando su atención—, vamos a tener ese perrito que tanto querías, Jungkookie.

Los ojos de Jungkook brillaron un poco más, y Jimin quería que ese brillo estuviera siempre allí.

—E-Eun... —balbuceó Jungkook apenas.

Jiyong, al otro lado, le sonrió con pena.

—Está bien —mintió Jiyong, pero Jimin no dijo nada—, está mejorando de a poco, Jungkookie, ¡va mejor que tú! Así que más te vale que te mejores pronto, no quieres que EunYoung te gane una vez más, ¿no?

La de cabello castaño sacudió la cabeza y suspiró, cerrando sus ojos.

—Te dejaremos dormir, ¿está bien, mi amor? —le susurró Jimin, poniéndose de pie.

Pero Jungkook le apretó la mano, negando una vez más en silencio con toda la fuerza posible. Parecía tener un poco de miedo de quedarse a solas.

Jiyong suspiró, besándole la frente.

—Jimin se quedará contigo —le murmuró Jiyong como si nada—, le ha dicho a todo el mundo que es tu novio, ya sabes, quiere ganar en la competencia por tu amor —Jungkook los miró, desconcertada, y Jiyong soltó una risa—, pero no me preocupa demasiado, estoy seguro de que Jimin se espantará cuando sepa lo fanática que eres de Justin Bieber.

Jungkook arrugó el ceño, enojada, mientras Jiyong se retiraba entre risas, y una vez se quedaron solos, miró a Jimin con las mejillas rojas.

El mayor sólo se rió, dándole un beso en la mano.

—No te preocupes, no vas a espantarme —aseguró con una sonrisa dulce—. Ah, mi linda Jungkookie, ¿recuerdas que me preguntaste el otro día si quería cantar contigo en el café de Heechul? Pues ya lo pensé, y digo que sí —Jungkook pareció emocionarse sólo con eso, porque se enderezó y le dio un apretón más—. Incluso te escribí una canción, ¿quieres oírla? Sólo si prometes no reírte, ¿bien? Se llama Serendipity y Nam me ayudó a escribirla...

Jeon Jungkook derrumbó por completo el mundo de Min Jimin, pero si era sincero, no podía importarle menos en ese momento.

¡gracias por leer!

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