39.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

Todo es un gran teatro que consiste sólo en fingir y en ser el mejor en ello.

~Nada, Janne Teller~

Los dedos de Jung Soowoo estaban apretando su nariz mientras estaba debajo del agua, con los ojos cerrados, y sólo podía pensar en el triste rostro de Jimin cuando le dijo que no pensaba irse a vivir con él, que tenía que terminar sus estudios. Que era momento de dejar de preocuparse de ella.

Ese día, terminaron peleando a gritos, pero Jimin no pudo hacer nada cuando tomó el bus de regreso a casa. Hoseok se encontraba a su lado, en silencio, con los ojos llenos de pena y dolor. Pero lo ignoró, por supuesto, incapaz de sostener su mirada. A esas alturas de su vida, era incapaz de mirar a las personas que quería a la cara, porque sólo vería la decepción allí.

Como si ella no estuviera decepcionada. Como si ella estuviera feliz con ese camino que se obligó a elegir.

Y fue peor cuando llegó a casa, pues lo primero que le dijo a su mamá fue que decidió aceptar bautizarse en la iglesia del pastor Soowoo. Esa idea estuvo rondando en su cabeza los últimos días, como si el hacer eso lograría cambiar la persona que era en realidad. Como si ser bautizada iba a solucionar todos sus problemas. Sin embargo, se obligó a creer en esa idea, a pesar de que no tenía un poco de fe.

Cuando se lo contó a su mamá, ella estuvo a punto de llorar de la alegría, a pesar del rostro muerto de Yoonji. Trató de entender esa alegría, de sentirla también, pero no era capaz de sentir ni siquiera un poco de entusiasmo. Por dios, ¿qué estaba haciendo?

Cuando salió del agua, sintió los cientos de ojos puestos en ella, en su rostro, en lo que acababa de hacer. Sin embargo, ella sólo miraba al frente, sin expresión alguna y sintiendo como si estuviera en un sueño.

La mano de Soowoo se deslizó hacia su cabello mojado.

—Oh, Dios de gracia, bendice a Yoonji que acaba de nacer otra vez en el agua bendecida por tu Espíritu Santo —oró Soowoo, en medio del silencio—. Con el poder de tu Santo Espíritu guarda a aquellos y aquellas que confiesan el nombre de Jesucristo y que el pecado no tenga poder sobre ellos y ellas. Crea nueva vida en Yoonji, bautizada este día, así ella podrá resucitar en Cristo, crecer en la fe cristiana y seguir el camino de nuestro Salvador, resistiendo la opresión y el mal, caminando en la nueva vida de Cristo. Gloria a ti, Dios eterno que fuiste, eres y serás. Amén.

La respuesta resonó en la iglesia, sin embargo, Yoonji no dijo nada. Sintió la mano del pastor ahora puesta en su espalda, sobre la túnica blanca que le dieron, y salió de la piscina de bautizo. Sin dejar de observar el suelo, agarró la toalla que Jung Hyojae le tendía con una sonrisa de falsa dulzura.

Yoonji sabía leer toda esa hipocresía y cinismo que las personas de aquel lugar soltaban. Ese cinismo que exhalaban con sus sonrisas y miradas de compasión.

Sintió su estómago apretado mientras fingía escuchar al pastor Soowoo hablando todavía, sin escucharlo realmente.

¿Quién es más falso, Yoonji? ¿Ellos o tú?

Sus ojos chocaron con la triste mirada de Hoseok, en primera fila, y el chico asintió con la cabeza.

Recordó la discusión que mantuvo con él días atrás cuando le dijo que pensaba bautizarse. Hoseok le gritó que eso estaba fuera de lugar, que no debía bautizarse sólo porque creía que así podría seguir soportando su vida, que de esa forma nunca sería feliz y estaría viviendo sólo una mentira. Ella lo mandó al diablo, le dijo que no se metiera en su vida, y al final el chico se terminó marchando con esa mirada de ira y furia.

¿Hoseok acaso creía que ella no lo sabía?

Yoonji lo tenía más que claro.

Toda su vida no era más que un muro de mentiras y falsedades que ella misma construyó para protegerse.

El culto terminó, sin embargo, todas las personas se le acercaron para felicitarla y decirle que estaban orgullosos de ella, de que hubiera decidido por fin haber continuado con ellos, que ahora su alma ya estaba limpia de todos esos pensamientos sucios que debía tener.

Pero, a pesar de todo, Yoonji se seguía sintiendo como antes. Seguía sintiendo asco de sí misma. Seguía sintiendo desprecio por ser ella. Seguía sintiendo el llanto de Yoongi en su interior.

Qué desastre más grande, ¿en qué momento pensó que eso sería buena idea? Como si la fe pudiera salvarla, como si creer en esa institución pudiera ayudarla. Lo intentó cuando era más pequeña, le rezó a dios un millón de veces pidiéndole que la hiciera normal, pero las cosas nunca cambiaron. No, si cambiaron: fue empeorando con el pasar de los años.

—Vamos, cariño, debes cambiarte —dijo su mamá, interrumpiendo sus pensamientos. Traía una sonrisa de orgullo en su rostro—, tenemos que llegar temprano a la comida que haremos en la casa del pastor Soowoo para celebrar este gran momento —Hyeyin suspiró—. Es una lástima que Jimin no hubiera podido venir, de seguro estaría orgulloso de ti.

O decepcionado, pensó Yoonji recordando la pelea que tuvo con su hermano mayor cuando le contó lo que pensaba hacer y las palabras que le dijo a continuación:

—No pienso observar cómo arruinas tu vida viviendo esa mentira que ni siquiera tú te crees, Yoongi. No cuentes conmigo en esa locura.

Sólo asintió educadamente, tomando la bolsa con su ropa, y sintió su estómago apretado cuando observó el vestido floreado que su mamá le regaló esa mañana. Ella dijo que ese sería el comienzo de una nueva vida plena y llena de feliz, pues finalmente aceptó su lugar. Pero de felicidad y plenitud, Yoonji no sentía nada en absoluto.

Mientras estaba en el baño, sola, sin nadie a su lado, no pudo evitarlo y comenzó a llorar en silencio. Primero, cuando sacó la prenda del interior de la ropa, y tuvo que quedarse un momento quieta, dejando que las lágrimas cayeran. Aunque empeoró cuando el vestido se deslizó por su cuerpo, un bonito vestido blanco que apretaba su cintura y un escote en forma de corazón que elevaba sus pequeños pechos. Ya no era un llanto leve y silencioso, ahora era desconsolado y roto, unos sollozos que tuvo que ahogar presionando su mano contra la boca.

Afortunadamente, su mamá todavía no entró cuando vomitó, ya sin poder aguantarlo más.

Sin embargo, no pudo librarse de ella cuando comenzó a maquillarla y puso un broche de flor sobre su cabello desordenado y corto. Su último vestigio de que alguna vez fue feliz, ahora manchado con ese broche femenino.

—Te ves tan bonita, Yoonji —dijo su mamá, sin perder el tono de orgullo—, ¿ves que ser una chica está bien?

—Sí, mamá —contestó con la voz hueca.

Minutos más tarde, estaban llegando a la casa de Hoseok, donde su padre ya estaba preparando la carne con una voz llena de diversión. El hombre llamó a su hija y la saludó con afecto, como si los últimos meses no la hubiera estado golpeando y humillando constantemente. Su mamá también la tenía abrazada, acariciándole los hombres, y ya no se sentía como antes.

Yoonji quería mucho a su mamá, pero ya no era pequeña y esos abrazos se sentía menos consoladores para ella.

Cuanta hipocresía y falsedad por todos lados.

Incluso Joohyun, Yerim y Seulgi estaban allí, con sonrisitas santurronas y tono de voz zalamero, fingiendo llevarse bien con ella a pesar de que la hubieran agredido de todas las formas posibles días atrás.

—Podríamos ir a comprar ropa el próximo fin de semana —dijo Yerim a su lado.

—Ya estamos en primavera y necesitamos nuevos vestidos, ¿no crees, Yoonji? —dijo Joohyun, mirándola.

—Claro —respondió, sin expresión alguna.

—Señoritas.

Las cuatro chicas se voltearon para ver a Hoseok llegando con una sonrisa apretada, poniendo su mano en el hombro de Yoonji.

—Hola, oppa —saludo Joohyun, sonriendo encantadoramente.

—Les quitaré un momento a Yoonji, espero que no les moleste —dijo Hoseok, mirando a Yoonji con fijeza.

Joohyun, Yerim y Seulgi soltaron risas bajas, negando con la cabeza, y Yoonji se dejó arrastrar por Hoseok hasta un árbol algo alejado de todas las personas del lugar. La gente no dejaba de hablar entre ellos, contentos y felices con el ambiente, con el hecho de que todo volviera a la normalidad y la oveja negra hubiera regresado al rebaño.

Se suponía que Yoonji tenía que ser la más alegre allí, pero ¿por qué sentía como si estuviera en su funeral?

—¿Era lo que querías, Yoongi? —preguntó Hoseok a su lado.

El chico estaba con una expresión seria, sin burla alguna, y Yoonji se apoyó en el árbol, juntando sus manos en su regazo.

—¿Alguna vez tenemos lo que queremos, Hoseok? —preguntó heladamente.

Hubo un instante de silencio entre ellos, en lo que el más alto apretaba sus labios un instante antes de volver a hablar:

—No, porque hay que luchar por ello —soltó Hoseok—. ¿Acaso no ves todo el daño que esto te hace?

Yoonji se enderezó, sintiendo las palabras del muchacho llenas de dolor. Ella también estaba cubierta de sufrimiento, hasta el punto de que la única forma que tenía para soportarlo era haciéndose daño.

—Hoseok —dijo, llamando su atención—, ¿qué harás cuando termines la secundaria?

Hoseok parpadeó, sorprendido ante la pregunta que le estaba haciendo. Otro momento de silencio.

—Estudiaré Medicina —terminó por responder Hoseok con falsa seguridad.

Hipócritas. El mundo estaba lleno de hipócritas.

Los ojos de Yoonji se estrecharon.

—Qué bien —comentó, aburrida—, supongo que ya dejaste tu sueño de ser bailarín.

Hoseok palideció y Yoonji sonrió con pena.

—¿Es eso lo que querías, Hoseok? —preguntó dulce y penosamente, sabiendo que ese tema para el más alto todavía no estaba solucionado.

Otra vez se callaron, sin saber que decir ante la situación en la que ambos se encontraban. Sin embargo, antes de que Hoseok pudiera decir algo más, fueron interrumpidos:

—Por favor, presten atención —dijo la mamá de Hoseok con su voz chillona—, mi marido, el pastor Soowoo, quiere decir unas palabras.

—Gracias, cariño —dijo Jung Soowoo en medio del silencio—. Ah, pero, ¿dónde está Yoonji? —buscó entre el público, y cuando vio a los dos chicos juntos, sonrió—. Te encontré, Yoonji, eh, ¿poniéndote al día con mi Hoseokie? —todos soltaron risitas burlonas y silbidos de diversión, pero ninguno de los dos sonrió—. Vengan los dos, no saben lo contento que estoy de verlos juntos otra vez.

Los dos se miraron un momento y luego, sin decir nada, caminaron hacia donde estaba el pastor junto a Hyeyin, que no paraba de sonreír por la felicidad.

Yoonji sentía ganas de vomitar otra vez al pensar que nunca vio a su madre tan feliz en su vida. Tan orgullosa de ella. Mientras Yoonji no creía haberse sentido tan desdichada como nunca en ese momento. ¿Cómo era posible que esas dos emociones tan contrarias estuvieran en un mismo lugar?

—Más que contento, estoy tranquilo y lleno de gozo porque Yoonji haya regresado al camino del Señor, y hubiera dejado todos esos pensamientos que hacían de ella, en el fondo, un ser infeliz, ¿no crees, Yoonji? —dijo el pastor Soowoo, poniendo una mano sobre su hombro.

—Amén —contestó con tono plano.

—Amén —repitió todo el mundo, ignorando su rostro en blanco.

—Ahora podrás ser feliz, Yoonji —prosiguió el hombre—, y para hacer de esto una celebración doble, hemos estado teniendo conversaciones de adultos sobre una noticia que ya deben sospechar —Soowoo señaló a los padres de Yoonji, abrazados y sonrientes—. Hoseok y Yoonji llevan más de diez años estando juntos, tanto como amigos como pareja, y creo que ha llegado el momento de darle otro empujoncito a estos chicos —todos volvieron a reír—. Así que con orgullo anunciamos el compromiso de Jung Hoseok y Min Yoonji en santo matrimonio. Una vez ambos salgan de la secundaria, tendremos una hermosa ceremonia en nuestra iglesia para estos dos jóvenes que llenan de orgullo a nuestra comunidad.

Todo el mundo aplaudió con emoción y empezaron a felicitarlos, lanzando exclamaciones de emociones.

Yoonji quiso pegar el grito al cielo, ¿matrimonio? ¿Qué demonios era eso? ¿En qué momento sus padres pudieron hacer?

Pero no reaccionó así, tan aturdida por las palabras que dijeron. No se preparó para ellas bajo ningún momento, y ahora, de pronto, estaba comprometida con Hoseok. De pronto, ellos dos iban a casarse.

Hoseok pasó un brazo por la cintura de Yoonji, atrayéndola a su cuerpo, y Yoonji pensaba reclamarle, empujarlo y decirle si sabía de eso. Sin embargo, cuando vio el rostro de Hoseok, se quedó en silencio.

Hoseok no estaba sonriendo. Hoseok no lucía feliz. Sólo había una irritante molestia en su expresión, una mueca de rabia en su boca, un brillo de enojo en sus ojos. Él parecía tan desconcertado como ella, y peor aún, más enfurecido de lo que alguna vez hubiera esperado.

Pero, por supuesto, ninguno de los dos dijo algo, porque ambos aprendieron a fingir para los demás.

Ambos se convirtieron en expertos en ese juego de mentiras y engaños.

¡gracias por leer!

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